jueves, 28 de febrero de 2019

Restos fósiles del ancestro de rana más antiguo de Norteamérica

Nuevos fragmentos fósiles hallados en Arizona corresponden a lo que se cree que son las ranas más antiguas que se conocen en América del Norte.   

VIRGINIA TECH.
Los fósiles están formados por varias piezas pequeñas de hueso de la cadera, llamado ilion, de las ranas Chinle, una rana lejana y extinta de las ranas modernas, pero no un ancestro directo de ellas.

Los fragmentos están incrustados en roca y son más pequeños que una uña. Representan los restos más antiguos de un grupo que contiene ranas vivas y sus parientes fósiles más estrechamente relacionados, del Triásico Superior, hace aproximadamente 216 millones de años.

El nombre del fósil deriva de donde se encontraron, la Formación Chinle de Arizona.    

Michelle Stocker, profesora asistente de geociencias en la Virginia Tech College of Science, dice que los fósiles, descubiertos en mayo de 2018, subrayan la importancia de la recolección y el análisis de microfósiles para comprender las especies extintas cuya longitud total es inferior a tres pies.

"Este nuevo hallazgo resalta cuánto queda por aprender sobre el ecosistema del Triásico Tardío y cuánto encontramos cuando nos acercamos un poco más", dijo Stocker. "Estamos familiarizados con los carismáticos arcosaurios de la Formación Chinle, pero sabemos que a partir de otros ecosistemas, deberían constituir un pequeño porcentaje de los animales que vivieron juntos. Con este nuevo enfoque, podemos conocer mucho más de los nuevos descubrimientos".

Procedentes de varios individuos, los huesos de la cadera son largos y huecos, con una cavidad de cadera desplazada en lugar de centrada. Los huesos de las ranas muestran lo pequeñas que eran: solo un poco más de 0,6 centímetros. "La rana Chinle podría caber en el extremo de tu dedo", agregó Stocker en un comunicado.

Stocker y su equipo incluyen investigadores de Virginia Tech, el Parque Nacional del Bosque Petrificado de Arizona y el Museo de Historia Natural de la Universidad de Florida, con los resultados publicados en la revista en línea Biology Letters.

miércoles, 27 de febrero de 2019

Argentina: fósil podría dar pistas de por qué este reptil no se extinguió junto con los dinosaurios

Los esfenodontes o tuátaras (Sphenodon) son un grupo de reptiles que en la actualidad se encuentra representado solo por dos especies –Sphenodon punctatus y Sphenodon guntheri-, los cuales están ubicados únicamente en algunas islas menores de Nueva Zelanda, y cuyo registro fósil más antiguo es de hace más de 200 millones años.

Reconstrucción paleoartística de Patagosphenos watuku
Sebastían Rozadilla 
A diferencia de lo que ocurre en la actualidad, durante la Era Mesozoica (entre hace 250 millones - 65 millones años) en la que los dinosaurios gigantes llegaron a dominar la Tierra, diversas especies de tuátaras podían encontrarse dispersas en la mayor parte de los continentes.

En Sudamérica, los fósiles más recientes de este grupo de reptiles corresponden al Paleoceno (65 - 60 millones), la época inmediatamente posterior a la extinción masiva del Cretácico-Paleógeno que acabó con cerca del 75% de los seres vivientes existentes, entre los que se encontraban, por ejemplo, la mayoría de los dinosaurios.

La nueva investigación 

En febrero del año pasado, un equipo de paleontólogos del CONICET en el Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia” (MACN, CONICET) y la Fundación de Historia Natural Feliz de Azara dirigido por Fernando Novas, encontró en la localidad de Campo Violante (Provincia de Río Negro), restos del esqueleto de una nueva especie de esfedonte, a la que bautizaron Patagosphenos watuku. Tanto la descripción anatómica como los estudios paleohistológicos de los restos del espécimen hallado fueron publicados recientemente en la revista Cretaceous Research.

“Aunque la estructura anatómica de Patagosphenos watuk difiere de la de los esfedontes actuales, desde el punto de vista histológico existen similitudes claves”, explica Adriel Gentil, becario doctoral del el MACN y primer autor del trabajo. “Ambos poseen una corteza ósea relativamente gruesa en comparación con la de otros reptiles, lo cual podría favorecer la adaptación a climas fríos”, añade.

Estrategia para soportar las bajas temperaturas

“Por otra parte, estudios recientes en mamíferos han mostrado una correlación entre el grosor de las paredes de los huesos y la actividad fosforial (cavar), patrón que parece repetirse al menos en los reptiles actuales”, añade el especialista, para finalmente señalar que “el hecho de que los antiguos tuátaras también tuvieran el hábito de vivir en cuevas podría explicar que hayan sobrevivido al invierno nuclear que se desató en nuestro planeta hace 65 millones de años”.

Esto llevaría a los investigadores a concluir que la adaptación de los esfedontes actuales al clima frío, que les permite soportar temperaturas de hasta sólo 5°C, no sería un rasgo que adquirieron a lo largo del proceso evolutivo; sino que ya estaba presente en sus parientes más antiguos.

“Esta capacidad de tolerar las bajas temperaturas diferenciaría a los esfedontes, no sólo de gran parte de los reptiles actuales, sino también de otros grupos que desaparecieron junto con los dinosaurios por no contar con las ventajas adaptativas necesarias como para sobrevivir a las bajas temperaturas que asolaron la Tierra durante aquel evento de extinción masiva”, explica Matías Motta, otro de los autores del trabajo.

Este no es el único descubrimiento importante en paleontología de los últimos meses. Hace solo unas semanas un equipo liderado por Pablo Gallina encontró un dinosaurio con gigantescas espinas en el cuello.

martes, 26 de febrero de 2019

Las plumas fósiles revelan cómo los dinosaurios tomaron vuelo

La evidencia molecular revela cómo las proteínas clave que forman las plumas, se volvieron más ligeras y flexibles con el tiempo.

