domingo, 28 de marzo de 2021

Distinguieron en Ushuaia a un científico antártico argentino por su trayectoria

Se trata del investigador Eduardo Olivero, quien en 1986 protagonizó uno de los mayores hallazgos paleontológicos del continente blanco.

Eduardo Olivero fue distinguido por el Gobernador de Tierra del Fuego,
Gustavo Melella.
El Gobernador de la Provincia, Gustavo Melella, distinguió este jueves, al Doctor Eduardo Olivero, Investigador Superior del CONICET en el CADIC y Profesor Titular en la Universidad Nacional de Tierra del Fuego (UNTDF), por su invalorable contribución al conocimiento geológico y paleontológico de la Península Antártica y de los Andes Fueguinos; así como también, por haber desarrollado en nuestra Provincia Bicontinental una labor científica reconocida internacionalmente.

Eduardo Olivero fue distinguido por el Gobernador de Tierra del Fuego,Gustavo
Melella. Prensa Gobierno Tierra del Fuego | Prensa Gobierno Tierra del Fuego.
Cabe recordar que el Olivero, protagonizó el hallazgo paleontológico antártico de un dinosaurio del grupo de los anquilosaurios en el año 1986, poniendo a la geología antártica argentina en el mapa mundial. Desde su primera campaña con el Instituto Antártico Argentino a la Península Antártica en 1974, sus contribuciones han permitido esclarecer la evolución geológica del sistema Península Antártica-Andes Fueguinos, a través de diversos estudios en estratigrafía, sedimentología y paleontología.

En este sentido Melella aseguró “para nosotros es un orgullo que en Tierra del Fuego existan científicos de esta magnitud, sobre todo porque representan un impulso para que otros especialistas se sumen a este trabajo tan importante. Descubrimientos como este, tienen que ser puestos en valor, conocer a estos protagonistas que son parte de nuestra historia, que caminan entre nosotros y que tanto aportan a nuestra construcción soberana” aseveró el Gobernador.

Eduardo Olivero fue distinguido por el Gobernador de Tierra del Fuego, Gustavo
Melella. Prensa Gobierno Tierra del Fuego | Prensa Gobierno Tierra del Fuego.
Por su parte, el Secretario de Malvinas, Antártida, Islas del Atlántico Sur y Asuntos Internacionales, Andrés Dachary, -quien participó del reconocimiento-, manifestó que “tiene que ver con poner en valor la ciencia que se desarrolla en nuestra provincia y con un descubrimiento fundamental, no sólo para la ciencia universal sino también con un rol estratégico y clave para nuestra provincia, que implica demostrar la continuidad geológica de nuestra provincia en ambos continentes”.

A su turno, Olivero brindó palabras de agradecimiento y destacó que “este es uno de los últimos descubrimientos importantes de paleontología” agregando que “siempre estaba la duda de si la Antártida ocupó la posición que tiene actualmente, la cual es imposible que un vertebrado continental de gran parte pueda acceder a ese asociado; o si ocupaba una posición distinta. El hallazgo de este dinosaurio demostró que indudablemente la Antártida estaba unida a otras masas continentales en particular América del Sur en ese momento”.

“Este reconocimiento me llena de honor fundamentalmente porque el sistema político no está muy cercano a la ciencia y en este caso es una enorme sorpresa” finalizó el especialista.

viapais.com.ar

sábado, 27 de marzo de 2021

¿Convivieron los primates antiguos con el T. rex? Nuevas pruebas respaldan esa teoría

Los fósiles de primates más antiguos que se conocen datan de justo después de la extinción de hace 66 millones de años, lo que sugiere que algunos de los ancestros de los primates vivieron hace más tiempo.

Ilustración de una antigua especie de primate descrita recientemente. Poco después de la extinción de los dinosaurios, los primates arcaicos más antiguos que se conocen, incluida esta especie, enseguida se diferenciaron de su competencia adoptando una dieta a base de las frutas que crecían en los árboles.

FOTOGRAFÍA DE ANDREY ATUCHIN (ILUSTRADOR)

Poco después de que el impacto de un asteroide desencadenara una extinción catastrófica hace 66 millones de años, empezó a prosperar un grupo de mamíferos con propensión a trepar a los árboles y comer fruta. Estos animales —los parientes más antiguos de los primates— darían lugar a un linaje que condujo a los primeros monos, entre ellos los grandes simios como los gorilas, los chimpancés y, a la larga, los humanos.

Ahora, un equipo de científicos ha descubierto fósiles del primate más antiguo conocido entre un conjunto de dientes almacenados en el cajón de un museo durante décadas. Algunos de estos dientes, descritos recientemente en la revista Royal Society Open Science, pertenecían a la nueva especie Purgatorius mckeeveri, un pequeño precursor de los primates modernos que vivió hace 65,9 millones de años, justo 100 000 años después del evento de extinción de finales del Cretácico.

«Reconfigura nuestra idea sobre la evolución», afirma Gregory Wilson Mantilla, autor principal del estudio y profesor de biología en la Universidad de Washington que estudia mamíferos primitivos.

El descubrimiento también refuerza la teoría de que los antepasados de los primates convivieron con los dinosaurios y que, de algún modo, sobrevivieron a la extinción que aniquiló a casi tres cuartos de la vida de la Tierra. Dos de los dientes del nuevo estudio pertenecían a una segunda especie ya conocida, Purgatorius janisae, que también vivió hace 65,9 millones de años. Y si dos especies de primates antiguos existieron en esta época, algún animal desconocido debió de venir antes.

«Lo importante de que haya dos especies es que el origen del grupo es anterior», afirma Mary Silcox, paleontóloga de la Universidad de Toronto que no participó en el estudio. «Tienen que venir de alguna parte».

Pistas antiguas en cajones de museo

En 2003, Wilson Mantilla estaba hurgando en las colecciones del Museo de Paleontología de la Universidad de California en Berkeley cuando sacó varios dientes antiguos de sus viales y los observó con un microscopio. Estos dientes, cortos y con cúspides ligeramente redondeadas, no pertenecían a ninguno de los mamíferos que el entonces estudiante de posgrado estaba investigando para su tesis.

«¡Hala! Deben de ser algo que todavía no hemos documentado, algo nuevo», recuerda que pensó.

Se tardaría más de una vida en estudiar todos los fósiles del museo, donde las colecciones se encuentran en hileras de armarios cuyos cajones están repletos de decenas e incluso cientos de fósiles y fragmentos. En total, hay cientos de miles.

Al difunto paleontólogo William Clemens, coautor del nuevo estudio, se le atribuye la excavación de 50 000 de estos especímenes, incluido el diente de Purgatorius descrito recientemente. Clemens era un cazador de fósiles prolífico especializado en la evolución de los pequeños mamíferos que empezó a trabajar en la formación de Hell Creek del nordeste de Montana en los años setenta.

«Otros paleontólogos pasan uno, dos o cinco años en una zona específica, extraen lo mejor y pasan a otro yacimiento», afirma Wilson Mantilla, que fue el último alumno que estudió con Clemens antes de su jubilación en 2002. «Bill tenía un enfoque distinto».

