Desde su capital, esta provincia de Castilla y León propone
una ruta entre vestigios, pueblos y maravillas de la naturaleza.
Visitar Burgos es hacer un viaje en el tiempo hasta los
orígenes de Castilla, el nacimiento de la lengua española y todavía más atrás.
En el punto de partida hacia esas comarcas, antes de cruzar el Ebro desde el
Burgos de los páramos, hemos visto surgir las dos estilizadas torres de la
célebre catedral, con las filigranas concebidas por Juan de Colonia. Son una
maravilla de riqueza y civilización que debieron impresionar también a los
peregrinos del Camino de Santiago en la época medieval, tras sus jornadas por
veredas, caminos, trochas y cañadas. Ya en el siglo XII, el geógrafo árabe
Al-Idrisi escribe sobre Burgos:
Es una gran ciudad, atravesada por un río y dividida en
barrios rodeados de muros. Uno de estos barrios está habitado particularmente
por judíos. La ciudad es fuerte y acondicionada para la defensa. Hay bazares,
comercio y mucha población y riquezas.
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EL PUNTO DE PARTIDA PARA RECORRER BURGOS
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Un paseo a la sombra de los plátanos entrelazados del Paseo
del Espolón, el más céntrico y popular de la ciudad, a orillas del río
Arlanzón, lleva del Arco de Santa María y el Consulado del Mar hasta el Teatro
Principal y la Diputación. A la altura del templete de música, un almuerzo en
los salones del Casino, que desde 1881 es la sede del Círculo de la Unión,
permite saborear en un decorado excepcional la comodidad burguesa, la cultura
más conservadora, la tradición.
Este espacio supone todo un contraste a las exposiciones del
Centro de Arte Contemporáneo (CAB), alguna inquieta librería del centro, el
activo barrio de Gamonal –aquí vive la tercera parte de la población de Burgos–
o la agenda cultural de la ciudad, que contiene sorpresas muy contemporáneas.
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UNA GENERACIÓN QUE PASARÁ A LA HISTORIA
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En Laín Calvo se encuentra la escultura de una pareja de
ancianos, un bronce titulado Homenaje a nuestros mayores. Parecería una más
entre las varias que se han instalado en la ciudad, con personajes a tamaño
natural congelados en el tiempo. Recuerdan que en la década de 1960 Burgos pasó
a ser favorecida por el franquismo como polo de promoción industrial; eso
atrajo a gentes de los pueblos de la provincia que cambiaron el campo de trigo
y el pinar por la fábrica y el piso dormitorio. Pasaron a ser obreros, aunque
nunca acabaron de perder el vínculo con el campo y la casa familiar; allí
quedaron los abuelos que, según la temporada, proveen a hijos y nietos con
habas, lechugas, calabacines, nueces…
Todavía encontraremos a algunos de estos mayores en la ruta
por los pueblos, esos burgaleses caracterizados como gente llana, austera,
digna, sin dobleces, servicial. Hablan con el castellano más claro y exacto, no
se diría musical, porque aquí hasta las palabras suenan despejadas como sus
páramos.
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LO ANTIGUO Y LO MODERNO
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En la Real Academia de la Lengua Española se guarda un trozo
del cráneo del Cid, conseguido por Camilo José Cela en una rocambolesca
historia con una aristócrata británica, cuya familia lo obtuvo tras la
profanación de la tumba de San Pedro de Cardeña por parte de las tropas
napoleónicas en el siglo XIX. La misma RAE ya ha dado la bendición a que las
primeras dataciones de voces y grafías en español no son las Glosas
Emilianenses y Silenses, nacidas en los monasterios de Yuso y Suso, en La
Rioja, sino los Cartularios del monasterio de Valpuesta, en Las Merindades
burgalesas, dentro del Parque Natural de Montes Obarenes.
Muchos más cráneos descubriremos en la visita al Museo de la
Evolución Humana, que expone fósiles originales hallados en la sierra de
Atapuerca. Los yacimientos de este enclave son el segundo de los tres bienes
burgaleses declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, junto con la
Catedral de Burgos y el Camino de Santiago Francés a su paso por la ciudad y la
provincia.