Las plumas fósiles revelan cómo los dinosaurios tomaron vuelo. Sciencemag.org
Los científicos saben desde hace tiempo que muchos de los primeros dinosaurios, los antepasados ​​de las aves de hoy en día, estaban cubiertos de plumas, probablemente por su calor y para atraer a sus compañeros, pero nadie sabe exactamente cuándo, y cómo, estos dinosaurios con plumas volaron.

Ahora, la evidencia molecular de los fósiles de dinosaurios emplumados revela cómo las proteínas clave que forman las plumas se volvieron más ligeras y flexibles con el tiempo, a medida que los dinosaurios no voladores se convirtieron en voladores, y más tarde, en aves.

Todos los animales terrestres modernos con columna vertebral tienen queratinas, proteínas que componen todo, desde las uñas y el pico hasta las escamas y las plumas. En los humanos y otros mamíferos, las α-queratinas forman los filamentos de diez nanómetros de ancho que forman el cabello, la piel y las uñas. En los cocodrilos, tortugas, lagartos y aves, las β-queratinas forman los filamentos más estrechos y rígidos que forman garras, picos y plumas.

Utilizando los genomas completos de docenas de aves vivas, cocodrilos, tortugas y otros reptiles, los científicos han construido durante la última década un árbol familiar de estos animales basado en cómo sus β-queratinas cambiaron con el tiempo. Entre las revelaciones: las aves modernas han perdido la mayor parte de sus α-queratinas, pero las β-queratinas en sus plumas se han vuelto más flexibles, gracias a la falta de una capa de aminoácidos de glicina y tirosina que hacen que las garras y los picos sean rígidos. Esto sugiere que la transición al vuelo requiere que se realicen ambos cambios.

Ahora, los investigadores han demostrado esto directamente al analizar las queratinas α y β en un puñado de fósiles excepcionalmente conservados de China y Mongolia. Los investigadores, liderados por los paleontólogos Pan Yanhong de la Academia de Ciencias de China en Beijing y Mary Schweitzer de la Universidad Estatal de Carolina del Norte en Raleigh, diseñaron anticuerpos separados para unirse a segmentos de identificación de varias proteínas α y β de queratina conservadas en las plumas fosilizadas de cinco especies que vivieron entre 160 millones y 75 millones de años. Los anticuerpos se marcaron con etiquetas fluorescentes que se iluminan cada vez que se unen a sus objetivos.

Las plumas de Anchiornis, un dinosaurio de plumas de tamaño cuervo que vivió hace 160 millones de años, se encendieron para revelar la β-queratina flexible truncada que se encuentra en las aves modernas, informan los investigadores en las Actas de la Academia Nacional de Ciencias, pero los dinosaurios, que son anteriores a la primera ave reconocida, Archaeopteryx, por diez millones de años, tenían aún más α-queratinas, que en gran parte están ausentes de las plumas de las aves en la actualidad.

Dado que, además de las diferencias estructurales reveladas por el análisis de microscopía electrónica, es probable que las plumas de Anchiornis no fueran adecuadas para el vuelo, dice Schweitzer, pero representan una etapa intermedia en la evolución hacia las plumas de vuelo.

Las plumas fosilizadas de un dinosaurio pequeño que no vuela, de 130 millones de años, llamado Shuvuuia (que no es un antepasado de las aves actuales) revelan que, como las aves modernas, carecía de α-queratinas, pero a diferencia de los Anchiornis, sus plumas aún estaban formadas por las β-queratinas más grandes y rígidas.

"Estamos comenzando a descubrir el patrón de mosaico de la evolución de las plumas", dice Schweitzer, que sugiere que la transición de las plumas al vuelo requiere tanto las mutaciones que eliminaron la mayoría de las α-queratinas como las β-queratinas flexibles truncadas.

"Este tipo de trabajo es el sueño de todo biólogo evolutivo", dice Matthew Greenwold, un biólogo evolutivo de la Universidad de Carolina del Sur en Columbia, que ayudó a construir el anterior árbol genealógico de la β-queratina.

Tomado junto con la evidencia genética moderna, el nuevo hallazgo sugiere que durante la transición al vuelo, el gen de la queratina β se duplicó muchas veces en los genomas de algunos dinosaurios. A medida que los animales evolucionaron, algunas de las copias adicionales se transformaron en la forma truncada que hizo posible el vuelo.

Eso no solo permitió que dinosaurios con plumas como el Archaeopteryx recorriera los cielos hace unos 150 millones de años, sino que también dio origen a todos los cuervos, pinzones, estorninos y águilas que tenemos con nosotros hoy en día.  @mundiario

sábado, 23 de febrero de 2019

Dos estudios cuestionan que un meteorito causase la extinción de los dinosaurios

Una serie de enormes erupciones en la India tuvieron un rol importante en la extinción masiva

Ilustración que muestra Tiranosaurios rex escapando del fuego provocado por 
el impacto  de un meteorito (Elena Duvernay/Stocktrek Images / Getty)
Científicos de las universidades de Princeton y de California en Berkeley (EE.UU.) han encontrado, en dos estudios independientes, evidencias que ponen en duda que la extinción de los dinosaurios se produjese a causa del impacto de un meteorito en el Golfo de México, como se creía hasta ahora.

Ambas investigaciones, que se publican hoy en la revista Science, coinciden en que una serie de grandes erupciones volcánicas en las Traps del Decán, en el centro-oeste de la India, tuvieron lugar poco antes del evento asociado al cataclismo que terminó con dos tercios de las especies vivas que habitaban la Tierra hace 66 millones de años.

