martes, 28 de febrero de 2023

Descubren cómo surgieron las alas en las aves

Un músculo llamado propatagio en determinados dinosaurios hizo posible que estos animales volaran

Todas las aves modernas capaces de volar tienen una estructura especializada en el ala, llamada propatagio, sin la cual no podrían surcar los aires. El origen evolutivo de dicho órgano sigue siendo un misterio, pero una nueva investigación sugiere que evolucionó desde dinosaurios no aviares. El hallazgo ha sido posible gracias a análisis estadísticos de articulaciones de brazos conservadas en fósiles y ayuda a llenar algunos vacíos en el conocimiento sobre el origen del vuelo de las aves.

Desde hace mucho tiempo, sabemos que las aves modernas evolucionaron a partir de ciertos linajes de dinosaurios que vivieron hace millones de años. Esto ha llevado a los investigadores a estudiar estos animales extintos para explicar algunas de las características únicas de las aves, por ejemplo, las plumas, la estructura ósea, etc. Pero hay algo especial en las alas de las aves en particular que despertó el interés de los investigadores del Departamento de Ciencias Planetarias y de la Tierra de la Universidad de Tokio.

"En el borde delantero del ala de un pájaro hay una estructura llamada propatagio, que contiene un músculo que conecta el hombro y la muñeca, y que ayuda al aleteo del ala y hace posible el vuelo del pájaro", explica el profesor asociado Tatsuya Hirasawa.

Evolución de dinosaurios hacia el propatagio (propatagium).
/  Universidad de Tokio.

"No se encuentra en otros vertebrados, y además también se ha descubierto que desapareció o perdió su función en las aves no voladoras, razón por la que sabemos que es esencial para el vuelo. Entonces, para comprender cómo evolucionó el vuelo en las aves, debemos saber cómo evolucionó el propatagio. Esto es lo que nos llevó a explorar algunos ancestros lejanos de las aves modernas, los dinosaurios terópodos".

Los dinosaurios terópodos, como Tyrannosaurus rex y Velociraptor, tenían brazos, no alas. Si los científicos pudieran encontrar evidencia de un ejemplo temprano del propatagio en estos dinosaurios, ayudaría a explicar cómo la rama aviar moderna del árbol de la vida hizo la transición de brazos a alas.

DIFICULTAD PARA HALLAR EL PROPATAGIO EN FÓSILES

Sin embargo, no es tan simple, ya que el propatagio está formado por tejidos blandos que no se fosilizan bien, si es que lo hacen, por lo que es posible que no se pueda encontrar evidencia directa de su existencia. Por ello, los investigadores tuvieron que encontrar una forma indirecta de identificar la presencia o falta de propatagio en cada espécimen.

"La solución que se nos ocurrió para evaluar la presencia de un propatagio fue recopilar datos sobre los ángulos de las articulaciones a lo largo del brazo o el ala de un dinosaurio o pájaro", señaló Yurika Uno, estudiante de posgrado en el laboratorio de Hirasawa.

Ubicación del propatagio. / UNIVERSIDAD DE TOKIO.

"En las aves modernas, las alas no pueden extenderse por completo debido al propatagio, lo que restringe el rango de ángulos posibles entre las secciones de conexión. Si pudiéramos encontrar un conjunto de ángulos similarmente específico entre las articulaciones en los especímenes de dinosaurios, podemos estar bastante seguros de que también poseían un propatagio. Y a través de análisis cuantitativos de las posturas fosilizadas de aves y no dinosaurios, encontramos los rangos reveladores de ángulos articulares que esperábamos", añadió.

A partir de esta pista, el equipo descubrió que el propatagio probablemente evolucionó en un grupo de dinosaurios conocidos como terópodos maniraptoranos, incluido el famoso Velociraptor. Esto fue confirmado cuando los investigadores identificaron el propatagio en fósiles de tejidos blandos conservados, incluidos los del oviraptorosaurio emplumado Caudipteryx y el dromeosaurio alado Microraptor. Todos los especímenes en los que lo encontraron existían antes de la evolución del vuelo en ese linaje.

Pardela cenicienta. / EFE.

Esta investigación significa que ahora se sabe cuándo surgió el propatagio, y lleva a los investigadores a la siguiente pregunta: ¿cómo surgió? Por qué estas especies de terópodos en particular necesitaban tal estructura para adaptarse mejor a su entorno podría ser una pregunta más difícil de responder.

El equipo ya ha comenzado a explorar posibles conexiones entre la evidencia fósil y el desarrollo embrionario de los vertebrados modernos para ver si eso arroja alguna luz al respecto. El equipo también cree que algunos terópodos podrían haber desarrollado el propatagio, pero no debido a ninguna presión para aprender a volar, ya que sus extremidades anteriores estaban hechas para agarrar objetos y no para volar.

"Los dinosaurios que aparecen dibujados en los medios de comunicación son cada vez más precisos", opinó Hirasawa. "Al menos ahora podemos ver características como plumas, pero espero que pronto podamos ver una representación aún más actualizada donde los terópodos también tengan su propatagio".

Estudio de referencia: https://zoologicalletters.biomedcentral.com/articles/10.1186/s40851-023-00204-x#Fig1

epe.es

Los premios Valores por Encima del Valor ya tienen ganadores

Cajaviva y la Fundación Caja Rural han premiado a la asociación Párkinson Burgos, la ONG Accem, la Fundación VIII Centenario, Pilar Pérez de Albéniz, de Bodegas Peñalba, y al Museo de Dinosaurios. La entrega de galardones será el 15 de marzo

Los premios Valores por el Encima del Valor ya tienen ganadores. 
Foto: Miguel Ángel Valdivielso.
Cajaviva y la Fundación Caja Rural de Burgos fallaron ayer los premios Valores por Encima del Valor, cuyos ganadores en esta edición son la asociación Párkinson Burgos, en la categoría de Compromiso; la ONG Accem Burgos, en la categoría de Solidaridad; Pilar Pérez de Albéniz, de Bodegas Peñalba, en la categoría de Responsabilidad; la Fundación VIII Centenario, en la categoría de Acción Cultural; y, por último, el Museo de Dinosaurios de Salas de los Infantes, en la categoría Popular. Los premiados recogerán sus galardones el 15 de marzo. 

Hace años que la cooperativa de crédito y la fundación burgalesa decidieron reconocer de forma especial a las personas, colectivos e iniciativas que destacan por sus actuaciones y que ponen rostro a la responsabilidad, la solidaridad, los valores culturales y el compromiso con esta provincia. Así, organizaron estos galardones, que pretenden rendir homenaje y visibilizar esa labor en pro del desarrollo de Burgos y de sus habitantes. El jurado lo han conformado el director de Diario de Burgos, Álvaro Melcón; el rector de la Universidad de Burgos, Manuel Pérez Mateos; la directora del CENIEH, María Martinón; el pintor y escultor burgalés Cristino Díez, junto al director general de Cajaviva Caja Rural, Ramón Sobremonte.

