Al inicio de esta semana el
gobierno del estado mexicano de Yucatán, anunció que está apoyando activamente
la solicitud para que el cráter de Chixchulub sea declarado Patrimonio Natural
de la Humanidad, por la Organización de la Naciones Unidas para la Educación la
Ciencia y la Cultura, UNESCO.
Este cráter, de 180 km de
diámetro, es nada más ni nada menos que el resultado del impacto de un
meteorito, de hace 65 millones de años. Justamente el que inició uno de los
cinco mayores eventos de extinción masiva que han ocurrido en la Tierra.
Se trata, por supuesto, de la
extinción de los dinosaurios, llamado el evento del Cretácico-Paléogeno (K/Pg),
en el que también desaparecieron los amonites -una subclase de moluscos
cefalópodos-, y la mayoría de los reptiles voladores y acuáticos.
Como ha señalado el científico
mexicano Jaime Urrutia Fucugauchi: “La colisión que formó el cráter es un
suceso que marcó las fronteras de las eras geológicas y modificó la evolución
de los organismos. Con ello desapareció el 75 por ciento de las especies...”
Urrutia Fucugauchi, presidente de
la Academia Mexicana de Ciencias e investigador titular del Instituto de
Geofísica de la Universidad Nacional Autónoma de México, UNAM, es uno de los
geofísicos mexicanos que han presentado las bases científicas de la solicitud a
la UNESCO, junto con Ligia Pérez Cruz, también investigadora de la UNAM, Mario
Rebolledo y Laura Hernández, ambos del Centro de Investigación Científica de
Yucatán, CICY; con la colaboración de Sean Gulick (University of Texas), Clive
R. Neal (University of Notre Dame, Indiana) y Joanna Morgan (Imperial College
London).
Desde hace tres años, Chixchulub
se encuentra incluido en la llamada Lista Tentativa de la UNESCO, en la cual
cada país, perteneciente a la ONU, puede solicitar la inclusión de uno o varios
lugares con importancia cultural o natural, para que sean considerados
posteriormente en las nominaciones para ser considerados Patrimonio de la
Humanidad.
En el proceso para conseguir la
nominación se deben aportar pruebas que apoyen la importancia del lugar, por
eso, en este caso es necesaria la participación de quienes se han dedicado a
investigar el cráter de forma extensiva.
Este cráter fue descubierto como
tal en 1978, cuando dos geofísicos Antonio Camargo y Glen Penfield -uno
mexicano, el otro estadounidense-, contratados por la empresa mexicana PEMEX,
realizaban mediciones para buscar yacimientos de petróleo en la zona,
encontrando mediciones magnéticas, que les dieron indicios de la existencia de
una estructura geológica, que consideraron primero podría ser un volcán
submarino, pero que finalmente identificaron como un cráter de impacto.
Los estudios geológicos
posteriores indicaron que el terreno tenía una alta cantidad de iridio, elemento
químico poco abundante en la Tierra, pero mucho más abundante en los
meteoritos, lo que llevó a pensar que en ese sitio debió ocurrir el impacto de
un meteorito muy grande. Poco después, el físico estadounidense Luis Álvarez,
junto con su hijo, el geólogo Walter Álvarez propusieron la hipótesis de que la
extinción de muchos plantas y animales en el Cretácico, por las fechas y
condiciones, podía haber estado relacionada con el impacto de un meteorito en
Chicxulub.
Pero la importancia de que la
zona de Chicxulub sea declarada como Patrimonio de la Humanidad, tiene que ver
no sólo con el evento de extinción, sino con el evento mismo del impacto, que
generó un tipo de terreno muy especial, que localmente hizo posible que se
formaran los cenotes (estanques naturales, abastecidos por ríos subterráneos),
y que a la larga llevaron al establecimiento de ecosistemas muy particulares en
la zona, pero que además globalmente modificó el clima de la Tierra e hizo
posible el establecimiento y evolución de otras especies animales, incluidos a
los primates.
Además el cráter mismo es una
oportunidad de estudiar y entender procesos no sólo de nuestro planeta, sino
del Sistema Solar, pues como explican Jaime Urrutia y Ligia Pérez: “Los
impactos y formación de cráteres constituyen uno de los procesos fundamentales
que controlan la evolución de las superficies planetarias en el Sistema Solar
[...] Parte de los estudios del origen del sistema planetario se basan en los
meteoritos que caen en la Tierra, los cuales fueron formados en las etapas
iniciales”.
Sin embargo por las condiciones
de nuestro planeta, a diferencia de otros cuerpos en el Sistema Solar -como la
Luna o Marte-, no tenemos aquí muchos cráteres “bien conservados” que nos
permitan estudiar directamente no sólo el meteorito, sino los cambios de
configuración que ocurren en las superficies planetarias, cosa que sí sucede
con Chixchulub, no sólo por su tamaño, sino por el hecho de que la mitad del
cráter esté bajo el agua, lo que ha contribuido a su conservación.
Aunque es cierto que es
totalmente casual que el meteorito en cuestión cayera donde cayó hace millones
de años cuando por supuesto no existíamos ni siquiera los seres humanos, a fin
de cuentas si la UNESCO termina reconociendo a ese lugar como Patrimonio de la
Humanidad, para la comunidad científica mexicana, sí que será un logro, nada
casual, sino producto del trabajo de muchos investigadores, de los que podemos,
desde ahora, estar muy orgullosos.
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