El cariño de Clemens por la comunidad de Hell Creek podría haber sido en parte lo que lo empujó a volver durante décadas. Empezaba cada visita de campo bebiendo té helado en las casas de los rancheros propietarios de las tierras. Pero los fósiles de esta parte del mundo también tienen un atractivo irresistible: «la de preguntas que podrían responderse en la zona de Hell Creek», dice Wilson Mantilla.

“Estamos llenando los vacíos poco a poco. Solo tenemos unas cuantas piezas, las sobras por así decirlo, pero nos permiten empezar a construir un panorama general para entender mejor nuestra antigua historia evolutiva como primates.”

POR STEPHEN CHESTER, ANTROPÓLOGO BIOLÓGICO DEL BROOKLYN COLLEGE, UNIVERSIDAD DE LA CIUDAD DE NUEVA YORK

La formación de Hell Creek es fundamental para comprender qué mató a los dinosaurios no aviares y cómo evolucionó la vida después. Sus rocas preservan un calendario de la vida en la Tierra desde dos millones antes de la extinción en masa hasta casi un millón de años después, uno de los pocos lugares del mundo donde pueden encontrarse fósiles de ambos lados de esa frontera.

Cuando en 1980 surgió la teoría de que el impacto de un asteroide era responsable de la extinción de los dinosaurios, Clemens se mostró escéptico. Creyendo que los dinosaurios ya estaban en declive, sostenía que valía la pena tener en cuenta los posibles papeles de otros factores, como el aumento de la actividad volcánica y el cambio climático. Esto contribuyó a sentar las bases de un debate que continúa en la actualidad.

Clemens esperaba desentrañar qué ocurrió hace 66 millones de años estudiando cómo afectó el impacto del asteroide a otros animales que vivieron al mismo tiempo que los dinosaurios. «Así que construyó una biblioteca de fósiles enorme para analizar este punto de inflexión en la historia biótica y de los vertebrados», explica Wilson Mantilla. Y dentro de esa biblioteca de fósiles, almacenó pistas vitales para descifrar los orígenes evolutivos de nuestra propia especie.

Rastreando el linaje de los primates

Existen dos corrientes de pensamiento en lo referente a los orígenes de los primates. Hay quien cree que el linaje comenzó hace unos 56 millones de años, cuando aparecen en el registro fósil animales que comparten características fundamentales con los primates modernos. Otros sostienen que hay que retroceder aún más.

Esta última corriente rastrea el linaje de los primates hasta los plesiadapiformes, un grupo de mamíferos que constaba de más de 140 especies caracterizadas por tener dientes y esqueletos que son similares a los de los primates actuales, ideales para triturar fruta y moverse entre las ramas de los árboles. Sin embargo, estos animales antiguos carecían de los ojos orientados hacia delante y los cerebros grandes de los primates vivos, de ahí que haya un debate sobre si los plesiadapiformes eran o no primates verdaderos.

«Quiero intentar entender el origen de los primates», dice Stephen Chester, antropólogo biológico del Brooklyn College, en la Universidad de la Ciudad de Nueva York, y coautor del nuevo trabajo. «No me interesa tanto estudiar algo que es un primate sin lugar a dudas».

En 1965, un equipo de científicos descubrió los dientes fosilizados del que se convertiría en el género de plesiadapiformes más antiguo: Purgatorius. Esos dientes databan de hace 63 millones de años, y los descubrimientos de fósiles posteriores hicieron retroceder la existencia del género hasta los 65 millones de años.

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CÓMO LAS EXTINCIONES EN MASA ALLANARON EL CAMINO PARA LOS HUMANOS

Todo el mundo cree que las extinciones en masa son malas. Aunque erradicaron la vida, también contribuyeron a la creación de nuevas especies. Mediante el estudio de fósiles de las cinco grandes extinciones, podemos descubrir cómo la vida fue capaz de recuperarse y desentrañar qué significará para los humanos en las futuras extinciones en masa.

Con todo, los científicos han sospechado durante un tiempo que los Purgatorius eran aún más antiguos. Los modelos evolutivos y los estudios genéticos de los primates modernos sugieren que los primeros parientes de los primates aparecieron hace unos 81,5 millones de años, durante el Cretácico, pero la falta de evidencias fósiles de esta época ha imposibilitado que los paleontólogos confirmen la teoría.

Cuando Chester conoció a Clemens en una conferencia de la Sociedad de Paleontología de Vertebrados en 2009, las únicas pruebas del Purgatorius que se habían descubierto eran dientes y fragmentos de mandíbula. Tras enterarse de que a Chester le interesaba el género, Clemens lo invitó a buscar especímenes en la colección del museo. 

«A veces, la gente de este campo tiene sus fósiles en alta estima y no permite que otros los estudien», dice Chester. «Pero Bill hizo todo lo contrario cuando abrió su colección a un joven investigador que estaba entusiasmado por colaborar con él». 

En 2012, Chester observó con un microscopio diminutos fragmentos de fósiles que identificó como huesos del tobillo pertenecientes a un Purgatorius. Su estudio de 2015 en colaboración con Clemens y otros dos colegas analizó la movilidad de la articulación y reveló que era probable que el animal pudiera desplazarse entre los árboles. Empezó a aparecer una imagen más nítida de los primeros ancestros de los primates. 

«Aquel fue uno de mis primeros grandes momentos con el [género] Purgatorius», dice Chester. 

La supervivencia en un mundo posterior a la extinción

Para 2018, Wilson Mantilla estaba torturándose por no haber hecho nada con el que sabía que era otro descubrimiento importante sobre el género Purgatorius. Aunque había contado con la ayuda de Clemens para investigar los dientes fosilizados tras su hallazgo en 2003, la vida seguía interrumpiendo: tenía que acabar su tesis, completar una beca posdoctoral y encontrar trabajo. 

«Temía que nos quitaran la primicia, que alguien describiera algo más antiguo que lo que teníamos o que encontraran dientes de la misma especie y lo describieran», dice. 

Pero Wilson Mantilla por fin estaba listo para quitarle el polvo al manuscrito que había empezado. Pidió a Chester que colaborara en el análisis de los nuevos fósiles. 

Con una técnica denominada datación radiométrica que mide la presencia de compuestos con una tasa de desintegración conocida, los investigadores lograron situar los especímenes en los primeros 100 000 años después del final del Cretácico hace 66 millones de años. Esto los convirtió en los fósiles de primates más antiguos que se conocen. 

Tras estudiar decenas de fragmentos de mandíbulas de Purgatorius de Hell Creek, el equipo estaba seguro de que habían identificado a una nueva especie, así como los restos de una especie conocida, Purgatorius janisae. Llamaron a la nueva especie Purgatorius mckeeveri, en honor a una familia de rancheros de Montana que han permitido que Clemens y sus colegas trabajen en sus tierras. 

La existencia de dos especies de esta época sugiere que el linaje de los plesiadapiformes se extiende hasta el Cretácico. Si es así, plantea la duda de cómo sobrevivieron nuestros antepasados a la extinción en masa. Los investigadores empezaron a indagar cómo podrían haberse visto influidos estos primates por un paisaje que incluía a superdepredadores como el Tyrannosaurus rex, herbívoros gigantes como el Triceratops y angiospermas que estaban diversificándose y extendiéndose rápidamente. 

