viernes, 1 de abril de 2016

Listos para perforar la zona cero del asteroide que mató a los dinosaurios

Una expedición científica taladrará en México 1,5 kilómetros bajo el lecho marino en busca de los efectos del cataclismo que provocó un asteroide hace 66 millones de años

Recreación del impacto de un asteroide














Los secretos del cataclismo que acabó con los dinosaurios son un tesoro sumergido. Ahora un proyecto largamente anhelado por los investigadores está a punto de ponerse en marcha: la perforación bajo el lecho marino del cráter Chicxulub, el estratosférico boquete provocado hace 66 millones de años por el meteorito de más de 10 kilómetros de diámetro que se estrelló sobre lo que hoy es la Península de Yucatán (México) borrando a los saurios de la faz de la Tierra.

El 13 de abril un equipo internacional de científicos partirá del puerto de Progreso, en el Golfo de México, y navegará 30 kilómetros mar adentro hasta una plataforma de perforación con la que se tiene previsto taladrar hasta un kilómetro y medio por debajo del lecho marino. Hasta ahora el cráter sólo había sido estudiado con perforaciones en tierra. Esta es la primera submarina.

La investigación busca ahondar el conocimiento sobre la formación de cráteres por impacto en la Tierra y en otros planetas y sobre sus efectos ambientales y ecológicos. "Nuestro nivel de comprensión de estos procesos aún es muy incompleto, y pese a tres décadas largas de intenso debate todavía seguimos intentando responder esta pregunta: ¿por qué aquel impacto fue tan catastrófico", se expone en el documento de presentación del proyecto.

Fuente: Science / El País
"Uno de los objetivos principales es estudiar cuáles fueron las condiciones para el regreso de la vida marina en la zona después del impacto", explica Jaime Urrutia Fucugauchi, geofísico de la UNAM y uno de los líderes del grupo de investigación multidisciplinar, coordinado con la Universidad de Austin (Texas), el Imperial College de Londres y el British Geological Survey,   y con la colaboración de científicos de la Universidad de Zaragoza y de la Complutense de Madrid. 

El proyecto tiene un presupuesto de 10 millones de dólares. Está financiado por el International Ocean Discovery Program y el International Continental Scientific Drilling Programa. La coordinación técnica es tarea del Consorcio Europeo de Perforación.

"Se perforará sobre una estructura característica en cráteres en la Luna y en Marte que se conoce como anillo de picos, una cadena circular de
montañas. Chicxulub es único por lo bien preservado que está su anillo, y el estudio también nos permitirá evaluar de qué manera se forman estos anillos", dice el profesor Urrutia.

El cráter tiene entre 180 y 200 kilómetros de diámetro. En la Tierra existen otros dos más grandes y más antiguos, el de Vredefort en Sudáfrica y el de Sudbury en Canadá, formados hace 2.000 millones de años por impactos de asteroides o cometas. Pero su superficie está demasiado erosionada y modificada tectónicamente para una adecuada prospección científica.

La plataforma de estudio, similar a las petroleras, se asentará sobre tres pilotes. En la primera semana de perforación se prevé llegar a 500 metros bajo el suelo del Golfo de México, y poco a poco, a lo largo de los dos meses siguientes, la cata irá horadando un kilómetro más, recabando muestras de
microfósiles, de minerales y de distintas trazas genéticas.

El proyecto, de nombre Expedición 364, podría desentrañar otros misterios hasta ahora insondables. Entre ellos el calentamiento climático que se produjo hace 55 millones de años, entre el Paleoceno y el Eoceno, que marcó el fin del reinado de las aves gigantes –posterior a la extinción de los
dinosaurios– y el inicio de los diferentes grupos de mamíferos. También se espera que aporte detalles sobre el asteroide que golpeó nuestro planeta haciendo saltar por los aires una cantidad inconmensurable de rocas, generando una ola de calor abrasiva y dejando como huella por los tiempos de los tiempos el cráter Chicxulub.

UN TESORO QUE APARECIÓ BUSCANDO PETRÓLEO

La primera referencia que hubo del cráter sumergido se dio, a mediados del siglo pasado, dentro de trabajos exploratorios de Petróleos Mexicanos (Pemex). Se detectó que bajo el mar había una anomalía geofísica: una estructura semicircular de unos 180 kilómetros de diámetro.

Pero no fue hasta finales de los años 70 que ingenieros de Pemex, el mexicano Antonio Camargo y el estadounidense Glen Penfield, establecieron la hipótesis de que aquella forma submarina podía ser un campo volcánico enorme o un "cráter de impacto".

En 1991, Penfield, Camargo y un grupo de investigadores confirmaron que era un cráter. Y en 1992, otra investigación determinó, mediante estratigrafía magnética, que la edad del cráter, en efecto, se correspondía con la del tiempo del cataclismo del Cretácico.

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