viernes, 11 de julio de 2025

Permanezcan atentos a sus pantallas

Falta poco tiempo para que se produzca una noticia de impacto internacional sobre los dinosaurios de la Sierra de la Demanda. Pondremos luz a esas criaturas de las que ahora solamente percibimos sus sombras... 

Permanezcan atentos a sus pantallas.

dinosaurioscyl.blogspot.com

Un hallazgo de fósiles en Australia reconstruye el origen de los animales terrestres

Un estudio internacional reveló que la variedad de mandíbulas fue fundamental para que las primeras especies evolucionaran y llegaran a conquistar los ambientes fuera del agua

La diversidad de mandíbulas en peces fósiles de Australia Occidental
 revela claves sobre la evolución de los vertebrados terrestres
(Chicago Shedd Aquarium)
En las remotas tierras del norte de Australia Occidental, entre formaciones rocosas, yacen los restos de peces antiguos que aportan respuestas a interrogantes sobre el origen de los animales que actualmente habitan fuera del agua. Asimismo, la variedad hallada en las mandíbulas de peces pulmonados en estos yacimientos permite comprender cómo algunas especies adquirieron características que, con el tiempo, facilitaron su transición a la vida terrestre y dieron lugar a los vertebrados terrestres, incluidos los humanos.

Un estudio internacional reciente, encabezado por Flinders University y publicado en la revista iScience, utilizó tecnología avanzada para analizar estos fósiles. Los resultados mostraron una diversidad notable en las formas y funciones de las mandíbulas de estos peces, lo que respalda la hipótesis de que disponer de “bocas” distintas fue esencial para que accedieran a diferentes tipos de alimento, convivieran y se diversificaran, permitiendo así el surgimiento de la vida en tierra firme y los primeros animales terrestres.

Yacimiento fósil y tecnología avanzada para el análisis evolutivo

La Formación Gogo, situada en la Cuenca Canning de Australia Occidental, se destaca porque los fósiles de peces allí encontrados se conservaron en tres dimensiones durante unos 380 millones de años. Esta preservación singular permite examinar los restos como si se encontraran prácticamente intactos, lo que ha sido fundamental para el avance de los estudios científicos.

De acuerdo con Flinders University, en la zona se identificaron ejemplares de once especies diferentes de peces pulmonados. Gracias a la conservación tridimensional, se han podido escanear y convertir en modelos digitales de alta precisión, lo que facilita un análisis detallado de sus estructuras.

Un estudio internacional utiliza tecnología avanzada para analizar fósiles
de peces pulmonados y su transición hacia la vida terrestre
 (Flinders University)
La investigación, dirigida por la Dra. Alice Clement, el profesor John Long, el paleontólogo Joshua Bland y la Dra. Olga Panagiotopoulou, junto a un equipo de colegas de Australia y Estados Unidos, empleó tomografías computarizadas para crear réplicas virtuales tridimensionales de las mandíbulas fósiles. Posteriormente, usaron el análisis de elementos finitos —una técnica común en ingeniería— para estimar la resistencia de las estructuras ante diferentes tensiones, como la compresión o la flexión. Esto permitió simular la mordida de estos peces y calcular la solidez de sus mandíbulas.

Entre los resultados más destacados se encuentra la notable variabilidad de los tipos mandibulares. Previamente, se consideraba que solo existían dos clases —mandíbulas delicadas y fuertes—, pero el estudio detallado demostró la existencia de múltiples configuraciones intermedias.

Diversidad mandibular y especialización alimentaria

El análisis evidenció que estos peces, de manera similar a los animales actuales, poseían diferentes tipos de mandíbulas adaptadas a distintas fuentes de alimento. Algunas especies se especializaban en consumir presas duras, como caracoles u organismos de caparazón, mientras que otras se alimentaban de materiales blandos. Esta diversificación alimentaria permitía que coexistieran más de diez especies en un mismo entorno, cada una adaptada a un nicho alimentario específico, lo que disminuía la competencia directa. Flinders University detalló que esta diversidad contribuyó a que el arrecife de la Formación Gogo presentara una riqueza notable de especies.

