En el año de 1971 el entonces estudiante de licenciatura de
la Universidad Wesleyana, Bruce M. Simonson, quien servía como asistente de
campo en un proyecto de mapeo geológico a cargo de Gregory S. Horne, descubrió
el primer dinosaurio de Centroamérica (publicado en la literatura científica en
1994; ver Horne, 1994). Este registro consiste en un fémur aislado de un
ornitópodo, probablemente un Hadrosauroidea basal (formas transicionales en la
línea que derivó en Hadrosauridae, los dinosaurios ‘pico de pato’; ver
cladograma abajo). Dicho fósil fue recuperado en el centro-occidente de
Honduras, específicamente en estratos del Grupo Valle de Ángeles, de edad
Cretácica tardía temprana (Cenomaniano). El significado biogeográfico de este
hallazgo debe ser (re) interpretado en el contexto espacio-temporal provisto
por los nuevos avances para determinar el área o las áreas de origen más
probables de los Hadrosauroidea no-hadrosaúridos y los Hadrosauridae. En primer
lugar, a partir de los registros más antiguos de la superfamilia y los
Hadrosauriformes más cercanos a ésta dentro del outgroup, el área ancestral más
probable de Hadrosauroidea es Asia, con las formas más basales provenientes del
Aptiano-Albiano (Cretácico inferior más alto) de China y Tailandia (Xing et al.,
2014; Shibata et al., 2015). Por su parte, el área ancestral de Hadrosauridae
se mantiene relativamente controversial, habiéndose sugerido como áreas
candidatas a Norteamérica, Asia, Europa, e incluso Sudamérica. Sin embargo, las
propuestas más soportadas a partir de la evidencia actual son Norteamérica y
Asia. Un reciente análisis S-DIVA (análisis estadístico de
dispersión-vicarianza) de Hadrosauroidea obtuvo como resultado que
Norteamérica, y en particular la masa sub-continental Appalachia (ver mapa paleogeográfico),
es el área ancestral más probable de los hadrosaúridos (Prieto-Márquez et al.
2016).
Todo lo anterior esboza un escenario general donde los
Hadrosauroidea se originaron en Asia a finales del Cretácico temprano, migraron
‘rápidamente’ hacia Norteamérica (el Hadrosauroidea norteamericano más antiguo
proviene del Cenomaniano temprano; ver McDonald et al. 2012), y en esta última
masa continental evolucionaron los Hadrosauridae en el Santoniano-Campaniano
(Prieto-Márquez et al. 2016). Por consiguiente, el ejemplar hondureño indicaría
una expansión amplia y muy temprana de los Hadrosauroidea no-hadrosaúridos en
Norteamérica, o al menos en Laramidia, una masa terrestre en conexión con Asia
a través de Beringia y que se proyectaba hacia el sur mediante una extensa
península (la actual Centroamérica). Por su antiguedad, esta expansión sureña
de Hadrosauroidea (o hadrosauroides) en Laramidia no pudo estar implicada en el
origen de los Hadrosauridae sudamericanos, pertenecientes a la tribu
Kritosaurini, porque con ella tendría que asumirse un improbable origen
difilético de Hadrosauridae (Norte- y Sudamericano). El dinosaurio ‘pico de
pato’ hondureño lo que plantea es la posibilidad acerca de una hipotética
migración de Hadrosauroidea no-hadrosaúridos hacia Sudamérica. Al respecto, se
ha sugerido que Honduras estaba formando parte de un bloque emergido (Chortis)
hace unos 100 millones de años (Cenomaniano temprano), el cual se encontraba
situado adjunto al suroccidente de México, y por ende, al resto de Laramidia
(Mann et al., 2007). Esto facilitó que los dinosaurios mencionados se
extendieran tan al sur por medio de tierras esencialmente continuas. Pero la
dispersión desde allí hasta la costa más noroccidental de Sudamérica
representaba un trayecto de más de 1000 Km conformado por cadenas de islas
volcánicas. Las islas más septentrionales de dicho arco (arco volcánico
Centroamericano) tendrían una mayor cercanía entre sí, pero hacia el sur se
extendían brazos de mar muy anchos y profundos, los cuales representarían
barreras severas para los posibles migrantes, especialmente para animales
terrestres de gran tamaño corporal. Una ruta alternativa era migrar a través
del arco volcánico Proto-Antillano, más hacia el este, pero las barreras
marinas eran similares o incluso mayores a aquellas encontradas en la ruta
Centroamericana (Iturralde-Vinent, 2006). Esto sugeriría que el arribo de
Hadrosauroidea no-hadrosaúridos a Sudamérica fue altamente improbable, a pesar
de su ocurrencia temprana en el extremo más meridional de Laramidia. Lo
anterior se apoya en el hecho de que, hasta el presente, no existe ningún
registro corroborado de migrantes norteamericanos (dinosaurianos o no) en
Sudamérica para el Cretácico tardío temprano, pero sí se registran para el
Cretácico más tardío (Campaniano), poco antes del límite K-Pg
(Cretácico-Paleógeno).