La extinción masiva del Cretácico-Paleógeno fue causada por varios factores

Ilustración que muestra los últimos días de los dinosaurios durante 
el período del Cretácico. Stocktrek Images / Getty
La actividad volcánica podría haber comenzado unos 50.000 años antes del choque del asteroide o cometa gigante que provocó el cráter Chicxulub en la actual península de Yucatán, y los flujos de lava continuaron durante miles de años después. La proximidad en el tiempo de estos dos episodios significa, desde el punto de vista geológico, que fueron incidentes simultáneos. Sobre la base de una datación más precisa de los acontecimientos, los investigadores concluyen que las enormes erupciones de los volcanes indios tuvieron también un impacto significativo en la extinción masiva de especies. Ahora falta determinar en qué medida contribuyó cada factor.

Las zonas rojas muestran concentraciones elevadas de CO2 en la atmósfera. 
NASA
La clave para mejorar la comprensión sobre la desaparición de los dinosaurios, uno de los eventos más estudiados de la historia del planeta, es entender la cronología de los eventos asociados a la hecatombe. Si la mayor parte de los océanos de lava de los Traps del Decán hubieran emergido a la superficie terrestre antes del impacto del meteorito, los gases emitidos durante las erupciones podrían haber sido la causa del calentamiento global en los últimos 400.000 años del Cretácico.

Durante este período de calentamiento, los seres vivos habrían evolucionado adaptándose al efecto invernadero. Sin embargo, las vastas cantidades de magma y gases liberados por los volcanes colapsaron la atmósfera, bloqueando la luz del sol y enfriando el clima. La falta de luz y calor solar habría sido un shock al que la mayoría de las especies no sobrevivieron. Según esta hipótesis, defendida por Blair Schoene, profesor de Geociencias en Princeton, no habría correlación entre el impacto del meteorito en el Mar del Caribe y la extinción de los dinosaurios. 

El estudio liderado por Courtney Sprain, exestudiante de doctorado en Berkeley e investigadora postdoctoral en la Universidad de Liverpool, pone menos énfasis en el poder desencadenante de la actividad volcánica, pero concuerda en el análisis de los efectos ambientales de las erupciones.

Hay otro punto en el que coinciden ambos equipos científicos: estudiar las causas de las extinciones masivas en la historia de la vida en la Tierra es relevante para entender, difundir y prevenir las consecuencias del cambio climático actual, impulsado únicamente por la acción humana.

Comprender los eventos del pasado sirve para prevenir el cambio climático actual, según los científicos


viernes, 22 de febrero de 2019

Nueva especie de diminuto tiranosaurio presagio del 'T. Rex'

Un dinosaurio diminuto recién descubierto, relacionado con el 'rey tirano' de los dinosaurios, revela información crucial sobre cuándo y cómo llegó el 'T. Rex' a gobernar su hábitat norteamericano.   

Moros intrepidus. Credit: Jorge Gonzalez
Se trata de 'Moros intrepidus', un pequeño tiranosaurio que vivió hace aproximadamente 96 millones de años en el exuberante entorno deltaico de lo que hoy es Utah (Estados Unidos) durante el periodo Cretácico.

Este tiranosaurio, cuyo nombre significa "presagio de la fatalidad", es la especie de tiranosaurio cretácico más antigua que se haya descubierto en América del Norte, reduciendo una brecha de 70 millones de años en el registro fósil de 'dinosaurios tiranos' en el continente.

"Con una combinación de fuerzas de mordida y masticación letales, visión estereoscópica, tasas de crecimiento rápidas y tamaño colosal, los dinosaurios tiranos reinaron sin oposición durante 15 millones de años antes de la extinción del Cretácico final, pero no siempre fue así", explica la investigadora Lindsay Zanno, paleontóloga de la Universidad Estatal de Carolina del Norte (Estados Unidos) y jefa de paleontología del Museo de Ciencias de Carolina del Norte.

"Al principio de su evolución, los tiranosaurios cazaban en las sombras de linajes arcaicos como los alosaurios, que ya estaban establecidos en la parte superior de la cadena alimentaria", tal y como señala en un comunicado la también autora principal de un artículo que describe la investigación.


Se han encontrado tiranosaurios primitivos de tamaño mediano en América del Norte que datan del Jurásico (hace unos 150 millones de años). Por el Cretácico, hace unos 81 millones de años, los tiranosaurios norteamericanos se habían convertido en los enormes e icónicos depredadores que conocemos y admiramos. El registro fósil entre estos periodos de tiempo ha sido una pizarra en blanco, lo que ha impedido a los científicos juntar la historia detrás del ascenso de los tiranosaurios en América del Norte.

"Los paleontólogos han estudiado durante mucho tiempo cuándo y con qué rapidez los tiranosaurios pasaron de flor de pared a rey de la fiesta de graduación --dice Zanno--. La única forma de atacar este problema era salir y encontrar más datos sobre estos animales raros".

Eso es exactamente lo que hicieron Zanno y su equipo. Una década dedicada a la caza de restos de dinosaurios en las rocas depositadas en los albores del Cretácico Superior finalmente produjo dientes y una extremidad trasera del nuevo tiranosaurio. De hecho, los huesos de la parte inferior de la pata de Moros se descubrieron en la misma zona donde Zanno había encontrado previamente 'Siats meekerorum', un gigante 'carcharodontosaurus' carnívoro que vivió durante el mismo periodo.

UNOS 15 MILLONES DE AÑOS PARA LLEGAR AL PODER   

Moros es pequeño en comparación: solo mide tres o cuatro pies de altura hasta la cadera, aproximadamente del tamaño de un ciervo mulo moderno. Zanno estima que el Moros tenían más de siete años cuando murió, y que casi había crecido; pero el tamaño no lo es todo. "Moros era ligero y excepcionalmente rápido --detalla Zanno--. Estas adaptaciones, junto con las capacidades sensoriales avanzadas, son la marca de un depredador formidable. Podría haberse agotado fácilmente, evitando la confrontación con los principales depredadores de la época".   

