jueves, 18 de septiembre de 2014

Debemos nuestros bosques al meteorito que acabó con los dinosaurios

Hace unos 65 millones de años, una enorme roca de diez km. de diámetro cayó del cielo y golpeó duramente la península del Yucatán, cerca de lo que hoy es la ciudad de Chicxulub, con una fuerza equivalente a 100 teratones de TNT (o lo que es lo mismo, un millón de megatones). El impacto dejó un cráter de más de 150 km. de diámetro y provocó un "megatsunami", gigantescos incendios, terremotos y erupciones volcánicas globales. La Ciencia está de acuerdo en que ese enorme meteorito fue el responsable de la desaparición de los dinosaurios, dueños absolutos hasta entonces de tierra, mar y aire, dejando libre el terreno para que los mamíferos pudieran prosperar. ¿Pero qué sucedió con las plantas?

Un nuevo estudio liderado por investigadores de la Universidad de Arizona ha revelado que el mismo impacto que llevó al desastre a los dinosaurios también terminó con la inmensa mayor parte de las flores y plantas de hoja perenne, de las que muchos de ellos se alimentaban, pero no sucedió lo mismo con las plantas de hoja caduca, las que pierden sus hojas cada año. La investigación acaba de aparecer en PLOS Biology.

Para los investigadores, esto se debe a que las propiedades de las plantas caducifolias les permitieron responder mucho mejor a lo que debieron ser unas condiciones climáticas treméndamente caóticas después del impacto.

Aplicando fórmulas biomecánicas a un auténtico tesoro de miles de hojas fósiles de angiospermas (plantas con flores, excepto las coníferas), el equipo de científicos fue capaz de reconstruir la ecología de una comunidad muy diversa de plantas que crecía sin problemas apenas 2,2 millones de años después del cataclismo, y ello a pesar de la extinción de más de la mitad de todas las plantas que vivían en aquella época.

Las hojas estudiadas cubren un periodo que va desde el último millon y medio de años del Cretácico a los primeros 800.000 del Paleogeno.

Los investigadores hallaron pruebas de que tras la colisión del gigantesco meteorito, las angiospermas de hoja caduca y rápido crecimiento reemplazaron casi por completo a sus "primas" de hoja perenne, de crecimiento mucho más lento.

"Cuando miras a los bosques y selvas de hoy en día -afirma Benjamin Blonder, autor principal del estudio- no ves muchos que estén dominados por plantas de hoja perenne. En su lugar, sí que hay una mayoría de especies de hoja caduca, plantas que pierden de forma natural todas sus hojas en algún momento del año".

Blonder y sus colegas estudiaron en total más de mil hojas fosilizadas, recogidas en Hell Creek Formation, en Dakota del Norte, que a finales del Cretácico era una gran extensión de terreno que se inundaba periódicamente debido al desbordamiento de los varios canales fluviales que lo cruzaban. La colección está formada por más de diez mil fósiles de plantas y descansa, en su mayor parte, en el Museo de Naturaleza y Ciencia de Denver.

"Cuando sujetas en tus manos una de estas hojas tan exquisitamente preservadas, y sabes que tiene más de 65 millones de años, te sientes muy pequeño", afirma Blonder. "Y si piensas en la extinción masiva causada por un evento tan catastrófico como es el impacto de un meteorito contra la Tierra, tiendes a pensar que todas las especies vivas tenían la misma posibilidad de morir. En estos casos extremos, la supervivencia del más fuerte no se aplica, y el impacto es como un botón de reinicio. La hipótesis alternativa, sin embargo, es que algunas especies tenían una serie de propiedades que les permitieron sobrevivir".

Para el investigador, "nuestro estudio proporciona pruebas de una transición dramática de las plantas de crecimiento lento a las especies de crecimiento más rápido. Y eso nos dice que la extinción no se produjo de forma aleatoria, y que la forma en que las plantas adquieren los recursos que necesitan determina y predice cómo será su respuesta en la condiciones más desfavorables. Y nos dice también la razón por la que los bosques y selvas actuales están generalmente formados por plandas de hoja caduca y no de hoja perenne".

Un clima muy variable
Antes de este trabajo, otros investigadores hallaron evidencias de un dramático descenso de las temperaturas causado por la nube de polvo y escombros levantada por el impacto, que oscureció la luz del Sol durante años. "Nuestra hipótesis es que el invierno provocado por el impacto introdujo un clima muy variable -afirma Blonder-. Lo cual habría favorecido a las plantas de hoja caduca, que crecen más rápidamente y que pudieron sacar ventaja de esas condiciones cambiantes".

"Calculamos la masa de cada hoja concreta en relación a su área -explica el investigador-, lo cual nos dijo si esa hoja era grande, imponente y muy cara para la planta, o si por el contrario era más pequeña y endeble, es decir, más barata de producir. En otras palabras, los cálculos nos dijeron cuánto carbono había tenido que invertir la planta en cada hoja".

Además, los investigadores midieron la densidad de la red de venas de las hojas, lo que reveló la cantidad de agua que la planta podía transpirar y la velocidad a la que podía adquirir sus nutrientes.

"Hallamos muchas diferencias entre las plantas de crecimiento rápido y lento -afirma Bolder-. Entre las primeras había una estrategia del tipo švive rápido, muere jovenš, mientras que entre las segundas imperaba la estrategia del šlento, pero constanteš. Se podría comparar a las diferentes estrategias financieras que optan por invertir en acciones y no en bonos, o viceversa".


Los análisis revelaron que, en gran parte, debemos nuestras masas forestales de la actualidad a aquél impacto catastrófico: las plantas de crecimiento más lento y hoja perenne dominaban bosques y selvas antes del evento de extinción, y las de hoja caduca y crecimiento rápido tomaron el relevo después del impacto.

Fuente: ABC

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