Mapa paleogeográfico de Norteamérica en el Cretácico tardío
(Campaniano). Se hace uso de una licencia para representar allí dispersiones
pre-campanianas. Dichas dispersiones se indican con flechas amarillas
discontinuas, y constituyen las migraciones de Hadrosauroidae no-hadrosaúridos
desde Asia vía Beringia; desde Laramidia hacia Appalachia; y desde Laramidia
norte hacia el extremo sur de Centroamérica. Las dispersiones propiamente
campanianas se representan con flechas verdes discontinuas. Éstas son llevadas
a cabo por Hadrosauridae, ya evolucionados para el Campaniano en Appalachia, y
comprenden los siguientes trayectos: desde Appalachia hacia Laramidia; de esta
última hacia el extremo sur Centroamericano; y además hacia el continente
asiático via Beringia. Adicionalmente, se representan las dos posibles rutas
migratorias hacia Sudamérica, la occidental a través del arco volcánico
Centroamericano, y la oriental a través del arco volcánico Proto-Antillano.
Nótese que las dispersiones entre Laramidia y Appalachia requieren una conexión
terrestre, la cual no se representa en el mapa, pero se sabe que ésta pudo
existir en el sur de Norteamérica para el Cenomaniano temprano y probablemente
poco antes del Campaniano tardío (Blakey, 2009). Mapa base tomado de la sala de
mapas del portal Deep Time Maps. Derechos: Colorado Plateau Geosystems, Inc.
|
Es precisamente en el Campaniano, durante un evento de intercambio faunístico conocido como ‘Primer Intercambio Biótico Americano’ (FIBA, en inglés), cuando los Hadrosauridae, al igual que algunos mamíferos tribosfénicos (Kielan-Jaworoska et al., 2007), alcanzan Sudamérica aprovechando una serie de caídas globales en el nivel del mar (Haq et al., 1987; Steuber y Schlüter, 2012). Los Hadrosauridae migrantes, como se mencionó antes, pertenecían a la tribu Kritosaurini, dentro de la subfamilia Saurolophinae, o dinosaurios ‘pico de pato’ sin crestas. Éstos dieron origen a los géneros sudamericanos Secernosaurus y Willinaqake a través de vicarianza (Prieto-Márquez, 2014). Es decir, probablemente ocurrió un único evento de dispersión desde Norteamérica y una pequeña radiación local en Sudamérica, la cual estuvo mediada por un ascenso en el nivel del mar tras las migraciones y una nueva desconexión Norteamérica-Sudamérica (Juárez Valieri et al., 2010). Sin embargo, no se debe descartar que dicha radiación haya sido previa a la migración hacia Sudamérica, particularmente en el área transicional de la península Centroamericana. El registro allí existe, no es virtualmente ausente como se suele suponer para el Cretácico terrestre de la región Circuncaribeña. Así lo demostró el fósil hondureño encontrado por Simonson en una formación pre-campaniana. Por ello, la búsqueda de nuevos restos de Hadrosauroidea (Hadrosauridae) en unidades geológicas continentales del Campaniano del bloque Chortis (Sur de Guatemala, Honduras, El Salvador, norte de Nicaragua) y el sur del bloque Maya (parte de Guatemala, Belice, la península de Yucatán) constituye una labor más que justificada para el esclarecimiento en detalle de este caso de migración y diversificación asociado al FIBA.
Para ver fotos en color del fémur del hadrosauroide
hondureño (USNM 181339) puede accederse a la base de datos online del Museo
Nacional de Historia Natural del Smithsonian (NMNH). Para ello, siga estas
instrucciones: Ingrese al link [http://collections.nmnh.si.edu/search/paleo/],
luego haga click en la pestaña ‘Search by field’. Allí elija ‘location’ y en
‘Country’ seleccione ‘Honduras’. Luego haga click sobre ‘Search’ y, finalmente,
el espécimen se muestra en la página 2 de los resultados de búsqueda.
Referencias:
Blakey, R. C. 2009. Regional Paleogeography. Available at
http://jan.ucc.nau.edu/~rcb7/regionaltext.html. Accessed September 9, 2016.
Haq BU, Hardenbol J, Vail PR. 1987. Chronology of
fluctuating sea levels since the Triassic. Science 235, 1156–1167.
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Honduras. Journal of Vertebrate Paleontology, 14 (1): 147-150.
Iturralde-Vinent M. 2006. Meso-Cenozoic Caribbean
Paleogeography: Implications for the Historical Biogeography of the Region.
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Juárez Valieri RB, Haro JA, Fiorelli LE, Calvo JO. 2010. A
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Kielan-Jaworowska S, Ortiz-Jaureguizar E, Vieytes C, Pascual
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Lucas S. 2014. Vertebrate paleontology in Central America:
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vol. 1. Taylor & Francis, London, pp. 201-238.
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PLoS ONE, 9 (6): e98821.
Interesante publicación sobre el dinosaurio de Honduras. Pero la historia sobre Centroamérica y los dinosaurios pronto cambiará cuando demos con el sitio de colecta del fósil asociado a Olanchito, reportado en 1933. Estamos cada vez mas cerca...solo es cuestión de tiempo...
ResponderEliminarhttps://biologia.unah.edu.hn/museos-y-unidades/ceiticb/articulos/honduras-y-dinosaurios/