miércoles, 21 de enero de 2015

José Ignacio Canudo, paleontólogo: "la vida continuará cuando el hombre ya no esté aquí"


Heraldo.es
Es feliz en el campo, rastreando, buscando restos de fósiles que le sigan diciendo cómo éramos, cómo somos y cómo seremos; que le confirmen esa idea general que tiene "de todo lo que ha pasado en esto que llamamos Aragón en los últimos 600 millones de años". Porque a José Ignacio Canudo (Zaragoza, 1960) lo que le gusta es descubrir cómo fue el pasado a través de sus huellas, que indaga en cada estrato de la tierra en la que han dejado sus vidas. Profesor titular de Paleontología de la Universidad de Zaragoza e investigador principal del grupo Aragosaurus, es toda una referencia internacional sobre dinosaurios y a él le debemos nada menos que la descripción de una veintena de nuevas especies de vertebrados, entre ellos 8 dinosaurios. Simpático, roquero, sufridor del Real Zaragoza, ofrece una imagen muy diferente del tópico sobre los paleontólogos, quizá porque todos, sin querer, los confundimos con esos arqueólogos que nos ha regalado el cine, aunque gracias a series como CSI, a películas como Parque Jurásico y a realidades como Dinópolis, su trabajo se ha hecho más visible. Recién nombrado director del Museo de Ciencias Naturales, sueño largamente deseado, reconoce que nunca fue un empollón, que trabajó durante años en un bar para pagarse la carrera, que "los hombres somos algo especial en este momento del mundo, pero sucederán muchas cosas después de él". Y relata con verdadera pasión cómo después de 10 años de trabajo sobre foraminíferos (animales microscópicos de gran interés científico) y que le llevaron incluso a la Universidad de Princenton, dio un giro total a su vida profesional, comenzó de cero y encontró en la búsqueda de dinosaurios el sentido de sus investigaciones. Hoy es un nombre fundamental en la paleontología, que conoce como nadie el suelo más profundo de Teruel y parte de esa inmensa Patagonia que estuvo unida a la Iberia del Jurásico.

-Usted es Geológo, ¿en qué momento llegó a la Paleontología?.
Uno piensa que el paleontólogo lo quiere ser desde pequeño, como esos niños que van con sus dinosaurios, pero yo no. Hubiera sido biólogo si se hubiera podido estudiar en Zaragoza, pero aquí lo único relacionado con la naturaleza, con las ciencias naturales, era Geológicas. Mis padres no podían pagarme unos estudios fuera y de hecho me los pagué trabajando en un bar de mayo a octubre desde los 18 años. Al principio me pareció complicado, pero cuando estudié Paleontología descubrí que era lo que me gustaba.

-Hoy es una heroicidad trabajar en tu propia vocación.
Fue algo de mucho esfuerzo y a los chavales que empiezan siempre les digo lo mismo, que la investigación es un camino muy largo y que hasta los 40 años no tuve una plaza más o menos estable mientras muchos de mis compañeros hacía años que la tenían. Fue a comienzos de los 90, junto a Gloria Cuenca, mi mujer, que nos dijimos que había un campo muy bonito, el de los Dinosaurios que científicamente era muy atractivo y en el que en España no había nadie.

-Era un campo por descubrir.
Nunca había estudiado paleontología de vertebrados y fue empezar de cero, porque además llevaba 10 años investigando sobre foraminíferos. Tuvimos la suerte de que la primera excavación que hicimos grande, con mucha gente, es donde encontramos el mejor ejemplar de Aragón, el Tastavinsaurus en Peñarroya de Tastavis. No teníamos un duro, fue muy ilusionante, y nos ayudó mucho la gente del pueblo.

-Ustedes son observadores que intentan reescribir la historia, ¿no le genera ansiedad ver que solo lo hace de un segundo de ella?
A veces. Nosotros vamos aportando una información mínima. ¿Cuántos dinosaurios han podido vivir en Aragón? Cientos de miles y de especies diferentes de los que jamás llegaremos a saber nunca nada. Yo me quedo satisfecho con descubrir un poco y cada vez que voy al campo descubro mucho, restos o algo tan simple como que un dinosaurio de aquí está emparentado con otro en China o EE.UU. y eso permite descubrir que emigraban; te ayuda a descubrir que donde no hay nada puedes generar conocimiento. Y es muy bonito.

-¿Entiende, entonces, cómo ha evolucionado el hombre?
Te da la dimensión temporal de todo lo que somos en este mundo. Los humanos tendemos a pensar que somos el origen y el centro de todo y te das cuenta de que somos los últimos que hemos llegado y que llevamos aquí cuatro días y, aunque tenemos esta capacidad de devastación, de cambiarlo todo, la vida continuará cuando nosotros ya no estemos aquí, de otra manera y con otros actores. Como les ha pasado a otros muchos animales.

-Los científicos son racionales.
El hombre, nuestra especie, lleva aquí unos 150.000 años y, fíjese, el tronco que está en el pasillo de Paleontología tiene 150 millones de años. Nuestra dimensión no es nada y seguirá siendo nada.

-Tiene una idea del Aragón del pasado, ¿y del futuro?
No es tan fácil. ¿De 200-500 años? ¿Que si duraremos ese tiempo? Sí, claro que sí. Mire, somos tan egoístas que pensamos que incluso podemos destruirnos a nosotros mismos y ni eso podemos hacer. Si por algo se caracteriza la especie humana es por su gran capacidad de adaptación.

-Investiga las relaciones entre dinosarios entre Patagonia y lo que fue Iberia.
Lo hacemos desde 1994 con colegas argentinos de las universidades de Río Negro y Comahue. Investigamos el momento en que empiezan a separarse los continentes. La geología es espectacular, hay cientos y cientos de estratos horizontales en zonas desérticas en las que no hay nada. En marzo iremos a excavar un dinosaurio en una zona que le han llamado por nosotros ‘el cerro del maño’.

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