Así luce el exterior de la cueva donde se aprecia la estructura laminada de la caliza, allí habría
habitado el hombre de Tianyuandong. Foto: Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid.
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elcomercio.com
AGENCIA EFE
Un equipo de investigadores españoles reconstruyó la vida de uno
de los Homo sapiens más antiguos de Asia, conocido como el hombre de
Tianyuandong, que vivió hace 40 000 años.
Los resultados de esta investigación se publican en la revista
Journal of Human Evolution y está liderada por la investigadora del Museo
Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC) Yolanda Fernández Jalvo.
A través del análisis tafonómico (rama de la paleontología que
estudia los procesos formación de los fósiles), esta científica reconstruyó qué
le pasó al individuo: "investigar y contar la vida y la muerte de alguien
que habitó el planeta hace 40 000 años, además de ser una labor detectivesca,
nos ayuda a comprender cómo vivieron nuestros antepasados".
El hombre de Tianyuandong fue encontrado en 2001 en una pequeña
cueva cercana al complejo kárstico de Zhokoudian, un referente en
paleoantropología que proporciona abundantes restos humanos de diferentes
edades, señaló el MNCN en un comunicado.
El análisis de los fósiles determinó que se trataba de un Homo
sapiens que, según la datación por carbono 14, vivió hace unos 40 000 años, es
decir, uno de los fósiles más antiguos de nuestra especie encontrados en Asia
oriental.
Los huesos revelaron que este hombre, que tenía alrededor de 50
años, sufría lesiones patológicas en las manos, además de problemas en las
cervicales, que muy posiblemente le impedían tallar piezas líticas.
De hecho, pese a que a menos de 6 kilómetros hay rocas de cuarzo y
sílex, este hombre ni las buscó ni las llevó a la cueva.
"Sin embargo, los problemas motores que sufría no le
impidieron sobrevivir gracias a la carroña y a la caza de pequeños animales que
pudo descarnar usando la roca madre de la cueva donde vivía. Aún hoy puede
verse que la caliza rompe por meteorización dando lugar a lascas naturales,
muchas de ellas con un filo útil", señaló Fernández Jalvo.
La base de la investigación es la asociación entre los huesos de
la fauna encontrados en la cueva, la mayoría ciervos de unos 60 kilos y de los
restos humanos.
Los primeros están muy rotos frente a la escasa fragmentación que
muestra el esqueleto humano. "En los huesos de los ciervos hemos detectado
cortes de filos de piedra caliza para separar la carne y roturas para extraer
la médula", agregó Fernández Jalvo.
La ubicación del esqueleto, en un recodo de la cueva, los golpes y
contusiones en la superficie del esqueleto humano y el hecho de que muchas de
las fracturas sean post-mortem, indica que, muy probablemente, la muerte del
individuo se produjera por caídas de bloques que además mantuvieron los restos
ocultos a los carroñeros, según las mismas fuentes.
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