El Premio al 'Compromiso', definido como la capacidad de colaborar con el desarrollo productivo y, sobre todo, la predisposición para colaborar por el beneficio de toda la comunidad de la que forma parte, a fin de vivir en orden y armonía, implicándose al máximo en una labor, poniendo todas sus capacidades para conseguir llevar a cabo una actividad o proyecto y de este modo aportar su esfuerzo para el normal y/o mejor funcionamiento de la sociedad ha ido a Párkinson Burgos. Esta asociación, que cumple 25 años en 2023, ha trabajado y trabaja por ofrecer una atención integral a los afectados y sus familias a través de diferentes acciones como es la puesta en marcha de un centro puntero dedicado a aliviar en la medida de lo posible los efectos de esta enfermedad. El compromiso adquirido por sus fundadores para dar a conocer y visibilizar esta dolencia les hace merecedores de este galardón. En anteriores ediciones este premio fue para el Festival Sonorama Ribera; la Plataforma por la N-I; el Plante por el Tren Directo Madrid-Aranda-Burgos; Tierra de Lara; el Festival Ebrovisión; y el Ayuntamiento de Sargentes de la Lora.

El Premio Valores por Encima del Valor en su categoría de 'Solidaridad', entendida como la adhesión o apoyo incondicional a intereses ajenos, o causas especialmente difíciles o comprometidas, se otorga a ACCEM Burgos, como representante y responsable de articular las actividades de la Plataforma Burgos con Ucrania. Tras años trabajando en la atención, acogida e inclusión de las personas refugiadas en España, siendo su trabajo siempre importante, ha sido esencial su tarea de acogida realizada con las personas refugiadas procedentes de la guerra en Ucrania. En otras ediciones de estos premios, los galardonados en esta categoría fueron la Fundación Mayo Rey; Fundación Oxígeno; Proyecto Betania; ELACYL; Comité Ciudadano Antisida; y la Hermandad de Donantes de Sangre de Burgos.

El premio 'Responsabilidad', recae en la bodeguera Pilar Pérez de Albéniz de Bodegas Peñalba que junto a su marido, el desaparecido Pablo Peñalba, ha destacado por ser una de las impulsoras de la Denominación de Origen Ribera del Duero. Con su trabajo, Pilar Pérez de Albéniz abrió el camino a las mujeres en este sector y es además pionera en el enoturismo de la provincia burgalesa con la puesta en marcha del Hotel Torremilanos, que lleva más de dos décadas siendo un referente y ejemplo para el turismo vinculado al vino en la provincia de Burgos. La finca que da nombre a este establecimiento es una de las propiedades vinícolas más antiguas de España y era la bodega más antigua de la comarca. En certámenes pasados, los representantes de la responsabilidad fueron Pedro Ballvé ex presidente del Grupo Campofrío; José Ignacio Nicolás Correa; la Familia García Viadero de Bodegas Valduero; Andrés Hernando de Hiperbáric; Miguel Ángel Benavente de Casple; y Fernando Andrés, presidente de Grupo Ureta.

En la categoría del premio al Valor de la Acción Cultural el galardón ha recaído en la Fundación Octavo Centenario por la labor ingente que ha desarrollado durante los últimos años para traer a Burgos una gran programación cultural de calidad que ha servido no sólo para conmemorar el aniversario del templo burgalés, primero de los objetivos de este organismo, sino que también ha dinamizado y enriquecido la vida cultural y aportado valor a través de la difusión de dicha programación en todos los medios de comunicación del país e internacionales. Fundación Octavo Centenario recoge el testigo de la escenógrafa burgalesa Elisa Sanz, quien fue la primera galardonada con este premio el pasado año.

Por último, Fundación Caja Rural de Burgos hizo un llamamiento a los ciudadanos para que propusieran sus candidatos en la categoría 'Popular'. Entre las nominaciones recibidas, el jurado decidió otorgar el Premio Popular Valores por Encima del Valor al Museo de Dinosaurios de Salas de los Infantes. Desde su puesta en marcha en septiembre de 2001 ha recibido la visita de más de 253.000 personas, una cifra significativa al tratarse de una instalación museística radicada en un entorno rural y que cuenta con unas instalaciones modestas en relación al enorme valor científico de las piezas que conserva. El Museo sirve como un recurso didáctico y de formación, además de ser un atractivo turístico para la zona y desarrolla una gran labor de investigación que ha difundido el valioso patrimonio de la comarca serrana por todo el mundo. El galardón en la categoría Popular de años anteriores fue para Afabur; para la ONG Persona Solidaridad; al colectivo de voluntarios Salvemos Rioseco; a Paleolítico Vivo; a la Asociación Ábrego; y al Grupo Espeleológico Edelweiss.

diariodeburgos.es

domingo, 26 de febrero de 2023

XX CONCURSO DE POSTALES DEL MUSEO DE DINOSAURIOS 2023

Desde el Museo de Dinosaurios, la Fundación Dinosaurios CyL y la Fundación Aspanias Burgos os animamos a todos a participar en el XX Concurso de Postales del Museo de Dinosaurios de Salas de los Infantes (Burgos).

El Museo de Dinosaurios de Salas de los Infantes y la Fundación para el Estudio de los Dinosaurios en Castilla y León organizan el XX Concurso de Postales del Museo de Dinosaurios.

Podrán participar en este concurso, con uno o más trabajos, todas las personas que lo deseen, admitiéndose únicamente bocetos originales, inéditos y no premiados en ningún otro concurso, con ilustraciones de motivos paleontológicos (relacionados con los dinosaurios) o arqueológicos.

Cada concursante podrá entregar hasta un máximo de 5 bocetos.

Se establecen tres categorías de participación:

Modalidad A: personas de menos de 15 años de edad.

Modalidad B: personas de 15 años de edad en adelante.

Modalidad C: personas con discapacidad.

El tamaño del boceto será de 10.5 X 15 cm, o de 11.5 X 16.5cm, en disposición horizontal o vertical, sin limitación de colores y montado sobre una superficie rígida (mínimo cartulina).

Premios: Se concederá un primer premio para cada modalidad.

Modalidad A: Artículos del Museo valorados en 100€ + diploma.

Modalidad B: Premio en metálico de 300€ + diploma.

Modalidad C: Premio en metálico de 100 € + artículos del Museo valorados en 50 € + diploma.

Bases (descárgatelas aquí).

Plazo: hasta el martes 2 de mayo de 2023.

www.fundaciondinosaurioscyl.com (concursos)

El cáncer que sufrían los dinosaurios hace 77 millones de años y que aún padecen miles de personas cada año

En un día lluvioso y tormentoso hace unos 77 millones de años en lo que ahora es el sureste de Alberta, Canadá, cierto dinosaurio estaba pasando por un mal momento.

GETTY IMAGES.
El Centrosaurus apertus adulto, un primo herbívoro de tamaño mediano del Triceratops más grande que vivía junto al Tyrannosaurus, tenía un cáncer de hueso maligno avanzado en la espinilla. Posiblemente el cáncer se había propagado a otras partes de su cuerpo y se cree casi con certeza que era terminal.

