Durante décadas, la Gran Corta, situada en terrenos de las localidades
bercianas de Lillo y Otero, fue la principal explotación minera de la cuenca de
Fabero y la mayor mina de carbón a cielo abierto de toda España, con una
extensión de más de 500 hectáreas de donde se arrancaron miles de toneladas del
negro […]
Durante décadas, la Gran Corta, situada en terrenos de las
localidades bercianas de Lillo y Otero, fue la principal explotación minera de
la cuenca de Fabero y la mayor mina de carbón a cielo abierto de toda España,
con una extensión de más de 500 hectáreas de donde se arrancaron miles de
toneladas del negro mineral. Tras el punto final de la actividad extractiva,
los taludes de esta “enorme cicatriz” exhiben los antiguos tesoros fósiles de
plantas que habitaron la zona en el período en que el carbón empezó a formarse,
hace 300 millones de años. Algunas de estas “huellas de la vida” se exhiben en
el Aula Paleobotánica del municipio, un espacio alojado en las antiguas
escuelas por el que han pasado en su primer año más de 1.300 personas, según
explica el presidente de la asociación que en el futuro gestionará este
equipamiento, Joaquín Ramos.
El parón burocrático ocasionado por la crisis sanitaria del
COVID-19 provoca que la asociación aún esté pendiente de aprobar sus estatutos,
lo que facilitará la relación con las administraciones y les permitirá optar a
subvenciones. Además, la pandemia también dio al traste con los actos de
aniversario del aula, que tuvo que suspender las charlas con expertos geólogos
y las visitas guiadas a la Corta que tenían previstas. “Se fue todo a hacer
puñetas”, lamenta Ramos. Asimismo, el periodo de confinamiento ha supuesto un
freno a las actividades de campo en busca de nuevos fósiles, un impedimento que
ha servido de acicate para “investigar un poco más”.
“Simples aficionados”
El germen de este proyecto surge del interés de alguno de
los integrantes de un grupo de senderismo local por el área en la que se llevó
a cabo la extracción de carbón. “Nos gusta recorrer la zona en la que vivimos”,
reconoce Joaquín, que atribuye la idea original de la “recogida sistemática y
metódica” de fósiles a José Anglés. Ellos dos, junto a Carmen González, Ernesto
López y Chencho Martínez, son los principales impulsores de esta iniciativa, en
la que se sumergieron como “simples aficionados”. “Cuando empezamos sabíamos lo
que sabíamos, ahora sabemos un poco más”, asegura, con una sonrisa de
satisfacción.
En ese proceso, fue capital la ayuda de Juan Rincón, de la
asociación mineralógica Aragonito Azul. “Nos ayudó a ponerle nombre y apellidos
a los fósiles que estábamos recolectando y nos puso en el camino”, cuenta
Joaquín. En sus inicios, el grupo de entusiastas también contó con la ayuda de
la asociación GeoBierzo, que se sumó a las tareas de identificación de los
fósiles, así como de los expertos John Knight y Carmen Álvarez, del Instituto
Paleobotánico de Córdoba, una de las instituciones punteras a nivel
internacional en este campo, creada por iniciativa del principal estudioso del
carbonífero, el holandés Roberto Wagner.
Una vez recopilados los primeros ejemplares, los integrantes
del grupo que dio forma al proyecto se dieron cuenta de que necesitaban un
espacio para almacenar y clasificar los fósiles. Al mismo tiempo, los más
llamativos podían servir como atractivo turístico si se exponían al público,
una idea que recogieron la concejala de Cultura, Susana Folla, y la alcaldesa,
Mari Paz Martínez. Con la ayuda del Ayuntamiento, el aula paleobotánica empezó
a tomar forma en el edificio que albergó el antiguo colegio Antonio Machado.
“En la planta baja está montada la exposición y en la alta se realiza la
selección y la preparación”, explica Joaquín.
Ligada a la oferta turística del municipio, que encabeza el
pozo Julia, el aula ofrece al visitante la posibilidad de contemplar los restos
fosilizados de antiguos helechos, semillas, hojas y troncos, acompañados de
otras curiosidades como los guilielmites, fósiles orgánicos consistente en una
especie de habitáculo creado por un ser vivo o los restos de unos pequeños
bivalvos que demuestran que la zona estuvo atravesada por caudalosos ríos, con
grandes avenidas que producían sedimentaciones muy extensas.
