sábado, 18 de marzo de 2023

Paleoarte, el arte de resucitar el pasado

La representación artística permite imaginar el aspecto de formas de vida extinguidas que ningún ojo humano ha visto nunca.

El primer lobo europeo, (Canis lupus) del yacimiento de Ponte Galeria, en Roma; 

al fondo, un proboscídeo (Palaeoloxodon antiquus) también de la campiña romana 

y  uno de los animales simbólicos del Pleistoceno. / Flavia Strani

A través de sus obras, los paleoartistas nos permiten explorar el pasado y ver lo que de otro modo solo podríamos imaginar. Cada obra creada nos proyecta a lugares inaccesibles, con criaturas fantásticas de todas las formas y tamaños, ofreciendo al observador la rara oportunidad de recrear el anhelo de cualquier paleontólogo y de muchas personas: viajar en el tiempo.

Mundos perdidos

La popularidad social de la que goza la paleontología es sin duda un privilegio del que pocas disciplinas científicas pueden presumir. Esto se debe a que lo que encontramos en el pasado tiene una entidad física, real; mientras que el futuro está armado con la imaginación y contiene un sinfín de especulaciones. También se debe a la idea de que en nuestro planeta han existido ‘mundos perdidos’ con formas de vida muy diferentes a las de hoy. Tal vez por eso la paleontología ha despertado desde siempre un gran interés entre la sociedad, inspirando siglos de expediciones y descubrimientos, y sigue manteniendo a día de hoy la fascinación por las historias que nos remontan al pasado.

Si podemos imaginar el aspecto de un tiranosaurio o el de un neandertal a partir de un simple fósil, es gracias a la suma de los estudios de los paleontólogos y de las reconstrucciones de los artistas que ponen su habilidad al servicio de esta ciencia. Podríamos decir que es una relación en la cual el artista se convierte en los ojos del científico. Esta sinergia entre paleontología y arte se llama paleoarte, y es el término acuñado en 1987 por el ilustrador científico Mark Hallett para designar las artes visuales (ilustración, escultura y animación) que sirven para representar objetivamente y con exactitud la vida del pasado, ya sea un animal, una planta, etc.

Primeras ilustraciones

Aunque el término 'paleoarte' es de reciente uso, el vínculo entre la paleontología y las artes ha existido desde siempre, ya desde épocas en la que ni siquiera entender el significado de un fósil era fácil, y menos aún poder imaginar el aspecto de criaturas que ningún ojo humano había visto antes.

Las primeras ilustraciones retrataban las huellas, las plantas, las conchas o los huesos fósiles tal como aparecían en la realidad, sin precisar información de las partes no encontradas o de los tejidos no mineralizados, que en tan raras ocasiones fosilizan. Eran tiempos en los que aún no existía la fotografía y las ilustraciones eran la única herramienta con la que comunicar con éxito las imágenes de los descubrimientos paleontológicos a la comunidad científica. Este es el caso del Códice de Madrid I (Codex Madrid I) de hace más de 500 años de Leonardo da Vinci, en donde el maestro renacentista representó unas conchas y trazas fósiles.

Ya en los años 1600 y 1700 las ilustraciones de fósiles aparecen en un gran número de monografías dedicadas al naturalismo, como las primeras plantas fósiles retratadas en el volumen ‘Lithophylacii Britannici Ichnographi’ (1699), de Edward Lhwyd y en ‘Herbarium deluvianum’ (1709), de Johann Jakob Schechzer. Este último es recordado por ser el primer libro dedicado enteramente al estudio de los vegetales fósiles.

‘Duria Antiquior’, acuarela de 1830, es la primera representación de una escena
de vida prehistórica basada en evidencias fósiles. / Henry de la Beche
Pero no fue hasta el comienzo del siglo XIX, coincidiendo con el surgimiento de la paleontología, cuando los fósiles empiezan a ser tan abundantes que se hace necesaria la representación gráfica de todo ese conocimiento grabado en piedra. Es precisamente con el nacimiento de los grandes museos de historia natural y con las primeras exposiciones cuando las representaciones de la vida del pasado se difunden impresas en formato papel y sus esculturas conquistan la realidad tridimensional. La acuarela ‘Duria Antiquior’ (1830), pintada por el geólogo y paleontólogo Henry de la Beche e inspirada en los descubrimientos de la paleontóloga Mary Anning, es considerada la primera verdadera obra de arte paleontológica, ya que ilustró por primera vez una escena faunística en la que animales prehistóricos interactúan entre sí (en realidad, devoran o son devorados) en un hábitat coherente.

Tan solo unos años después, en 1854, los jardines del Crystal Palace Park de Londres ostentaron el honor de albergar la primera gran exposición escultórica de dinosaurios del mundo. A pesar de su inexactitud para los estándares actuales, los modelos esculpidos por Benjamin Waterhouse Hawkins con la ayuda de Sir Richard Owen fueron un hito en el avance del paleoarte, ya que no solo representaron el conocimiento más reciente que se tenía sobre dinosaurios, sino que también fueron las primeras obras que se comercializaron como juguetes y postales.

A finales del siglo XIX, el ritmo cada vez mayor de descubrimientos de dinosaurios trajo consigo un renovado interés en las reconstrucciones artísticas de los hallazgos. Durante este tiempo destacó Charles Robert Knight, una de las figuras clave de la paleoilustración.

En el siglo XX, el interés por el paleoarte experimentó una nueva ‘edad de oro’ con numerosos ilustradores formando sus carreras en torno a esta disciplina. Destacaron Zdeněk Burian, un prolífico pintor checo con más de 500 dibujos y pinturas de todo tipo de formas de vida prehistóricas; James Gurney, pintor estadounidense y creador de la serie de libros ilustrados ‘Dinotopia’ y de numerosas obras para revistas y libros; o Mauricio Antón, uno de los paleoartistas más destacado de Europa, especializado en felinos dientes de sable.