En tanto, la Dra. Alice Clement subrayó la cercana relación evolutiva de estos peces con los humanos: "Son nuestros parientes ‘de aletas’ más cercanos... están muy próximos a los primeros animales de cuatro patas que pasaron a vivir fuera del agua“, afirmó Clement.

Según indicaron, los peces pulmonados (Dipnoi), de los que en la actualidad sobreviven solo seis especies en el mundo, representan la línea evolutiva más próxima a los vertebrados terrestres de cuatro patas (tetrápodos), grupo que incluye a sapos, reptiles, aves y mamíferos. Este linaje, con más de 400 millones de años, se extendió globalmente durante el periodo Devónico.

Adaptaciones, reconstrucción científica y desafíos del estudio

La Formación Gogo conserva fósiles tridimensionales de peces de hace 380
millones de años, permitiendo análisis detallados de su anatomía (Archivo)
Aunque en la actualidad quedan pocas especies, el estudio puntualizó que los fósiles descubiertos evidencian la enorme variedad de formas bucales que existió en el pasado. La presencia de diversas variantes mandibulares favoreció la aparición de nuevas especies y facilitó la transición de algunas hacia ambientes terrestres. La capacidad de explotar diferentes recursos alimentarios resultó determinante para la evolución de los vertebrados terrestres, incluidos los mamíferos.

El equipo científico reconoce que investigar fósiles de una antigüedad tan considerable implica retos importantes. Por ejemplo, desconocen con precisión la dureza original de los huesos y músculos de estos peces, por lo que recurren a estimaciones basadas en animales actuales y ciertas suposiciones, lo que introduce márgenes de error. Además, para reconstruir la musculatura de las mandíbulas, comparan con peces modernos, una aproximación que, aunque no es totalmente exacta, ofrece resultados razonablemente cercanos a la realidad.

A pesar de estos desafíos, la investigación realizada constituye el estudio más completo hasta el momento sobre la fuerza de mordida y la funcionalidad mandibular en peces fósiles, estableciendo una base firme para investigaciones científicas futuras.

Los descubrimientos en la Formación Gogo demuestran que la diversidad de estructuras mandibulares y denticiones en los peces pulmonados fue crucial para la aparición de diferentes tipos de peces y, finalmente, de animales aptos para la vida en tierra. Al disponer de distintas formas de boca, cada especie pudo especializarse en una dieta concreta y evitar la competencia directa, hecho que contribuyó al surgimiento de nuevas especies.

El trabajo científico sobre estos fósiles posibilita visualizar y entender uno de los hitos evolutivos más importantes: el paso de la vida acuática a la terrestre. Así, se revela que los peces antiguos con mandíbulas especializadas se convirtieron en los antepasados remotos de todos los animales con columna vertebral que hoy viven fuera del agua.

miércoles, 9 de julio de 2025

El MNCN explica la evolución de las aves a través de la exposición Dinosaurios entre nosotros

Shutterstock - Ilustración de Zhao Chuang; cortesía de Peking Natural
Science Organization
El Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC) inaugurará el 10 de julio a las 19 horas, Dinosaurios entre nosotros. Es una exposición bilingüe (español-inglés) compuesta por paneles ilustrados, reproducciones, ejemplares y fósiles de las colecciones de Aves y Paleontología del MNCN. Quienes la visiten podrán explorar y aprender sobre la evolución de las aves haciendo un recorrido a través de la fascinante historia de sus ancestros dinosaurios. Se trata de una propuesta del American Museum of Natural History y cuenta con la colaboración de instituciones de diversos países. 

Los dinosaurios terópodos incluyeron varios linajes de dinosaurios emplumados, y uno de esos linajes desarrolló la capacidad de volar y siguió evolucionando hasta nuestros días, dando lugar a las más de 11.000 especies de aves que hoy pueblan el planeta. Gracias a las pruebas fósiles descubiertas por científicos y científicas en los últimos años, la división entre lo que llamamos dinosaurios y aves ha desaparecido. Este proceso se puede ver a través de los paneles informativos, las piezas originales y las reproducciones que forman la muestra. El visitante podrá descubrir, entre otras cosas, cómo el tamaño corporal de las especies se fue reduciendo, cómo se modificaron los esqueletos, y cómo se especializaron las plumas para maximizar la capacidad de vuelo. La exposición sigue una detallada cronología con los hitos científicos que han permitido documentar el origen de las aves ampliando la visión que se tenía de los dinosaurios. Cabe destacar la exhibición de importantes fósiles de aves del Mesozoico procedentes del famoso yacimiento paleontológico de Las Hoyas (Cuenca), prestados para la ocasión por el Museo de Paleontología de Castilla-La Mancha.