Durante mucho tiempo, los científicos han planteado la hipótesis de que una de las características que diferenció a los primeros primates de otros mamíferos fue una preferencia dietética por la fruta. En el nuevo estudio, los investigadores comparan la dieta de los antiguos primates con la de otros animales que convivieron con ellos. 

«Si vamos a pensar en primates que desempeñan un papel particular en su entorno, hay que situarlos en el contexto de los otros animales con los que convivían», dice Silcox. «Esta es una de las cosas que este trabajo hace mejor que nadie». 

En lugar de tener dientes largos y puntiagudos para aplastar los exoesqueletos de los insectos, como muchos pequeños mamíferos de la época, los Purgatorius tenían dientes relativamente cortos con cúspides más redondeadas, ideales para triturar fruta y otra materia vegetal. El estudio de Chester de 2015 también sugería que los primates habrían sido capaces de alcanzar su alimento preferido en los árboles, evitando a los depredadores terrestres.

Wilson Mantilla señala que las frutas eran relativamente pequeñas en esta época, del tamaño aproximado de los frutos del bosque, y que estaban apiñadas en los extremos de las ramas. En los años posteriores a la extinción, el tamaño de la fruta aumentó y esto coincidió con un auge de los parientes de los Purgatorius. Entre 328 000 y 847 000 años después del final del Cretácico, los plesiadapiformes se habían propagado y diversificado en la actual Norteamérica, representando casi un 25 por ciento de la fauna de la zona de Hell Creek.

«Es una historia de coevolución, en la que las plantas empiezan a promocionar frutos carnosos con semillas más grandes en su interior a los primates, que son un aperitivo ideal», afirma Chester. «Y después los primates son capaces de dispersar esas semillas [mediante la defecación] a medida que se desplazan entre los árboles».

La vida en los árboles también podría haber impulsado la evolución de los primates con rasgos más cercanos a los de los monos modernos, como la capacidad de saltar y los ojos orientados hacia delante que habrían ayudado a calcular la distancia entre las ramas. «Este parece ser una especie de segundo paso», afirma Chester. «Primero tuvieron que llegar al árbol y ser capaces de explotar la fruta de los extremos de las ramas».

Pero aún hay un eslabón perdido entre los plesiadapiformes y los primates que evolucionaron más adelante, animales desconocidos que podrían conectar ambos grupos. «Con suerte, descubriremos uno durante mi vida», dice Chester. «O encontraremos el fósil que demostrará que nos equivocamos».

El primate original

Aún quedan muchos misterios por resolver en la evolución de los primates, como dónde surgió el linaje y cómo esos trepadores de árboles parecidos a las ardillas se convirtieron en los grandes simios modernos.

Algunas de esas respuestas podrían ser inminentes. Solo se han documentado unos cien fósiles de Purgatorius, pero el esfuerzo de Clemens en Hell Creek ha revelado otros 1500 dientes y fragmentos de mandíbula aún sin estudiar.

Gracias a una beca de la Leakey Foundation, Chester y Wilson Mantilla planean estudiar esos fósiles y seguir escudriñando la colección de Berkeley en busca de otras partes del esqueleto de las especies de Purgatorius.

«Parece que estamos llenando los vacíos poco a poco», dice Chester. «Solo tenemos unas cuantas piezas, las sobras por así decirlo, pero nos permiten empezar a construir un panorama general para entender mejor nuestra antigua historia evolutiva como primates».

Por desgracia, han perdido a un colaborador importante. El 17 de noviembre de 2020, meses antes de la publicación de su estudio, Clemens falleció de cáncer a los 88 años.

Pero Wilson Mantilla —que ahora lleva a sus propios alumnos a Hell Creek— dice que la investigación continúa el legado de su mentor. «Sin su trabajo y su conocimiento, nada de esto habría sido posible».

«Era todo un héroe», añade Chester. «No solo sabía muchísimo, también era muy amable y sacaba tiempo para sus alumnos. Bill no solo influyó en este campo en con sus propias aportaciones científicas, sino que también influyó formando a todos estos paleontólogos increíbles que siguen en activo».

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

nationalgeographic.es

jueves, 25 de marzo de 2021

La mayor ave no voladora tenía muy poco sitio para el cerebro

El ave no voladora más grande que jamás haya vivido pesó hasta 600 kilos y tenía una cabeza enorme de aproximadamente medio metro de largo, pero su cerebro estaba apretado por el espacio.

Dromornis stirtoni - WIKIMEDIA 
Dromornis stirtoni, el más grande de los 'mihirungs' (una palabra aborigen para 'pájaro gigante'), medía hasta 3 metros, tenía un cráneo más ancho y más alto que largo debido a un poderoso pico grande, lo que llevó a los paleontólogos australianos a mirar dentro de su espacio cerebral para ver cómo funcionaba.   

El nuevo estudio, publicado en la revista Diversity, examinó los cerebros de los extintos mihirungs gigantes o pájaros dromornítidos que fueron una parte distintiva de la fauna australiana durante muchos millones de años, antes de extinguirse hace unos 50.000 años.   

"Junto con sus ojos grandes que miran hacia adelante y sus picos muy grandes, la forma de sus cerebros y nervios sugirió que estas aves probablemente tenían una visión estereoscópica o percepción de profundidad bien desarrollada, y se alimentaban con una dieta de hojas blandas y frutas", dice el autor principal, investigador de la Universidad de Flinders, doctor Warren Handley.

"La forma de sus cerebros y nervios nos ha dicho mucho sobre sus capacidades sensoriales y algo sobre su posible estilo de vida que permitió a estas notables aves vivir en los bosques alrededor de los canales fluviales y lagos de Australia durante un tiempo extremadamente largo.   

"Es emocionante cuando podemos aplicar métodos de imagen modernos para revelar características de la morfología de los dromornítidos que antes eran completamente desconocidas", dice el Dr. Handley.

La nueva investigación, basada en restos fósiles que van desde hace unos 24 millones de años hasta el último del linaje (Dromornis stirtoni), indica que los cerebros y nervios de los mihirung son más parecidos a los de los pollos modernos y las aves mallee australianas.

"La improbable verdad es que estas aves estaban relacionadas con las aves de corral, pollos y patos, pero su primo más cercano y gran parte de su biología sigue siendo un misterio", dice el paleontólogo de vertebrados y autor principal, el profesor asociado Trevor Worthy. "Si bien los cerebros de los dromornítidos eran muy diferentes a los de cualquier ave que vivía hoy en día, también parece que compartían una dependencia similar de una buena visión para sobrevivir con las razas vivas como el avestruz y el emú".   

Los investigadores compararon las estructuras cerebrales de cuatro mihirungs, desde el Dromornis murrayi más antiguo, hace unos 24 millones de años, hasta Dromornis planei e Ilbandornis woodburnei de 12 millones de años y Dromornis stirtoni, de 7 millones de años.

Desde un tamaño de casuario hasta lo que se conoce como el ave más grande del mundo, el paleontólogo de vertebrados de Flinders, profesor asociado Worthy, dice que la especie más grande y última, Dromornis stirtoni, fue un "experimento evolutivo extremo".   

"Este pájaro tenía el cráneo más grande, pero detrás del enorme pico había un cráneo extraño. Para acomodar los músculos para manejar este enorme pico, el cráneo se había vuelto más alto y más ancho que largo, por lo que el cerebro interior se apretó y aplanó para encajar. 

