sábado, 29 de junio de 2019

Gente Burgos: Especial Sampedros 2019

El Museo de Dinosaurios de Salas de los Infantes presente en las Fiestas de Burgos de San Pedro y San Pablo

Si eres de Burgos o estás disfrutando de las Fiestas Patronales de la capital burgalesa puedes conseguir una entrada gratuita al Museo de Dinosaurios de Salas de los Infantes (a 56 km de Burgos) trayendo el recorte publicitario original (al Museo de Dinosaurios) que aparece en la edición especial del periódico gratuito de Gente que podrás encontrar en cientos de establecimientos públicos y privados.




































Describen fósil de tortuga marina del Cretácico Tardío

Hace 83 millones de años, a principios del Campaniano (Cretácico Tardío), un mar somero dividía dos enormes masas continentales llamadas Appalachia y Laramidia. En ese Mar Interior de Norteamérica vivieron, entre otros animales marinos, tortugas de la familia Protostegidae.

En 2008, un ejemplar fósil de esa familia de quelonios fue descubierto en una cantera de la Formación Austin, cerca de Ciudad de Jiménez, al norte de Coahuila, y posteriormente resguardado en la colección del Museo de Paleontología de Múzquiz.

Del género Desmatochelys se han encontrado y descrito hasta la fecha siete ejemplares en lo que ahora es Canadá (uno), Colombia (uno), Estados Unidos (cuatro) y norte de México (uno).

Con base en el ejemplar colectado en Coahuila, y como parte de su investigación doctoral “Taxonomía y sistemática de las tortugas fósiles del Mesozoico de México”, el paleontólogo universitario Oliver Ariel López Conde ha llevado a cabo el primer registro de la tortuga marina fósil más grande descrita para México; pertenece a la familia Protostegidae y al género Desmatochelys.

“Hasta ahora no se había descrito formalmente nada sobre este género de tortugas en el país”, comenta el estudiante del Posgrado en Ciencias Biológicas del Instituto de Geología de la UNAM.

Además, el ejemplar mexicano es el registro más sureño del Cretácico Tardío, con lo cual se amplía la distribución geográfica de estas tortugas a lo largo del Mar Interior de Norteamérica.

El más grande de México

El fósil colectado en Coahuila es el ejemplar más grande que se conoce en México: mide un metro de largo por 80 centímetros de ancho, si bien de la familia Protostegidae hay otros géneros más grandes, como Archelon, con más de cuatro metros de longitud, y Protostega, con tres. Todos los ejemplares de estas tortugas extintas han sido colectados en Estados Unidos, principalmente en Dakota del Norte, Dakota del Sur y Texas.

“Pese a que no se puede realizar una descripción más completa del fósil coahuilense porque carece de cráneo (de seguro se perdió durante el trabajo de lajeado), hay elementos óseos conservados que permiten afirmar que es una tortuga marina del género Desmatochelys“, refiere López Conde.

A diferencia de otros ejemplares del mismo género colectados en Norteamérica, se describieron por primera vez las extremidades posteriores (ambas están bien conservadas y articuladas), lo que enriquece la descripción de este género de tortugas del Cretácico Tardío. “Antes sólo se habían descrito algunas falanges, pero no las extremidades posteriores, de menor tamaño pero también con forma de aleta.”

El fósil fue fotografiado para facilitar su análisis comparativo y su descripción taxonómica. Las imágenes obtenidas se pasaron por un filtro de luz, con lo cual fue posible elaborar un esquema de su estructura ósea que López Conde incluyó en un artículo que reportará por primera vez este género de tortuga para México.

Descripción

¿Cuáles son los elementos óseos que permiten saber que se trata de una tortuga del género Desmatochelys?

Se pudo identificar a nivel de familia y de género, debido a la forma del caparazón y su reducción en la osificación; a las placas periféricas largas y delgadas con contactos serrados; al hioplastrón y el hipoplastrón, que son dos placas óseas de la zona abdominal del caparazón, cuyos bordes presentan terminaciones ramificadas; y al entoplastrón, con su característica forma en “T”.

“Mediante el filtro de luz se aprecian mejor todos los elementos óseos de relevancia taxonómica: las vértebras caudales y el húmero, más grande y robusto que el fémur, porque este tipo de aleta es la que hacía la mayor fuerza para nadar”, apunta López Conde.

A pesar de que se encontraron diferencias para clasificarla como una especie diferente de las dos previamente descritas (Desmatochelys lowii y Desmatochelys padillai), el ejemplar de Múzquiz sería asignado a una especie ya descrita.

En la actualidad, hay tortugas marinas grandes que pueden medir hasta dos metros de longitud, como la tortuga laúd; pertenecen a la familia Dermochelyidae, que en su momento también tuvo representantes durante el Cretácico Tardío.

Los principales géneros colectados en lo que fue el Mar Interior de Norteamérica son Archelon, Protostega y Desmatochelys, los cuales se extinguieron a finales del Cretácico Tardío.

En una siguiente fase, López Conde trabajará en la taxonomía de otra tortuga cuya descripción rápida indica que pertenece a la misma familia Protostegidae, pero podría tratarse de un nuevo género-especie aún no descrito en el mundo.

El ejemplar está prácticamente completo, vivió hace 90 millones de años, en el Turoniano (Cretácico Tardío), y fue colectado en la cantera Venustiano Carranza, también en Coahuila.

“Mi proyecto doctoral aborda la descripción de tortugas fósiles del Mesozoico que vivieron en el territorio que hoy en día ocupa México, así como la obtención de sus relaciones filogenéticas, a fin de aportar conocimiento sobre un grupo de reptiles relativamente olvidados en los estudios paleontológicos del país”, finaliza López Conde.

