En apenas una hora estará con todos nosotros en el Teatro-Auditorio "Gran Casino" de Salas de los Infantes
«La política actual parece un juego de trileros»
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José Luis Corral con un ejemplar de su última novela.
ICAL
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Bucea en la historia y se documenta como pez en el agua para
sus novelas y ensayos. Aplica el rigor en los textos y mete la directa en las
opiniones. No tiene pelos en la lengua, pero tampoco peca de soberbio. Sabe de
lo que habla, conoce el pasado y se imagina el futuro.
Lo que más le sorprende a José Luis Corral de estos tiempos
en los que «prima lo banal y lo inane» es que todavía «haya personas que se
interesen por la cultura». El historiador y novelista zaragozano lleva nueve
meses recorriendo España para presentar su última obra: Los Austrias. El vuelo
del águila. Hoy recala en Salas de los Infantes, donde ya se ha detenido «en
alguna ocasión», y aprovechará la invitación de la biblioteca municipal y del
Ayuntamiento para «conocer bien la localidad, sobre todo sus museos y su
patrimonio».
«Que te digan que les interesa la historia y la novela
histórica, y en concreto mi novela, y que te pidan que vaya a hablar de ello es
para mí una enorme satisfacción», admite quien ostenta el título de maestro de
la novela histórica española contemporánea. No será su última visita a Salas,
pues espera «volver en otros momentos».
Pregunta.- Dos años de disciplina, de viajes y de
documentación. ¿Qué licencias ha concedido a la ficción?
Respuesta.- Mis novelas históricas están muy documentadas,
pero también hay ficción, claro. Yo creo que la buena novela histórica tiene
que ser verosímil, es decir, que lo fabulado no chirríe con lo histórico. En
Los Austrias. El vuelo del águila hay mucha historia y mucha desmitificación de
la historia oficial estereotipada y acrítica, pero también hay imaginación, que
es lo propio de la literatura. En esta novela hay dos grandes tramas: la
histórica, en torno a las relaciones de Fernando el Católico con su yerno
Felipe el Hermoso, su hija Juana la Loca y su nieto Carlos de Austria; y la de
ficción, en torno a una familia de judíos conversos, los Losantos, que son
médicos de la corte y por ello testigos privilegiados de la intrahistoria y
donde he desarrollado toda mi imaginación. Ensamblar esas dos tramas, una real
y otra ficticia, ha sido lo más complejo a la hora de escribir la novela.
P.- En el vídeo promocional sostiene que «el conocimiento
del pasado nos sirve para entender por qué el presente es como es». ¿Qué vicios
o costumbres de aquella época mantiene la clase política actual?
R.- Muchísimos: la ambición por el poder y el dinero, el
egoísmo que hace que se preocupen más por mantener su puesto que por el
bienestar de la gente, las intrigas y la mentira como arma política, la falta
de vergüenza... Además, hay algo que cuenta en favor de algunos poderosos de
antaño con respecto a los de ahora: en 1500 muchos poderosos leían, se
preocupaban las artes, amaban la belleza y gustaban de los libros y las
bibliotecas. Encontrar a políticos que lean, amen la cultura, visiten museos,
vayan a conciertos o frecuenten el teatro es casi un milagro. La clase política
española actual es tremendamente inculta, y se le nota muchísimo.
P.- ¿Y el pueblo llano?
R.- Ya sé que esto no es correcto, pero una mayoría de la
gente es hoy tan inculta y está tan despreocupada por la cultura como lo estaba
en España a comienzos del siglo XVI. Con un agravante para los de hoy: ahora la
enseñanza es obligatoria hasta los 16 años, pero, desgraciadamente, no se nota
demasiado. Quizás muchas gentes siguen teniendo un comportamiento gregario muy
arraigado: no les preocupa lo importante, no les preocupa la defensa de lo
público y son acríticos e incultos. Una pena.
P.- Las traiciones entre rivales ya no acaban en muerte
física, pero sí política. ¿Se puede jugar limpio y salir indemne?
R.- En la época de mi novela nadie jugaba limpio en la
esfera de la política. Como escribo en alguna página, en la España de los
Austrias «todos trataban de engañar a todos». Y creo que hoy pasa algo similar.
En política, tal cual están las cosas, si vas de frente, con las manos por
delante y sin trampas ni engaños, estás perdido. La política actual es lo más
parecido a un juego de trileros, donde el engaño prima sobre la verdad.