"Aunque los tiranosaurios cretáceos más tempranos eran pequeños, sus especializaciones depredadoras significaban que estaban preparados para aprovechar las nuevas oportunidades cuando se calentaran las temperaturas, el nivel del mar aumentara y se redujeran los rangos de los ecosistemas a principios del Cretácico Tardío --dice Zanno--. Ahora sabemos que les tomó menos de 15 millones de años llegar al poder”.

Los huesos de Moros también revelaron el origen del linaje de 'T. Rex' en el continente norteamericano. Cuando los científicos colocaron a Moros dentro del árbol genealógico de los tiranosaurios, descubrieron que sus parientes más cercanos eran de Asia. "T. Rex' y sus famosos contemporáneos, como 'Triceratops', pueden estar entre nuestros iconos culturales más admirados, pero debemos su existencia a sus intrépidos ancestros que emigraron desde Asia al menos 30 millones de años antes -- dice Zanno--. Moros señala el establecimiento de los icónicos ecosistemas del Cretácico Tardío de América del Norte".   

La investigación aparece en 'Communications Biology', y fue financiada en parte por la Asociación de Historia Natural de Tierra de Cañones, en Utah, Estados Unidos. El profesor Terry Gates, la investigadora postdoctoral Aurore Canoville y el estudiante graduado Haviv Avrahami, de la Universidad Estatal de Carolina del Norte, así como Peter Makovicky y Ryan Tucker, del Museo Field de la Universidad de Stellenbosch, contribuyeron al trabajo.

Aves y reptiles compartían nidos hace 70 millones de años

Cáscaras de huevos fosilizadas, desenterradas en el oeste de Rumania, representan el sitio de nido conocido más antiguo compartido por múltiples animales.    

GARETH DYKE.
Las cáscaras, algunas completas y otras divididas en miles de piezas, están densamente comprimidas y atrapadas en una piedra de barro que formaba parte de los restos de una colonia de cría de aves, probablemente con cientos de nidos separados. 

Ahora expuestas en las colecciones de la Sociedad de Museos de Transilvania en Cluj Napoca, Rumania, las muestras datan del período Cretácico tardío (hace aproximadamente 70 millones de años) y fueron descubiertas cerca de la ciudad de Sebe, en Transilvania, por el paleontólogo local Mátyás Vremir hace unos nueve años.

Dirigidos por el Centro Regional Universitario Bariloche en Argentina, los científicos examinaron sofisticadas imágenes de microscopio electrónico del material fosilizado único del sitio. Establecieron que contiene cuatro tipos diferentes de cáscara de huevo, lo que indica que cuatro tipos de animales compartían el mismo sitio de anidación; aves extintas dentro de un grupo conocido como enantiornithes, aves de clasificación indeterminada, lagartos parecidos a geckos y predecesores más pequeños de los cocodrilos de hoy.

Un autor del estudio, Christian Laurent, del Grupo de Aerodinámica y Mecánica de vuelo de la Universidad de Southampton, comenta en un comunicado: "Sabemos muy poco sobre el comportamiento de los padres de las aves mesozicas, sabemos que tenían nidos, huevos y crías que eran relativamente maduros y capaces de moverse después de la eclosión, pero la evidencia es escasa más allá de esto. Esta investigación sugiere que toleraron compartir sus nidos, no solo junto con otras aves, sino también con reptiles.

El equipo ha publicado sus conclusiones en la revista Scientific Reports.   

Su artículo especula que un área de llanura creada por inundaciones estacionales ofreció a los enantiornithes seguridad frente a los depredadores. También se cree que los entornos de los nidos brindaron refugio a los reptiles más pequeños que se beneficiaron de la seguridad de las aves que custodiaban sus propios nidos. Los investigadores sugieren que los animales tipo lagarto y cocodrilo no fueron percibidos como una amenaza para los huevos y polluelos de las aves, posiblemente porque eran mucho más pequeños que los pájaros adultos y, por lo tanto, no eran una amenaza depredadora para ellos o para sus crías. Hasta la fecha, este es el ejemplo más antiguo de este tipo de estrategia ecológica. 

Christian Laurent agrega: "La evidencia que respalda nuestra teoría todavía se puede ver en Argentina, donde los lagartos (Salvator merianae) cohabitan y ponen huevos dentro de los nidos del cocodrilo caimán, seguros de que la hembra no se alimenta durante la incubación de sus huevos y no representa una amenaza para los lagartos en cría".


¿Cuál es el dinosaurio más grande del mundo?

Definir quién se lleva el título del dinosaurio más colosal no es tarea fácil. ¿Por qué?

Los paleontólogos rara vez descubren un esqueleto completo. Es algo bastante complicado; lo más probable es que hallen fragmentos de hueso y luego intenten estimar un perfil de altura y peso. Para complicarlo más aún, existen tres categorías para definir el dinosaurio más grande registrado: el más pesado, el más largo y el más alto. 

El dinosaurio más pesado 

Comenzando con el peso, el ganador de la medalla de oro es probablemente el Argentinosaurus. Este titanosaurio supermasivo, herbívoro de cuello largo y cola larga vivió hace unos 100 millones - 93 millones de años, durante el período Cretácico, en el Cenomaniense, en lo que actualmente es Argentina. 

Pero las estimaciones del peso de Argentinosaurus varían ampliamente: la bestia pesaba 77 toneladas, según el Museo de Historia Natural de Londres; hasta 90 toneladas, según el Museo Americano de Historia Natural de la Ciudad de Nueva York; y 110 toneladas, según BBC Earth.

No es de extrañar que las cifras bailen tanto y es que solo conocemos al Argentinosaurus a partir de 13 huesos: seis vértebras medianas, cinco vértebras fragmentadas de cadera, una tibia y un fragmento de costilla.