El paleontólogo universitario contó con la colaboración de la doctora Juliana Sterli, del Museo Paleontológico Egidio Feruglio; del doctor Jesús Alvarado Ortega, del Instituto de Geología de la UNAM; de la maestra en ciencias María Luisa Chavarría Arellano, profesora de la Facultad de Ciencias de la UNAM; y de Héctor Porras Múzquiz, director del Museo de Paleontología de Múzquiz.

viernes, 28 de junio de 2019

Algunos cocodrilos del pasado eran herbívoros

Varios grupos antiguos de cocodriliformes (incluyendo parientes vivos y extintos de cocodrilos y caimanes) no eran carnívoros, como sí lo son en la actualidad, revela un estudio de dientes fósiles.   

De hecho, la evidencia sugiere, según la investigación publicada en 'Current Biology' por científicos de la Universidad de Utah, que una dieta vegetariana surgió en los primos lejanos de los cocodrilos modernos al menos tres veces.

Cocodrilos incluidos en el estudio. JORGE GONZÁLEZ
"Lo más interesante que descubrimos fue la frecuencia con que los cocodriliformes comían plantas --señala Keegan Melstrom, estudiante de doctorado de la Universidad de Utah--. Nuestro estudio indica que los dientes con formas complejas, que inferimos para indicar herbivoría, aparecen en los parientes extintos de los cocodrilos al menos tres veces y quizá hasta seis".

Todos los cocodrilianos vivos poseen una forma y ecología general del cuerpo similar para adaptarse a su estilo de vida como carnívoros semiacuáticos, que incluye dientes cónicos relativamente simples. Estaba claro desde el inicio del estudio que las especies extintas mostraban un patrón diferente, incluidas las especies con muchas especializaciones que no se veían en la actualidad. Una de esas especializaciones es una característica conocida como heterodoncia: diferencias regionalizadoras en el tamaño o forma de los dientes.

"Los carnívoros poseen dientes simples, mientras que los herbívoros tienen dientes mucho más complejos --explica Melstrom--. Los omnívoros se ubican en un punto intermedio. Parte de mi investigación anterior mostró que este patrón se mantiene en reptiles vivos que tienen dientes, como los cocodrilos y lagartos. Así que estos resultados nos dicen que el patrón básico entre la dieta y los dientes se encuentran tanto en mamíferos como en reptiles, a pesar de formas de dientes muy diferentes, y son aplicables a los reptiles extintos”.

Para inferir que los cocodriliformes extintos probablemente comieron plantas, Melstrom y su consejero graduado, el conservador jefe Randall Irmis, compararon su complejidad dental con la de los de animales vivos utilizando un método desarrollado originalmente para ser utilizado en mamíferos vivos. En general, midieron 146 dientes de 16 especies diferentes de cocodriliformes extintos.

Usando una combinación de medidas dentales cuantitativas y otras características morfológicas, los investigadores reconstruyeron las dietas de las especies extintas. Los resultados muestran que esos animales tenían una gama más amplia de complejidades dentales y supuestas ecologías dietéticas de lo que se había apreciado anteriormente.

Los cocodriliformes que se alimentaban de plantas aparecieron al principio de la historia evolutiva del grupo, concluyen los investigadores, poco después de la extinción masiva ocurrida en el Triásico final, y persistieron hasta la extinción masiva del Cretácico final que mató a todos los dinosaurios, excepto a las aves. Su análisis sugiere que la herbivoría surgió independientemente un mínimo de tres veces, y posiblemente seis veces, en cocodriliformes mesozoicos.

"Nuestro trabajo demuestra que los cocodriliformes extintos tenían una dieta increíblemente variada --dice Melstrom--. Algunos eran similares a los cocodrilianos vivos y eran principalmente carnívoros, otros eran omnívoros y otros probablemente se especializaban en plantas. Los herbívoros vivían en diferentes continentes en diferentes momentos, algunos junto con mamíferos y parientes mamíferos, y otros no. Esto sugiere que un herbívoro cocodriliforme tuvo éxito en una variedad de ambientes".

Pájaros gigantes convivieron con el Homo en Europa hace 2 millones de años

Un descubrimiento sorprendente en una cueva de Crimea (Rusia) sugiere que los primeros europeos vivían junto a algunas de las aves más grandes jamás conocidas.

Concepto artístico del pájaro gigante que habitó en Europa. ANDREY ATUCHIN
Anteriormente se pensaba que tal gigantismo en aves solo existía en las islas de Madagascar y Nueva Zelanda, así como en Australia. El espécimen recién descubierto, en la cueva Taurida en la costa norte del Mar Negro, sugiere que sería un ave tan gigante como el ave elefante de Madagascar o el moa de Nueva Zelanda y podría haber sido una fuente de carne, huesos, plumas y cáscara de huevo para los humanos primitivos.

"Cuando sentí por primera vez el peso del ave cuyo muslo tenía en la mano, pensé que debía de ser un fósil de ave de elefante malgache porque no se han reportado aves de este tamaño en Europa. Sin embargo, la estructura del hueso inesperadamente contó una historia diferente", explica la autora principal, la doctora Nikita Zelenkov, de la Academia de Ciencias de Rusia. El estudio se publicó en 'Journal of Vertebrate Paleontology'.

"Aún no tenemos datos suficientes para decir si estaba más estrechamente relacionado con avestruces u otras aves, pero estimamos que pesaba alrededor de 450 kilos --añade--. Este formidable peso es casi el doble del moa más grande, tres veces el ave viva más grande, el avestruz común, y casi tanto como un oso polar adulto".