El edificio del Museo de la Evolución Humana tiene una
arquitectura moderna espectacular, una caja de luz que en la planta inferior
explica los hallazgos en las diferentes simas de Atapuerca y sus diferentes
niveles de excavación, hasta restos de 1.300.000 años de antigüedad. La planta
de entrada está dedicada a la teoría de la evolución de Charles Darwin y a diez
impresionantes reproducciones de homínidos, a tamaño natural, que colocan al
visitante frente a frente con ancestros como el Homo antecesor, el Homo
neanderthalensis o el Homo heidelbergensis. Las plantas superiores están
dedicadas a la evolución cultural, con diferentes modos de vida y utensilios, y
a la evolución ambiental en diversos ecosistemas.
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EL IMPRESCINDIBLE: ATAPUERCA
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A tan solo 15 km del museo, está la trinchera que una
compañía británica abrió en 1895 para la construcción de una línea ferroviaria
entre las minas de hierro y carbón del norte de Burgos y las fábricas de
Vizcaya. Aquella empresa fue un fracaso, pero acabó dejando al descubierto
numerosos restos fósiles que dieron lugar a diferentes excavaciones a partir de
1964, con una época dorada en la década de 1990.
Desde entonces, en los yacimientos de Atapuerca se suceden
los descubrimientos de restos de la especie Homo: huesos, piezas fabricadas en
asta, marfil o cuarcita, y piezas cerámicas, algunas grabadas y decoradas. A
partir de lo encontrado en la Sima del Elefante, en la Gran Dolina, en la Sima
de los Huesos, en la Galería de las Estatuas y en otros lugares de excavación
del yacimiento, es posible imaginar los animales que habitaban esas sierras
burgalesas: el tigre de dientes de sable, la hiena manchada, el oso antecesor
del oso de las cavernas, gamos, caballos, bóvidos, rinocerontes e incluso
leones.
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DE PUEBLO EN PUEBLO
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La ruta del río Arlanza, al sur de la capital, lleva a la
villa de Lerma, con su Palacio Ducal, hoy convertido en Parador Nacional, la
Colegiata de San Pedro, el monasterio de la Ascensión y el mirador de los
Arcos. Covarrubias, con sus calles de gesta y romance, es una maravilla de
arquitectura popular castellana. El claustro del monasterio benedictino de
Santo Domingo de Silos es una de las obras más bellas del arte románico, la
visita permite escuchar en directo el canto gregoriano de sus monjes.
La continuación hacia Salas de los Infantes, con su museo dedicado a los dinosaurios que habitaron la zona, nos sitúa en las
estribaciones de la Sierra de Demanda. Un buen centro para profundizar en ella
sería Quintanar de la Sierra, que permite excursiones a lugares impresionantes
como son Las Calderas de Palacios o las lagunas de Neila.
Pero también podemos ir hacia el norte, por pequeñas
carreteras entre los bosques de Pineda de Sierra, dar un pequeño rodeo hacia
Briviesca y visitar Poza de la Sal, el pueblo donde nació el naturalista Félix
Rodríguez de la Fuente, con su castillo y salinas centenarias. La ruta sigue a
través del páramo de Masa, un paisaje llano y duro, gris o amarillo trigo, que
acaba abruptamente para descender a una hondonada abierta hasta el río Ebro,
resguardada de los cierzos, con pendientes de pinares y valles plantados de
miles de cerezos y manzanos.
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CADERECHAS, EL 'HANAMI' DE CASTILLA Y LEÓN
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El valle de las Caderechas es uno de estos pequeños paraísos
poco conocidos, aunque ya han llegado allí japoneses residentes en España para
celebrar su hanami, la tradición de contemplar las flores de sakura, del
cerezo, que en las Caderechas florece tarde, en la primera quincena de abril.