Pero, probablemente, este Centrosaurus no murió a causa del cáncer de hueso, porque antes de que esto pudiera suceder, él y los miles de otros Centrosaurus en su manada fueron abatidos por una inundación catastrófica, causada posiblemente por una tormenta tropical.

Millones de años después, el lecho óseo preservado después de este evento de muerte masiva ayudó a proporcionar evidencia importante de que estos dinosaurios se movían en enormes manadas.

Pero el diagnóstico del osteosarcoma de este dinosaurio en particular —un cáncer de hueso maligno poco común que se encuentra más comúnmente en niños y se diagnostica en unas 25.000 personas por año en todo el mundo— solo se produjo en 2020.

Fue la primera vez que se diagnosticó un cáncer maligno en un dinosaurio y requirió un equipo multidisciplinario para confirmar el caso. 

"Resulta que las enfermedades que afectaron a los dinosaurios tienen esencialmente la misma apariencia que las que afectan a los humanos u otras criaturas", dice Bruce Rothschild, investigador asociado en paleontología de vertebrados del Museo Carnegie de Historia Natural de Pensilvania, Estados Unidos.

Los resultados de esta y otras investigaciones están revelando detalles previamente desconocidos de cómo vivían y morían los dinosaurios. Algunos argumentan que también podrían brindar nuevos conocimientos sobre las enfermedades que aún nos afectan en la actualidad.

Un hallazgo peculiar

GETTY IMAGES.
La búsqueda para diagnosticar con certeza un dinosaurio con cáncer de hueso comenzó cuando David Evans, paleontólogo de la Universidad de Toronto y curador del Museo Real de Ontario en Canadá, conoció a Mark Crowther, hematólogo humano y presidente de la facultad de medicina de la Universidad McMaster, en Canadá.

Se dieron cuenta de que podían usar su experiencia combinada para tratar de encontrar un osteosarcoma.

Aún así, encontrar un caso potencial no fue tarea fácil. A menudo se observan patologías en especímenes fósiles, pero en realidad no están organizados de acuerdo con esta característica, dice Evans. En cambio, los huesos con las características de la enfermedad suelen estar repartidos por todas las colecciones.

Después de examinar cientos de huesos en el Museo Royal Tyrrell en Drumheller, Canadá, junto con varios otros científicos, incluida Snezana Popovich, patóloga ósea de la Universidad McMaster, reconocieron los posibles signos de cáncer de hueso en la espinilla del Centrosaurus apertus.

"Definitivamente recordaré a Snezana levantando este hueso y diciendo: 'Creo que esto es cáncer de hueso'", recuerda.

El hueso tenía un bulto en un extremo que estaba etiquetado como un callo de fractura, pero incluso a primera vista tenía varios signos reveladores de cáncer de hueso: estaba visiblemente malformado y tenía forámenes (agujeros abiertos) grandes y no naturales alrededor del bulto.

El equipo utilizó todos los medios que tenía para confirmar un diagnóstico en su paciente de 77 millones de años.

Compararon el hueso tanto con una espinilla de Centrosaurus normal como con un hueso de pantorrilla humana con un caso confirmado de osteosarcoma.

Pero también usaron rayos X, tomografías computarizadas (TC) de alta calidad junto con herramientas de reconstrucción 3D e histología para crear biopsias para poder estudiarlo a nivel celular.

"Eso nos permitió hacer un diagnóstico positivo de cáncer que está a la par con lo que los médicos de mi equipo sugirieron [que harían] en un paciente humano", dice Evans.

"De hecho, nos dispusimos a seccionar en serie el hueso... Pudimos rastrear el tumor canceroso que se abría paso a través del hueso desde la rodilla hasta el tobillo".

Nuevo enfoque

La diferencia con el diagnóstico de animales vivos hoy en día, es que para los dinosaurios hay muy poco material para investigar aparte de huesos fosilizados y otros tejidos duros como dientes y, a veces, piel, plumas o cabello.

"Cualquier cosa en la que solo una parte del diagnóstico sea hueso, eso es realmente difícil", dice Jennifer Anné, principal paleontóloga del Museo de los Niños en Indianápolis, EE.UU.

"Dado que tenemos información tan limitada que podemos usar, esas pistas limitadas, somos los MacGyvers: probamos todo lo que tenemos para tratar de descifrar esta información".

El osteosarcoma es un cáncer de hueso maligno poco común que se encuentra
más en niños y se diagnostica en unas 25.000 personas por año en todo el mundo
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El hueso suele ser una de las partes menos estudiadas de la biología, agrega. "Mientras que en paleontología todo lo que tenemos son huesos. Así que sabemos todo acerca de los huesos".

Diagnosticar cualquier tipo de enfermedad en un registro fósil es increíblemente difícil, concuerda Cary Woodruff, curadora de paleontología de vertebrados en el Museo de Ciencias Phillip y Patricia Frost en Miami, Florida.

"Realmente no podemos confiar en ninguna de las pruebas médicas que haríamos hoy... La forma en que identificamos [enfermedades] tiene que ser radicalmente diferente".

Woodruff, que se especializa en saurópodos, enormes dinosaurios herbívoros de cuello largo como los Brachiosaurus, también colaboró ​​​​con veterinarios y médicos en su trabajo reciente para diagnosticar por primera vez una infección respiratoria de dinosaurio.

Él había notado algo extraño en un espécimen de saurópodo diplodócido de 150 millones de años llamado Dolly: un crecimiento irregular y abultado en sus vértebras que se había fosilizado en forma de brócoli.

"Sabía lo suficiente como para saber que lo que estaba mirando no era normal, pero no lo suficiente como para poder identificar lo que podría estar mirando", dice.

Publicó una foto en las redes sociales preguntando si alguien había visto algo similar o sabía qué podía ser, y rápidamente recibió una gran cantidad de respuestas, incluso de sus futuros coautores.

"La respuesta general de los expertos fue, Dios mío, nunca habíamos visto esto antes, pero esto es exactamente lo que predeciríamos que sería una infección respiratoria en un saurópodo", agrega.

El equipo que reunió comenzó a investigar todas las enfermedades que podrían haber causado este crecimiento. "Es tan importante eliminar lo que no es a veces ciertamente en las primeras pasadas como ayudarlo a concentrarse en lo que es", dice Woodruff.

Se dieron cuenta de que había protuberancias en las áreas exactas del hueso que se habrían adherido a los sacos de aire de Dolly (las estructuras llenas de aire que todavía se encuentran en las aves de hoy y que a menudo se infectan y causan el trastorno respiratorio aerosaculitis).

"Eran lo suficientemente similares como para sugerir que el diagnóstico de Dolly era aerosaculitis", dice Woodruff. "El fósil 'brócoli' que le salió [...] era una infección ósea secundaria".