Es la primera vez que se ha reportado un ave de tal tamaño desde cualquier lugar del hemisferio norte. Aunque la especie era conocida anteriormente, nadie intentó calcular el tamaño de este animal. El ave no voladora, atribuida a la especie 'Pachystruthio dmanisensis', probablemente tenía al menos 3,5 metros de altura puede que no volara pero también era rápida.

Mientras que las aves elefantes se vieron obstaculizadas por su gran tamaño, el fémur de la ave hallada era relativamente largo y delgado, lo que sugiere que era un mejor corredor. El fémur es comparable a los avestruces modernos, así como a las especies más pequeñas de aves moa. La velocidad puede haber sido esencial para la supervivencia del ave.

Junto a sus huesos, los paleontólogos encontraron fósiles de carnívoros masivos y altamente especializados de la Edad de Hielo. Incluían guepardos gigantes, hienas gigantes y gatos con dientes de sable, que podían cazar a los mamuts.

Otros fósiles descubiertos junto con el espécimen, como el bisonte, ayudan a fecharlo hace 1,5 a 2 millones de años. Se descubrió una variedad similar de fósiles en un yacimiento arqueológico en la ciudad de Dmanisi en Georgia, el yacimiento de homininos más antiguo fuera de África.

Aunque anteriormente fue descuidado por la ciencia, esto sugiere que el ave gigante puede haber sido típica de los animales encontrados en el momento en que los primeros homininos llegaron a Europa. Los autores sugieren que llegó a la región del Mar Negro a través del sur del Cáucaso y Turquía.

La masa corporal del ave se reconstruyó usando cálculos de varias fórmulas, basadas en mediciones del hueso del fémur. Aplicando estas fórmulas, la masa corporal del ave se estimó en alrededor de 450 kilos. Tal gigantismo pudo haber evolucionado originalmente en respuesta al entorno, que fue cada vez más árido a medida que se acercaba la época del Pleistoceno. Los animales con una masa corporal más grande tienen menores demandas metabólicas y, por lo tanto, pueden utilizar alimentos menos nutritivos que crecen en las estepas abiertas.

"La red de cuevas de Taurida se descubrió el verano pasado cuando se estaba construyendo una nueva autopista. Gracias a ello se descubrieron restos gigantescos y puede que haya mucho más que el sitio nos enseñará sobre el pasado lejano de Europa", concluye Zelenkov.

jueves, 27 de junio de 2019

Un descubrimiento que pisa fuerte

Un científico argentino localizó la huella más antigua de dinosaurios tireóforos de Gondwana

Para Pablo Pazos este sitio en Neuquén “tenía olor a dinosaurios”. El estudio geológico le permitió dar con el hallazgo: el estegosaurio habitó el planeta hace más de 163 millones de años y podía atravesar cursos de agua.

Pazos es geólogo (sedimentólogo) y en la actualidad dirige el Instituto de Estudios Andinos (UBA-Conicet). Su investigación, publicada en el Journal of South American Earth Sciences, patea el tablero porque quiebra varios presupuestos que indicaban los estudios previos en el área neuquina. Sin proponérselo, pero con buenas dosis de intuición y conocimiento, localizó la huella de dinosaurios tireóforos más antigua de Gondwana, bloque continental que, como todos saben, con el tiempo se desarmaría para dar origen a algunos continentes actuales, entre los que se destaca una parte del nuestro: Sudamérica. El descubrimiento se refiere al rastro dejado por un estegosaurio, popularmente conocido por sus distintivas espinas en la cola y sus famosas placas. Contra todos los pronósticos, la huella fue localizada en un plano inclinado, con lo cual el trabajo requirió necesariamente de un abordaje transdisciplinario. Aquí narra todos los detalles al respecto.

-¿Dónde halló la huella específicamente?

-En la Formación Lajas, una unidad geológica del período Jurásico (200-145 millones de años) que corresponde a la Cuenca Neuquina, en una localidad conocida como Arroyo Covunco (cerca de la ciudad de Zapala). Es una zona que había recorrido en muchas oportunidades con becarios e investigadores jóvenes con el simple propósito de contarles un poco cómo es la sedimentología. Me atraía este lugar porque su geología se encuentra muy a la vista y el subsuelo es reservorio de gas no convencional y petróleo. Desde la primera vez, había rasgos en las rocas que me hacían sospechar que había olor a huellas de dinosaurios. El problema era que todos los modelos paleoambientales –reconstrucciones de las escenografías pasadas– indicaban que estábamos en presencia de un sector marino.

-Es decir, toda la evidencia disponible señalaba que la zona había estado por debajo del nivel de agua…

-Exacto, es por eso que nadie pensaba que podría haber huellas de dinosaurios. Sin embargo, las irregularidades y las coloraciones que observábamos en las rocas me hacían recordar a situaciones similares en las que, contra todos los pronósticos, habíamos localizado huellas en lugares insospechados. Entonces, en una de las últimas visitas que realizamos apareció la huella y significó algo increíble, el corolario de algo que intuía, que lo veía venir pero que no fui a buscar específicamente.

-¿Cómo advirtió que se trataba de un tireóforo?

-En general, las huellas de dinosaurios son bastante fáciles de diferenciar entre sí. Cuando, además, se analiza desde una perspectiva geológica, el estudio adquiere más complejidad y se enriquece. Por ejemplo, no da lo mismo que el animal camine por arena o arcilla, con más o menos humedad, que haya matas microbianas o no las haya. Los rastros que dejan los tireóforos asumen algunas características concretas: tienen entre tres y cinco dedos bastante parecidos (dependiendo si son estegosaurios o anquilosaurios) con una morfología muy singular. Esta tiene tres dedos muy cortos y semejantes, con lo cual, correspondería a un estegosaurio, pero nos costaba asegurar eso ya que los registros óseos que se habían encontrado de posibles tireóforos eran mucho más jóvenes. El único hallazgo pertenecía al doctor Salgado y sus colaboradores sobre una unidad geológica un poco más antigua y ubicada bastante cerca.

