domingo, 11 de febrero de 2024

Y ellas dibujaron un mapa de estrellas

Hoy es 11 de febrero, el día internacional de la mujer y la niña en la ciencia. En este día vamos a recordar a unas mujeres que no solo cambiaron completamente el panorama en la astronomía, sino también las dificultades que se encontraron en su camino. Alguna de las cosas que tuvieron que pasar nos pueden parecer increíbles, pero otras siguen ocurriendo. Así pues, vamos a recordar la historia de, más o menos, un centenar de mujeres que fueron conocidas como las Computadoras Astronómicas de Harvard.

En el el día internacional de la mujer y la niña en la ciencia recordamos a las «computadoras de Harvard» en la sala de computación y personal del Observatorio de la Universidad de Harvard, 1891. Imagen original de la Harvard Library y versión coloreada por Marina Amaral para Pioneras 1850-1960 (Desperta Ferro Ediciones, 2023).

Williamina Fleming no había tenido una vida fácil. Era una migrante británica en Estados Unidos, con un hijo pequeño y que había sido abandonada por su marido. Hacia 1881 servía como empleada del hogar en casa de Edward Charles Pickering, director del Observatorio de Harvard. En ese momento también el conocido astrónomo sentía una obvia indignación ante la aparente incompetencia de su asistente. Debió pensar que para lo que hacía, seguro que le salía más barato meter en el observatorio a su criada y, dicho y hecho, fue lo que hizo. Así empezó a trabajar Fleming, sin formación alguna previa en este campo, en el apasionante mundo de la astronomía.

Puede que, en realidad, “apasionante” no fuera la definición en ese momento, ya que tenía que encargarse de un trabajo bastante repetitivo. Pero no solo lo hizo bien, sino que, con el tiempo fue la primera mujer de Harvard en recibir un cargo institucional, en 1899, pasando a ser la conservadora del Archivo de Fotografías Astronómicas. Unos años después también fue elegida para la Royal Astronomical Society de Londres, pero como socia honoraria, ya que hasta 1915 no pudieron entrar como miembros de pleno derecho. Podía haber logrado muchas más cosas, pero una neumonía acabó con su vida en 1911, con apenas 54 años.

Contra viento y marea

Ahí podía haber quedado la cosa, pero Pickering se dio cuenta de la enorme ventaja de contratar mujeres. Había comprobado que eran igual o más eficientes que los hombres, pero le costaban la mitad. De hecho, en realidad, esta historia empieza un poco antes, porque la idea le vino porque ya había tres mujeres trabajando en el observatorio desde 1875, Rhoda G. Saunders, Anna Winlock (la hija del anterior director del observatorio, Joseph Winlock), and Rebecca Titsworth Rogers, esposa de uno de los profesores.

Vista general del Observatorio de Harvard. Fuente: Harvard Library.
El caso es que había mucho trabajo que hacer en el observatorio, ya que Pickering quería terminar un mapa de todo el universo visible, a través de una serie de fotografías astronómicas. Eso eran muchas fotos. Muchísimas. Así que inició una campaña de contratación de mujeres, que irían quedando bajo la dirección de Fleming. Serían unas ochenta contratadas antes de su muerte. Hay que decir en su honor que se convertiría en un conocido defensor de la educación superior femenina tras comprobar las capacidades de sus nuevas asistentes… aunque no se tradujese en un mejor pago.

Al principio serían sobre todo mujeres vinculadas a quienes trabajaban ya en Harvard, parientes de otros astrónomos, como las tres primeras. No era una cuestión de nepotismo como tal, sino que las referencias familiares eran fundamentales para avalar el trabajo femenino… y este era un problema general en todo el mundo en esa época. Es más, en realidad muchos científicos ya recibían la ayuda de sus esposas e hijas sin estar oficialmente contratadas, que nunca recibieron el reconocimiento que merecían y que muchas veces quedaron invisibilizadas, ya que muchas no llegaron a aparecer en ningún documento oficial. Quizás convenga recordar el caso de Einstein y Mileva Maric en este punto.