Otro contendiente es el Patagotitan mayorum, un titanosaurio que pesaba la friolera de 69 toneladas cuando vivía hace unos 100 millones de años en lo que hoy es Argentina. Sin embargo, este peso se calculó basándose en seis individuos en total, en lugar de solo un dinosaurio. El Patagotitan medía 40 metros de largo y 20 de alto y sus restos fueron hallados en Chubut. 

El dinosaurio más largo
  
Este honor puede recaer probablemente en el Diplodocus o en el Mamenchisaurus, que se pueden describir como dinosaurios saurópodos delgados y alargados. En este caso, ambos se conocen a partir de esqueletos razonablemente completos, y ambos tendrían aproximadamente 35 metros de largo.

En contraste, los titanosaurios eran más cortos. Por ejemplo, Dreadnoughtus schrani tenía "solo" 26 metros de largo.

Sin embargo, volvemos al problema de los fósiles encontrados. Algunos dinosaurios de los que se afirma son los más largos apenas se cuentan con restos; por ejemplo, se considera un dinosaurio muy largo el Sauroposeidon proteles pero solo se han encontrado cuatro vértebras del cuello. Es lo mismo que ocurre con Amphicoelias, un saurópodo conocido solo por un esbozo de una única vértebra en un cuaderno del paleontólogo del siglo XIX Edward Cope. Este saurópodo, precisamente, suele citarse como el dinosaurio más largo, alto y pesado que ha caminado sobre la faz de la Tierra. 

El dinosaurio más alto 

En cuanto al dinosaurio más alto, el ganador es probablemente Giraffatitan brancai un dinosaurio saurópodo de 12 metros de altura que vivió en el Jurásico tardío hace unos 150 millones de años en lo que hoy es Tanzania. En cuanto a la altura real de ese dinosaurio, quién sabe. La clave está en encontrar un fósil completo, algo que, como ya hemos visto, es muy difícil de localizar.

Un pequeño plesiosaurio vivió en Castellón hace 125 millones de años

La mayor colección de restos de estos reptiles marinos en España

Los leptocléididos, cuyos restos se han encontrado por primera vez en la 
península ibérica, eran plesiosaurios más pequeños y de cuello más corto que 
vivían en aguas poco profundas. / José Antonio Peñas
Los plesiosaurios, erróneamente considerados dinosaurios, habitaron todos los mares hace entre 200 millones y 65 millones de años. En la Península, solo se habían encontrado hasta el momento escasos restos de estos cuellilargos reptiles marinos. Ahora un grupo de paleontólogos ha hallado la colección más abundante de fósiles en Morella, Castellón. Entre ellos, destaca una vértebra que pertenecía a un tipo de plesiosaurio nunca antes descubierto en nuestro país, el leptocléidido.

Durante el Cretácico Inferior, hace unos 125 millones de años, la península ibérica era muy diferente a como la conocemos ahora. Tanto, que en lo que hoy es la localidad de Morella en Castellón, por ejemplo, se había desarrollado un gran delta junto a la costa. 
Hasta ahora se creía que los leptocleididos solo habían habitado en Inglaterra, Australia y Sudáfrica 
En esas aguas poco profundas vivió un grupo de reptiles marinos conocidos como plesiosaurios, de cabeza pequeña, cuello largo, cola corta y cuerpo ancho y cilíndrico con grandes aletas. Aunque convivieron con los dinosaurios y se extinguieron a la vez, estos reptiles, que pudieron superar los 15 metros de longitud, no estuvieron cercanamente emparentados con los dinosaurios.

En la Península, los hallazgos de fósiles de estos animales han sido más bien escasos, limitados y fragmentarios. Prueba de ello es una pelvis parcial recientemente identificada en la localidad de Algora, en Guadalajara, que perteneció a un elasmosaurio, un tipo de plesiosaurio de cuello tan largo que hace un siglo y medio, cuando se descubrió la especie en EE UU, se pensó que era la cola.

En un nuevo estudio, publicado en la revista Cretaceous Research, un grupo de paleontólogos de la UNED ha descubierto ahora en la cantera del Mas de la Parreta en Morella una abundante y exclusiva colección de restos de varios individuos de plesiosaurios que convivieron con los dinosaurios.

“El material de plesiosaurios identificado en Morella resulta excepcional para el registro del Cretácico ibérico”, declara a Sinc Adán Pérez-García, científico en el Grupo de Biología Evolutiva y coautor del trabajo.

La veintena de dientes y el gran número de vértebras (cervicales, pectorales, dorsales y sacras) encontrados no pueden asignarse a un grupo de plesiosaurios concreto. Sin embargo, destaca una vértebra cervical casi completa que sí puede atribuirse a un leptocléidido, un tipo más pequeño de estos reptiles marinos y que hasta ahora se creía que solo había habitado en Inglaterra, Australia y Sudáfrica.

Los desconocidos leptocléididos

“Se trata de la primera referencia de estos animales en la península ibérica”, indica el paleontólogo. Estos animales corresponden a un grupo de plesiosaurios muy peculiares, de no más de tres metros de longitud, y que contrariamente a los otros plesiosaurios, tenían un cuello relativamente más corto. 
Los leptocléididos no medían más de tres metros de longitud, y que contrariamente a los otros plesiosaurios, tenían un cuello relativamente más corto 
“Sus cuerpos eran robustos y sus cabezas de relativo gran tamaño y triangulares, y pudieron adaptarse desde la vida en mar abierto a aquella en ambientes costeros, como el gran delta situado en Morella durante esa parte del Cretácico Inferior”, detalla el investigador.

A diferencia de otras especies de plesiosaurios, los leptocléididos vivían en aguas generalmente poco profundas, y se cree que incluso pudieron adaptarse a ambientes de agua salobre, como las desembocaduras de grandes ríos muy cercanos a la costa.