-¿En base a qué criterio calculó la edad del hallazgo? ¿Por qué 163 millones de años?

-La Formación Lajas, en la que fue hallada, está delimitada por una discontinuidad geológica que funciona como frontera temporal. La edad más vieja está signada por la unidad que está por debajo, corresponde al Jurásico temprano y aproximadamente tiene una edad de 180 millones de años. Entonces, revisamos la literatura disponible, vimos qué edad tenían las huellas de los tireóforos en Gondwana y encontramos que todas las edades eran más jóvenes. Comparamos, entonces, con todo lo conocido y supimos que era la huella más antigua que alguna vez fue registrada en Gondwana.

-Lo curioso es que siempre se descubren muchas huellas que evidencian una caminata. Aquí, por el contrario, solo se halló una. ¿Por qué?

-Los registros de huellas habitualmente están en planos horizontales. En cambio, ésta fue localizada en la cara posterior de una duna, generada por movimientos de arena debajo del agua. De este modo, al ser un plano inclinado, encontrar otra huella se vuelve más difícil. ¿Cuáles eran nuestras hipótesis? O bien había disminuido el nivel de agua y la superficie quedó expuesta para cuando caminó el estegosaurio, o bien, el animal contaba con la capacidad de desplazarse cuando todavía había un poco de agua en la superficie. En este último caso, perfectamente, podíamos pensar en la posibilidad de una caminata mucho más errática que un trayecto común y corriente.

-¿Y entonces con cuál se quedaron?

-Con la segunda. Teníamos la referencia de una investigación de científicos ingleses que, en 2015, propusieron que los estegosaurios podían cruzar pequeños cuerpos de agua sin problemas. No eran nadadores pero tenían habilidad para atravesar barreras geográficas pequeñas. Estos colegas, además de encontrar las huellas, advirtieron el arrastre de los dedos que quedó "impreso" en las rocas. Es lo mismo que hacemos los humanos cuando nos metemos a una pileta y, poco a poco, avanzamos hacia lo profundo y vamos perdiendo estabilidad. Arrastramos nuestros dedos, vamos en puntitas de pies, hasta que finalmente intentamos flotar.

-Si la huella fue cubierta por agua, ¿por qué no se borró?

-Por las matas microbianas: estructuras presentes en ambientes sedimentarios desde tiempos primitivos Son las responsables de generar la estabilización de los sedimentos. Para decirlo fácil: si uno de nosotros camina sobre una mata observaremos cómo ésta se comporta como una esponja que permite el desplazamiento, pero no corre de lugar el sedimento. Soporta sin problemas la presión del peso ejercido por el cuerpo, como si fuera un colchón.

-Resulta increíble el modo en que el estudio sedimentológico contribuye a comprender un hallazgo paleontológico.

-Es que los geólogos, a lo largo de nuestras carreras, tomamos cursos de estructuras biogénicas como un campo dentro de la sedimentología. A través de la actividad orgánica somos capaces de entender aspectos del medioambiente que no son biológicos. En este marco, desde sus orígenes, la icnología –ciencia que explora el registro del comportamiento de los seres vivos en el lugar donde se produjeron– estuvo en medio del tironeo constante entre la paleontología y la geología. Hoy en día, como resultado, se ubica como nexo perfecto y puente entre ambas. En definitiva, cuanto mejor se lleven nuestras disciplinas mejores resultados de investigación alcanzaremos.

Nueva especie de dinosaurio carnívoro es descubierta en Brasil

Una nueva especie de dinosaurio carnívoro, del mismo linaje que el Tyranossaurus y el Velocirráptor, y que vivió en el periodo Cretáceo hace 90 millones de años, fue descubierta en un municipio al sur de Brasil, según estudio divulgado este miércoles.

El Vespersaurus paranaensis fue hallado en Brasil, y habría habitado este 
continente hace 90 millones de años.Foto: TribunadoParaná.
El fósil del dinosaurio fue encontrado en el municipio de Cruzeiro do Oeste, en el estado de Paraná, Brasil. Ya fue analizado por paleontólogos de la Universidad de Sao Paulo (USP), la Universidad Estatal de Maringá (UEM), el Museo Argentino de Ciencias Naturales y Museo de Paleontología de Cruzeiro del Oeste.

Según el estudio, publicado este miércoles en el periódico Scientific Reports y divulgado por la USP, el fósil encontrado revela un animal de pequeño porte, con poco más de 1,5 metros de longitud, que formaría parte del linaje de los terópodos, grupo de dinosaurios carnívoros bípedos que también incluye el Tyranossaurus y el Velocirráptor.

La nueva especie fue nombrada Vespersaurus paranaensis, a partir de la palabra "vesper", que se refiere a oeste o atardecer en latín, por la ciudad donde fue descubierta, y por representar el primer dinosaurio del estado de Paraná.

"El Vespersaurus paranaensis pertenece al subgrupo Noasaurinae, de dinosaurios de pequeño porte solo conocidos en Argentina y en Madagascar, con posibles registros también en la India, indicando que esas tierras estuvieron unidas durante el Cretáceo, con probable conexión a través de la Antártica", señala el estudio.

Se trata de la octava especie de dinosaurio descrita a partir de material brasileño que puede ser seguramente atribuida a los terópodos.

