Un estudio revela tejidos blandos y proteínas en fósiles de dinosaurios, lo que podría ofrecer claves sobre la evolución del cáncer y el desarrollo de futuras terapias. La investigación redefine cómo conservar fósiles y abre una nueva vía en la medicina paleobiológica.
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Un dinosaurio fosilizado conserva proteínas que podrían cambiar la forma en que entendemos el cáncer. Ilustración artística: Sora / Edgary R. |
La paleontología ha dejado de ser solo huesos. Un equipo internacional de científicos ha demostrado que, incluso millones de años después de su extinción, los dinosaurios aún pueden revelar secretos sobre la salud y la enfermedad. Un nuevo estudio publicado en la revista Biology y liderado por investigadores de Anglia Ruskin University y el Imperial College London, ha identificado estructuras celulares similares a glóbulos rojos en los huesos fósiles de un Telmatosaurus transsylvanicus, un dinosaurio herbívoro que vivió hace unos 70 millones de años. ¿La novedad? Estas estructuras podrían contener proteínas clave para entender la evolución del cáncer.
El hallazgo no solo cambia nuestra visión sobre la conservación fósil. También sugiere que las proteínas, al ser más estables que el ADN, podrían ser una fuente confiable de información molecular en especies extintas. Esta nueva evidencia refuerza la idea de que enfermedades como el cáncer no son exclusivas de los humanos modernos, sino que tienen raíces profundas en la evolución de los vertebrados. De hecho, una investigación previa en el mismo dinosaurio ya había identificado señales compatibles con un tumor maligno.
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Tejidos blandos en fósiles abren la puerta a una nueva medicina paleobiológica contra el cáncer. Ilustración artística: DALL-E / ERR. |
Ahora, el enfoque cambia del esqueleto al tejido blando. Los autores del estudio instan a los museos y centros de conservación a valorar más los fósiles que preservan componentes celulares, ya que las técnicas moleculares emergentes permitirán extraer información antes inimaginable.
"Los dinosaurios, como organismos longevos y de gran tamaño, constituyen un caso convincente para investigar cómo las especies gestionaron la susceptibilidad y la resistencia al cáncer a lo largo de millones de años", dijo Justin Stebbing, catedrático de Ciencias Biomédicas de la Universidad Anglia Ruskin.
Cuando los glóbulos rojos fosilizados hablan
El estudio se centró en un espécimen notablemente bien conservado del Telmatosaurus transsylvanicus, un dinosaurio de hocico plano perteneciente al grupo de los hadrosaurios, cuyos restos fueron hallados en la Cuenca de Hateg, en Rumanía. Usando microscopía electrónica de barrido (SEM), los investigadores identificaron estructuras de baja densidad que se asemejan morfológicamente a eritrocitos humanos.
"Queríamos ver si este tumor en el dinosaurio podría darnos alguna información sobre cualquier paralelo con los cánceres humanos, porque el tumor que tenía este dinosaurio era un ameloblastoma, un tumor benigno en la mandíbula, que los humanos también tienen", dijo la Dra. Biancastella Cereser, especialista en cáncer en Imperial College London y autora del estudio.
Estas estructuras no son una ilusión óptica. Su forma, distribución y densidad coinciden con lo que se esperaría de glóbulos rojos, lo que sugiere que estas células no solo estaban presentes, sino que podrían haber sido parcialmente preservadas. Aunque no contienen ADN viable, sí podrían retener proteínas estables, ofreciendo así un retrato molecular del pasado.
La importancia de este descubrimiento radica en su repetibilidad. Análisis comparativos en otros fósiles también han detectado componentes similares, lo que plantea la posibilidad de que la conservación de tejidos blandos sea más común de lo que se pensaba.
Esto representa un cambio de paradigma en paleontología, donde tradicionalmente se ha privilegiado el estudio del esqueleto sobre el de las células.
Una ventana molecular a enfermedades prehistóricas
El cáncer es una enfermedad tan antigua como la vida compleja. Ya se han documentado tumores en fósiles de reptiles marinos y dinosaurios, pero hasta ahora, estos diagnósticos se basaban exclusivamente en malformaciones óseas. La posibilidad de estudiar proteínas implicadas en procesos celulares, como la división y la apoptosis, abre nuevas puertas para entender su origen.
Los científicos creen que estos datos podrían iluminar sobre por qué ciertos animales eran más resistentes al cáncer. Los dinosaurios, como organismos grandes y longevos, enfrentaban un alto riesgo de desarrollar tumores simplemente por tener más células y vivir más tiempo.
Si lograron sobrevivir con tasas relativamente bajas de cáncer, podría deberse a mecanismos biológicos aún desconocidos, pero identificables a través del estudio de sus proteínas.
"Las proteínas, sobre todo las que se encuentran en tejidos calcificados como los huesos, son más estables que el ADN y menos susceptibles a la degradación y la contaminación. Esto las convierte en candidatas ideales para estudiar enfermedades antiguas, incluido el cáncer, en especímenes paleontológicos", dijo Stebbing.
