viernes, 30 de septiembre de 2022

Así se defendían los dinosaurios de gigantes carnívoros como el T. Rex

Ser herbívoro no es sinónimo de debilidad. Esta frase se eleva a su máxima expresión en el caso de los dinosaurios, algunos de los cuales desarrollaron estructuras y estrategias ante las cuales sus depredadores hubieron de pensárselo dos veces.

Un grupo de triceratops ahuyenta a un Tyrannosaurus rex. Foto: iStock
Ríos de tinta han fluido sobre algunos de los dinosaurios más temibles que hayan poblado la Tierra y sus estrategias de caza. Por ejemplo, se cree que algunos pequeños depredadores como Deinonychus antirrhopus, cuyo nombre significa "garra terrible con contrapeso", aprovecharon su velocidad y agilidad para abatir grandes presas gracias al trabajo en grupo; según parecen indicar los restos fósiles, cazaban en manadas.

También es posible que los llamados herrerasaurios, uno de los dinosaurios más primitivos conocidos hasta la fecha, fueran algunos de los primeros animales en la Tierra especializados en la persecución, y desarrollaran una estrategia parecida a la que los licaones emplean en la actualidad, en la que desgastaban a sus presas en una persecución implacable ante las que estas sucumbían exhaustas. Por su parte, otras especies más poderosas, como el Tyranosaurus rex o el Spinosaurus, se valían de su fuerza bruta para abatir a sus presas, a veces incluso, al igual que podemos observar hoy entre los leones, para intimidar a otros depredadores más pequeños una vez estos habían realizado el trabajo sucio y arrebatarle a sus piezas de caza.

Así, las estrategias desarrolladas por estos animales fueron tan fascinantes como variadas. Sin embargo, en ocasiones se nos suele olvidar que la supervivencia de las especies conlleva intrínsecamente una carrera armamentística; esa premisa implícita aplicable a tantas facetas de la vida que es "adaptarse o morir", y en este sentido, los dinosaurios que ocupaban el lugar de presas, muchos de ellos herbívoros, no se quedaron atrás, y desarrollaron estructuras y estrategias defensivas que muy probablemente hicieron de hasta los depredadores más temibles del Cretácico y el Jurásico, se lo hubieran de pensar más de una vez a la hora de lanzar sus ataques. 

Astas y cuernos

Por ejemplo, una de las defensas más obvias son las astas que lucían los ceratópsidos, una familia que incluye a todos los dinosaurios con cuernos: su miembro más famoso es el Triceratops. Sus características comunes eran los cuernos -de distinto tamaño y número- sobre la nariz y los ojos, así como un collar óseo que protegía el cuello y que a veces también estaba rematado con protuberancias o cuernos, como el temible Styracosaurus. A pesar de esta formidable defensa, muchos de los huesos encontrados de esta especie de ceratópsidos presentan marcas que demuestran que eran cazados por grandes carnívoros como los tiranosaurios, pero sin duda vendían cara su piel.

Tamaños descomunales

Varias especies de braquiosaurios en la naturaleza. Foto: iStock
Algunos de los dinosaurios más pacíficos que existieron fueron herbívoros. También fueron algunos de los más grandes, y precisamente, al igual que sucede hoy en día con los elefantes o las ballenas, algunos de los animales más grandes de la actualidad, la pax de dinosaurios como el Patagotitan mayorum, el Supersaurus vivianae y otros diplodócidos, estaba garantizada por su descomunal tamaño. Simplemente eran tan ostentosamente grandes que resultaba imposible cazarlos.

Cabezas duras

Ser un cabeza dura a veces tiene sus ventajas. Los paquicefalosaurios fueron un infraorden de dinosaurios caracterizado por un hueso craneal de varios centímetros de grosor, a veces rematado con protuberancias. Aunque los estudios concluyen que los usaban en combates contra los de su misma especie para establecer jerarquías y derechos de apareamiento, tal como hacen animales actuales como los carneros, en caso de necesidad podían volverse un arma disuasoria contra depredadores. Difícilmente podrían haber procurado heridas graves, pero el probable comportamiento de rebaño de estos dinosaurios supondría, para sus depredadores, enfrentarse a un muro de escudos craneales.