"Parecería que estas aves gigantes fueron probablemente lo que la evolución produjo cuando dio a los pollos rienda suelta en las condiciones ambientales australianas y, por lo tanto, se volvieron muy diferentes a sus parientes, los megapodos, o aves terrestres parecidas a pollos que todavía existen en la región de Australasia", dijo el profesor asociado Worthy.

Las grandes aves no voladoras Dromornithidae, también llamadas patos demoníacos de la fatalidad o pájaros del trueno, existieron desde las épocas del Oligoceno hasta el Pleistoceno.   

Durante la prehistoria, los tamaños corporales de ocho especies de dromornítidos se hicieron más grandes y más pequeños dependiendo del clima y el alimento disponible.

Los investigadores de Flinders utilizaron los cráneos de aves fósiles para extraer la cavidad craneal de los cerebros para describir cómo se relacionaban con las aves modernas como los megapodos y las aves acuáticas. También se hicieron modelos cerebrales a partir de tomografías computarizadas de otros cinco cráneos de dromornítidos de sitios fósiles en Queensland y el Territorio del Norte.

europapress.es

¿Por qué perdieron los cocodrilos su enorme variedad?

Un nuevo estudio pone de manifiesto que, tras una explosión evolutiva, este grupo de reptiles perdió la diversidad que llegó a tener durante millones de años.

Dos de las muchas especies de cocodrilomorfos que habitaron la Tierra hace
200 millones de años Dmitry Bogdanov y Todd Marshall, Wikimedia Commons
Un nuevo estudio liderado por investigadores de la Universidad de Bristol, en el Reino Unido, aporta nuevas pruebas del rápido florecimiento evolutivo que el grupo de los cocodrilomorfos tuvo tanto en tierra como en los océanos hace entre 230 y 80 millones de años. A diferencia de lo que ocurre con las especies actuales de cocodrilos, que ocupan ríos y lagos de zonas húmedas y calientes del planeta, en el pasado estos animales ocuparon los nichos más diversos, muchos de ellos hoy ocupados por los mamíferos. Los científicos tratan ahora de averiguar qué pasó para que dejaran de ser uno de los grupos de animales más prolíficos y exitosos la Tierra.

En un artículo publicado este miércoles en la revista Proceedings of the Royal Society B, el equipo de liderado por Tom Stubbs recopila pruebas fósiles que muestran que, en los tiempos de los dinosaurios, algunos cocodrilos experimentaron adaptaciones como las de los delfines para vivir en los océanos y otros se convirtieron en herbívoros terrestres capaces de moverse a gran velocidad. El trabajo se basa en el análisis de más de 200 cráneos y mandíbulas que abarcan 230 millones de años de la historia de estos animales y sus parientes extintos.

“Los cocodrilos y sus ancestros son un grupo increíble para entender el auge y caída de la biodiversidad”, asegura Stubbs. “Hoy día solo existen 26 especies de cocodrilos, la mayoría de los cuales tienen un aspecto muy similar”, añade. “Sin embargo, hay cientos de fósiles de especies con una variedad espectacular, especialmente en lo que respecta a su forma de alimentarse”.

El estudio se basa en el análisis de más de 200 cráneos y mandíbulas que abarcan 230 millones de años

Cocodrilos marinos y terrestres

Entre la variedad de formas que adaptaron estas especies en el pasado están los talatosuquios (Thalattosuchia), "cocodrilos marinos” que vivieron entre el Jurásico y el Cretácico y que se extendieron por todos los océanos del mundo, o los notosuquios (Notosuchia) pequeños cocodrilos terrestres algunos de los cuales tenían dientes sorprendentemente similares a los de los mamíferos. El análisis de los fósiles de estos animales, con su amplia variedad de formas de los cráneos y mandíbulas, indica que los cocodrilos actuales tienen morfologías más restringidas y limitadas que muchos de sus ancestros y que, a diferencia de estos, han evolucionado lentamente durante los últimos 80 años.

´Dakosaurus maximus´ fue una de las muchas especies de cocodrilos
que se adaptó a los océanos | Dmitry Bogdanov, Wikimedia Commons
La principal novedad de este trabajo es que por primera vez aporta pruebas firmes, gracias a las técnicas más sofisticadas de análisis comparativo, de que hubo una evolución rápida entre los cocodrilomorfos con patrones que normalmente asociamos a grupos que hoy conservan su gran variedad, como las aves, los mamíferos o los peces. Y pone encima de la mesa la gran incógnita de por qué estos animales presentan gran variedad solo en el pasado y la perdieron en el camino. 

Los cocodrilos actuales tienen morfologías más restringidas y limitadas que muchos de sus ancestros

“Los antiguos cocodrilos presentaban una variedad de formas espectacular”, asegura Stephanie Pierce, coautora del trabajo e investigadora de la Universidad de Harvard. “Estaban adaptados a correr por tierra, a nadar en el agua y a atrapar peces e incluso a comer plantas. Nuestro estudio demuestra que estas formas tan diferentes de vivir evolucionaron increíblemente rápido, permitiendo a los extintos cocodrilos prosperar y dominar nichos ecológicos durante millones de años”.

“No está claro por qué los cocodrilos modernos son tan limitados en sus adaptaciones”, añade Michael Benton, investigador en Bristol. “Si solo tuviéramos esta especie, podríamos argumentar que son limitados en sus modos de vida debido a su sangre fría o su anatomía.  Sin embargo, el registro fósil muestra sus increíbles habilidades, incluyendo un buen número de especies en los océanos y en tierra. Quizá solo les fue bien cuando los climas del mundo eran más cálidos que hoy en día”.

Referencia: Ecological opportunity and the rise and fall of crocodylomorph evolutionary innovation (Proceedings of the Royal Society B: Biological Sciences)

vozpopuli.com

Fósiles de algas reducen la brecha evolutiva hacia la vida compleja

Montañas en Canadá han revelado fósiles macroscópicos de múltiples algas que prosperaron en el lecho marino hace 950 millones de años, anidadas entre montículos bacterianos en un océano poco profundo.

Losa de pizarra con macrofósiles de algas bien conservados. - K. MALONEY.   
El descubrimiento, liderado por la estudiante de Geobiología de la Universidad de Toronto-Mississauga Katie Maloney y publicdo en Geology, llena en parte la brecha evolutiva entre las algas y la vida más compleja, proporcionando limitaciones de tiempo críticas para la evolución eucariota.

La vida eucariota (células con un núcleo que contiene ADN) evolucionó hace más de dos mil millones de años, con algas fotosintéticas dominando el campo de juego durante cientos de millones de años a medida que el oxígeno se acumulaba en la atmósfera de la Tierra. Los geobiólogos creen que las algas evolucionaron primero en ambientes de agua dulce en la tierra y luego se trasladaron a los océanos. Pero el momento de esa transición evolutiva sigue siendo un misterio, en parte porque el registro fósil de la Tierra primitiva es escaso.

Determinar si trazas como las que encontró Maloney en las Montañas Wernecke del Yukón son biogénicas (formadas por organismos vivos) es un paso necesario en la paleobiología.