Con casi la mitad del esqueleto conocido, y a pesar de tener muy pocos restos del cráneo, el nuevo dinosaurio es el terópodo preservado de forma más completa en Brasil, siendo los demás conocidos con base en cráneos parciales, esqueletos más incompletos o incluso pocos huesos aislados.

Aunque el nuevo dinosaurio poseía "vértebras excavadas por divertículos del sistema respiratorio, que conferían ligereza a su esqueleto (como en las aves vivientes)", tenía brazos de un tamaño muy reducido, más o menos la mitad de la longitud de una de sus piernas.

No obstante, según el estudio, la característica anatómica más peculiar del Vespersaurus paranaensis está en los pies, ya que prácticamente todo su peso era soportado por un solo dedo central, lo que los científicos denominan como "animal funcionalmente monodáctilo" (semejante al de los caballos actuales).

Los otros dedos de las patas poseían grandes garras en forma de lámina, que servían para cortar y raspar.

"El Verpersaurus no es emparentado, probablemente usaría las garras del pie en la captura y desgarramiento de presas, que podrían incluir los lagartos y Pterossaurios, que sabemos también habían habitado la región", afirmó el paleontólogo Max Langer, líder del estudio y docente.

El Vespersaurus paranaensis no fue la primera especie de la Era de los dinosaurios encontrada en esa región de Paraná.

En el mismo municipio de Cruzeiro do Oeste fueron descubiertos el lagarto Gueragama sudamericano e innumerables individuos del pterosaurio Caiuajara dobruskii".

Fuente: EFE

martes, 25 de junio de 2019

Recordatorio: IV Concurso de Fotografía Geológica "Tierra de Dinosaurios" 2019

Queda una semana para que termine el plazo y nos enviéis vuestras instantáneas por correo electrónico.

La Fundación para el Estudio de los Dinosaurios en Castilla y Léon convoca el cuarto concurso de fotografía geológica “Tierra de Dinosaurios”, 2019 con el fin de promover un mayor conocimiento social del valioso patrimonio geológico y paleontológico de la Sierra de la Demanda burgalesa.



PARTICIPANTES:

Podrán participar todas las personas españolas o de cualquier nacionalidad sin límite de edad. Cada autor podrá presentar un máximo de cinco fotografías.

TEMA:

El tema al que se dedica esta cuarta, como también en las anteriores, es el paisaje geológico del macizo de Cameros/Demanda burgalés. Las imágenes deben ser tomadas en el entorno natural del territorio indicado que se delimita en la imagen que se adjunta en archivo jpg.

A modo de ejemplos, se señala a continuación algunos lugares geológicos de relevancia en el territorio donde se desarrolla este concurso: pliegues sinclinales de Peña Carazo y Peña Gayubar, desfiladeros de Yecla, río Pedroso y río Mataviejas, valle del Arlanza, circos glaciares de Mencilla y Neila, paso de Las Calderas, el Castillejo o las cuevas kársticas de Arlanza.

Las fotografías se enviarán a cualquiera de los correos electrónicos de la Fundación Dinosaurios CyL: info@fundaciondinosaurioscyl.com o fundaciondinosaurioscyl@gmail.com

Bases: descárgatelas aquí.

Territorio indicado: Mapa (pinche aquí).

¿Cuántas especies de dinosaurios se han encontrado?

Dominaron la tierra durante los 165 millones de años y se diversificaron

Los dinosaurios, una especie en extinción, dominaron la tierra y durante los 165 millones de años que existieron, se diversificaron.

Sin embargo, es difícil de determinar cuántas especies de dinosaurios existieron realmente. Según los paleontólogos, se ha podido identificar alrededor de 1000 especies, pero lo cierto es que quedan muchos por descubrir.

¿Cuántas especies de dinosaurios quedan por descubrir?

Un reciente estudio científico señala que aún falta por descubrir un total de 700 a 900 especies de dinosaurios.

Pero cabe recordar que se conoció de la existencia de los mismos desde el año 1825.

Tipos de dinosaurios

Aunque hay varias especies de dinosaurios, se han dividido en dos grandes tipos: Saurischia y Ornithischia.

Los Saurischia aparecieron hace aproximadamente 228 millones de años y se diversificaron durante el período Jurásico y el Cretácico.

En tanto, los Ornithischia aparecieron hace aproximadamente entre 228 y 65 millones de años.

Además, dentro de los Saurischia y los Ornithischia hay siete tipos de dinosaurios principales: Terópodo (Tyrannosaurus en Jurassic Park), Saurópodos, Ceratópsidos, Ornitópodos, Stegosaurus, Ankylosaurus y Paquicefalosaurios.


Descubren que los huesos hallados en Colorado pertenecen a un gran tricerátops de hace 68 millones de años

Este reptil de tres cuernos vivió a finales del período Cretácico.

Esqueleto de un tricerátops del Museo de Historia Natural del Condado 
de Los Ángeles./ Wikimedia Commons / Allie_Caulfield
Paleontólogos del Museo de Naturaleza y Ciencia de Denver (Colorado, EE.UU.) confirmaron este jueves que los restos fósiles de un dinosaurio, encontrados el mes pasado en una obra de construcción en el pueblo de Highlands Ranch, pertenecen a un tricerátops, informa la CBS.

Un comunicado emitido por el museo el 20 de mayo, solo indicó que un hueso de una extremidad y varias costillas eran de un dinosaurio con cuernos de hace 66 o 68 millones de años. Para establecer el género al que pertenecían, había que realizar un análisis más detallado, dijo al canal Natalie Toth, preparadora principal de fósiles de la entidad.

"Hace unas semanas, todo esto estaba bajo el agua, así que era casi imposible identificar qué era exactamente. Pero limpiando las cosas en el laboratorio, nos sentimos seguros de que es un tricerátops", señaló.