Una piel curtida

Un ejemplo actual de esta eficaz estrategia de defensa podemos observarla en animales como los armadillos. Al igual que estos, algunos dinosaurios poseía estructuras óseas que recubrían su cuerpo y les blindaban ante las fauces y garras de algunos de los depredadores más temibles. Así dinosaurios como los anquilosaurios estaban cubiertos por impenetrables placas óseas, a veces, incluso hasta los propios párpados y al igual que los citados armadillos, al ser atacados exponían su caparazón. ¡Imagina un armadillo de dos toneladas! Probablemente, el depredador que se aventurara a cazar a uno de estos dinosaurios, ese día se quedaría con hambre.

Colas de martillo y de pinchos

Una pareja de anquilosáurios en un humedal. Foto: iStock
Muchas especies de dinosaurios tenían la cola rematada por pinchos o huesos gruesos que podían funcionar como un martillo de guerra. Entre los de cola de martillo tenemos a los anquilosaurios, que eran auténticos tanques vivientes gracias a su espalda con protuberancias óseas, y a los estegosáuridos, que con sus placas dorsales y sus colas con pinchos tenían también una formidable armadura. Su potencial letal no residía en las colas en sí mismas, sino en el impulso que les daban al balancearlas: el golpe podía atravesar la piel y fracturar los huesos de sus atacantes e, incluso sin ser letal, lesionarlos gravemente. Un depredador cojo tenía los días contados, así que lanzarse a por tales presas era una decisión arriesgada.

Los látigos más poderosos jamás vistos

Pero llegados a un cierto tamaño, incluso una cola sin pinchos ni huesos podía ser un arma formidable. Los saurópodos, conocidos popularmente como “cuellolargos”, poseían algunas de las colas más potentes que jamás ha tenido cualquier animal. Estas funcionaban como un látigo que podían lanzar contra sus atacantes a una velocidad endiablada, fracturándoles los huesos con consecuencias fatales, o provocando sonidos para intimidarlos.

Collares de pinchos

Por si la cola no era suficiente, algunos dinosaurios de cuello largo tenían también espinas sobresaliendo de las vértebras cervicales. Se trata de los dicreosáuridos, una familia de saurópodos cuyas especies eran de tamaño relativamente pequeño, similar al de un elefante africano o un poco mayor. Para compensar su “debilidad” respecto a sus mastodónticos parientes, podían blandir su cuello como arma de forma similar a la cola de los dinosaurios acorazados. Sin embargo, resultaba más peligroso al estar sus espinas conectadas a las vértebras cervicales, por lo que probablemente fuera un arma más disuasoria que efectiva.

Siempre queda la huida

Un hypsilophodon escapando de un allosaurus. Foto: iStock
No todo son armas, y a veces, la única opción es correr. Así, la única estrategia con la que podían contar algunos dinosaurios herbívoros era el siempre recurrente "salir por patas". No obstante, si existieron dinosaurios depredadores veloces como los llamados velocirraptores, algunos herbívoros como el Hypsilophodon y otros miembros de su familia, la de los hipsilofodóntidos, decidieron no ponérselo nada fácil. Así, se cree que en este tipo de relación depredador-presa, la evolución actuó del modo en que podemos observar hoy entre los guepardos y las gacelas, produciéndose, en sentido figurado y literal, una carrera por la supervivencia que los convirtió en algunos de los animales más rápidos que hayan poblado el planeta.

Garras

Aunque asociemos las garras a los dinosaurios carnívoros, unos pocos herbívoros también las tenían: eran los tericinosáuridos, literalmente “lagartos guadaña”, que recibieron este nombre debido a las largas garras que lucían en sus patas delanteras. En la especie que da nombre a esta familia, el Therizinosaurus, estos apéndices podían llegar a medir medio metro, el récord en cualquier dinosaurio jamás encontrado. Aunque los científicos concluyen que eran demasiado frágiles para ser usadas de forma efectiva como arma, habrían tenido un efecto disuasorio notable en cualquier cazador de tamaño similar.

Una estrategia inteligente

El gran estratega Sun Tzu dijo que “someter al enemigo sin luchar es la suprema excelencia”. Aunque los dinosaurios han sido presentados históricamente como criaturas poco inteligentes, los estudios recientes apuntan a que eran capaces de elaborar estrategias complejas de caza y fuga. Una de las más habituales entre los herbívoros parece haber sido la de atraer a sus depredadores hacia el agua o zonas fangosas y tal vez hacerles perder el equilibrio: los grandes depredadores solían ser bípedos y a menudo con unos brazos raquíticos en comparación a su peso, por lo que hundirse en el agua o en el fango era una muerte segura. Las múltiples ocasiones en que sus fósiles son extraídos de depósitos sedimentarios, indicando que murieron sepultados, podrían ser una confirmación de esta estrategia.

nationalgeographic.com.es

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