Unas rocas de hace 3.700 millones de años que se
consideraron los fósiles más antiguos del planeta podrían no serlo
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Hasta ahora se pensaba que los fósiles, hallados en
Groenlandia, podían ser
restos de estromatolitos, unas estructuras construidas
por cianobacterias en
aguas poco profundas. En la imagen, estromatolitos en el
oeste de Australia
(dr322 / Getty Images/iStockphoto)
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En 2016, un equipo de geólogos afirmó haber hallado en
Groenlandia lo que podían ser los fósiles más antiguos de la Tierra: unas rocas
de hace 3.700 millones de años que tenían signos de haber sido habitadas por
microorganismos. Sin embargo, puede que las conclusiones de esta investigación,
dirigida desde la Universidad de Wollongong (Australia), fueran erróneas.
Un nuevo trabajo ha reanalizado las rocas y ha llegado a la
conclusión de que las estructuras que sus descubridores atribuyeron a la
actividad de microorganismos arcaicos son en realidad resultado de procesos
geológicos. Los autores de esta nueva investigación, liderada desde el
Laboratorio de Propulsión a Reacción de la NASA, en Pasadena (Estados Unidos),
publican los resultados en la revista Nature.
Las rocas proceden de una formación conocida como el
cinturón de rocas verdes de Isua, situada en la costa a 150 kilómetros de Nuuk,
la capital de Groenlandia. Se trata de una pequeña ventana a la Tierra del
pasado, ya que contiene algunas de las rocas sedimentarias más antiguas y mejor
conservadas del planeta.
Las muestras proceden de una formación de Groenlandia que
contiene las rocas bien conservadas más antiguas de la Tierra
Antes del descubrimiento de estas rocas, el récord del fósil
más antiguo lo ostentaban estromatolitos de hace entre 3.430 y 3.490 millones
de años, hallados en el cratón de Pilbara, en el noroeste de Australia. Los
estromatolitos son estructuras construidas por un tipo de microorganismos, las
cianobacterias, que viven en colonias y capturan minerales que van depositando
a lo largo del tiempo.
Algunos de los estromatolitos de Pilbara fueron descubiertos
por el mismo equipo que ha realizado la investigación presentada hoy en Nature.
Según escriben los autores, son la prueba de vida más antigua ampliamente
aceptada, ya que contienen estructuras bien preservadas de origen claramente biológico.
“Están entre las evidencias más fiables, aunque esta [las rocas halladas en
Groenlandia] también se consideraba una de ellas”, coincide Víctor Parro,
vicedirector del Centro de Astrobiología (CSIC-INTA). Entre las estructuras más
reveladoras se encuentran unas formas cónicas y laminadas que muy probablemente
fueron construidas por biopelículas de microorganismos, entre ellos
cianobacterias. No se conoce ningún proceso geológico que pueda crearlas.
En Groenlandia, las rocas de la ancestral formación de Isua
pasaron años enterradas en las profundidades de la corteza terrestre antes de
volver a emerger a la superficie. El calor y la presión extremos que
experimentaron probablemente borraron cualquier rastro de vida que hubiera
podido contener. Sin embargo, los investigadores liderados desde Wollongong
descubrieron en sus muestras indicios de las mismas estructuras cónicas
laminadas descubiertas en Pilbara, según publicaron en Nature en 2016. Por
ello, concluyeron que esas rocas de hace 3.700 millones de años eran también
estromatolitos, lo que adelantó la posible aparición de las cianobacterias en
200 millones de años.
Los descubridores originales encontraron indicios de
estructuras cónicas características de los estromatolitos, que habrían
implicado que la vida ya llevaba tiempo evolucionando en la Tierra cuando tenía
solo 800 millones de años
Las cianobacterias son microorganismos capaces de realizar
la fotosíntesis, un proceso biológico que requiere de componentes altamente
complejos y especializados. El hecho de que ya existieran hace 3.700 millones
de años implicaría que ya entonces la vida llevaba tiempo evolucionando en la
Tierra, cuando el planeta tenía solo 800 millones de años. Y que esos
organismos arcaicos, o sus ancestros, fueron capaces de sobrevivir a una lluvia
de asteroides que asoló el globo hace entre 4.100 y 3.800 millones de años,
conocida como bombardeo intenso tardío.
Ahora, el equipo liderado desde el Laboratorio de Propulsión
a Reacción ha estudiado otra muestra de la misma formación de rocas de
Groenlandia de forma más exhaustiva. Un análisis de la estructura
tridimensional ha desvelado que las supuestas formas cónicas que revelaban la
presencia de cianobacterias en el pasado en realidad no serían conos, sino
rugosidades formadas por la compresión de la roca. Tampoco presentan la
estructura de láminas típica de los estromatolitos de origen biológico ni
tienen huellas químicas de la vida.