Además, agregó que se trata de un gran espécimen: "Es un tamaño adulto, los huesos en los que hemos trabajado son bastante masivos para este tipo de animal".

El sitio resultó ser rico en hallazgos, por lo que las excavaciones duraron más de las pocas semanas previstas y terminaron este viernes.

El tricerátops es un género de dinosaurios herbívoros que vivió en lo que ahora es Norteamérica a finales del período Cretácico. Son bien conocidos por su plataforma craneal posterior y tres cuernos, uno de los cuales se ubicaba sobre los orificios de la nariz, y otros dos, de alrededor de un metro, sobre las cuencas oculares.

viernes, 21 de junio de 2019

Animales ya se movían solos para comer hace 550 millones de años

Nuevos restos fósiles prueban que algunos de los primeros animales de la Tierra eran capaces de moverse deliberadamente, y la motivación no era otra que el hambre.   

SCOTT EVANS / UCR
"Esta es la primera vez en el registro fósil que vemos a un animal moviéndose para conseguir comida", dijo el autor principal de un nuevo estudio, Scott Evans, candidato a doctor en paleontología de la Universidad de California Riverside.

El equipo de Evans demostró que las criaturas del océano de 550 millones de años de edad se movían solas en lugar de ser empujadas por las olas o el clima. La investigación responde preguntas sobre cuándo, por qué y cómo los animales desarrollaron la movilidad por primera vez.

El equipo buscó evidencias de movimiento en más de 1.300 fósiles de Dickinsonia, criaturas con forma de plato de comida de hasta un metro de largo que vivían y se alimentaban de una capa de limo oceánico.

Los detalles del análisis del equipo se publicaron este mes en la revista Geobiology, encontraron que la Dickinsonia se mueve como gusanos, contrayendo y relajando sus músculos para ir tras su próxima comida de microorganismos.

La Dickinsonia se descubrió por primera vez en la década de 1940 y, desde entonces, los científicos han debatido si los fósiles mostraron evidencia de movimiento autodirigido. Para probar esto, fue crucial que Evans pudiera analizar cómo las múltiples criaturas que viven en la misma área se comportaban entre sí.

Evans y la coautora del estudio Mary Droser, profesora de paleontología, razonaron que si Dickinsonia estuviera montando olas o atrapada en tormentas, todos los individuos en la misma área se habrían movido en la misma dirección. Sin embargo, eso no es lo que muestra la evidencia.  

"Múltiples fósiles dentro de la misma comunidad mostraron movimientos aleatorios que no son en absoluto consistentes con las corrientes de agua", dijo Evans.

Críticamente, Evans pudo usar comunidades fósiles en el interior de Australia desenterrado por Droser y el coautor en papel James Gehling del South Australian Museum. El dúo excavó sistemáticamente grandes superficies de lecho que contenían hasta 200 fósiles de Dickinsonia, lo que le permitió a Evans probar si los grupos de animales se movían en la misma dirección o en direcciones diferentes, dijo Evans.

El equipo también analizó las direcciones recorridas por Dickinsonia individualmente. 

"Algo que transporta la corriente debería voltearse o moverse un tanto sin rumbo", dijo Evans. "Estos patrones de movimiento muestran claramente una direccionalidad basada en la biología de los animales, y que prefieren seguir adelante".

Los estudios futuros en la UCR intentarán determinar de qué están hechos los cuerpos de Dickinsonia. "Los tejidos de los animales no se conservan, por lo que no es posible analizar directamente la composición de su cuerpo", dijo. "Pero veremos otras pistas que dejaron atrás".

Comprender las capacidades de Dickinsonia ofrece una visión no solo de la evolución de la vida animal en la Tierra, sino también acerca de la Tierra misma y posiblemente sobre la vida en otros planetas.

"Si queremos buscar vida compleja en otros planetas, necesitamos saber cómo y por qué la vida compleja evolucionó aquí", dijo Evans. "Saber las condiciones que permitieron a los grandes organismos móviles moverse durante la era de Ediacaran, hace 550 millones de años, nos da una pista sobre la zona habitable en otra parte".

El hecho de que la Dickinsonia pudiera moverse ayuda a confirmar que había una gran cantidad de oxígeno disponible en los océanos de la Tierra durante ese período de tiempo, ya que habría sido necesario para alimentar su movimiento. En un estudio relacionado, Evans exploró un aumento en los niveles de oxígeno del océano durante el período Ediacaran. Más tarde, cuando los niveles de oxígeno bajaron, Evans dijo que la Dickinsonia, y cosas como ellas, se extinguieron.

sábado, 15 de junio de 2019

Los dinosaurios y el final de las cosas que parecen eternas

El paleontólogo Steve Brusatte repasa en un libro lo que se conoce sobre el auge y la caída de los dinosaurios y recuerda a los científicos que buscaron ese conocimiento

Reconstrucción de un titanosaurio que vivió hace unos 80 millones de años. 
ANDREW MCAFEE, CARNEGIE MUSEUM OF NATURAL HISTORY
Justo antes de los grandes cambios, lo que está a punto de desaparecer para siempre puede parecer eterno. Hace 65 millones de años, los dinosaurios dominaban el planeta con una infinidad de tamaños y formas, pero de repente, en poco tiempo, la llegada de un gigantesco objeto desde el espacio acabó con casi todos ellos para siempre. Aquel cataclismo acabó con los Tyrannosaurus rex, los mayores carnívoros que han caminado sobre la Tierra, o los saurópodos, unos animales tan grandes que cuando aparecieron sus primeros fósiles se pensaba que solo podían pertenecer a ballenas. Las dimensiones de estos seres despertaron desde el siglo XIX un interés intenso y su final trágico y abrupto, conocido desde los 80, ha inspirado analogías sobre la fragilidad de especies que aparentemente dominan el mundo. 