Además, hay que tener en cuenta que otro profesor de Harvard, Edward Clark, más o menos por la misma época, había escrito en su libro Sex in Education que las mujeres eran peores para las tareas intelectuales y que, además, si se esforzaban en ellas se quedarían estériles, porque, en teoría, la sangre que usaran para desarrollar el cerebro no podría usarse en el aparato reproductor, y la menstruación, por tanto, detraería fuerzas para el desarrollo intelectual. El director del observatorio astronómico de Cambridge, George Biddell Airy, también se mostró en contra de la educación superior femenina, no solo porque consideraba que no serían capaces, sino también porque pensaba que la educación arruinaría el delicado carácter femenino. Un escenario muy lejano de los valores del actual día internacional de la mujer y la niña en la ciencia.

Un grupo que cambiaría la ciencia

Teniendo esto en cuenta, las conocidas como “computadoras astronómicas de Harvard” no partían de una buena base de confianza y respeto por parte de la sociedad en general. Pero superaron todas las expectativas. Su trabajo, en principio, consistía en observar las fotografías en placas de vidrio que astrónomos de todo el mundo enviaban al observatorio y consignarlas para realizar un mapa estelar. En referencia a este método de observación mediante fotografías, bastante novedoso, Fleming dijo en un discurso pronunciado en la Exposición Universal de Chicago (1893) que no siempre hay que aferrarse a los métodos antiguos, y no porque hayan prevalecido siglos tiene que ser considerados necesariamente mejores. A nadie se le escapó en la sala que había otro sentido ahí, ya que era un discurso que se titulaba “A Field for Woman’s Work in Astronomy» (Un campo para el trabajo de las mujeres en Astronomía).

Annie Jump Cannon mira por un telescopio en la terraza del College Hall
de Wellesley, Massachusetts. Fuente: 
JSTOR.
Además, lo que iba a ser un trabajo mecánico, en realidad escondía otras dificultades que las mujeres tuvieron que ir superando, y que llevaron a desarrollar técnicas, clasificaciones y estrategias que renovarían la astronomía del momento. Annie Jump Cannon, por ejemplo, desarrolló un nuevo método para clasificar las estrellas. Lo hizo completando el trabajo de otra mujer del equipo, Antonia Maury. Se adoptó internacionalmente en 1922 y, básicamente, es el que sigue vigente. Henrietta Leavitt, también miembro del equipo, no solo descubrió una gran cantidad de estrellas nuevas, sino que desarrolló nuevas teorías y mecanismos para medir las distancias estelares y ayudó a comprender las dimensiones reales del universo. Selina Cranch Bond realizó los cálculos para tener en cuenta los efectos atmosféricos y las variaciones orbitales para fijar las posiciones exactas de las estrellas.

Algunas crearon sus propias carreras ya fuera de Harvard, como Margaret Harwood, que acabó dirigiendo un observatorio en Nantucket (Massachusetts). También descubrió el asteroide 886 Washingtonia, pero se silenció su descubrimiento y se atribuyó, cuatro días después a George Peters, porque se consideró inadecuado que una mujer recibiera atención pública por un descubrimiento así. También la carrera de Margaret Walton Mayall trascendió su trabajo en Harvard cuando fue nombrada directora de la American Association of Variable Star Observers, cargo que ostentó desde 1949 hasta 1973.

El catálogo resultante del trabajo de estas mujeres se llamó Catálogo Henry Draper, en honor a dicho astrónomo, que lo había iniciado. Eso sí, quien financió el proyecto no fue él, sino su viuda, Mary Anna Draper. Dos mujeres más ayudaron, con sus donaciones, a mantenerlo, Uriah Atherton Boyden y Catherine Wolfe Bruce. Esta última donó unos 50.000 dólares para que se pudiera construir un telescopio mejor.