Realizada en colaboración con el American Museum of Natural History de Nueva York, cuenta con el apoyo de instituciones de Canadá, Estados Unidos, México y España

“Invitamos al público a descubrir la fascinante historia de cómo las aves evolucionaron a partir de los dinosaurios terópodos y que hoy día representan verdaderos dinosaurios entre nosotros. Una historia que empezó hace millones de años y que supuso el origen de estas increíbles criaturas con las que convivimos y que debemos proteger”, comenta Borja Milá, ornitólogo y vicedirector de Exposiciones del MNCN.

Accesibilidad

El Museo refuerza su compromiso con la accesibilidad y la inclusión incorporando dos nuevas estaciones táctiles a esta exposición. Han sido desarrolladas bajo los principios del diseño universal, por lo que todas las personas, incluidas aquellas con discapacidad visual, pueden utilizarlas. La primera invita a los visitantes a explorar mediante el tacto una selección de modelos 3D que incluyen cráneos y garras, junto con dos huellas en relieve: una de un dinosaurio y otra de un ave actual. Entre las piezas más destacadas está el cráneo del Archaeopteryx, uno de los primeros fósiles que evidenció la conexión evolutiva entre dinosaurios y aves. La segunda estación se centra en la reproducción en 3D de huevos de aves actuales y fósiles, lo que permite comparar sus formas, tamaños y texturas. Además, incluye una lámina en relieve que representa el fósil de un Citipati osmolskae, un dinosaurio terópodo hallado sobre su nido en posición de incubación. Las estaciones, que han sido desarrolladas por las vicedirecciones de Comunicación y Cultura Científica y Exposiciones del MNCN, el Laboratorio de Morfología Virtual y la empresa Ilunion, están acompañadas de audiodescripciones accesibles mediante códigos QR, textos en braille y macro caracteres.

Además de piezas del MNCN nunca antes expuestas, incluye estaciones táctiles con elementos accesibles 

Esta exposición ha sido realizada en colaboración con el American Museum of Natural History de Nueva York, con el apoyo del Museo de Ciencias de la Universidad de Navarra, el North Museum of Nature and Science de Pensilvania, el Philip J. Currie Dinosaur Museum de Canadá, el Universum Museo de las Ciencias de la UNAM, México, y el Museo Nacional de Ciencias Naturales.

La inauguración de Dinosaurios entre nosotros será el 10 de julio a las 19 horas. En el acto intervendrán Rafael Zardoya, director del MNCN, Alejandra Castellanos, representante del American Museum of Natural History en España y Latinoamérica, Borja Milá, vicedirector de Exposiciones del MNCN, y Carlos Closa, vicepresidente de Organización y Relaciones Institucionales del CSIC. Tras el turno de palabras se hará un recorrido por la muestra guiado por Fabien Knoll, investigador del MNCN y experto en dinosaurios. 

mncn.csic.es

martes, 8 de julio de 2025

Discovering Spain’s Sierra de la Demanda: the land that social media forgot

While other parts of Spain struggle with the pressures of over-tourism, these wild, expansive and almost tourist-free mountains are a lungful of fresh air

The Sierra de la Demanda is a vast expanse of limestone peaks, ravines, rivers,
gorges and glacial lakes. Photograph: Xavier Fores/Joana Roncero/Alamy
As with paint colours or lipstick shades, naming a mountain range requires serious consideration. It should suggest character, create intrigue, and kindle desire. Who doesn’t want to explore the Crazy Mountains of Montana, or make a fiery pact with California’s Diablo Range? While studying a map of Spain, my interest was piqued by a patch of grey and green emptiness bearing the enticing words: Sierra de la Demanda.

