Nuestro paisano y amigo, José Luis Roscales forma parte del equipo investigador que ya se encuentra en la Antártida para analizar los mecanismos de llegada y acumulación de estos nocivos contaminantes a partir de muestras tomadas en la isla Concepción.
El trabajo estudiará el papel de la nieve y los pingüinos en
el transporte y acumulación de contaminantes en la Antártida
Los contaminantes orgánicos persistentes (COP) son “la
élite” de los contaminantes químicos que se liberan al medio ambiente. Pueden
viajar por aire y agua y pasar de un medio a otro, convirtiéndose en una
amenaza global. Ahora, un grupo de investigadores españoles analizará su
presencia en la Antártida.
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El proyecto Sentinel, liderado por investigadores del CSIC,
estudiará la presencia de contaminantes
orgánicos persistentes (COP) en el
ecosistema antártico. En la imagen facilitada por el CSIC,
la Base Antártica
Española Gabriel de Castilla. Valentín Carrera.
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La primera evidencia de COP en la región antártica data de
los 60, cuando se comprobó la presencia del pesticida DDT (dicloro difenil
tricloroetano) en sus ecosistemas, detalla a Efe José Luis Roscales, del
departamento de Química Ambiental del Instituto de Química Orgánica General del
CSIC, quien estudiará la presencia de estos compuestos en la Antártida dentro
del proyecto Sentinel.
Después, han sido varios los estudios que han constatado la
presencia de COP en la Antártida, como el publicado en noviembre pasado en la
revista Atmosferic Environment por científicos del Instituto de Diagnóstico
Ambiental y Estudios del Agua (CSIC).
Restos de bifenilos policlorados en la Antártida
En el artículo, los investigadores aseguraban que la
atmósfera antártica almacena, entre otros, restos de bifenilos policlorados,
que se usaron en el pasado como revestimiento en muchos aparatos eléctricos y que
fueron prohibidos hace décadas.
Muchas de las sustancias consideradas hoy COP fueron
sintetizadas para ser utilizadas en la agricultura, como el pesticida DDT, o
por sus aplicaciones industriales o para productos de consumo.
Estos se caracterizan por una gran persistencia en el medio,
una alta toxicidad para el hombre y ecosistemas, incluyendo su carácter
carcinogénico y su capacidad para imitar nuestras hormonas (disrupción
endocrina); además, los procesos de bioacumulación y biomagnificación les permiten
acumularse en organismos a lo largo de su vida y amplificar su presencia a
través de la cadena trófica (si un animal come plancton con COP, lo acumulará
en su organismo).
Regulados por el Convenio de Estocolmo
El Convenio de Estocolmo, ratificado por 180 países, entre
ellos España, aunque no EEUU ni Italia, reguló inicialmente 12 productos
químicos, que llamó la “docena sucia“, entre los que estaba el DDT. En 2009
incorporó otros nueve, muchos como familias de compuestos.
El convenio está vivo y ha seguido metiendo sustancias en la
lista de COP, como endosulfán en 2011 o hexabromociclododecano en 2013.
Algunos de estos contaminantes orgánicos están totalmente
prohibidos, como la aldrina (plaguicida) pero en otros se establecen
excepciones en su uso, como en el caso del sulfonato de perfluorooctano,
utilizado en determinados dispositivos médicos, o del DDT, usado como
insecticida para el control de la malaria.
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También se recogerán muestras de sangre de pingüinos. Imagen
del CSIC.
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Además, el convenio establece las medidas a tomar para
minimizar el impacto de aquellas sustancias que no se generan
intencionadamente, como las dioxinas y furanos derivados de la combustión a
altas temperaturas, detalla el investigador del CSIC.
Precisamente Roscales, junto a Elena Cerro y Mariana Pizarro
del CSIC, estudiará la presencia de los COP en el ecosistema antártico.
Mañana parten a la Antártida y estudiarán los COP en el
marco de Sentinel, un proyecto financiado por el Ministerio de Economía y
Competitividad que se desarrolla entre el Instituto de Diagnóstico Ambiental yEstudios del Agua (IDAEA) de Barcelona y el Instituto de Química Orgánica
General (IQOG) de Madrid. Los investigadores principales son Jordi Dachs
(IDAEA) y Begoña Jiménez (IQOG).
El objetivo es mejorar el conocimiento de los mecanismos por
los que estos nocivos contaminantes viajan y se acumulan en los ecosistemas
polares.
La campaña de muestreo se desarrollará del 19 de enero al 23
de febrero desde la Base Antártica Española Gabriel de Castilla del ejército de
tierra, situada en la isla Decepción, y se enmarca en la XXX Campaña Antártica
(2016-2017), informa el CSIC en una nota.
Roscales indica a Efe que se recogerán muestras de aire,
suelos, sedimentos, de restos de excrementos de aves, plancton o nieve.
El equipo de Andrés Barbosa, del Museo Nacional de Ciencias
Naturales, recopilará muestras de sangre de pingüinos y un equipo de la
Universidad de Barcelona (proyecto Distantcom) lo hará de invertebrados de los
fondos marinos.
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Fotografía de archivo unos tubos de ensayo. EFE/Alberto
Jiménez
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Todas las muestras serán luego analizadas en los laboratorios
de IQOG y del IDAEA.
Sentinel, que también estudiará la influencia de los COP en
las comunidades bacterianas marinas, parte de la hipótesis de que la Antártida,
y específicamente la parte norte de la Península Antártica, es una región
centinela para la identificación de los contaminantes químicos que tienen el
potencial de ser dispersados a nivel mundial.
“La Antártida ofrece una oportunidad muy interesante para
identificar qué sustancias químicas tienen ese comportamiento de ser
transportadas globalmente“, según el investigador del CSIC, quien afirma: “el
continente ártico es un lienzo en blanco para estudiar estos componentes, élite
de los contaminantes químicos, ya que refleja la huella química que dejamos a
escala global”.
En la Antártida, continúa, no hay fuentes directas
destacables de COP, aunque recientemente algunos estudios han identificado las
bases científicas y la actividad turística como fuentes locales de algunos COP,
por eso los investigadores también van a tratar de evaluar su propia huella
allí.