Diferencias de tamaños entre los reptiles marinos del Cretácico. 
José Antonio Peñas
A lo largo de los años, los científicos han descubierto en el yacimiento de la cantera una gran diversidad de vertebrados, incluyendo algunos que pudieron habitar en el delta de Morella, así como otros cuyos cadáveres fueron arrastrados y acumulados en la actual explotación minera.

Junto a los plesiosaurios han aparecido tiburones, anfibios, otros reptiles, incluyendo pterosaurios –reptiles voladores–, tortugas terrestres, de agua dulce y marinas, cocodrilos de agua dulce y marinos, y dinosaurios.

“La fauna de vertebrados del Cretácico Inferior de Morella es muy bien conocida. De allí proceden algunos de los primeros restos de dinosaurios identificados en el registro español en la segunda mitad del siglo XIX”, apunta a Sinc Pérez-García, quien señala que la actividad paleontológica en Morella se ha incrementado notablemente en los últimos años.

Referencia bibliográfica:

Quesada, Juan M.; Pérez-García, Adán; Gasulla, José Miguel; Ortega, Francisco. “Plesiosauria remains from the Barremian of Morella (Castellon, Spain) and first identification of Leptocleididae in the Iberian” Cretaceous Research 94: 8-24 DOI: 10.1016/j.cretres.2018.10.010 febrero de 2019

Un nuevo marsupial vivió en el Ártico con los dinosaurios

Una especie de marsupial previamente desconocida vivió en el Ártico de Alaska durante la era de los dinosaurios, agregando un vívido nuevo detalle a un complejo paisaje antiguo.

Imagen de James Havens.
Este retrato del paisaje y los animales del norte de Alaska hace aproximadamente 
70 millones de años muestra a un pequeño mamífero. La criatura, aunque no 
necesariamente Unnuakomys hutchisoni, ilustra la conclusión de los científicos 
de que los mamíferos vivían entre los dinosaurios.
El animal del tamaño de un dedo pulgar, llamado Unnuakomys hutchisoni, vivió en el Ártico hace unos 69 millones de años durante el Período Cretácico tardío. Su descubrimiento, dirigido por científicos de la Universidad de Colorado y la Universidad de Alaska Fairbanks, se describe en un artículo publicado en el Journal of Systematic Paleontology.

El descubrimiento se suma a la imagen de un entorno que, según los científicos, fue sorprendentemente diverso. El diminuto animal, que es el marsupial más septentrional jamás descubierto, vivía entre una variedad única de dinosaurios, plantas y otros animales.

La vertiente norte de Alaska, que se encontraba a unos 80 grados de latitud norte cuando U. hutchisoni vivía allí, se pensaba que era un ambiente estéril durante el Cretácico tardío. Esa percepción ha cambiado gradualmente desde que se descubrieron los dinosaurios a lo largo del río Colville en la década de 1980, con nuevas pruebas que muestran que la región fue el hogar de una colección diversa de especies únicas que no existían en ningún otro lugar.

Encontrar una nueva especie de marsupial en el extremo norte agrega una nueva capa a esa visión en evolución, dijo Patrick Druckenmiller, director del Museo de la Universidad de Alaska del Norte.

"El norte de Alaska no solo estaba habitado por una amplia variedad de dinosaurios, sino que, de hecho, descubrimos que también había nuevas especies de mamíferos que ayudaron a completar la ecología", dijo en un comunicado Druckenmiller, quien ha estudiado dinosaurios en la región por más de una década. "Con cada nueva especie, pintamos una nueva imagen de este antiguo paisaje polar".

Los marsupiales son un tipo de mamífero que lleva descendientes subdesarrollados en una bolsa. Los canguros y los koalas son los marsupiales modernos más conocidos. Los familiares antiguos eran mucho más pequeños durante el Cretácico tardío, dijo Druckenmiller. Unnuakomys hutchisoni era probablemente más como una pequeña zarigüeya, alimentándose de insectos y plantas mientras sobrevivía en la oscuridad hasta durante cuatro meses cada invierno.

El equipo de investigación identificó el nuevo marsupial mediante un proceso minucioso. Con la ayuda de numerosos estudiantes graduados y no graduados, recolectaron, lavaron y examinaron sedimentos de ríos antiguos recolectados en la vertiente norte y luego los inspeccionaron cuidadosamente con un microscopio. Durante muchos años, fueron capaces de localizar numerosos dientes fosilizados aproximadamente del tamaño de un grano de arena.

Los dientes de los mamíferos tienen cúspides únicas que difieren de una especie a otra, lo que las hace un poco como huellas dactilares para organismos muertos hace mucho tiempo, dijo Jaelyn Eberle, el autor principal del estudio.    

El nombre Unnuakomys hutchisoni combina la palabra Iñupiaq para "noche" y la palabra griega "mys" para ratón, una referencia a los inviernos oscuros que soportó el animal y un homenaje a J. Howard Hutchison, un paleontólogo que descubrió el sitio rico en fósiles, donde finalmente se encontraron sus dientes.

miércoles, 20 de febrero de 2019

Trelew celebra los dos años de instalación de la réplica del dinosaurio más grande del mundo

Será entre el sábado 23 y el domingo 24 de febrero. Habrá charlas científicas y proyección de videos en el Centro Astronómico y el Museo Paleontológico, Egidio Feruglio. También se lanzará un concurso fotográfico.

La Municipalidad de Trelew, a través de la dirección de Turismo, celebrará este fin de semana con varias actividades el segundo aniversario de la instalación, en el acceso norte de la ciudad, de la réplica del Patagotitan Mayorum, el dinosaurio más grande del mundo, descubierto por científicos del Museo Paleontológico Egidio Feruglio, en el año 2014.

El hallazgo se produjo en el campo la Flecha, perteneciente a la familia Mayo, al sur del río Chubut, zona cercana a la localidad de Las Plumas, a unos 260 kilómetros hacia el sudoeste de Trelew.