Es imposible decir qué pudo haber causado esta infección, ya que, por razones obvias, el equipo no pudo hacerle ningún análisis de sangre a Dolly. Sin embargo, la causa más común en los dinosaurios vivos, las aves de hoy en día, es respirar esporas de hongos.

"Lo más probable es que esto podría haber sido lo que ocurrió en nuestro dinosaurio hace 150 millones de años", dice Woodruff. "Sabemos que los hongos tienen una historia evolutiva ridículamente larga, también habría sido un componente importante de estos entornos".

Dolencias que no dejan huella

También hay muchas dolencias y enfermedades que no dejan huella alguna en lo que queda de los dinosaurios, por lo que en la mayoría de los casos es difícil saber qué los mató.

"Probablemente una buena parte de nuestros dinosaurios murió a causa de enfermedades o cosas por el estilo, de las que no tenemos evidencia osteológica, por lo que no hay indicadores en los huesos", señala Woodruff.

Muchas dolencias y enfermedades no dejan huella alguna en lo que queda de los
 dinosaurios, por lo que en la mayoría de los casos es difícil saber qué los mató.
GETTY IMAGES. 
Aún así, a medida que avanza la ciencia, podemos mejorar en el reconocimiento de pistas que apuntan a ciertas enfermedades. "Puede haber un montón de huesos que tienen enfermedades que apenas son visibles en la superficie que nadie pensaría siquiera en mirar", dice Evans.

Cuantos más diagnósticos se hagan, más información podrán obtener los paleontólogos sobre la forma en que vivían estos dinosaurios.

Por ejemplo, el osteosarcoma avanzado del Centrosaurus apertus probablemente habría afectado su movimiento, convirtiéndolo en un objetivo principal para un Tyrannosaurus, el principal depredador en ese momento, dice Evans. 

Sin embargo, en cambio, parece haber muerto con su manada en un desastre natural, lo que indica que tal vez esta lo estaban cuidando y protegiendo, señala Evans. "Es una visión realmente interesante y única de la vida de los dinosaurios que no teníamos antes". 

Un beneficio inesperado

Pero los descubrimientos también podrían contribuir a nuestra comprensión moderna de las enfermedades. Rothschild, médico reumatólogo, ha utilizado su análisis de fósiles de hadrosaurio para ayudar a distinguir entre la osteocondritis y la osteocondrosis, dos afecciones óseas diferentes pero de aspecto similar. 

Evans incluso fue invitado a participar en un simposio del Instituto del Osteosarcoma, en EE.UU., que se enfoca en encontrar una cura para la enfermedad. "[Había] un grupo de los mejores especialistas en cáncer de huesos de todo el mundo [allí], y luego estaba yo con los dinosaurios", cuenta Evans. 

Su artículo había diagnosticado un tumor gigante exactamente en el mismo lugar donde se esperaría encontrar la enfermedad en un ser humano. "Nos da cierta perspectiva para pensar en cuán antiguas son estas enfermedades".

Un molde de la espinilla del Centrosaurus apertus original con osteosarcoma también formó parte de la exposición Cancer Revolution el año pasado en el Museo de Ciencias de Londres.

"Queríamos mostrar que el cáncer no es una enfermedad exclusivamente humana o moderna", dice Katie Dabin, curadora principal de la exposición. "Los dinosaurios parecían ser un brillante ejemplo de que el cáncer ha estado presente en los organismos multicelulares durante mucho tiempo".

Evans espera que su artículo atraiga a médicos, investigadores y expertos interesados ​​en colaborar con paleontólogos y viceversa, lo que generará otros hallazgos sobre enfermedades raras que se pueden encontrar en el registro fósil.

"¿Quién sabe a dónde podrían conducir esos descubrimientos?", dice. Su equipo ya está trabajando con otro grupo de investigadores que creen que podrían haber encontrado evidencia de osteosarcoma en un dinosaurio carnívoro.

Pero también hay algo sobre el diagnóstico de estas enfermedades en los dinosaurios que simplemente nos ayuda a relacionarnos mejor con ellos, señala Woodruff.

"Puedes sostener ese hueso de Dolly [el diplodocus] de 150 millones de años en tus manos y, al ver esos signos de infección causados ​​por algún tipo de trastorno respiratorio, sabes que hace 150 millones de años, Dolly se sentía horrible cuando fue estaba enferma como nos pasa a todos cuando estamos enfermos con cosas similares.

"Y creo que eso es fascinante".

Esta historia fue publicada en BBC Future. Haz clic aquí para leerla en su versión original (en inglés).

bbc.com

sábado, 25 de febrero de 2023

Fósiles descritos hace 100 años resultan ser acumulaciones de sílice

Marcas con forma de estrella y lóbulos procedentes de la Formación Conasauga de Alabama, de hace unos 514 millones de años y tenidas por fósiles del Cámbrico, son en realidad acumulaciones de sílice.

Imagen de los falsos fósiles descritos en el estudio. - PEER J.
Hace más de 100 años, se pidió a Charles Doolittle Walcott, de la Smithsonian Institution, que examinara estas piezas, conocidas como Brooksella. Los describió como medusas que probablemente flotaron en los mares del Cámbrico medio de lo que hoy es el sureste de Estados Unidos. Poco podía imaginar que el fósil cámbrico que bautizó provocaría más de 100 años de controversia.

La controversia giraba en torno a la interpretación de lo que era realmente Brooksella: ¿Era realmente una medusa importante para los ecosistemas marinos del Cámbrico medio, una época en la que los animales se originaban y diversificaban por primera vez en la Tierra? ¿O Brooksella no era más que burbujas de gas conservadas? ¿O tal vez era un tipo de alga bulbosa? ¿O una esponja de vidrio hecha de sílice opalina? O, como se había planteado, tal vez Brooksella no fuera un fósil en absoluto.

Mediante análisis químicos y de forma combinados con imágenes tridimensionales de alta resolución, científicos han evaluado ahora si Brooksella era un fósil, como una esponja, una traza fósil, que representaba las madrigueras de animales parecidos a gusanos, o no era un fósil. "Descubrimos que Brooksella carecía de las características de las esponjas de vidrio, en concreto, de las espículas fundidas con opalina que componen el cuerpo. Tampoco creció como cabría esperar de una esponja a lo largo de su vida. Y lo que es más importante, sobre el terreno, su presunto canal excurrente (ósculo) siempre estaba orientado hacia abajo en el sedimento, lo que dificultaría mucho -si no imposibilitaría- la filtración de agua en busca de alimento", explican en una artículo publicado en Peer J.

Tampoco se encontraron indicios de que los gusanos fabricaran los icónicos lóbulos en forma de estrella.   

A continuación, se comparó la composición y la estructura interna de Brooksella con las concreciones (acumulaciones) de sílice de los mismos lechos rocosos del Cámbrico medio. "No encontramos ninguna diferencia entre Brooksella y las concreciones, aparte de que Brooksella tenía lóbulos y las concreciones no".