Los dinosaurios resucitan en la gran pantalla

El cine hace que muchos jóvenes decidan estudiar paleontología, y que las instituciones inviertan más fondos en este campo.

El vínculo entre la paleontología y las artes visuales ha existido prácticamente desde siempre. Esta sinergia siguió desempeñando en 1900 un papel fundamental para la difusión de la paleontología. Pero no fue hasta la llegada del cine como espectáculo a principios del siglo XX cuando asistimos a una difusión sin precedentes de esta ciencia. Es en este momento cuando los dinosaurios se convierten en verdaderos iconos de los mundos perdidos, sembrando un valioso precedente para futuras películas.

Willis O’Brien, el auténtico padre de los dinosaurios en el cine, animando
una maqueta de Triceratops en ‘The Lost World’ (1925).
El máximo artífice de devolver a la vida a estos animales fue Willis O’Brien, pionero de los efectos especiales cinematográficos, quien con ‘The Lost World’ (1925), basada en una novela de Sir Arthur Conan Doyle, resucitó a los dinosaurios en la gran pantalla mediante la técnica de animación fotograma a fotograma (o ‘stop-motion’). La acogida de las películas entre el público fue tal que, tras 1925, innumerables filmes con criaturas prehistóricas como protagonistas invadieron el mercado y las animaciones de estos animales se hicieron tan populares que han ido influenciando nuestra imaginación sobre el pasado a lo largo del tiempo.

Casi un siglo después de estas primeras películas, la prueba de que la paleontología sigue emocionando a los espectadores y de que el paleoarte ayuda a este fin la tenemos en los estrenos de sagas de ciencia ficción como ‘Jurassic Park’ (1993, 1997 y 2001) y ‘Jurassic World’ (2015, 2018 y 2022) o ‘65’ (2023), la próxima película en traer de nuevo los dinosaurios al cine.

El trabajo del paleoartista consiste en expresar visualmente lo que documenta la ciencia

Hoy en día las reconstrucciones, ya sean bidimensionales o tridimensionales, se realizan en colaboración entre paleontólogos y paleoartistas, quienes proponen una síntesis actualizada de la que pudo ser la apariencia del fósil. Debido a esto, son muchos los que consideran que el paleoarte no puede existir fuera del ámbito científico.

De dentro afuera

Para dibujar un animal que nunca ha sido visto, lo ideal es construir de dentro afuera, como en una disección vista marcha atrás. Es decir, partir del esqueleto, reconstruir la musculatura y, finalmente, las capas más externas, como el pelaje o las plumas. Por último, solo queda emplazarlo en su entorno, gracias a restos de plantas y a su contexto geológico. Esto implica tener comprensión anatómica de las especies actuales (como plantas, invertebrados, mamíferos, reptiles y aves, etc.), y también de la técnica artística (por ejemplo, habilidad en el dibujo) necesaria para realizar una ilustración clara y de impacto comunicativo. Con este fin, lo más conveniente es que los paleoilustradores sean al mismo tiempo científicos y artistas.

Dado que la mayoría de los fósiles encontrados son fragmentos de organismos que vivieron hace miles o millones de años, toda reconstrucción implica un cierto nivel de especulación. Por ejemplo, la coloración de la mayoría de los animales extintos se desconoce a partir de la evidencia fósil. Por lo tanto, para crear una obra de paleoarte riguroso, los artistas deben decidir cómo llenar estos vacíos, y la manera de hacerlo es trabajar en colaboración con los especialistas.

Proceso de reconstrucción de Gazella borbónica, una gacela del Pleistoceno
Inferior de Aragón. / Flavia Strani
Este es el caso de 'Gazella borbonica', una pequeña gacela que vivió en el área de Teruel hace 2 millones de años. Para crear la obra de paleoarte a partir de los restos encontrados (en este caso un cráneo muy completo y piezas del cuerpo), el primer paso es ayudarse de los mismos huesos de las gacelas actuales para añadir las partes no encontradas, como puede ser el estuche córneo o las mandíbulas. El siguiente paso es reconstruir los principales músculos y tendones (porque los huesos tienen marcas que reflejan donde se anclan) para dar forma al animal y, finalmente, representar los detalles más superficiales como el pelo o la coloración tomando inspiración de las gacelas actuales, ya que son imposibles de conocer a partir del material fósil.

Aragonictis araid, un ejemplo de paleoarte aragonés

Reconstrucción en vida de Aragonictis araid. / Flavia Strani
Solo existen unos pocos fósiles encontrados en los alrededores de Daroca, parte de una mandíbula y algunos dientes sueltos de 12 millones de años de edad de un nuevo mamífero carnívoro desconocido para la ciencia. Una vez recuperados, la primera etapa fue la investigación por parte de los paleontólogos. Ellos estudiaron los restos, tomaron medidas, y le dieron un nombre al animal, 'Aragonictis araid', para su publicación formal en la revista de referencia ‘Journal of Vertebrate Paleontology’. Una vez terminada la investigación, el paleoartista tuvo como encargo realizar una ilustración en vida del animal. A través de ella, el hallazgo llegó a los medios de comunicación y, finalmente, a la sociedad, promocionando el valor de los fósiles aragoneses a nivel mundial. El carácter didáctico de la ilustración es tal, que fue elegida portada del volumen de la revista que incluye esta publicación científica.

Daniel De Miguel investigador ARAID en el Departamento de Ciencias de la Tierra (Área de Paleontología) de la Universidad de Zaragoza.

Flavia Strani investigadora Juan de la Cierva en el Departamento de Ciencias de la Tierra (Área de Paleontología) de Unizar.

heraldo.es

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