Luego de ello la Municipalidad de Trelew en conjunto con el Museo Paleontológico Egidio Feruglio, avanzó en la instalación de una réplica en las cercanías del control caminero de la zona norte de la ciudad, por la Ruta Nacional N°3, camino a Puerto Madryn, transformándose rápidamente en un ícono de la ciudad y uno de sus principales atractivos turísticos.

Es por eso que el próximo fin de semana se realizarán varias actividades para conmemorar el segundo aniversario de instalación de la réplica, que se cumple el domingo 24 de febrero.

El sábado a las 20 en el  Centro Astronómico Municipal, el Paleontólogo investigador del CONICET, Diego Pol, miembro del equipo científico que hizo el descubrimiento del saurópodo, brindará una charla sobre la extinción de los dinosaurios, en base a la teoría de volcanes y meteoritos, que se complementará con la proyección de un video en el domo.

La directora de Turismo de la Municipalidad de Trelew, Mónica Montes Roberts, celebró la posibilidad de aunar con esta actividad, “dos de los productos turísticos más importantes de la ciudad como son la paleontología orientada a los dinosaurios y el domo del Centro Astronómico, inaugurado por la gestión del intendente Adrián Maderna”.

“Sin duda el dinosaurio se ha convertido en el emblema turístico de la ciudad de Trelew, la foto que no puede faltar para cada una de las personas que nos visitan, como lo vemos recurrentemente cada vez que nos acercamos hasta el predio”, indicó Roberts.

El domingo 24 de febrero a la 17 en el auditorio del Museo Paleontológico Egidio Feruglio se proyectará con entrada gratuita el documental “Walking Giants” elaborado por la BBC y presentado por David Attenborough, con subtítulos en español, que relata el hallazgo del Patagotitan Mayorum.

Ese mismo día se realizará el lanzamiento del Concurso fotográfico “Atardecer junto al titán”, en el que podrán participar aficionados y profesionales de la fotografía. Las bases del concurso podrán visualizarse en el sitio de Facebook  “Trelew Turístico”. Los participantes tendrán diez días desde el próximo domingo 24 de febrero para acercar sus trabajos.

El jurado estará conformado por reconocidos fotógrafos de la zona y las tres obras seleccionadas como ganadoras pasarán a formar parte de la muestra itinerante que la Municipalidad de Trelew exhibe, durante todo el año, en distintos destinos turísticos del país.

El impactante fósil de plesiosaurio que entusiasma a los científicos

El descubrimiento de este fósil se perfila a ser el más importante de esta especie en Sudamérica. Este hallazgo promete dar nuevas pistas a los científicos.


Tras una ardua tarea de excavación en el lago de El Calafate, Argentina, donde en 2009 fueron encontrados los restos de un extraño plesiosaurio, el Museo Argentino de Ciencias Naturales de Buenos Aires culminó ahora un intenso proceso de estudio que ha incluido la reconstrucción de las piezas para poder ser exhibidas.

El dinosaurio, cuyo esqueleto era similar a una tortuga marina y habitaba los mares de la época de la era Mesozoica,  tenía patas transformadas en aletas o paletas, que les permitían desplazarse en el medio acuático. Además, tenía un cuello largo, terminado en una cabeza pequeña armada con dientes puntiagudos.

Según detalló a EFE el doctor Fernando Navas, paleontólogo e investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) de Argentina, “estos seres eran ictiófagos, es decir, se alimentaban de peces. Tenían la cola pequeña y el cuerpo muy ancho y achatado, como una tortuga pero sin caparazón.”

Los restos de plesiosaurios son abundantes en Europa, EE.UU. y Norteamérica. En Sudamérica y en la Patagonia son más escasos, por lo que este descubrimiento “tiene mucha importancia al ser la primera vez que hallan un esqueleto tan completo, articulado y muy informativo desde el punto de vista anatómico, que permite comprender aspectos antes desconocidos de la morfología y evolución de los plesiosaurios en el hemisferio sur”, aseguró Navas.

Desde que los materiales llegaron al museo, pasaron nueve años para que pudiesen extraerlo de la roca del Lago Argentino, en la provincia de Santa Cruz, por ser tan dura como el granito. Tuvieron que utilizar distintos tipos de herramientas para poder “devastarla y romperla de diversas formas hasta llegar a los huesos, pero los fósiles son muy frágiles, hubo que trabajar con herramientas de mayor precisión, como martillos de punta fina para limpiar la roca y liberar el hueso sin que se dañara”, detalló el paleontólogo.

El grupo de expertos pudo realizar una reconstrucción del esqueleto para poder colgarlo del techo de la sala de paleontología del Museo Argentino de Ciencias Naturales. En base a lo que se conoce de sus parientes más próximos, algunos de ellos descubiertos en Argentina, los técnicos pudieron calcular el número de vértebras: unas 55.

El ejemplar -aún sin nombre y apellido- mide alrededor de ocho metros de largo y de punta a punta de las aletas delanteras tenía más de cuatro metros de ancho, medidas similares a las de una ballena. Los plesiosaurios no tienen parentescos directos, con excepción de las tortugas. “Ahora el desafío es la publicación científica. Tras la presentación, falta la descripción, y al ser un esqueleto bastante bien conservado y en gran medida articulado tenemos suficiente información del tórax y lo podremos comparar con miembros de esta familia de reptiles u otros animales vivientes, como lagartos, por ejemplo”, afirmó Navas.

A la espera de ser bautizado, en los próximos meses se definirá el nombre en honor a algún paleontólogo de Argentina como Florentino Ameghino -el padre de la paleontología de vertebrados de ese país.

martes, 19 de febrero de 2019

Encuentran fósiles de arañas de hace 110 millones de años con los ojos aún encendidos

Paleontólogos encontraron recientemente en la Formación Jinju (Corea del Sur) arañas fosilizadas cuyos ojos aún brillaban.