"Así, llegamos a la conclusión de que la Brooksella no formaba parte de la diversificación temprana de las esponjas en los mares del Cámbrico medio, sino que era un tipo inusual de acumulación de sílice. Las concreciones pueden tener todo tipo de formas, hasta el punto de que algunas parecen estar formadas orgánicamente", señalan.

Los autores --liderados por el doctorando en Paleontología de Virginia Tech Morrison R. Nolan-- entienden que su hallazgo tiene una doble importancia: En primer lugar, hay numerosos fósiles enigmáticos del Cámbrico que deben ser examinados para determinar si son realmente fósiles y ayudar a los paleontólogos a afinar las estimaciones de biodiversidad para el Cámbrico, cuando se originaron la mayoría de los principales grupos animales de la Tierra.

En segundo lugar --precisan-- no es la primera vez que fósiles y rocas inusuales del Cámbrico desconciertan a los científicos, y nuestros hallazgos ponen de relieve la necesidad de un examen minucioso de los materiales fósiles primitivos, especialmente utilizando técnicas analíticas nuevas y potentes como la microtomografía computarizada en combinación con métodos clásicos de laboratorio y de campo.

europapress.es

Encuentran indicadores de la separación entre la Antártida y Sudamérica en fósiles de pingüinos muy antiguos

Un grupo de investigación del CONICET analizó huesos de ejemplares que vivieron hace más de 30 millones de años y halló elementos químicos derivados del movimiento de las placas tectónicas

Huesos de pingüinos utilizados para el estudio. Fotos: CONICET
Fotografía/R. Baridón.
CONICET/DICYT El evento que se estudia es la separación de la Península Antártica de América del Sur y la consecuente apertura de lo que se denominó Pasaje de Drake, proceso que se ubica hace alrededor de 35 millones de años. Si bien desde la geología se lo asocia a múltiples fenómenos como la formación de volcanes o el magmatismo –es decir la conversión de las rocas del manto terrestre en material fundido–, su abordaje desde otras disciplinas se vuelve muy valioso para sumar o contrastar evidencias. Es el caso de una investigación que se difunde hoy en la Publicación Electrónica de la Asociación Paleontológica Argentina (PE-APA), en la que especialistas del CONICET reportan los hallazgos del análisis geoquímico de huesos fosilizados de pingüinos que vivieron en aquel entonces.

“Como la Península Antártica tiene un registro fósil muy rico y continuo de pingüinos desde inicios del Cenozoico, hace aproximadamente 60 millones de años (MA), hasta unos 34 MA, es decir casi la totalidad del período geológico conocido como Paleógeno, decidimos analizar si en sus fósiles había algún indicio de este evento, y encontramos que sí”, cuenta Leandro M. Pérez, investigador del CONICET en la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata (FCNyM, UNLP) y primer autor del trabajo. La hipótesis que se planteó era que los cambios geoquímicos generados por el movimiento de terrenos podrían verse reflejados en el fosfato que compone los huesos de estas aves, y para comprobarlo reunieron muestras recolectadas en sucesivas campañas del Instituto Antártico Argentino (IAA) en la Isla Marambio, al oeste de la península.

Los registros utilizados para el análisis pertenecen a pingüinos de distintas especies que habitaron el continente blanco durante el Paleógeno, sumados a los de un ejemplar actual para poder hacer comparaciones. Efectivamente, en lo más interno de los huesos pudieron detectar una anomalía negativa –es decir una presencia menor a la habitual– del elemento químico europio (Eu), condición que se relaciona directamente con un incremento en la actividad volcánica posiblemente asociada a movimientos de placas tectónicas, que en este caso produjeron la separación de ambos bloques continentales. “Este descubrimiento representa uno de los indicios más ajustados del proceso que dio lugar al Pasaje de Drake”, añade Pérez.

“El área de estudio en el que está localizada la actividad volcánica de aquel momento es el oeste de la península, las islas Shetland del Sur y 25 de Mayo, entre otros puntos. Pero las muestras de pingüinos más abundantes corresponden a la cuenca de James Ross, una zona ubicada al noreste en la que no hay muchas señales de actividades tectónicas o vulcanismo. Lo interesante es que ambos registros coinciden temporalmente, y por eso en este trabajo quisimos buscar indicios que los relacionaran”, detalla Marcelo A. Reguero, profesional principal del CONICET en la FCNyM e investigador del IAA, organismo promotor de este proyecto científico. Cabe mencionar que los fósiles utilizados forman parte de la colección de paleontología de vertebrados del Museo de La Plata, la más numerosa del mundo en su tipo.

En un procedimiento inédito en la paleontología argentina, los fósiles fueron sometidos a una técnica denominada Espectrometría de Masas con Plasma Acoplado Inductivamente (ICP-MS por su sigla en inglés), un equipo perteneciente al Laboratorio de Geoquímica del Centro de Investigaciones Geológicas (CIG, CONICET-UNLP) que permite detectar elementos minoritarios y elementos traza presentes en distintos materiales, principalmente rocas. Los primeros son los que están en la corteza terrestre en concentraciones bajas, mientras que los segundos son aquellos que aparecen en cantidades casi ínfimas; más precisamente en menos de una trillonésima parte. “Sabemos que los de presencia mayoritaria son magnesio, fósforo y calcio, por eso aquí no nos concentramos en ellos, y así fue que logramos rastrear las bajísimas proporciones de Eu y otros compuestos químicos difíciles de detectar de otra manera”, explica Pérez.

Sobre las características y condiciones de vida de los animales, Pérez señala que “no hay mayores cambios a lo largo de la historia geológica: habitan en pingüineras asociadas al mar pero sobre la costa, con lo cual esa señal geoquímica que observamos les llegó desde el continente”. De acuerdo a la explicación del experto, se trata de soluciones cargadas de elementos químicos que se introducen en el ambiente y que pueden indicar actividad volcánica próxima. La incorporaron a los huesos se da en vida, durante su desarrollo, pero también a través de fracturas y porosidades en el proceso de fosilización. “La muestra control, que es la del pingüino actual, no tiene esa señal, y esto se debe precisamente a que en el presente no hay actividad volcánica como sí ocurrió al momento de la separación de la Antártida y América del Sur, cuando se encontraba en formación el arco de Scotia”, apunta el investigador, en referencia a la cordillera submarina que continúa los Andes y que tiene un fuerte vulcanismo y sismicidad.

La presencia de bajas cantidades de Eu detectada aparece en los fósiles datados a finales del Eoceno, entre los 38 y 34 millones de años de antigüedad. “Son muestras continuas que nos dicen que en esa ventana de tiempo hay un tectonismo indicador de un movimiento grande de placas”, añade Reguero. Esta temporalidad se corresponde con las teorías más aceptadas en la bibliografía acerca del desprendimiento de la Península Antártica, con lo cual las conclusiones del trabajo se configuran como un nuevo insumo que las abona. Como próximo paso, el equipo se propone buscar las mismas señales geoquímicas en rocas o fósiles de la parte más austral de Argentina y Chile, precisamente las porciones de tierra que en su momento estuvieron unidas a la Antártida, que guardan registros de las mismas especies de pingüinos, y que por ende deberían ensamblarse con lo observado en este estudio.

dicyt.com

Nueva especie fósil de pez gigante que devoró a nuestros ancestros

Fósiles de 360 millones de años desenterrados en Sudáfrica corresponden a una nueva especie de pez voraz que se alimentaba de nuestros ancestros lejanos.   

