La representación artística permite imaginar el aspecto de
formas de vida extinguidas que ningún ojo humano ha visto nunca.
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El primer lobo europeo, (Canis lupus) del yacimiento de
Ponte Galeria, en Roma; al fondo, un proboscídeo (Palaeoloxodon antiquus)
también de la campiña romana y uno de los animales simbólicos del Pleistoceno.
/ Flavia Strani
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A través de sus obras, los paleoartistas nos permiten
explorar el pasado y ver lo que de otro modo solo podríamos imaginar. Cada obra
creada nos proyecta a lugares inaccesibles, con criaturas fantásticas de todas
las formas y tamaños, ofreciendo al observador la rara oportunidad de recrear
el anhelo de cualquier paleontólogo y de muchas personas: viajar en el tiempo.
Mundos perdidos
La popularidad social de la que goza la paleontología es sin
duda un privilegio del que pocas disciplinas científicas pueden presumir. Esto
se debe a que lo que encontramos en el pasado tiene una entidad física, real;
mientras que el futuro está armado con la imaginación y contiene un sinfín de
especulaciones. También se debe a la idea de que en nuestro planeta han
existido ‘mundos perdidos’ con formas de vida muy diferentes a las de hoy. Tal
vez por eso la paleontología ha despertado desde siempre un gran interés entre
la sociedad, inspirando siglos de expediciones y descubrimientos, y sigue
manteniendo a día de hoy la fascinación por las historias que nos remontan al
pasado.
Si podemos imaginar el aspecto de un tiranosaurio o el de un
neandertal a partir de un simple fósil, es gracias a la suma de los estudios de
los paleontólogos y de las reconstrucciones de los artistas que ponen su
habilidad al servicio de esta ciencia. Podríamos decir que es una relación en
la cual el artista se convierte en los ojos del científico. Esta sinergia entre
paleontología y arte se llama paleoarte, y es el término acuñado en 1987 por el
ilustrador científico Mark Hallett para designar las artes visuales
(ilustración, escultura y animación) que sirven para representar objetivamente
y con exactitud la vida del pasado, ya sea un animal, una planta, etc.
Primeras ilustraciones
Aunque el término 'paleoarte' es de reciente uso, el vínculo
entre la paleontología y las artes ha existido desde siempre, ya desde épocas
en la que ni siquiera entender el significado de un fósil era fácil, y menos
aún poder imaginar el aspecto de criaturas que ningún ojo humano había visto
antes.
Las primeras ilustraciones retrataban las huellas, las
plantas, las conchas o los huesos fósiles tal como aparecían en la realidad,
sin precisar información de las partes no encontradas o de los tejidos no
mineralizados, que en tan raras ocasiones fosilizan. Eran tiempos en los que
aún no existía la fotografía y las ilustraciones eran la única herramienta con
la que comunicar con éxito las imágenes de los descubrimientos paleontológicos
a la comunidad científica. Este es el caso del Códice de Madrid I (Codex Madrid
I) de hace más de 500 años de Leonardo da Vinci, en donde el maestro
renacentista representó unas conchas y trazas fósiles.
Ya en los años 1600 y 1700 las ilustraciones de fósiles
aparecen en un gran número de monografías dedicadas al naturalismo, como las
primeras plantas fósiles retratadas en el volumen ‘Lithophylacii Britannici
Ichnographi’ (1699), de Edward Lhwyd y en ‘Herbarium deluvianum’ (1709), de
Johann Jakob Schechzer. Este último es recordado por ser el primer libro dedicado
enteramente al estudio de los vegetales fósiles.