PAUL SELDEN / University of Kansas Office of Research
"Debido a que estas arañas se conservaron en extrañas manchas plateadas en la roca oscura, fue inmediatamente obvio ver que sus ojos eran bastante grandes", señaló este martes Paul Selden, miembro del equipo, agregando que se trata del tapete, una estructura reflectante en un ojo, que devuelve la luz desde la parte posterior del ojo a través de la retina, lo que mejora la visión nocturna de los animales.

Estos arácnidos, de unos 2,5 centímetros de ancho, que vivían en nuestro planeta hace unos 110 millones de años, utilizaron sus luceros reflectivos para la caza nocturna. De acuerdo con el estudio, publicado el pasado 28 de enero en la revista Journal of Systematic Paleontology, es la primera vez que un tapete fue encontrado en un fósil.

"Situación muy especial"

Además, los fósiles de arañas son muy raros, ya que las criaturas de cuerpo blando, como los insectos, se descomponen muy rápidamente, por lo que no se fosilizan en roca como huesos y dientes de animales.

"Normalmente, flotaban. Pero en este caso, se hundieron, y eso los mantenía alejados de las bacterias en descomposición", explicó el investigador.

Asimismo, resultó que las rocas, donde los fósiles de arañas fueron encontrados, estaban cubiertas con restos de pequeños crustáceos y peces, lo que sugiere que una floración de algas podría haber atrapado a los fósiles, causando su hundimiento.

El hallazgo en piedra de los insectos, que tienden a aparecer en ámbares antiguos, ayudó a los científicos a describir por primera vez la característica anatómica de una araña fosilizada. Además, la forma de canoa de las estructuras de los ojos ayudará a los investigadores a ubicar a las arañas en el árbol evolutivo.

La diversidad de vertebrados terrestres es como tras los dinosaurios

La rica biodiversidad entre los vertebrados terrestres ha sido similar durante, al menos, los últimos 60 millones de años, desde poco después de la extinción de los dinosaurios.   

UNIVERSIDAD DE BIRMINGHAM
Según un nuevo estudio internacional dirigido desde la Universidad de Birmingham, el número de especies dentro de las comunidades ecológicas en la tierra ha aumentado solo esporádicamente a través del tiempo geológico, con un rápido incremento de la diversidad seguido por mesetas que duran decenas de millones de años.

Anteriormente, muchos científicos han argumentado que la diversidad aumentaba constantemente a lo largo del tiempo geológico, lo que significaría que la biodiversidad actual es mucho mayor que hace decenas de millones de años. Pero construir una imagen precisa de cómo se ensambla la diversidad de la tierra es un desafío porque el registro fósil generalmente se vuelve menos completo más atrás en el tiempo. Al utilizar técnicas de computación modernas, capaces de analizar cientos de miles de fósiles, comienzan a surgir patrones que desafían esta visión.

Científicos de la Escuela de Geografía, Ciencias de la Tierra y del Medio Ambiente de la Universidad de Birmingham y otras instituciones en Reino Unido, Estados Unidos y Australia, pudieron estudiar los datos fósiles recopilados por los paleontólogos en los últimos 200 años en alrededor de 30.000 sitios fósiles diferentes en todo el mundo. El equipo se centró en datos de vertebrados terrestres que datan de la primera aparición de este grupo hace casi 400 millones de años.

Encontraron que el número promedio de especies dentro de las comunidades ecológicas de vertebrados terrestres no ha aumentado durante decenas de millones de años. Sus resultados, publicados en 'Nature Ecology & Evolution', sugieren que las interacciones entre las especies, incluida la competencia por la comida y el espacio, limitarán el número total de especies que pueden coexistir.

El investigador principal, el doctor Roger Close, dice en un comunicado que "los científicos a menudo piensan que la diversidad de especies ha aumentado sin control durante millones de años, y que la diversidad es mucho mayor hoy que en el pasado lejano". "Nuestra investigación muestra que el número de especies dentro de las comunidades terrestres está limitado durante largos periodos de tiempo, lo que contradice los resultados de muchos experimentos en comunidades ecológicas modernas; ahora debemos entender por qué”, añade.

LIMITACIÓN DEL AUMENTO DE ESPECIES POR LOS RECURSOS FINITOS
   
Una razón por la cual la diversidad dentro de las comunidades ecológicas no aumenta sin control en escalas de tiempo largas podría deberse a que los recursos utilizados por las especies, como los alimentos y el espacio, son finitos. La competencia por estos recursos puede evitar que nuevas especies invadan los ecosistemas y conducir a un equilibrio entre las tasas de especiación y extinción.

Sin embargo, después de los orígenes de grandes grupos de animales o de alteraciones ecológicas a gran escala, como las extinciones masivas, los incrementos en la diversidad pueden ocurrir de manera abrupta, en escalas de tiempo geológicas, si no humanas, y luego van seguidos de largos periodos en los que no se producen aumentos.

Y agrega: "Contrariamente a lo que podría esperarse, el mayor aumento en la diversidad dentro de las comunidades de vertebrados terrestres se produjo después de la extinción masiva que destruyó a los dinosaurios, hace 66 millones de años, al final del periodo Cretácico. Dentro de unos pocos millones de años, la diversidad local había aumentado a dos o tres veces la de los niveles previos a la extinción, impulsada principalmente por el espectacular éxito de los mamíferos modernos".

El profesor Richard Butler, que también formó parte del equipo de investigación, apunta que este "trabajo proporciona un ejemplo del poder combinado del registro fósil y los enfoques estadísticos modernos para responder a las principales preguntas sobre los orígenes de la biodiversidad moderna. "Al comprender cómo ha cambiado la biodiversidad en el pasado, podremos entender mejor el posible impacto a largo plazo de la actual crisis de la biodiversidad", concluye.