El nuevo trabajo concluye que las rocas no tienen indicios
de vida arcaica, sino huellas del ambiente extremo que experimentaron durante
su paso por las profundidades terrestres
Los investigadores concluyen, pues, que no hay signos de
actividad de microorganismos en las rocas de Isua. Según escriben en Nature, su
particular estructura no es una huella de la vida arcaica, sino del ambiente
extremo que experimentaron durante su paso por las profundidades terrestres.
El equipo dirigido desde Wollongong, no obstante, sigue
firme en sus conclusiones, según explica por correo electrónico Allen Nutman,
quien lideró el descubrimiento original publicado en 2016. Uno de sus
principales argumentos es que el otro grupo de investigadores no examinó en
profundidad la geología de la formación de Isua y tomó la muestra de un lugar
con características geológicas distintas, donde los estromatolitos estarían
estado peor conservados. “Es un escenario clásico de comparar peras con
manzanas, lo que lleva inevitablemente al resultado de que nuestras
observaciones y las suyas no encajan exactamente”, declara Nutman.El investigador
de la Universidad de Wollongong ofreció al otro equipo examinar sus mismas
muestras, pero nunca aceptaron, añade.
Por otra parte, “las estructuras de estromatolito que
mostramos sí contienen vestigios de láminas”, afirma Nutman. “Es más, las
estructuras genuinas de estromatolitos [...] que muestran Allwood y su equipo
también presentan láminas internas”, si bien peor preservadas que en muestras
más modernas.
Nos mantenemos en nuestra interpretación de que hay
estromatolitos extremadamente raros en las rocas de Isua, preservados en una
diminuta reliquia de un ambiente marino de hace 3.700 millones de años” ALLEN NUTMAN Líder del descubrimiento original
En base a estos argumentos y a las pruebas químicas, que
indican, según Nutman, que las rocas se originaron por sedimentación en un
lecho marino poco profundo, “nos mantenemos en nuestra interpretación de que
hay estromatolitos extremadamente raros en las rocas de Isua, preservados en
una diminuta reliquia de un ambiente marino poco profundo de hace 3.700
millones de años”.
“Los resultados aportan nuevos datos a la controversia sobre
estos indicios del origen de la vida, aunque ni el trabajo anterior ni este la
resuelven”, valora por otra parte Víctor Parro, que no ha participado en la
investigación, en entrevista telefónica. Según Parro, las pruebas morfológicas,
que constituyen el principal argumento de los investigadores del Laboratorio de
Propulsión a Reacción, “nunca van a ser concluyentes”. “A partir de este
trabajo, va aumentar el estudio de estas rocas, y por otra parte habrá que
intentar buscar otras evidencias más inequívocas. Por ejemplo, moléculas de
origen biológico atrapadas en las rocas. Si pudiéramos encontrar biomarcadores
de esas épocas, serían indicios muy fuertes”, añade.
La investigación sobre el origen de la vida en la Tierra
también puede ayudar a la búsqueda de vida antigua en otros planetas, como en
Marte. “Si encontramos estructuras similares en Marte, podemos extrapolar lo
que sabemos de las rocas de la Tierra”, señala Víctor Parro. Las rocas
expuestas en el planeta rojo, además, son muy antiguas, ya que Marte carece de
los procesos tectónicos que remodelan la superficie de otros planetas como la
Tierra. Así pues, si una vez hubo vida allí, sus huellas podrían ser más
accesibles.
Por otra parte, “cuanto más antiguo datemos el origen de la
vida en la Tierra, más nos acercamos a la posibilidad de que hubiera vida en
Marte en el pasado, ya que se enfrió más rápido que la Tierra y tuvo
condiciones de habitabilidad mucho antes”, explica Parro. Una hipótesis, de
hecho, propone que la vida se gestó en el planeta rojo cuando este aún tenía
atmósfera y agua líquida en su superficie y viajó a la Tierra transportada en
meteoritos. Eso explicaría que hubiera estado tan evolucionada en una época tan
primigenia de nuestro planeta. “Todas esas hipótesis están ahí y por eso es
importante acotar lo más precisamente posible el periodo en el que surgió la
vida en la Tierra”, concluye Víctor Parro.
Otras pruebas de los albores de la vida
Existen otros indicios de vida aún más antiguos que los
estromatolitos de Australia –y los presuntos de Groenlandia–, si bien menos
concluyentes. En 2017, un equipo liderado por el University College de Londres
presentó el hallazgo de unos microfósiles de bacterias que vivieron en el fondo
marino hace entre 4.280 y 3.770 millones de años, descubiertos en la bahía de
Hudson, en Canadá. También en Canadá, en Labrador, otro grupo dirigido desde la
Universidad de Tokio descubrió acumulaciones de grafito de hace 3.950 millones de años cuya composición solo se puede explicar si lo produjeron seres vivos.
Ambos descubrimientos apuntan a que o bien la vida surgió en
la Tierra muy temprano después de su nacimiento hace 4.500 millones de años,
cuando el planeta empezaba a enfriarse tras su formación, o bien vino del
exterior.
Esta noticia ha sido editada para incluir las valoraciones
de Allen Nutman, investigador de la Universidad de Wollongong que lideró el
descubrimiento original