Interpretación artística de la vida marina descubierta en el yacimiento sudafricano
de Waterloo Farm, incluido el pez gigante Hyneria udlezinye./ GESS, AHLBERG,
2023, PLOS ONE, (CC-BY 4.0)

Mucho antes de que los dinosaurios acecharan el planeta, un pez gigantesco con colmillos mortales cazaba en las aguas fluviales del antiguo supercontinente meridional Gondwana, revela el nuevo estudio.

Este pez, que medía hasta 2,7 metros de largo, es el mayor pez óseo registrado en el Devónico Tardío (hace entre 383 y 359 millones de años) y era depredador, lo que llevó a los investigadores a llamarlo Hyneria udlezinye, o "el que se come a otros", en isiXhosa, una lengua indígena muy hablada en la región de Sudáfrica donde se encontraron los huesos.

"Imagínese un enorme pez depredador, que superaba fácilmente los 2 metros de longitud y se parecía a un caimán moderno, pero con una cara más corta, como la parte delantera de un torpedo", explica a Live Science Per Ahlberg, coautor del estudio y profesor del Departamento de Biología de Organismos de la Universidad de Uppsala (Suecia). "La boca contenía hileras de dientes pequeños, pero también pares de colmillos grandes que probablemente podían alcanzar los 5 centímetros en los individuos más grandes”.

Los investigadores descubrieron las primeras pistas de la existencia del antiguo pez en 1995, cuando desenterraron una serie de escamas fosilizadas aisladas en una excavación llamada Waterloo Farm, cerca de Makhanda (antes conocida como Grahamstown), en Sudáfrica.   

Ahora, en un estudio publicado en la revista PLOS One, los investigadores han reunido por fin un esqueleto de la nueva especie descubierta de tristichopterido gigante, un tipo de antiguo pez óseo.

"Ha sido un largo viaje desde entonces, ensamblar la respuesta a la procedencia de estas escamas", dijo a Live Science Robert Gess, coautor del estudio, paleontólogo e investigador asociado en el Museo Albany y en la Universidad Rhodes de Sudáfrica.

El esqueleto revela que H. udlezinye era un depredador voraz. "Las aletas están principalmente hacia la parte posterior del cuerpo. Esta es una característica ecológica de un depredador al acecho; puede dar un estirón repentino. Hyneria habría acechado en las sombras oscuras y esperado a que pasara algo", dijo Gess. "Es el que consumía a los demás".

El pez gigante probablemente se alimentaba de criaturas cuadrúpedas conocidas como tetrápodos, el grupo ancestral que dio lugar al linaje humano. "Los tristiquópteros evolucionaron hasta convertirse en monstruos que, con toda probabilidad, se comieron [a nuestros antepasados]", dijo Ahlberg.

europapress.es

viernes, 24 de febrero de 2023

Describen por qué había dinosaurios terópodos gigantes y otros enanos

Un estudio filogenético comparativo arroja luz acerca de cómo estos dinosaurios evolucionaron hacia diferentes tamaños. En algunos de ellos, el crecimiento parecía no detenerse hasta estadios muy tardíos de la vida.

Tibia rota de un dinosaurio carnívoro, en la que pueden apreciarse anillos, como
los de un árbol. Indican que el hueso perteneció a un animal longevo y
de crecimiento lento. / Michael D. D’Emic
Los dinosaurios terópodos, que aparecieron hace más de 230 millones de años, caminaban en dos patas y llegaron a desarrollar una gran diversidad de tamaños. Sus dimensiones iban desde el gigantismo —con tamaños que no ha alcanzado ningún otro depredador terrestre— a especies en miniatura, como Anchiornis huxleyi, que vivió a finales del periodo Jurásico y pesaba poco más de 100 gramos y medía unos 30 centímetros de longitud. Aunque las aves son descendientes directas de los celurosaurios, un clado de estos animales arcaicos, hubo otros que no tuvieron 'herederos'. Se trata de los terópodos no avianos.

Ahora, un equipo internacional de investigadores, liderado por Michael D. D'Emic del Stony Brook University (EEUU), en colaboración con instituciones argentinas como el CONICET y la Universidad Nacional de Río Negro (UNRN), entre otras, acaba de presentar el primer análisis comparativo filogenético que examina las estrategias de desarrollo que explicarían la evolución del tamaño del cuerpo de estos terópodos no avianos.

El trabajo, publicado esta semana en la revista Science, permite entender la dinámica de la evolución a través de mecanismos heterocrónicos, es decir, de la velocidad y el ritmo a la que se produce el desarrollo de una especie. En este caso, han estudiado las diferencias de ritmos de crecimiento y su duración en alrededor de medio centenar de especies extintas.

Los terópodos caminaban en dos patas y llegaron a desarrollar tamaños que no ha alcanzado ningún otro depredador terrestre

Los científicos lograron reconstruir estados ancestrales de tasa de crecimiento y masa corporal en un conjunto de datos taxonómicamente ricos. Gracias a esas mediciones, encontraron una nueva llave para entrar a ese mundo natural desaparecido. De esta forma saben que dentro de un mismo linaje de dinosaurios carnívoros, si bien las estrategias de crecimiento eran diferentes, porque se daban formas primitivas (de crecimiento lento, pero sostenido en el tiempo) y modos más avanzados (de crecimiento rápido que se detenía en un momento dado de la vida), ambos estilos de crecer aparecen distribuidos de manera equitativa en la evolución.

Las dos estrategias están presentes en los terópodos no avianos y no hay un desequilibrio entre la aparición de una y otra a lo largo de la evolución, lo que dio lugar a la gran disparidad de tamaños corporales en estos animales. Este hallazgo quizá pueda trasladarse a la evolución de los amniotas (una ramificación de los vertebrados tetrápodos) en general, según los investigadores.

Para poner en contexto estas 'maneras de crecer', Rodolfo Coria, profesor de la cátedra de Paleontología de Vertebrados de la UNRN explica a SINC que, entre los vertebrados, “los primates tenemos un crecimiento muy rápido, con una alta tasa inicial, que se trunca, tal como sucede también en las aves (y en los terópodos más cercanos de las aves)". Por esta razón, "no tenemos aves gigantes”, apunta.

En cambio, “otras formas gigantescas de dinosaurios terópodos, más basales, presentan una tasa de crecimiento muy lenta pero que perdura en el tiempo; de manera continua, siguen creciendo hasta estadios muy avanzados de la vida”, destaca Coria. Este tipo de crecimiento lento y sostenido a lo largo de casi toda la existencia dio lugar a que algunos terópodos no avianos "llegaran a desarrollar tamaños inmensos, de manera inédita en la naturaleza", en palabras del paleontólogo. Hoy no existen animales terrestres que presenten este estilo de evolución.