La labor de estas mujeres abrió el camino para otras y, tras la muerte de Pickering en 1919, el Harvard siguió contratando mujeres para trabajar en el observatorio y el grupo de las Computadoras siguió en marcha. En 1925 Cecilia Helena Payne-Gaposchkin era la primera en obtener un doctorado en el Radcliffe College. Lo hizo con una tesis revolucionaria que cambió la astronomía, al proponer que las estrellas están hechas, básicamente, de hidrógeno. Sería la primera en obtener un puesto como profesora en Harvard y la primera en dirigir un departamento.

A veces las cosas son complicadas

Estudiar sus vidas y carreras no ha sido fácil. No siempre se reconocía su labor, a veces estaban ausentes en los registros laborales y muchas veces se obvió su nombre. Por ejemplo, en 1931 Solon Bailey publicó una obra sobre el personal del Observatorio de Harvard, que tituló History and Work of the Harvard Observatory. En él puede verse cómo algunos nombres de mujeres que trabajaron están completamente ausentes, como el de Ruth Bailey o Juanita Wells. En otros casos se salta años enteros de trabajo, como pasó con los casos de la propia Williamina Fleming o Henrietta Leavitt. Parece que muchas mujeres estuvieron como “voluntarias” en el observatorio sin que a nadie se le ocurriera registrar su estancia en el mismo.

Analizando espectros estelares en el Observatorio de Harvard, 1891.
Fuente: Harvard Library.
Aun así, y aunque hemos dicho que se las conoce como las Computadoras astronómicas de Harvard, otro nombre ha sido mucho más habitual, el de “el harén de Pickering”. Porque, aunque cambiaran el mundo de la astronomía, seguían siendo objeto de desprecio y burla. Por cierto, el sistema que inventó Cannon tampoco lleva su nombre y se conoce como “sistema Harvard”. Los periódicos de la época consignaron sus descubrimientos, pero muchas veces con titulares enormemente machistas, del tipo “Woman Scientist at Harvard Has Amazed Astronomers By Discovery of New Star” (Una mujer científica de Harvard asombra a los astrónomos con el descubrimiento de una nueva estrella, Boston Sunday Post, 4 junio 1905), o “Brainy Boston Women Learn Sky’s Profoundest Secrets” (Las inteligentes mujeres de Boston aprenden los secretos más profundos del cielo, Boston Sunday Journal, 10 julio 1904).

También hay que señalar que las únicas mujeres no blancas que trabajaron para el observatorio de Harvard hasta 1975, por lo que puede verse en la documentación, fueron las peruanas que atendían la sede del observatorio en Perú, el Boyden Station, que se situó primero cerca de Lima y luego en Arequipa. Solo algunos de sus nombres se han documentado, como los de Vincenta, Josefina, and Pelionela en documentos privados, ya que no eran astrónomas sino el personal doméstico.

Tampoco el pago les parecía justo a las mujeres del observatorio. De hecho, Fleming se quejó de ello en su diario, y se preguntaba si Pickering no sabía que ella tenía una familia que mantener, al igual que cualquier hombre. No solo demostraron que las mujeres podían ser científicas, también constataron cómo habían tenido que hacer el doble para obtener la mitad. Hoy seguimos celebrando el 11 de febrero, día internacional de la mujer y la niña en la ciencia, como símbolo de la labor de las científicas por ir cerrando esas brechas, y por todo lo que tuvieron que sacrificar.

Bibliografía:

https://mujeresconciencia.com/2015/11/08/astronomas-en-harvard/

Dava, Sobel. The Glass Universe : How the Ladies of the Harvard Observatory Took the Measure of the Stars. Viking, New York, 2016

Zrull, L. S. (2021). «Women in Glass: Women at the Harvard Observatory during the Era of Astronomical Glass Plate Photography«, 1875–1975. Journal for the History of Astronomy, 52(2), 115-146.

Marina Amaral y Dan Jones. Pioneras 1850-1960. Desperta Ferro Ediciones, 2023.

despertaferro-ediciones.com

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