En el laboratorio, utilizaron técnicas microscópicas y geoquímicas para confirmar que los fósiles eran de hecho eucariotas primitivos. Luego trazaron un mapa de las características celulares de los especímenes en detalle, lo que les permitió identificar múltiples especies en la comunidad, informa en un comunicado The Geological Society of America.

Mientras Maloney y sus coautores escribían sus resultados, confiaban en haber encontrado las primeras muestras macroscópicas de este período crítico. Durante el proceso de revisión por pares, sin embargo, recibieron noticias de un colaborador de que otro grupo en China había hecho un descubrimiento similar casi al mismo tiempo: macrofósiles de un período similar. Eso no los disuadió.

En última instancia, tener dos conjuntos de macrofósiles de aproximadamente la misma época solo puede mejorar la línea de tiempo de la evolución eucariota, sirviendo como puntos de calibración críticos para las técnicas de datación biológica basadas en el ADN. Los nuevos fósiles también hacen retroceder la época en que las algas vivían en entornos marinos, lo que indica que la evolución ya se había producido en los lagos terrestres.

europapress.es

Fósiles de 522 millones de años se atribuyen a los ancestros del pulpo

Posiblemente, los cefalópodos más antiguos de la historia de la Tierra provienen de la península de Avalon en Terranova (Canadá) descubiertos por científicos de la Universidad de Heidelberg.

Sección longitudinal y transversal de fósiles que podrían llegar a ser la primera
forma conocida de cefalópodo. - GREGOR AUSTERMANN /
COMMUNICATIONS BIOLOGY  
 
Los fósiles de 522 millones de años podrían llegar a ser la primera forma conocida de estos organismos invertebrados altamente evolucionados, cuyos descendientes vivos hoy incluyen especies como la sepia, el pulpo y el nautilo. El hallazgo indicaría que los cefalópodos evolucionaron unos 30 millones de años antes de lo que se suponía.

"Si realmente fueran cefalópodos, tendríamos que remontar el origen de los cefalópodos al período Cámbrico temprano", dice en un comunicado la doctora Anne Hildenbrand del Instituto de Ciencias de la Tierra. Junto con el doctor Gregor Austermann, dirigió los proyectos de investigación llevados a cabo en cooperación con las Colecciones de Historia Natural de Baviera. "Eso significaría que los cefalópodos surgieron al comienzo de la evolución de los organismos multicelulares durante la explosión del Cámbrico”.

Los caparazones calcáreos de los fósiles que se encuentran en el este de la península de Avalon tienen la forma de un cono alargado y se subdividen en cámaras individuales. Estos están conectados por un tubo llamado sifón. Los cefalópodos fueron así los primeros organismos capaces de moverse activamente hacia arriba y hacia abajo en el agua y así asentarse en el océano abierto como su hábitat. Los fósiles son parientes lejanos del nautilus en forma de espiral, pero claramente difieren en forma de los primeros hallazgos y de los representantes de esa clase que aún existen.   

"Este hallazgo es extraordinario", dice el doctor Austermann. "En los círculos científicos, durante mucho tiempo se sospechó que la evolución de estos organismos altamente desarrollados había comenzado mucho antes de lo que se suponía hasta ahora. Pero había una falta de evidencia fósil para respaldar esta teoría". Según los científicos de Heidelberg, los fósiles de la península de Avalon podrían proporcionar esta evidencia, ya que, por un lado, se parecen a otros cefalópodos tempranos conocidos pero, por el otro, difieren tanto de ellos que posiblemente podrían formar un vínculo que conduzca a la Cámbrico temprano.

El antiguo y poco explorado microcontinente de Avalonia, que, sin incluir la costa este de Terranova, comprende partes de Europa, es particularmente adecuado para la investigación paleontológica, ya que muchas criaturas del período Cámbrico aún se conservan en sus rocas. Los investigadores esperan que otros hallazgos mejor conservados confirmen la clasificación de sus descubrimientos como cefalópodos tempranos.

El antiguo y poco explorado microcontinente de Avalonia, que, sin incluir la costa este de Terranova, comprende partes de Europa, es particularmente adecuado para la investigación paleontológica, ya que muchas criaturas del período Cámbrico aún se conservan en sus rocas. Los investigadores esperan que otros hallazgos mejor conservados confirmen la clasificación de sus descubrimientos como cefalópodos tempranos.

Los resultados de la investigación sobre los fósiles de 522 millones de años se publicaron en Communications Biology.

europapress.es

martes, 23 de marzo de 2021

Criaturas acuáticas ancestrales tenían ya todo para caminar

La evolución de la capacidad de caminar antes aún de que las primeras especies salieran del agua para moverse en tierra firme ha sido modelada por matemáticos de la Universidad de Harvard.

Investigadores de la Universidad de Nueva York descubrieron que los pequeños
 patines, que se escabullen por el fondo del mar con dos aletas parecidas a patas,
utilizan las mismas neuronas motoras y genes que ayudan a los humanos y
a otros vertebrados terr - JUNG ET AL./N.Y.U. SCHOOL OF MEDICINE
En 2018, el pequeño patín, un pez con forma de raya del tamaño de una sartén, causó gran impacto en la biología evolutiva. Investigadores de la Universidad de Nueva York descubrieron que los pequeños patines, que se escabullen por el fondo del mar con dos aletas parecidas a patas, utilizan las mismas neuronas motoras y genes que ayudan a los humanos y otros vertebrados terrestres a caminar.

Los hallazgos sugirieron que las redes neuronales necesarias para caminar podrían haber estado presentes en el antepasado común de las rayas y los mamíferos hace unos 420 millones de años, millones de años antes de que el primer pez intrépido saliera del océano.

Pero, ¿cómo caminaron exactamente nuestros ancestros acuáticos antiguos? Si bien el registro fósil conserva sus huesos, el sistema neuromuscular y las vías que controlaban su movimiento se pierden.

Ahí es donde los modelos teóricos pueden ayudar a iluminar el rango y la dificultad de las diferentes estrategias.

Investigadores de la Escuela de Ingeniería y Ciencias Aplicadas (SEAS) de Harvard John A. Paulson desarrollaron un marco matemático para explicar cómo pudo haber evolucionado la caminata bajo el agua. Los investigadores encontraron que los ancestros de los patines y los humanos podrían haber logrado caminar bajo el agua de manera eficiente utilizando la morfología corporal disponible con muy poca energía y controles simples. 

La investigación se publicó en la revista Journal of The Royal Society Interface.  

Los investigadores demostraron que la marcha alterna de izquierda a derecha que usan los patines y otros vertebrados surge con un algoritmo simple basado en el aprendizaje por refuerzo, consistente con un modelo teórico simple. Para probar el marco, los investigadores construyeron un robot bípedo y demostraron que sus comportamientos son similares a los del modelo.

"Nuestra investigación es otra pieza en el rompecabezas hacia la comprensión de la evolución de la locomoción con patas", dijo Fabio Giardina, becario postdoctoral en matemáticas aplicadas en SEAS y primer autor del artículo. "Demostramos que dada una morfología rudimentaria, existen leyes de control simples que conducirán a una locomoción muy eficiente. La física nos está dando todo lo que necesitamos para que caminar sea factible bajo el agua". 