Si eres un desconocido, la actitud de los burgaleses con el
visitante es adusta, formal y respetuosa, pero al poco se transforma en
curiosidad y, al poco más, en familiaridad. Si caes bien, no es difícil que
acabes con una bolsa de cerezas, de ciruelas, de manzanas reineta o de
níscalos, según el tiempo, o probando el queso, la morcilla de arroz y un
cacharro de chacolí, sentados en el poyo. La tarde pasa en charla, ahora andan
preocupados, igual que en los valles de Las Merindades, por proyectos de
grandes aerogeneradores en el borde del páramo, que cambiarían el paisaje y la
vida del lugar. El tiempo es largo, las carreteras estrechas y tranquilas,
ideales para recorrer en bicicleta, sin prisa.
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"VAS A ACABAR EN OÑA"
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En los pequeños pueblos del norte burgalés queda poca gente
en invierno: los resistentes en trabajos agrícolas o los servicios, los
jubilados recientes con pensiones obtenidas en décadas de trabajo en Bilbao,
Burgos o Barcelona. Y algunos neorrurales que se instalaron en la década de
1980 y que ahora están casi aceptados. Con el buen tiempo llegan jubilados algo
más mayores o bajas permanentes, que pasan en el pueblo cinco meses al año. Las
casas, mejor o peor restauradas, se van llenando los fines de semana en un
crescendo hasta el verano, con hijos, nietos y amigos, que estallan en fiestas
muy populares, con romerías, pasacalles, concursos, juegos, convites, bailes
nocturnos y el inevitable remojón en el pilón para algunos señalados. Hay quien
todavía recuerda y revive el tradicional juego del bolo burgalés, con sus bolas
de madera de nogal y los bolos saltando de forma peligrosa.
La villa de referencia en la región es Oña, a medio camino
entre La Bureba y Las Merindades, que tuvo mucha relevancia en la formación de
Castilla. Su centro es el monasterio de San Salvador, antigua abadía
benedictina con un claustro gótico donde se representa cada agosto El Cronicón,
un espectáculo en el que los vecinos recrean el pasado medieval de la villa.
Fue hospital psiquiátrico y en su artístico Jardín Secreto se encuentra el
trampantojo de un antiguo portón, con una doble entrada para locos y cuerdos.
¿Cuál tomar? Una expresión burgalesa típica cuando haces algo raro es «¡vas a
acabar en Oña!».
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TIERRA DE CASTILLOS
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Esta es la región donde surgió el condado de Castilla, en la
entrada a la comarca de Las Merindades. El valle del Ebro ha cortado
desfiladeros, con alturas fácilmente defendibles ante las acometidas de los
musulmanes. Se dice que la fortaleza de Tejada, situada en Trespaderne, a la
entrada del desfiladero de la Horadada, debe ser considerada el primer castillo
de Castilla, pues estudios arqueológicos lo han datado a finales de la época
visigoda –siglo v–, aunque se asienta sobre restos anteriores, posiblemente de
tiempos romanos.
La primera mención de Castilla, según su etimología «tierra
de castillos», aparece en un documento del año 800, hoy desaparecido, del
monasterio de San Emeterio de Taranco, en la merindad del valle de Mena.
Castilla surgió como entidad política autónoma como condado vasallo de León,
alcanzando la categoría de reino en el siglo XI. En esas raíces de Castilla se
enmarca Frías, que con 247 habitantes es la ciudad más pequeña de España. El
título de «ciudad» lo recibió el año 1435 del rey Juan II de Castilla y nunca
lo ha perdido. Sus calles empedradas, el castillo de los Velasco, las casas
colgadas y el puente medieval merecen un paseo histórico a fondo.
Es posible entrar también en Las Merindades visitando la
ermita románica de San Pedro de Tejada –de propiedad privada, abre al público
en verano–, cerca de Puente-Arenas. Junto a sus relieves de la Ascensión y de
la Última Cena, sobresalen temas lúdicos y eróticos.
