Uno de ellos es un caparazón conferido al género ‘Notoemys’;
se trata del más antiguo de México. De esta manera se incrementa, a nivel
mundial, la diversidad de la familia ‘Platychelyidae’
Oaxaca, Oaxaca.- En México, el material fósil de tortugas
usualmente resulta ser fragmentario y estar mal conservado. No obstante, con
este rompecabezas al que le faltan piezas, parece que los paleontólogos hacen
magia.
En 2009, bajo la supervisión del doctor Jesús Alvarado
Ortega, investigador del Instituto de Geología de la UNAM, se iniciaron los
trabajos paleontológicos en el área de Tlaxiaco, Oaxaca, donde se han
recolectado fósiles de peces y reptiles marinos, principalmente. Entre 2011 y
2013 se obtuvieron, además, fósiles de tortugas que corresponden a elementos
óseos de tres ejemplares, uno de ellos con 80% de su caparazón conservado.
Con ese material fósil, el biólogo Oliver Ariel López Conde
realizó, en el Posgrado de Ciencias Biológicas de la UNAM, su tesis de
maestría, que lleva por título “Determinación taxonómica de las tortugas
fósiles del Kimmeridgiano de la formación Sabinal, Tlaxiaco, Oaxaca, México”.
“Estas tortugas habitaron dicha área de México durante el
Jurásico Tardío (Kimmeridgiano), que se ubica dentro de la era Mesozoica. Esta
era se divide en tres periodos: Triásico, Jurásico y Cretácico”, señala López
Conde.
Ahora, esos fósiles de tortugas son los más antiguos de
México; antes lo eran los que se obtuvieron en las canteras de Tlayúa, Puebla,
y que corresponden al Cretácico Temprano (Albiano)
“Sí, los fósiles de tortugas descubiertos en Tlaxiaco,
Oaxaca, datan de unos 155 millones de años, mientras que los hallados en las
canteras de Tlayúa, Puebla, datan de unos 110 millones de años.”
JBL 46
Para este estudio taxonómico primero se evaluaron los
diferentes grupos de fósiles de tortugas correspondientes al Jurásico Tardío,
entre los cuales destacan las familias Pleurosternidae, con ejemplares
recolectados en Norteamérica y Europa; Plesiochelyidae, con ejemplares
únicamente de origen europeo; y Platychelyidae.
Con base en el análisis de caracteres resultó que los
ejemplares de México eran más afines y compartían caracteres con la familia
Platychelyidae, por lo que López Conde los asignó a ésta.
La familia Platychelyidae tiene representantes en América
del Norte (Cuba), América del Sur (Argentina y Colombia) y Europa (Alemania y
Suiza, principalmente).
El fósil de tortuga designado JBL 46 (forma parte de la
Colección Nacional de Paleontología, bajo resguardo de la UNAM) es el ejemplar
de mayor dimensión de los encontrados en Oaxaca. Es un caparazón de entre 30 y
35 centímetros de largo, por 25 y 30 centímetros de ancho. Los ejemplares de
Argentina y Europa son más pequeños.
“El mayor tamaño de la tortuga mexicana pudo haberse debido
a que durante el Jurásico Tardío hubo un cambio climático. La Tierra se dividía
entonces en varías franjas climáticas y el área donde se distribuían los
ejemplares de México estaba ubicada en la parte más cálida, dentro del Corredor
Hispánico, lo cual favorecía la abundancia de alimento. Cabe decir que este
corredor, además, era importante para el intercambio faunístico entre el Mar de
Tethis y el Proto-Pacífico”, indica.
Las tortugas de la familia Platychelyidae tenían el
caparazón aplanado y sin ornamentaciones, para facilitar su desplazamiento por
el agua; pero carecían de aletas, por lo que no eran totalmente marinas: se
desplazaban en mares poco profundos, bordeando principalmente la zona de litorales.
Así fue como se pudieron distribuir a lo largo del Corredor Hispánico y en los
litorales de Laurasia y Gondwana.
“El caparazón de una tortuga está formado por escudos
córneos y placas óseas. Cada uno de estos elementos córneos y óseos puede
presentar diferentes formas, tamaños y contactos entre sí que son de mucha
ayuda para hacer el estudio taxonómico correspondiente”.
Autapomorfías
El ejemplar mexicano posee una serie de caracteres que lo
hacen afín al género Notoemys, como un caparazón liso (ausencia de
protuberancias), forma cordiforme, placas neurales anchas (que son de origen
dérmico y van por arriba de cada vértebra dorsal) y suprapigial 1 largo.
En su estudio, López Conde propone ciertas autapomorfías
(rasgos evolutivamente novedosos) que hacen diferente a este ejemplar de los
demás miembros de la familia Platychelyidae. Entre ellas se pueden mencionar
una cresta en los escudos cervicales, una diferente forma de las placas
neurales, una serie de contactos entre distintos elementos óseos y córneos, y
un mesoplastrón de proporciones diferentes de las observadas en los otros
representantes de la citada familia.
“Por ejemplo, en el ejemplar mexicano, la neural 4 es
pentagonal y redondeada en la parte anterior. En las demás tortugas de la
familia Platychelyidae es rectangular o hexagonal”, dice.
Distintas teorías proponían que las tortugas de esta familia
tuvieron su origen en la parte europea de Laurasia y se distribuyeron por el
Corredor Hispánico hacia América. Esta postura se fundamentaba en el hecho de
que hasta ese momento el registro fósil más antiguo para este grupo de tortugas
era originario de Europa.
“Sin embargo, ahora el ejemplar más antiguo es Notoemys
oxfordensis, descubierto en Cuba; después seguiría el mexicano, junto con los
ejemplares europeos; y posteriormente vendrían los fósiles de Argentina y
Colombia”.
Además de incluir una biogeografía o distribución de los fósiles
de esta familia durante el Jurásico Tardío, López Conde propone en su tesis que
la familia Platychelyidae se originó en América durante el Jurásico Medio.
“No sé si fue en la parte de Laurasia o Gondwana, pero todo
parece indicar que esta familia tuvo su origen aquí, al menos que el registro
fósil nos diga otra cosa más adelante”.
Artículo científico
López Conde prepara un artículo científico sobre el tema,
con la doctora Juliana Sterli, del Museo Paleontológico Egidio Feruglio, de
Argentina, y el doctor Alvarado Ortega. En el manuscrito se incluye un análisis
filogenético mediante el cual se corroboró que el ejemplar mexicano es un taxón
que pertenece a la familia Platychelyidae.
La versión en inglés ya está terminada. Luego de hacer las
ilustraciones y ultimar detalles filogenéticos, López Conde espera publicarlo
en la revista Paleontology o en el Journal of Vertebrate Paleontology.
En su doctorado continuará trabajando con los fósiles de
tortugas para complementar su trabajo taxonómico por medio de un estudio de
relaciones entre los diferentes grupos, basado en caracteres que pueden o no
compartir.
“En México nadie se dedica exclusivamente a la paleontología
de tortugas. La mayoría de los paleontólogos mexicanos trabaja con otros
grupos, como dinosaurios, otros reptiles marinos y megafauna, principalmente.
El material fósil de tortugas puede llegar a ser escaso y fragmentario. De ahí
la relevancia de los trabajos efectuados con materiales de este grupo. Se puede
pensar que uno hace magia, pero en realidad los resultados se obtienen después
de un arduo trabajo”, finaliza López Conde.