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‘Duria Antiquior’, acuarela de 1830, es la primera representación de una escena de vida prehistórica basada en evidencias fósiles. / Henry de la Beche |
Pero no fue hasta el comienzo del siglo XIX, coincidiendo
con el surgimiento de la paleontología, cuando los fósiles empiezan a ser tan
abundantes que se hace necesaria la representación gráfica de todo ese
conocimiento grabado en piedra. Es precisamente con el nacimiento de los
grandes museos de historia natural y con las primeras exposiciones cuando las
representaciones de la vida del pasado se difunden impresas en formato papel y
sus esculturas conquistan la realidad tridimensional. La acuarela ‘Duria
Antiquior’ (1830), pintada por el geólogo y paleontólogo Henry de la Beche e
inspirada en los descubrimientos de la paleontóloga Mary Anning, es considerada
la primera verdadera obra de arte paleontológica, ya que ilustró por primera
vez una escena faunística en la que animales prehistóricos interactúan entre sí
(en realidad, devoran o son devorados) en un hábitat coherente.
Tan solo unos años después, en 1854, los jardines del
Crystal Palace Park de Londres ostentaron el honor de albergar la primera gran
exposición escultórica de dinosaurios del mundo. A pesar de su inexactitud para
los estándares actuales, los modelos esculpidos por Benjamin Waterhouse Hawkins
con la ayuda de Sir Richard Owen fueron un hito en el avance del paleoarte, ya
que no solo representaron el conocimiento más reciente que se tenía sobre
dinosaurios, sino que también fueron las primeras obras que se comercializaron
como juguetes y postales.
A finales del siglo XIX, el ritmo cada vez mayor de
descubrimientos de dinosaurios trajo consigo un renovado interés en las
reconstrucciones artísticas de los hallazgos. Durante este tiempo destacó
Charles Robert Knight, una de las figuras clave de la paleoilustración.
En el siglo XX, el interés por el paleoarte experimentó una
nueva ‘edad de oro’ con numerosos ilustradores formando sus carreras en torno a
esta disciplina. Destacaron Zdeněk Burian, un prolífico pintor checo con más de
500 dibujos y pinturas de todo tipo de formas de vida prehistóricas; James
Gurney, pintor estadounidense y creador de la serie de libros ilustrados
‘Dinotopia’ y de numerosas obras para revistas y libros; o Mauricio Antón, uno
de los paleoartistas más destacado de Europa, especializado en felinos dientes
de sable.
Los dinosaurios resucitan en la gran pantalla
El cine hace que muchos jóvenes decidan estudiar
paleontología, y que las instituciones inviertan más fondos en este campo.
El vínculo entre la paleontología y las artes visuales ha
existido prácticamente desde siempre. Esta sinergia siguió desempeñando en 1900
un papel fundamental para la difusión de la paleontología. Pero no fue hasta la
llegada del cine como espectáculo a principios del siglo XX cuando asistimos a
una difusión sin precedentes de esta ciencia. Es en este momento cuando los
dinosaurios se convierten en verdaderos iconos de los mundos perdidos, sembrando
un valioso precedente para futuras películas.
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Willis O’Brien, el auténtico padre de los dinosaurios en el cine, animando una maqueta de Triceratops en ‘The Lost World’ (1925). |
El máximo artífice de devolver a la vida a estos animales
fue Willis O’Brien, pionero de los efectos especiales cinematográficos, quien
con ‘The Lost World’ (1925), basada en una novela de Sir Arthur Conan Doyle,
resucitó a los dinosaurios en la gran pantalla mediante la técnica de animación
fotograma a fotograma (o ‘stop-motion’). La acogida de las películas entre el
público fue tal que, tras 1925, innumerables filmes con criaturas prehistóricas
como protagonistas invadieron el mercado y las animaciones de estos animales se
hicieron tan populares que han ido influenciando nuestra imaginación sobre el
pasado a lo largo del tiempo.
Casi un siglo después de estas primeras películas, la prueba
de que la paleontología sigue emocionando a los espectadores y de que el
paleoarte ayuda a este fin la tenemos en los estrenos de sagas de ciencia ficción
como ‘Jurassic Park’ (1993, 1997 y 2001) y ‘Jurassic World’ (2015, 2018 y 2022)
o ‘65’ (2023), la próxima película en traer de nuevo los dinosaurios al cine.