Reducir el tamaño para comer mejor

Se necesitaron unos 50 millones de años de reducción del tamaño corporal para que un linaje de dinosaurios encontrara su cauce en las aves, según investigaciones previas dadas a conocer en la última década. Entonces, los científicos apuntaban que el progreso del tamaño corporal habría sido un paso liberador para los dinosaurios, ya que les que permitió explorar nuevos estilos de vida y hábitats. De pronto, especies más ágiles, con alas y plumas aislantes podían trepar a los árboles (para escapar de los predadores), perseguir insectos, saltar y planear a fin de conseguir nuevos recursos alimenticios, lo que habría dado origen a esta rama de la evolución. Con cuerpos más pequeños, cerebros y ojos más grandes, que mejoraban la visión tridimensional, podían reconocer masas arbóreas y emprender la actividad nocturna.

Los primates tenemos un crecimiento muy rápido y truncado; los dinosaurios más basales crecían lentamente, pero de manera continua en el tiempo

Rodolfo Coria

Este estudio, aunque se ciñe a la otra rama de dinosaurios terópodos, predice que “diversas estrategias de crecimiento serán reconocidas en otros clados (ramificaciones) animales”, por lo que estos hallazgos abren una puerta nueva para conocer la historia evolutiva de “taxones que han desarrollado tamaños corporales muy grandes y muy pequeños", e incluso de “especies estrechamente relacionadas entre sí que pueden exhibir tamaños muy dispares”, según escriben los autores.

Consultado acerca de la magnitud de esos descubrimientos, Coria afirma que “aportan un contexto teórico y verificable a la identificación de las estrategias evolutivas de algunos linajes de dinosaurios, en particular, respecto al desarrollo del tamaño”.

Crecer como un árbol, casi para siempre

Los mecanismos predominantes que explicarían la evolución del gigantismo y la miniaturización habían sido poco estudiados dentro de un marco filogenético comparativo. ¿La razón? Había pocos clados abundantemente muestreados y de larga vida que contuvieran una diversidad de tamaños corporales con los que responder a estas preguntas, según los autores.

Así lo expone el investigador argentino: “Hicieron falta muchas exploraciones paleontológicas que reunieran más evidencia y que permitieran elaborar los cladogramas o marcos filogenéticos nutridos de especies, trabajados en detalle, porque esta es una condición imprescindible para hacer un análisis de ritmos evolutivos”.

Hasta hace medio siglo, sin ir más lejos, “conocíamos una docena de dinosaurios carnívoros no avianos y ahora son cientos", expresa. “Esta acumulación de evidencia ha permitido aventurar hipótesis que sin ella resultaba imposible”, asevera Coria, por lo que “la contribución se respalda en un contexto filogenético que recién se ha logrado ahora, mediante el análisis de muchísimos ejemplares descubiertos en los últimos 30 años”.

Este estudio abre la puerta a conocer las estrategias de crecimiento de especies estrechamente relacionadas que pueden exhibir tamaños muy dispares

Esta vez, Michael D’Emic y sus colegas encararon un análisis filogenético comparativo a gran escala que les permitía examinar estrategias de desarrollo subyacentes en los dinosaurios terópodos no avianos, que pueden variar desde pequeños tamaños (menos de 0.5 metros de longitud), hasta gigantescos (más de 12 metros).

Para ello, el equipo tomó mediciones de fósiles de 42 especies no avianas, en las que constaban los anillos corticales de crecimiento anual, con las que compilaron datos histológicos completos del tamaño corporal y la tasa de crecimiento, que demostraron que los cambios en la tasa de crecimiento y la duración desempeñaron papeles casi iguales en la evolución de la diversidad de tamaños.

Acerca de las posibilidades de aplicar estos resultados a la protección de especies actuales, Coria responde: “Aunque no veo una implicación directa, me imagino que se podría investigar a escala molecular lo que nos dice la filogenia de especies actuales, y verificar si los resultados son comparables. No obstante, nuestras conclusiones nos llevan a pensar que las estrategias de desarrollo del tamaño en dinosaurios terópodos se repetirían en todos los amniotas”, concluye.

Referencia:

D’Emic, M. et al. "Developmental strategies underlying gigantism and miniaturization in non-avialan theropod dinosaurs". Science (2023).

agenciasinc.es

jueves, 23 de febrero de 2023

Palarq busca digno sucesor a la 'Pompeya del Paleolítico' y a la hecatombe tartésica

La fundación privada abre la convocatoria para el III Premio Nacional de Arqueología y Paleontología, dotado con 80.000 euros

Pablo Arias y Roberto Ontañón, ganadores del II Premio Nacional de Arqueología
y Paleontología de la Fundación Palarq por sus investigaciones en La Garma
(Cantabria). / GUILLERMO NAVARRO
«Se busca proyecto excepcional para el III Premio Nacional de Arqueología y Paleontología dotado con 80.000 euros. Razón: Fundación Palarq». La institución privada acaba de abrir la convocatoria para optar al galardón que desde 2018 y de forma bienal reconoce la excelencia y originalidad de investigaciones españolas en el ámbito de la arqueología y la paleontología, tanto en el ámbito nacional como internacional, sin restricciones de culturas o períodos históricos.

En un anuncio por palabras, la Fundación Palarq podría haber dado a conocer así que hasta el próximo 20 de marzo recibirá los proyectos de «aquellos equipos de investigación pertenecientes a instituciones públicas españolas como universidades, institutos de investigación, CSIC, ICREA y afines, que estén dirigiendo un proyecto de Arqueología o Paleontología Humana en curso en el momento de la convocatoria del Premio». Pero los tiempos cambian y la inscripción puede hacerse directamente a través del formulario habilitado en la web de Fundación Palarq.

Un comité de selección elegirá a 6 aspirantes que optarán a suceder en el podio a la hecatombe tartésica de las Casas del Turuñuelo (Badajoz), que abrió el palmarés en 2018, y a la 'Pompeya del Paleolítico' de La Garma (Cantabria), concedido en 2021.

Palarq anuncia que «un jurado internacional con reconocido prestigio en el ámbito científico y cultural dará a conocer el 3 de mayo los proyectos finalistas«, y el 15 de junio el jurado elegirá el ganador. Éste se hará público durante la gala de entrega del Premio, que se desarrollará como en las ocasiones anteriores en el Museo Arqueológico Nacional (MAN).

El Premio Nacional de Arqueología y Paleontología es el primero de estas características concedido por una fundación privada dedicada a estas disciplinas.

Poner en valor la investigación española

«Hay que poner en conocimiento y dar valor a todos los estupendos proyectos que llevan a cabo los arqueólogos y paleontólogos españoles», decía a ABC el presidente de la Fundación Palarq, Antonio Gallardo, cuando en 2018 decidió impulsar este galardón. De entre los 25 participantes en aquella primera edición, el jurado distinguió las investigaciones del proyecto 'Construyendo Tarteso', que dirigen Sebastián Celestino y Esther Rodríguez, del Instituto de Arqueología (CSIC – Junta de Extremadura) en el yacimiento del Turuñuelo.