"La combinación de un entorno confiable de baja gravedad y una morfología del cuerpo con patas bien puede haber ayudado a allanar el camino para la marcha bípeda antes de que nuestros antepasado acuáticos hicieran la transición a tierra firme", dijo L. Mahadevan, profesor de Matemáticas Aplicadas de Biología Organísmica y Evolutiva y de Física y autor principal del artículo. "A medida que nuestros antepasados hicieron la transición a la tierra, la estrategia de control probablemente se volvió más compleja. Pero en entornos confiablemente homogéneos, como el fondo del mar, tal vez todo lo que se necesitaba era una estrategia simple".   

Además de arrojar luz sobre el pasado, esta investigación allana el camino para diseñar robots bioinspirados más eficientes en el futuro.

"Además de la locomoción energéticamente eficiente, descubrimos que nuestro robot puede recuperarse de grandes perturbaciones sin corregirlas activamente, una propiedad que atribuimos a la adaptación del diseño al entorno físico", dijo Giardina. "Creemos que este enfoque nos ayudará a construir robots andantes más eficientes y robustos en el futuro".

"Nuestro trabajo se suma a la creciente evidencia de que para comprender verdaderamente el comportamiento o sintetizarlo usando robots, debemos considerar la interacción entre el cerebro, el cuerpo y el medio ambiente", dijo Mahadevan.

europapress.es

Torotoro, el primer destino turístico bioseguro de Bolivia

Este parque nacional recibió la certificación de parte de la organización International Dynamic Advisors. Asimismo, es considerado como un destino sostenible.

Torotoro, el primer destino turístico bioseguro de Bolivia.
GOBIERNO AUTÓNOMO MUNICIPAL DE TOROTORO
Torotoro es una población ubicada al norte de Potosí. Dentro de esta, se encuentra el parque nacional Torotoro, una de las 22 áreas protegidas de Bolivia. Se caracteriza por su gran patrimonio paleontológico, geológico, espeleológico, cultural y natural. Además, es ideal para hacer turismo sostenible y comunitario. 

Xavier Camacho Vilca, técnico de turismo del Gobierno Autónomo Municipal de Torotoro comenta que esta actividad representa uno de los principales ingresos de la población. “Es por eso que el gobierno municipal, en coordinación con el parque nacional, hemos visto óptimo y prudente hacer esta reactivación turística, pero de manera biosegura”, afirma.

Con el fin de reactivar el turismo en el parque y que la población pueda generar recursos, después de que la pandemia provocada por la COVID–19 golpeara fuertemente el sector, el parque Torotoro redactó una importante base para los protocolos de bioseguridad, mismo que fue ejecutado y se realizó un trabajo coordinado para su monitoreo, seguimiento, control y evaluación.

Este trabajo estuvo a la cabeza del Comité de Control de Protocolos de Bioseguridad Turística (Ccobitur), conformado por representantes del Gobierno Autónomo Municipal de Torotoro, Parque Nacional, Comité de Gestión, Centro de Salud Torotoro, Policía Nacional e Instituto Tecnológico Superior Charcas, además de varios servicios turísticos como la Asociación de Guías, la Asociación de Hospedajes y Sindicatos de Transporte Turístico, entre otros.

Los protocolos de bioseguridad redactados por el parque Torotoro fueron la base sobre la que se trabajó en una primera fase en 2020. En febrero, se realizó la reinducción como segunda fase. Este proceso fue acompañado por el apoyo institucional del Centro de Estudios y de Cooperacion Internacional.

(CECI Canadá) y el Centro de Investigación y Servicios en Turismo (CISTUR) de la Universidad Católica Boliviana de La Paz.

Después del avance de los protocolos en la segunda fase, se realizó la postulación ante International Dynamic Advisors (Intedya).

El 24 de febrero, Intedya realizó una evaluación de los protocolos de bioseguridad y Torotoro tuvo el 100% de la puntuación, así, fue certificado internacionalmente como destino bioseguro y se convirtió en el primer lugar turístico en Bolivia en obtener esta certificación tan importante en tiempos de pandemia.

“Esperamos que con el tema de la implementación de los protocolos se reactive el turismo”, afirma Camacho. “Es un trabajo extra monitorear todo para que los turistas sigan llegando, pero, al final, es ese el objetivo. Seguir siendo un destino turístico bioseguro”, finaliza.

La anterior semana se realizó la presentación de la certificación de destino bioseguro con el fin de invitar a más turistas a conocer los paisajes y los atractivos de Torotoro.

opinion.com.bo

Un insecto con grandes antenas preservado en ámbar 99 millones de años

Científicos chinos han descubierto un pequeño insecto coreido con antenas de gran tamaño en forma de hoja preservado en un trozo de ámbar del norte de Myanmar que se remonta a 99 millones de años.

La foto muestra el ámbar en el que se conserva un pequeño insecto coreido
con antenas en forma de hoja de gran tamaño. - DU BAOJIE
  
Es el primer insecto antiguo de este tipo, así como el primer insecto coreido --una numerosa familia constituida por insectos succionadores de savia-- con antenas en forma de hoja jamás descubierto. El espécimen ha estado en exhibición en el Museo de Historia Natural Paleodiary en Pekín desde el 20 de marzo.

El descubrimiento es de importancia clave para el estudio de la comunicación química, los comportamientos defensivos y la selección sexual del insecto, según un artículo publicado en la revista internacional iScience, citado por Diario del Pueblo online.

Du Baojie, una de las autoras del artículo e investigadora de la Universidad Nankai de China, dijo que estaba muy emocionada cuando examinó por primera vez el raro espécimen. El descubrimiento muestra que algunos insectos hemípteros habían desarrollado un sistema sensorial sensible y sofisticado a mediados de la era del Cretácico.

El insecto coreido descubierto esta vez es una ninfa inmadura, y el equipo de investigación dijo que continuarán buscando un insecto adulto para verificar aún más el origen y la hipótesis sobre algunas de sus funciones.

europapress.es

sábado, 20 de marzo de 2021

Los científicos examinan más de 60 dientes de estegosaurios de Yakutia

Los hallazgos permitieron comprender que estos dinosaurios herbívoros eran sedentarios, comían alimentos muy sólidos, cambiaban los dientes con bastante frecuencia, no sufrían de caries y también tenían movimientos de mandíbula más complejos de lo que se pensaba.

UNIVERSIDAD ESTATAL DE SAN PETERSBURGO 

Dientes dentarios con tres facetas de desgaste de Stegosauria indet. de la localidad de Teete, Yakutia, Rusia; Formación Batylykh (Cretácico Inferior). Muestras ZIN PH 13/246 (AD), ZIN PH 19/246 (EH) en vistas labial (A, E), lingual (C, F), oclusal (D, G) y dibujos interpretativos en labial (B) y vistas oclusales (H) que muestran las facetas de desgaste con arañazos. Skutschas et al, 2021, PLOS ONE (CC-BY 4.0, https://creativecommons.org/licenses/by/4.0/)

Los estegosaurios poderosos y rechonchos son ahora uno de los dinosaurios más reconocibles: se identifican fácilmente por las espinas en la cola y las placas óseas en la espalda: los osteodermos. Los representantes de este grupo vivieron hace unos 165-125 millones de años, durante los períodos Jurásico y Cretácico temprano. Tenían de cinco a siete metros de largo y tenían una cabeza desproporcionadamente pequeña. Por lo tanto, sus dientes eran bastante pequeños: aproximadamente un centímetro de altura y aproximadamente lo mismo de ancho.