La historia de aquellas bestias asombrosas, que muchas veces se cuenta como algo conocido desde siempre, tiene detrás otro relato fascinante: el de su reconstrucción. Steve Brusatte, un paleontólogo estadounidense que trabaja en la Universidad de Edimburgo (Reino Unido), cuenta en su libro Auge y caída de los dinosaurios: La nueva historia de un mundo perdido, publicado recientemente en España, que durante mucho tiempo, las estimaciones sobre el peso de estos animales que se podían leer en libros o exposiciones museísticas (¡Brontosaurus pesaba cien toneladas y era mayor que un avión!) eran meras invenciones. Sin embargo, el ingenio científico ha permitido afinar en esos cálculos y en muchos otros que se refieren a estos seres. Aplicando el principio de que los animales más pesados requieren que unos huesos más fuertes para soportar su peso, se ha observado que existe una correlación estadística que se puede aplicar a casi todos los animales vivos entre el grosor del fémur o del fémur y el húmero y el peso de un animal. A partir de ahí, es posible establecer una estimación razonable a partir de los fósiles.  
Un Tyrannosaurus podían crecer más de dos kilos al día durante la adolescencia 
En el libro de Brusatte, que es una de las figuras relevantes en la reconstrucción del pasado de la Tierra, se entreveran los conocimientos acumulados sobre los dinosaurios y su tiempo con las historias de quienes los reunieron. Muchos de los dinosaurios más famosos, como el carnívoro Allosaurus, los Brontosaurus de cuellos alargados o los Stegosaurus, con sus placas sobre el lomo y espinas en la cola, se han encontrado en un gran depósito rocoso que se extiende por los estados occidentales de EE UU y se conoce como formación Morrison. La riqueza de esta región era tal que allí se vivieron enfrentamientos como el que protagonizaron entre 1877 y 1892 Edward Drinker Cope y Othniel Charles Marsh en lo que se conoce como la Guerra de los Huesos. Estos dos sofisticados académicos empleaban equipos de hombres armados y técnicas que incluían el soborno, el robo o la destrucción de huesos con el fin de desprestigiar a su rival. Los hallazgos, como el del Stegosaurus, fueron inmensos, pero Cope y Marsh acabaron arruinados.

El estudio de los dinosaurios nos ha revelado un pasado con dramas abundantes y en el que a veces las desgracias de unos son una bendición para otros. Brusatte habla de la cantera Howe, en Wyoming (EE UU), una de las excavaciones más productivas de la historia. Allí, en 1934, se encontraron más de veinte esqueletos y cuatro mil huesos en total. La posición en la que se encontraban, con sus cuerpos retorcidos, indicaban que aquellos animales murieron en un suceso dramático, probablemente una inundación que les ahogó en fango. La desgracia de los dinosaurios supuso, muchos millones de años después, la felicidad de los paleontólogos.

Pero los dinosaurios, conocidos por su final abrupto, también se han beneficiado de cataclismos que aniquilaron a otros grupos de animales. Hace 250 millones de años, al final del periodo Pérmico, una serie de gigantescas erupciones volcánicas provocó la mayor extinción que ha vivido la Tierra. Esta catástrofe, como el asteroide de Yucatán sirvió para abrir un espacio en el que los que los antepasados de los humanos pudieron prosperar, hizo hueco para el surgimiento de los dinosaurios. 
En el siglo XIX, dos académicos se enfrentaron en una guerra por encontrar fósiles que los acabó arruinando 
Los animales que aparecieron después han sido algunos de los más formidables que han existido. Según nos recuerda Brusatte, los Tyrannosaurus llegaban a ganar dos kilos al día durante la adolescencia y, asumiendo que, probablemente, tuviesen la sangre caliente, debían comer más de 110 kilos de carne al día. El paleontólogo compara lo inesperado de su final con lo que le sucedió a otro referente en la ciencia de los dinosaurios, el barón Ferenc Nopcsa, un noble nacido en 1877 en Transilvania, cuando aún era parte del imperio Austrohúngaro. Nopcsa, uno de los mejores buscadores de fósiles de la historia que combinó ese trabajo con el de espía, perdió todas sus posesiones cuando su imperio se desintegró tras la Primera Guerra Mundial. Su palacio, abandonado ahora, recuerda el poder de una familia que se había mantenido durante generaciones y quizá en algún momento pareció eterno.

Estas historias son para el autor de Auge y caída de los dinosaurios una especie de advertencia. “Los humanos llevamos ahora la corona que una vez perteneció a los dinosaurios. Estamos seguros de nuestro lugar en la naturaleza, incluso cuando nuestras acciones están cambiando rápidamente el planeta que nos rodea”, recuerda mientras observa en las rocas cómo los huesos de dinosaurios dejan paso de forma abrupta a los de mamíferos. Ni siquiera una especie tan dominante como la humana está condenada a la eternidad.

Un estudio genético sugiere que el Tiranosaurio rex tenía un sorprendente sentido del olfato

Un nuevo análisis de los genes modernos y antiguos cerebros respalda la idea de que el dinosaurio carnívoro tenía un olfato especialmente poderoso.