Potencial didáctico
Pecopteris, cyclopteris, anularias o calamites son algunos
de los curiosos nombres que reciben los restos en piedra de estas arcaicas especies
de plantas y árboles del periodo carbonífero superior. Ellos cuentan la
historia de un tiempo en el que los terrenos de lo que hoy es el municipio
formaban parte de un bosque en el que abundaban los helechos arborescentes y
los grandes troncos conocidos como sigilarias, con alturas de hasta 40 metros y
diámetros de hasta dos metros, así como las raíces que sujetaban a estos
gigantes, que llevan el nombre de stigmarias. Además de las que se han podido
trasladar al aula, en los terrenos de la Corta pueden observarse algunos
ejemplos espectaculares de estos restos, que en muchos casos se tiene que dejar
donde están ya que son muy pesados y están “muy tocados” por la acción del agua
y el viento, lo que provocaría que se deshicieran en caso de querer rescatarlos.
“Es raro encontrar un ejemplar completo, normalmente se encuentran sus partes
desperdigadas”, explica Joaquín.
En ese sentido, uno de los objetivos de los impulsores del
aula es promover que este enclave se explote a nivel geológico y que se saque provecho
“didáctico” de las “zonas donde esos restos se pueden ver perfectamente”. Al
respecto, Joaquín subraya que hasta que el terreno, que aún es propiedad de la
empresa que disfrutó del último permiso de extracción, no pase a manos de la
administración no será posible organizar visitas guiadas ni ningún otro tipo de
actividad.
Más allá de su “riqueza geológica increíble”, los miembros
del colectivo también consideran que los terrenos de la Gran Corta podrían
acoger un parque temático con tirolinas y otras atracciones, así como un
circuito de descensos que aproveche los distintos taludes y desniveles.
Igualmente, los impulsores del aula destacan que alguno de las nueve balsas
resultantes de la explotación minera también podrían acoger actividades acuáticas,
como paseos en canoas, ya que su composición no es tóxica. Estos lagos
artificiales también son los protagonistas de otro de los proyectos con los que
se pretende poner en valor la zona, gracias a un recorrido senderista de unos
13 kilómetros bautizado como la ruta de los nueve lagos, que transcurre por
terrenos de la antigua explotación en busca de estas masas de agua que
adquieren los llamativos colores de los minerales que se encuentran en la zona,
como hierro, aluminio o arsénico, debido a la descomposición de las rocas por
efecto del agua.
Zona de interés geológico
En ese sentido, Joaquín hace un llamamiento para que la
restauración prevista en este espacio no se limite al paisaje y el “importante
patrimonio geológico” que esconden los taludes. “Si se tapa, se va a perder una
riqueza enorme a nivel científico, sería un error, como quemar una biblioteca.
Esta zona es un libro abierto de geología, donde cada talud tiene algo que
contar”, explica entusiasmado. “No estamos en contra de la restauración, pero
no debe ser un simple maquillaje”, resume.
Por su parte, la regidora del municipio agradeció el
“”enorme esfuerzo, interés y trabajo” demostrado por los impulsores de este
proyecto y confirmó que el Consistorio ya ha transmitido a la empresa pública
Tragsa, encargada de la restauración que se tiene que llevar a cabo en la zona,
predisposición a explorar las posibilidades de la Gran Corta como “zona de
interés geológico”.
Al respecto, Joaquín apunta que otras zonas del municipio
también son terreno fértil para el hallazgo de este tipo de restos. “Fabero
está lleno de fósiles del carbonífero, cada pueblo del municipio tiene una o
varias explotaciones de carbón y en las escombreras es donde se encuentran los
fósiles”, explica. En ese sentido, las minas más antiguas, donde la explotación
era manual o más rudimentaria, disponen de fósiles mejor conservados, mientras
que en las más modernas y mecanizadas, los cepillos y rozadoras dejaban la
piedra machacada y destruían los fósiles.