Los paleontólogos de la Universidad de San Petersburgo trabajaron junto con colegas de: el Instituto Zoológico de la Academia de Ciencias de Rusia; el Instituto Paleontológico Borissiak de la Academia de Ciencias de Rusia; la Universidad de Bonn; y el Instituto de Geología de Diamantes y Metales Preciosos de la Rama Siberiana de la Academia de Ciencias de Rusia. Los materiales de investigación se recopilaron durante una serie de expediciones a la República de Sakha en 2012 y 2017-2019. A orillas del arroyo Teete, no lejos de la pequeña ciudad de Yakut de Suntar, hay una gran localidad de dinosaurios, pero aún no completamente examinada. En el Cretácico, estos territorios estaban ubicados cerca del Polo Norte, lo que significa que pueden arrojar luz sobre la vida de los dinosaurios polares. ¿Era la fauna local diferente a la de las regiones del sur? ¿Cuál era el clima aquí? ¿Cómo se vieron afectados los animales por el día polar y la noche polar? Los científicos están tratando de encontrar respuestas a estas preguntas, incluso mediante el estudio de los dientes de criaturas antiguas.

"Hemos encontrado dientes de animales de diferentes edades, tanto adultos como cachorros", dijo Pavel Skutschas. «Esto sugiere que es más probable que los estegosaurios polares hayan sido sedentarios: se multiplicaron y criaron descendientes en el mismo territorio durante todo el año. Además, casi todos los hallazgos están extremadamente carcomidos: muchos de ellos tienen dos o tres facetas: bordes desgastados por el contacto con los dientes adyacentes. 

Esta característica llevó a los investigadores a creer que la segunda dentición en los estegosaurios polares podría ocurrir con la suficiente rapidez. Por lo tanto, los científicos investigaron los "anillos temporales", las llamadas líneas de von Ebner, que se pueden utilizar para calcular el número de días necesarios para la odontogénesis. A los estegosaurios Yakut les tomó solo 95 días completar esta tarea, aunque en otras especies de dinosaurios el proceso usualmente duró 200 días o más. Es muy probable que estos habitantes de Yakut no hayan sufrido de caries, ya que tarda mucho más en aparecer.

“El hecho de que los dientes se formaran rápidamente, rechinaran rápidamente y cambiaran rápidamente es muy probable que indique que los estegosaurios de Yakutia comían algún tipo de comida dura. Todavía no podemos decir con un 100% de certeza que hayamos encontrado una adaptación polar, ya que, en principio, hay muy poca información sobre los dientes de los estegosaurios. Sin embargo, sus dientes, que se encuentran en áreas más al sur, generalmente tienen solo una superficie de desgaste. En una palabra, esta es una nueva pregunta para los paleobotánicos: ¿cuál era la planta dura que crecía en las regiones polares que comían los estegosaurios Yakut? señaló Pavel Skutschas.

Otra cosa notable hizo posible tener una visión diferente sobre la estructura de las mandíbulas de estos animales: en la superficie de la abrasión de los dientes, los científicos pudieron detectar micro gubias curvas. Los paleontólogos solían asumir que los movimientos de la mandíbula muy simples eran característicos de los estegosaurios, hacia arriba y hacia abajo, como tijeras. Sin embargo, ahora, gracias a los patrones de gubias en las facetas, quedó claro que los movimientos de la mandíbula eran más complejos e incluían una fase longitudinal.

Otra conclusión resultó estar asociada con la estructura ondulada del esmalte. Se solía pensar que era exclusivo de los dinosaurios más jóvenes del Cretácico Superior, que tenían una dentición compleja, como los hadrosáuridos. Sin embargo, los paleontólogos vieron esta característica en los estegosaurios de Yakutia y decidieron examinar los dientes de otro dinosaurio del Cretácico Temprano, un pariente primitivo de Triceratops: Psittacosaurus. Esta característica única resultó haber prevalecido entre los dinosaurios en general.

Los estegosaurios son uno de los dinosaurios más reconocidos y populares que se ven a menudo en camisetas y en varias imágenes. Sin embargo, todavía sabemos poco sobre ellos. Esta investigación ha planteado muchas preguntas nuevas que pueden resolverse sin emprender una expedición, sino estudiando materiales que se han almacenado en museos durante cientos de años. Hemos logrado mostrar qué características tenían los estegosaurios polares. Pero, ¿qué es un estegosaurio "ordinario", "de referencia"? Esto aún no se ha investigado”, enfatizó Pavel Skutschas.

PLOS ONE (artículo de investigación)

eurekalert.org

Descubren un tiburón 'alado' de los mares del Cretácico

El descubrimiento de un fósil de un espécimen de tiburón inusual que recuerda a las mantarrayas arroja luz sobre la diversidad morfológica de los tiburones del Cretácico.

Descripción artística de un tiburón águila - Oscar Sanisidro
Este alimentador de plancton fue descubierto en México y analizado por un equipo internacional de paleontólogos dirigido por un investigador del Centro Nacional para la Investigación Científica (CNRS), que publica sus hallazgos en la revista ‘Science’.

Hace 93 millones de años, extraños tiburones alados nadaban en las aguas del Golfo de México. Esta especie fósil recién descrita, llamada 'Aquilolamna milarcae', ha permitido a sus descubridores erigir una nueva familia. Al igual que las mantarrayas, estos 'tiburones águila' se caracterizan por tener aletas pectorales extremadamente largas y delgadas que recuerdan a las alas. El ejemplar estudiado tenía 1,65 metros de largo y 1,90 metros de envergadura.

El 'Aquilolamna milarcae' tenía una aleta caudal con un lóbulo superior bien desarrollado, típico de la mayoría de los tiburones pelágicos, como el tiburón ballena y el tiburón tigre. Así, sus características anatómicas le confieren un aspecto quimérico que combina tiburones y rayas.

Con su boca grande y supuestos dientes muy pequeños, debió alimentarse de plancton, según el equipo de investigación internacional liderado por Romain Vullo, del CNRS.

Los científicos han identificado solo una categoría de grandes alimentadores de plancton en los mares del Cretácico hasta ahora: un grupo de grandes peces óseos (pachycormidae), que ahora está extinto. Gracias a este descubrimiento, ahora saben que un segundo grupo, los tiburones águila, también estuvo presente en los océanos del Cretácico, según un comunicado del CNRS.

El espécimen completo fue encontrado en 2012 en Vallecillo (México), una localidad que produce fósiles notablemente conservados. Este sitio, ya famoso por sus numerosos fósiles de amonitas, peces óseos y otros reptiles marinos, es muy útil para documentar la evolución de los animales oceánicos.

Además de arrojar luz sobre la estructura de los ecosistemas marinos del Cretácico, el descubrimiento de los tiburones águila revela una nueva faceta, hasta ahora insospechada, de la historia evolutiva de los tiburones.

europapress.es

El anquilosaurio, un dinosaurio blindado, pudo haber sido capaz de excavar

Los autores especulan que MPC-D 100/1359 puede haber cavado el suelo para extraer agua, minerales o raíces para alimentarse.