El trabajo del paleoartista consiste en expresar visualmente
lo que documenta la ciencia
Hoy en día las reconstrucciones, ya sean bidimensionales o
tridimensionales, se realizan en colaboración entre paleontólogos y
paleoartistas, quienes proponen una síntesis actualizada de la que pudo ser la
apariencia del fósil. Debido a esto, son muchos los que consideran que el
paleoarte no puede existir fuera del ámbito científico.
De dentro afuera
Para dibujar un animal que nunca ha sido visto, lo ideal es
construir de dentro afuera, como en una disección vista marcha atrás. Es decir,
partir del esqueleto, reconstruir la musculatura y, finalmente, las capas más
externas, como el pelaje o las plumas. Por último, solo queda emplazarlo en su
entorno, gracias a restos de plantas y a su contexto geológico. Esto implica
tener comprensión anatómica de las especies actuales (como plantas,
invertebrados, mamíferos, reptiles y aves, etc.), y también de la técnica
artística (por ejemplo, habilidad en el dibujo) necesaria para realizar una
ilustración clara y de impacto comunicativo. Con este fin, lo más conveniente es
que los paleoilustradores sean al mismo tiempo científicos y artistas.
Dado que la mayoría de los fósiles encontrados son
fragmentos de organismos que vivieron hace miles o millones de años, toda
reconstrucción implica un cierto nivel de especulación. Por ejemplo, la
coloración de la mayoría de los animales extintos se desconoce a partir de la
evidencia fósil. Por lo tanto, para crear una obra de paleoarte riguroso, los
artistas deben decidir cómo llenar estos vacíos, y la manera de hacerlo es
trabajar en colaboración con los especialistas.
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Proceso de reconstrucción de Gazella borbónica, una gacela del Pleistoceno Inferior de Aragón. / Flavia Strani |
Este es el caso de 'Gazella borbonica', una pequeña gacela
que vivió en el área de Teruel hace 2 millones de años. Para crear la obra de
paleoarte a partir de los restos encontrados (en este caso un cráneo muy
completo y piezas del cuerpo), el primer paso es ayudarse de los mismos huesos
de las gacelas actuales para añadir las partes no encontradas, como puede ser
el estuche córneo o las mandíbulas. El siguiente paso es reconstruir los
principales músculos y tendones (porque los huesos tienen marcas que reflejan
donde se anclan) para dar forma al animal y, finalmente, representar los
detalles más superficiales como el pelo o la coloración tomando inspiración de
las gacelas actuales, ya que son imposibles de conocer a partir del material
fósil.
Aragonictis araid, un ejemplo de paleoarte aragonés
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Reconstrucción en vida de Aragonictis araid. / Flavia Strani |
Solo existen unos pocos fósiles encontrados en los
alrededores de Daroca, parte de una mandíbula y algunos dientes sueltos de 12
millones de años de edad de un nuevo mamífero carnívoro desconocido para la
ciencia. Una vez recuperados, la primera etapa fue la investigación por parte
de los paleontólogos. Ellos estudiaron los restos, tomaron medidas, y le dieron
un nombre al animal, 'Aragonictis araid', para su publicación formal en la
revista de referencia ‘Journal of Vertebrate Paleontology’. Una vez terminada
la investigación, el paleoartista tuvo como encargo realizar una ilustración en
vida del animal. A través de ella, el hallazgo llegó a los medios de
comunicación y, finalmente, a la sociedad, promocionando el valor de los
fósiles aragoneses a nivel mundial. El carácter didáctico de la ilustración es
tal, que fue elegida portada del volumen de la revista que incluye esta
publicación científica.
Daniel De Miguel investigador ARAID en el Departamento de
Ciencias de la Tierra (Área de Paleontología) de la Universidad de Zaragoza.
Flavia Strani investigadora Juan de la Cierva en el
Departamento de Ciencias de la Tierra (Área de Paleontología) de Unizar.
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