Allí han documentado el sacrificio de medio centenar de equinos, así como un banquete ritual celebrado antes de cerrar este edificio que con su magnífica escalera, su bañera-sarcófago y su curiosa distribución sorprende a cada paso a los arqueólogos. En las excavaciones reanudadas en 2022 descubrieron la primera decoración arquitectónica de Tarteso.

En la segunda edición del premio se presentaron 20 candidaturas y entre las seis finalistas, el jurado internacional falló a favor de 'La Montaña del tiempo. Exploración de un campamento paleolítico en La Garma'' desarrollado por Pablo Arias y Roberto Ontañón, del Instituto Internacional de Investigaciones Prehistóricas de Cantabria (IIIPC).

Sus estudios han revelado la existencia de un yacimiento único en el mundo que constituye una verdadera cápsula del tiempo, con restos arqueológicos que incluyen desde un campamento de cazadores del Paleolítico superior a enterramientos visigodos.

La Fundación Palarq recogió los detalles de este proyecto y de los otros cinco que quedaron finalistas en el II Premio Nacional de Arqueología y Paleontología en el libro 'Desenterrando el pasado', que editó junto a 'National Geographic'. Esta asociación privada y sin ánimo de lucro financia además durante la campaña de 2023 hasta 172 proyectos españoles de arqueología y paleontología.

abc.es

¿Temblaba el suelo al pasar los dinosaurios?

Tyrannosaurus rex podía pesar entre 7 y 9 toneladas. En las películas vemos que todo tiembla al son de sus pasos. ¿Qué dice la ciencia?

La lluvia arrecia sobre el vehículo que recorre el “Parque Jurásico”. El pequeño Tim se incorpora de su asiento para fijarse en un vaso de agua mientras Donald despierta de la cabezada que estaba echando. Un fallo en el sistema del parque ha dejado sin electricidad a las instalaciones. Los coches no avanzan y las vallas de 10 000 voltios son meros alambres para los gigantes que deberían mantener alejados de los humanos que pasean por las atracciones. El agua del vaso de mueve y forma ondulaciones. Cada vez se escucha más cerca. Cada vez retumban más fuerte las pisadas de Tyrannosaurus rex. Cada vez se siente más la vibración que generan sus pasos. Lo marca el agua, se aprecia en los coches, se palpa en los corazones. La alambrada cae y hace acto de presencia el dinosaurio más famoso del cine. Imposible no sentir emoción la primera vez que se ve esta escena de “Parque Jurásico” (algunos la seguimos sintiendo, aunque ya seamos capaces de contarla de memoria). El aficionado a las buenas películas vibra (nunca mejor dicho) al ver cómo se escapa uno de los mayores depredadores de la historia de la Tierra. Pero el divulgador científico se pregunta: ¿de verdad tendría ese efecto en un vaso de agua el paso de Tyrannosaurus rex? ¿Temblaba el suelo cuando caminaban los dinosaurios gigantes?

Un autobús de dos patas

Este es Scotty, el fósil de T. rex más pesado del mundo con unos 8800 kilos.
No tenemos claro si es una desgracia o una suerte el hecho de no poder responder a esta pregunta observando un espécimen de T. rex de verdad. En cualquier caso, sí tenemos claro que la ficción parte de una idea con el objetivo de entretener, y eso la distingue mucho de la paleontología, que parte del estudio de fósiles y tiene el objetivo de conocer todo lo posible sobre la vida en el pasado de nuestro planeta. Por tanto, para averiguar si los dinosaurios sacudían el suelo con sus patas, solo podemos fijarnos en los restos fósiles disponibles y compararlos con los grandes animales terrestres que viven en la actualidad.

Si nos centramos en el dinosaurio protagonista de nuestra escena, T. rex pesaba entre 7 y 9 toneladas. ¿Sacudiría el suelo un autobús si en vez de rodar sobre la carretera caminara sobre dos patas? La respuesta es sí, probablemente sentiríamos vibraciones al paso de Tyrannosaurus rex, sobre todo en plena carrera una vez se lanzara a la caza de alguna presa.

Caballos y elefantes para comparar

¿Has presenciado alguna vez una carrera de caballos? En Sanlúcar de Barrameda (Cádiz) son un espectáculo. Los caballos corren por la playa y los espectadores podemos situarnos muy cerca de la improvisada pista del hipódromo. Nada de gradas. Con los pies sobre la arena, uno siente el paso de los jinetes y sus veloces monturas.

El mamífero terrestre más grande de nuestros días es el elefante africano, que pesa entre 4 y 7 toneladas. Es un poco más pequeño que los mayores especímenes de T. rex que hemos encontrado. Un elefante africano sacude el suelo cuando pasa corriendo a nuestro lado. Ya no digamos un grupo en estampida. Tanto es así que un equipo de investigadores publicó un estudio sobre los elefantes en el que defienden que se comunican haciendo retumbar el suelo. O’Connell-Rodwell, de la Universidad de Stanford, encabezó este interesante estudio que analizaba una nueva perspectiva acerca de la distancia de comunicación entre elefantes. Allí donde no llegan con sus barritos, la vibración de sus pistones parece ser una alternativa.

Los elefantes hacen temblar el suelo cuando corren. iStock.

“Cuando un elefante pisa y retumba el suelo, la gente que está alrededor lo siente. También lo notan otros elefantes, que utilizan posiblemente las uñas de los pies para captar mensajes enviados por sus congéneres desde distancias considerables, hasta unos 32 kilómetros”.

Un gigante sigiloso

El elefante camina sobre cuatro patas, se supone que, al hacerlo sobre dos patas, Tyrannosaurus rex tendría una pisada aún más pesada y, por tanto, susceptible de hacer temblar el suelo. Ahora bien, no debemos olvidar que era un depredador y para cazar se necesita sigilo. Entonces, es posible pensar en un T. rex sacudiendo el suelo mientras corría, pero cuando caminaba y, sobre todo, cuando acechaba, lo normal sería que fuera con un movimiento silencioso para no alertar a su presa.

Por tanto, es posible que Tyrannosaurus rex hiciera temblar el suelo, pero al correr. En modo sigilo, tal y como aparece en “Parque Jurásico”, no creemos que el agua del vaso que observa Tim se moviera con cada paso del dinosaurio.

Referencias:

O’Connell-Rodwell, C. 2007. The vibration sense in large mammals and its role in communication: Elephants as a case study. The Journal of the Acoustical Society of America 121, 5, 3080. DOI: 10.1121/1.4781916.

Persons, W. S. et al. 2019. An Older and Exceptionally Large Adult Specimen of Tyrannosaurus rex. The Anatomical Record 303, 4, 656-672. DOI: 10.1002/ar.24118.

Reuters. 2001. Los elefantes se comunican haciendo retumbar el suelo. elpais.com.

muyinteresante.es