P.- Ha denunciado en multitud de ocasiones la manipulación
de la historia de España por parte del poder. ¿Mienten más los defensores de la
unidad nacional o quienes pretenden irse?
R.- La Historia es un arma ideológica formidable y el poder
la ha utilizad siempre para justificarse. Lo ha hecho, y lo sigue haciendo, el
nacionalismo españolista, que sin el menor análisis crítico sostiene que España
existe poco menos que desde los tiempos de los primeros pobladores de las
cuevas de Atapuerca; y lo mismo hacen los nacionalistas de otros ámbitos más
reducido en la geografía, por ejemplo los pancatalanistas cuando dicen que
Cataluña es una nación desde el siglo IX o cuando hablan de términos
inexistentes como «Confederación catalanoaragonesa» o «Países catalanes».
P.- En su día abordó la figura del Cid en forma de novela.
¿Qué le atrajo del personaje?
R.- Rodrigo Díaz de Vivar es un personaje extraordinario. Me
fascinó su forma de comportarse en un tiempo tan convulso con los últimos años
del siglo XI, su sentido de la independencia y del honor, su manera buscar la
gloria y la fortuna. El Cid es una de las figuras más manipuladas de la
historia de España. En mi novela, paradójicamente usando la literatura,
desmonto las mentiras que se inventaron sobre él y sobre su tiempo.
P.- ¿Héroe, mercenario o ambas cosas a la vez?
R.- Los conceptos de héroe o villano, o mercenario en este
caso, no son iguales según desde dónde se contemplen. Grandes generales y
soldados que son considerados héroes por algunos aparecen como criminales de
guerra por otros. Ser un héroe o un villano depende de muchas cosas: del bando
ganador, de cómo lo traten los historiadores o los escritores, del punto de
vista nacional, religioso, político... y de la época desde la que se mire el
pasado. El Cid fue un héroe para la literatura medieval, pero visto desde los
ojos de observadores del siglo XXI parece un mercenario. Eso sí, fue un hombre
que siempre cumplió su palabra y que se impuso al destino, y ese es el
estereotipo de héroe universal y atemporal. Por eso sigue siendo una figura muy
atrayente para todo el mundo y en todas las épocas.
P.- También ha investigado los enigmas de las catedrales.
¿Algo que contar sobre la de Burgos?
R.- Burgos es una ciudad que me ha atraído desde hace años,
y que suelo visitar con frecuencia, aunque hace ya tres años que no paso en
ella algún día. Burgos ha sido muy importante en mi actividad como historiador
y como novelista. Además de mi novela sobre El Cid, he dedicado a su catedral muchas horas de
investigación en mi ensayo El enigma de las catedrales y otras tantas en mi
novela El número de Dios, que discurre durante la construcción de la catedral
de Burgos en el siglo XIII. La catedral de Burgos es todo un texto semiótico,
un microuniverso en el que se compendian los saberes, las esperanzas y los
miedos de la Edad Media. La de Santa María es una catedral con muchas historias
que contar todavía.
P.- ¿Cuál es su próximo reto historiográfico o literario?
R.- Pues acabo de terminar un ensayo histórico que me ha
apasionado escribir; se titulará Misterios, enigmas y secretos de la Edad Media
y lo publicará la editorial Síntesis este próximo mes de mayo. Y en cuanto a
literatura, ando metido de lleno en una segunda entrega de Los Austrias, que
comienza donde dejé Los Austrias. El vuelo del águila, es decir, cuando Carlos de
Gante va a ser proclamado emperador. La publicará la editorial Planeta, creo
que a fines de este mismo año. Será la segunda de una saga, una pentalogía, que
quiero prolongar hasta la muerte de Felipe II; ya veremos.
P.- Viendo el panorama actual, ¿estamos condenados a repetir
nuestra historia y ya la estamos repitiendo? Y no me refiero únicamente a
España, sino a Europa y el mundo en general.
R.- Yo no creo que la historia se repita, porque cambian
muchas cosas (escenarios, tiempos, paisajes, protagonistas, ideas), pero sí hay
momentos que se parecen. La historia debería ser maestra de vida y aprender de
ella, sobre todo de los errores, pero no hay manera de que los políticos lo
entiendan. No estamos condenados a repetir la historia por no conocerla y no aprender
de ella, pero sí estamos condenados a sufrir situaciones similares si no
aprendemos de la experiencia. Las personas sabias son las que aprenden de los
errores y los corrigen. Desafortunadamente, no hay sabios en el poder.