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LA ENTRADA A LAS MERINDADES
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Más adelante, en el municipio de Valdenoceda, diversas
pasarelas sobre el Ebro permiten caminar por el desfiladero de los Hocinos, una
ruta fácil bajo los riscos de la Sierra de Tesla dominados desde el aire por el
buitre leonado, el aguilucho pálido y el alimoche.
Los merinos eran las personas que administraban un
territorio en nombre del rey, valles fértiles que generaban abundantes diezmos
también para nobles y monasterios. Medina de Pomar, una de las poblaciones más
grandes de la comarca, conserva muchas muestras de esa riqueza, quizá la más
impresionante sea el Alcázar de los Condestables. También Espinosa de los
Monteros es señorial, lugar de descanso de la realeza, con sus casas de
soportales y galerías acristaladas; un bonito paseo por la ribera del río
Trueba conduce hasta la joya de la corona, la Torre de los Velasco.
Ambas villas pueden ser el centro para profundizar en las
cuatro direcciones de Las Merindades: desde el este, en los límites con Álava,
hasta el oeste, en las montañas pasiegas que limitan con Cantabria, y desde el
sur, en el valle del Ebro y la Sierra de Tesla, hasta el norte, ya camino de
Barakaldo o Bilbao.
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EL VALLE DEL ROMÁNICO
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El valle de Mena contiene ermitas e iglesias románicas, como
las de Santa María de Siones, San Lorenzo de Vallejo y San Miguel Arcángel, y
paisajes que invitan a caminatas como las dirigidas al nacimiento del río
Cadagua, afluente ya del Nervión. Más adelante, San Pantaleón de Losa, ermita
situada en la punta de un risco con la forma de una proa de barco, atrae como
un imán. Este pequeño templo se considera una de las obras más hermosas y
originales del arte románico en Burgos, y se ha relacionado incluso con la
leyenda del Santo Grial.
En el camino a los valles pasiegos del oeste, hacia Lunada, Estacas
de Trueba o el Castro Valnera, con sus típicas cabañas con tejados de lastra,
se puede visitar Ojo Guareña, uno de los mayores complejos kársticos de la
Península Ibérica y uno de los más extensos del mundo, con más de 100 km de
galerías subterráneas y cuevas. Esta fuerza del agua sobre la roca caliza se
hace también visible en Puentedey (puente de Dios), un ojo de roca atravesado
por el río Nela, sobre el que se asienta un pueblo muy bello, coronado por la
iglesia de San Pelayo y el Palacio de los Fernández de Brizuela (siglo XVI).
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LA HUELLA DEL AGUA
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Las rocas cortadas por el agua, la abundancia de torcas,
hacen de Las Merindades un territorio de cascadas, muy impresionantes en meses
de lluvia: la del barranco de Mesa (a 5 minutos de Puentedey), el Salto del
Nervión (de 222 m de altura, el mayor de la Península Ibérica, en el límite
entre Burgos y Álava), la cascada del Peñón (Pedrosa de Tobalina, en el valle
de Tobalina), la de las Pisas (en Soncillo), la de Peñaladros (Cozuela, valle
de Mena), o la de San Miguel (Peña Angulo, Valle de Losa).
En el Ebro más escondido, en el valle de Manzanedo, igual
que ocurre en los de Zamanzas o Valdivielso, existen lugares singulares poco
conocidos, como las ruinas del abandonado monasterio de Santa María del Río
Seco, escenario listo para una serie de batallas medievales, en un entorno
natural exuberante. Y unas curvas más adelante, antes de regresar a Burgos
capital, Orbaneja del Castillo es una encantadora aldea de apenas 50
habitantes, dentro del cañón del Ebro. En invierno, la cascada frente a las
casas se muestra espectacular.
En el viaje de vuelta mezclamos imágenes de páramos pardos y
verdes valles, de condes medievales y laboriosos agricultores. Para muchos de
nosotros Burgos es origen, está en rasgos de nuestro carácter, en la lengua que
hablamos y en la historia en la que convivimos. Quizá también sea destino: ese
lugar, hoy tan necesario, para disfrutar de una vida sencilla, digna, calmada y
en contacto con la naturaleza.
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