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Imágenes representativas obtenidas por microscopía electrónica de barrido (SEM) que muestran estructuras similares a eritrocitos en el hueso fosilizado de la mandíbula de un Telmatosaurus transsylvanicus con patología. A la izquierda, imágenes en modo de electrones secundarios resaltan la morfología superficial (flechas rojas). A la derecha, imágenes en modo retrodispersado del mismo campo visual revelan variaciones de densidad internas. Fuente: Biology. |
El estudio también destaca la estabilidad de las proteínas en huesos calcificados. A diferencia del ADN, que se degrada con rapidez, las proteínas pueden persistir durante millones de años, especialmente cuando quedan atrapadas en estructuras óseas compactas. Esto las convierte en candidatas ideales para estudios paleomoleculares, incluyendo el análisis de enfermedades como el cáncer, la artritis o infecciones crónicas.
Proteómica del pasado: una herramienta del futuro
La técnica utilizada en el estudio se conoce como paleoproteómica. Esta disciplina emergente permite extraer y analizar proteínas antiguas, revelando detalles moleculares que ni siquiera la morfología puede mostrar. Al aplicar estas técnicas a fósiles bien preservados, los investigadores pueden reconstruir funciones celulares, rutas metabólicas e incluso perfiles inmunitarios.
Hasta ahora, estas técnicas han sido poco utilizadas en paleontología. La mayoría de los estudios se ha centrado en el ADN antiguo, cuyo alcance temporal es mucho más limitado. La paleoproteómica, en cambio, permite explorar edades mucho más remotas, como el Cretácico, y estudiar a organismos extintos con una resolución sin precedentes.
El estudio de Telmatosaurus demuestra la viabilidad del enfoque. Al identificar patrones de conservación proteica en los huesos del dinosaurio, los autores sentaron las bases para futuras investigaciones que podrían comparar muestras de diferentes especies, regiones o periodos. Esta visión transversal permitirá comprender mejor la evolución de las enfermedades y cómo ciertos linajes lograron mecanismos de defensa más eficientes.
"Nuestra investigación, que utiliza métodos relativamente infrautilizados, invita a nuevas exploraciones que podrían ser la clave de futuros descubrimientos que podrían beneficiar a los seres humanos. Sin embargo, es crucial que se coordinen los esfuerzos de conservación de fósiles a largo plazo para garantizar que los futuros investigadores tengan acceso a especímenes adecuados para las investigaciones moleculares de vanguardia", dijo Stebbing.
Revalorizar los fósiles: mucho más que huesos
"A diferencia de las estructuras esqueléticas por sí solas, los tejidos blandos contienen proteínas que proporcionan información molecular que puede revelar los mecanismos biológicos subyacentes de las enfermedades", dijo Stebbing.
El nuevo enfoque implica un cambio de mentalidad en la conservación paleontológica. Hasta ahora, el valor de un fósil solía medirse por su completitud esquelética o rareza taxonómica. Sin embargo, el nuevo estudio aboga por dar prioridad a los restos que contienen tejidos blandos, por mínimos que parezcan.
Esto implica retos logísticos y éticos. Preservar proteínas requiere condiciones específicas, y no todos los museos están preparados para conservar fósiles en estas condiciones. Además, deben establecerse protocolos claros sobre el muestreo de fósiles para evitar su deterioro.
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Científicos hallaron estructuras similares a glóbulos rojos en fósiles de un Telmatosaurus, lo que permitió detectar proteínas preservadas que podrían revelar cómo estos dinosaurios enfrentaban enfermedades como el cáncer hace 70 millones de años. Ilustración artística: DALL-E / ERR. |
Pero el potencial científico lo justifica. Como señalan los investigadores, entender cómo evolucionó la resistencia al cáncer en organismos como los dinosaurios podría tener aplicaciones biomédicas en humanos. Los descubrimientos del pasado podrían traducirse en terapias del futuro, siempre que los fósiles adecuados estén disponibles.
¿Qué sigue? El camino hacia la medicina evolutiva
Los autores del estudio insisten en que esto es solo el comienzo. Con técnicas más avanzadas y fósiles mejor conservados, la investigación futura podría identificar proteínas implicadas en enfermedades específicas, comparar mutaciones en diferentes linajes y hasta establecer cronologías evolutivas de ciertas patologías.
También planean ampliar el número de especies estudiadas. Analizar fósiles de otros dinosaurios, reptiles o incluso mamíferos antiguos permitiría comprobar si los patrones observados en Telmatosaurus se repiten en otros linajes. Esto validaría la hipótesis de que ciertos mecanismos celulares de protección contra el cáncer ya estaban presentes hace millones de años.
A largo plazo, se abre la puerta a una nueva disciplina: la medicina paleobiológica. Esta integraría conocimientos de biología molecular, evolución, oncología y paleontología para entender la historia natural de las enfermedades humanas. No como una simple curiosidad científica, sino como una vía real para mejorar la salud del presente.
"Parque Jurásico no está bien, porque lo que dijeron es que el ADN de los dinosaurios podría recuperarse y clonarse para resucitar a los dinosaurios, pero no podemos sacar ADN de esto porque se descompone por el clima y el tiempo", dijo el profesor Stebbing. "Pero lo que hemos descubierto es que en realidad hemos descubierto que las proteínas en los tejidos blandos pueden sobrevivir con el tiempo."
Referencias
Stebbing J, Chandrasinghe PC, Cereser B, Bertazzo S, Csiki-Sava Z. Preserving fossilized soft tissues: Advancing proteomics and unveiling the evolutionary history of cancer in dinosaurs. Biology. (2025). doi:10.3390/biology14060370
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