Un nuevo análisis de antiguos cerebros y genes modernos respalda la idea 
de que este dinosaurio carnívoro tenía una nariz especialmente poderosa.
FOTO POR ROGER HALL, ALAMY
El emblemático depredador Tyrannosaurus rex y sus parientes cercanos tenían uno de los sentidos del olfato más agudos de todos los dinosaurios extintos, según señala un reciente estudio. El trabajo, publicado ayer en Proceedings of the Royal Society B, trata de cuantificar aproximadamente cuántos genes habrían estado involucrados en las habilidades olfativas del Tiranosaurio rex, decenas de millones de años después de que cualquier rastro de ADN haya desaparecido.

La idea de que los tiranosaurios tenían buena nariz no es algo nuevo. En 2008, por ejemplo, los investigadores demostraron que T.rex y sus hermanos dedicaron gran parte de sus cerebros a procesar los olores. Pero este nuevo estudio añade novedades sobre el creciente movimiento que correlaciona el ADN de los animales vivos con sus capacidades sensoriales y corporales, con el objetivo de comprender así mejor las capacidades y comportamientos de sus parientes extintos desde hace mucho tiempo.

“No es Jurassic Park”, dice el autor principal del estudio, Graham Hughes, biólogo computacional del University College de Dublín, refiriéndose al famoso esfuerzo ficticio para reconstruir el ADN del dinosario. “Se trata de ver cómo la evolución sensorial es realmente un jugador importante [en el hecho de] si te conviertes en un depredador o no”.


“Acojo con satisfacción este trabajo; parece que esta es otra contribución al cuerpo de análisis donde las personas utilizan pistas de genes y morfología para inferir la función sensorial y los roles ecológicos de las especies extintas”, dice Deborah Bird, becaria postdoctoral en la Universidad de California, Los Ángeles, quien ha utilizado técnicas similares para reconstruir el repertorio del olfato de Smilodon, el “tigre dientes desable”.

Olfateando pistas

Hughes y su compañero, John Finarelli, paleobiólogo de la University College Dublin, habían estado siempre enamorados de la idea de observar los sentidos de los dinosaurios y finalmente habían centrado sus esfuerzos en el olfato.

“¿A qué olía el ambiente cretáceo? Todos hablan sobre cómo se ve, pero, ¿a qué huele?”, dice Hughes.

Para este estudio, los investigadores se centraron en la forma general de los cerebros de los dinosaurios, que pueden conservarse parcialmente como impresiones en las superficies internas de algunos cráneos bien conservados. Puede parecer una difícil tarea pero, afortunadamente, los investigadores tenían referencias vivas: las aves, los últimos dinosaurios vivos.

Por lo general, las aves vivas con más receptores olfativos (proteínas que se unen con moléculas de olor específicas) tienden a tener las regiones de sus cerebros que procesan los olores, los bulbos olfativos, desproporcionadamente grandes. Por ello, Hughes y Finarelli analizaron la literatura científica en busca de registros de tamaños de bulbos olfativos y medidas del tamaño de los cerebros de 42 aves vivas, dos aves extintas, el caimán americano y 28 dinosaurios no aviares extintos. También rastrearon el ADN de muchas aves vivas y, luego, combinaron todos los datos con un estudio publicado anteriormente, para así construir una nueva base de datos de los genes receptores olfativos de los animales vivos.

Cuando los investigadores proyectaron el modelo resultante de criaturas vivas en dinosaurios, encontraron que el Tiranosaurio rex probablemente tendría entre 620 y 645 genes que codifican sus receptores olfativos, un recuento de genes solo un poco más pequeño que el de las gallinas o los gatos domésticos. Otros dinosaurios carnívoros grandes, como el Albertosaurus, tenían también grandes recuentos de genes de receptores olfativos.

Pero el olfato no solo tiene el objetivo de encontrar comida. Los animales usan los olores para reconocer a sus parientes, marcar sus territorios, atraer parejas o detectar depredadores. Entre todos los vertebrados vivos, el mayor registro de genes receptores olfativos se encuentra en el elefante moderno, un herbívoro que cuenta aproximadamente con 2.500 genes de este tipo. Con este sentido del olfato tan exquisito, los elefantes pueden incluso “contar” la cantidad de comida tan solo con su olor.

Efectivamente, algunos dinosaurios herbívoros mostraron evidencias de una mayor dependencia del olor que algunos carnívoros. Uno de los herbívoros que Hughes y Finarelli examinaron, el terópodo Erlikosaurus, tenía genes de recpetores olgativos más proyectados que el Velociraptor y muchos de sus parientes. Aún así, el T.rex y Albertosaurus tenían incluso mayor capacidad para olfatear.

Una bocanada a lo desconocido

Futuros trabajos podrían examinar qué olfateaban exactamente el T.rex y sus parientes durante la época de los dinosaurios. Los datos existentes hasta el momento permiten a Hughes y Finarelli inferir ciertos olores en el repertorio de los dinosaurios, como la sangre y la vegetación genérica. Pero los grupos de genes de receptores olfativos aún no han sido rastreados hasta llegar a olores particulares.

“Es extraño que tenemos mucha información sobre cómo funciona el olfato, pero muy poca sobre qué olor une al receptor odorante”, dice Hughes. “Tal vez algunas compañías de fragancias tengan toda esta información patentada, pero en términos científicos, simplemente no lo sabemos, es uno de los grandes desafíos de la ciencia”.

Los investigadores dicen que los estudios futuros también podrían rastrear las compensaciones inherentes a la evolución sensorial a lo largo del tiempo, como el debilitamiento del sentido del olfato de algunos mamíferos acuáticos cuando sus antepasados se mudaron al agua. Hughes afirma que se podría realizar un trabajo similar en dinosaurios no aviares, un trabajo que cautivó su imaginación.

“Me encantan los dinosaurios desde que era un niño”, dice, “por lo que fue realmente genial poder contribuir a la base de su conocimiento general, aunque sea un poco”.