Reconstrucción de un anquilosaurio, un dinosaurio acorazado, que excava con
sus extremidades anteriores. Crédito: Yusik Choi.
Los restos óseos recién excavados de un anquilosaurio, un gran herbívoro acorazado que vivió durante el período Cretácico, pueden indicar que los miembros de esta familia de dinosaurios podían excavar, según un estudio publicado en Scientific Reports. El espécimen, conocido como MPC-D 100/1359, puede ampliar nuestra comprensión del comportamiento de los anquilosaurios durante el Cretácico Superior (hace 84-72 millones de años).

El paleontólogo coreano Yuong-Nam Lee y sus compañeros de estudio excavaron los elementos óseos de MPC-D 100/1359 de un yacimiento arqueológico de la Formación Baruungoyot en el sur del desierto de Gobi (Mongolia), donde fue descubierto en la década de 1970. Los autores sugieren que varias características anatómicas de MPC-D 100/1359 podrían indicar que el anquilosaurio estaba adaptado para excavar. Los huesos de sus patas delanteras están dispuestos en un arco poco profundo, lo que podría haberle permitido cavar tierra blanda.

La fusión de varias vértebras y la disminución del número de huesos en sus patas traseras en comparación con otros dinosaurios, pueden haber ayudado a anclar con estabilidad a MPC-D 100/1359 al excavar o mover su cola. La forma del cuerpo de MPC-D 100/1359, que es más ancha en el medio y más estrecha en la parte delantera y trasera, pudo haber ayudado a que su cuerpo permaneciera recto al excavar.

Los autores especulan que MPC-D 100/1359 puede haber cavado el suelo para extraer agua, minerales o raíces para alimentarse, e incluso puede haberse agachado en pozos poco profundos para proteger su parte inferior blanda de los depredadores. Como se han informado características anatómicas similares en otros anquilosaurios, los hallazgos sugieren que la capacidad de excavar también puede haber sido común a otros miembros de esta familia de dinosaurios.

Fuente: Scientific Reports.

fantasymundo.com

Un estudio revela cómo se recuperó la vida en la Tierra tras la extinción del 95% de las especies

  • Los ecosistemas tardaron en torno a 10 millones de años en recuperarse tras la destrucción masiva de parte del planeta.
  • "Al estudiar los fósiles y la evidencia de sus dientes, el contenido del estómago y los excrementos, pude identificar quién se comía a quién", señala uno de los investigadores.

En este póster se ve nuestro planeta en toda su grandiosidad. En él se aprecian
tanto los océanos como la mayor parte del continente americano. Una vista
que solo se puede ver desde el espacio. 
NASA/Moore Boeck
La destrucción de los ecosistemas es un proceso que ha ocurrido en varias ocasiones a lo largo de la historia de la Tierra, incluido uno que acabó con los dinosaurios. El más devastador tuvo lugar hace 252 millones de años durante el final de lo que se conoce como período pérmico.

Ahora, un nuevo estudio publicado en Proceedings of the Royal Society B, muestra en detalle cómo se recuperó la vida en comparación con dos eventos de extinción más pequeños. El equipo de estudio internacional, compuesto por investigadores de la Universidad de Geociencias de China, la Academia de Ciencias de California, la Universidad de Bristol, la Universidad de Ciencia y Tecnología de Missouri y la Academia de Ciencias de China, demostró por primera vez que la destrucción del ecosistema el final de la época pérmica fue la extinción masiva fue más dura jamás vivida, debido a un colapso importante en la diversidad.

Para poder recrear de una manera más exacta como fue este proceso de extinción, el equipo trató de comprender por qué las comunidades no se recuperaron tan rápido como otras extinciones masivas. La razón principal fue que la crisis del final del pérmico fue mucho más grave que cualquier otra extinción masiva, y acabó con 19 de cada 20 especies. Con la supervivencia de solo el 5% de las especies, los ecosistemas habían sido destruidos y esto significaba que las comunidades ecológicas tenían que volver a reunirse desde cero.

Para investigar, el autor principal e investigador de la Academia, Yuangeng Huang, ahora en la Universidad de Geociencias de China, Wuhan, reconstruyó las redes tróficas para una serie de 14 conjuntos de vida que abarcan los períodos Pérmico y Triásico, según apunta el diario Phys.

Estos ensamblajes, muestreados en el norte de China, ofrecieron una instantánea de cómo una sola región de la Tierra respondió a las crisis. "Al estudiar los fósiles y la evidencia de sus dientes, el contenido del estómago y los excrementos, pude identificar quién se comía a quién", dice Huang. "Es importante construir una red alimentaria precisa si queremos comprender estos ecosistemas ancestrales".

Las redes alimenticias están formadas por plantas, moluscos e insectos que viven en estanques y ríos, así como por los peces, anfibios y reptiles que los comen. Los reptiles varían en tamaño, desde los lagartos modernos hasta los herbívoros de media tonelada con cabezas diminutas, cuerpos enormes en forma de barril y una cubierta protectora de gruesas escamas óseas.

También deambulaban gorgonopsianos con dientes de sable, algunos tan grandes y poderosos como leones y con largos caninos para perforar pieles gruesas. Cuando estos animales murieron durante la extinción masiva del final del Pérmico, nada ocupó su lugar, dejando ecosistemas desequilibrados durante diez millones de años.

Entonces, los primeros dinosaurios y mamíferos comenzaron a evolucionar en el periodo Triásico. Los primeros dinosaurios eran pequeños, bípedos comedores de insectos de alrededor de un metro de largo, pero pronto se hicieron más grandes y se diversificaron como comedores de carne y plantas.

"Yuangeng Huang pasó un año en mi laboratorio", afirma Peter Roopnarine, experto de la Academia de Geología. "Aplicó métodos de modelado ecológico que nos permiten observar las antiguas redes tróficas y determinar qué tan estables o inestables son. Esencialmente, el modelo altera la red trófica, eliminando especies y probando la estabilidad general".

"Descubrimos que el evento del final del Pérmico fue excepcional de dos maneras", dice el profesor Mike Benton de la Universidad de Bristol. "Primero, el colapso de la diversidad fue mucho más severo, mientras que en las otras dos extinciones masivas hubo ecosistemas de baja estabilidad antes del colapso final. Y segundo, los ecosistemas tardaron mucho en recuperarse, tal vez 10 millones de años o más. Mientras que la recuperación fue rápida después de las otras dos crisis".

En última instancia, la caracterización de las comunidades, especialmente las que se recuperaron con éxito, proporciona información valiosa sobre cómo les iría a las especies modernas cuando los humanos lleven al planeta al límite.

"Este es un resultado nuevo asombroso", dice el profesor Zhong-Qiang Chen de la Universidad de Geociencias de China, Wuhan. "Hasta ahora, podíamos describir las redes tróficas, pero no pudimos probar su estabilidad. La combinación de grandes datos nuevos de largas secciones de roca en el norte de China con métodos computacionales de vanguardia nos permite adentrarnos en estos ejemplos antiguos en el mismo forma en que podemos estudiar las redes tróficas en el mundo moderno ".

20minutos.es