I’ve travelled all over Spain for work and play in the last two decades, but somehow these “demanding” mountains had eluded me. Located in the remote northern interior, halfway between Madrid and Santander, their isolation (and a dearth of English-language Google results) only added to the mystique. The Sierra de la Demanda covers a vast area across Spain’s least populated regions of Burgos, Soria and La Rioja. An investigation of more detailed maps revealed an almost roadless expanse of limestone peaks, valleys, ravines, rivers, gorges and glacial lakes, with the highest peak, San Lorenzo, towering at 2,271 metres (7,451ft). The calling was real. 

An abandoned railway station speaks to the depopulation of this region of España vacía.
 Photograph: Lois Pryce
This is not the Spain of white villages and dusty olive groves. On the Demanda’s north face, where the climate is wetter and cooler, the improvised allotments, stone ruins and makeshift shacks are reminiscent of the forgotten corners of eastern Europe. Climbing higher, above the treeline, the terrain becomes harsh and rocky with sweeping views across plunging, pine-covered valleys. But unlike the dramatic outline of Spain’s more famous mountain ranges, the Demanda appear gradually, almost secretly, their true splendour only emerging once you’re deep in their midst. Every season brings its own charms. Winter is a snowy picture postcard, but in spring the meltwater sends waterfalls thundering down the mountainsides among wildflower meadows. Summer is hot and arid, but by autumn the temperatures hover in the mid-20Cs with (mostly) solid blue skies, and the ground is swathed in pink heather and alpine flowers.

The views are stupendous in every direction – fold upon fold of untouched mountain wilderness and nothing human-made in sight

The town of Ezcaray, on the north side, is the closest thing to a tourist hub – a scenic former textile centre on the River Oja that operates as a base for the small ski resort of Valdezcaray, built in the 1970s (the Palacio Azcárate has doubles from €90, B&B). The sealed road ends abruptly after the ski centre, becoming a rocky trail that makes for a nail-biting drive (especially in a hire car) along a ridge that’s at more than 1,800 metres (6,000ft), before looping back to Ezcaray in a dizzying descent of hairpin bends. The views are stupendous in every direction – fold upon fold of untouched mountain wilderness and, apart from the occasional hiking trail signpost, nothing human-made in sight.

The eerie Necrópolis de Cuyacabras, where dozens of adult- and child-sized
tombs are carved from a slab of rock in a pine forest. Photograph: Alamy
Halfway around the loop road, if you’re craving more back-country adventure, a dirt track, appearing as an almost imperceptible black line on the Michelin map and marked with a rusty, hand-painted sign, takes you down into the southern foothills via the Lagunas de Neila, a cluster of glacial lakes, surrounded by cliffs and pine forests. The lakes can only be reached on foot, and at an altitude of 6,000ft make for an invigorating dip. The Laguna Negra is named after its dark waters, but in the late afternoon sun it appears a deep, shimmering blue. The water is, as you would expect, bracing, but it’s the sheer scale of the surroundings, and the solitude, that will take your breath away. The only sound accompanying my swim was a chorus of surprisingly loud frogs, ribbeting from the reeds.

On their south side, heading downhill from the lagunas, the Demanda feel different. The climate turns drier and warmer, and Spain becomes familiar again, with its oak forests, medieval ermitas (chapels) and sleepy villages where old men wave from their chairs outside the taverna. Although there are plenty of well-marked hiking and mountain bike trails here, this is still “España vacía” – empty Spain – and human activity remains a rare sight outside the towns. This phenomenon of the interior’s depopulation is much discussed by Spanish politicians and citizens, and the low density is tangible here – traffic is light and most of the activity is among the animal kingdom. Deer leap through the trees, boar amble across the road, and as the forests give way to open rocky landscapes, griffon vultures perch in their hundreds along the high cliffs before swooping and circling in the late afternoon thermals.

The village of Quintanar de la Sierra, in the southern foothills, makes a good base to explore the Demanda, and the Hostal Domingo offers affordable rooms (doubles from €55, room-only). Like all the villages in the area, life moves slowly and peacefully. Locals get around on horses and in beat-up 4x4s, the shops shut all afternoon, nobody speaks English, and everyone, young and old, socialises in the town plaza where a café con leche will set you back €1.50. Like the ski centre, the hotels and bars are a non-ironic throwback to the 1970s, their only concession to the 21st century being charmingly rudimentary websites and an email address. This is the land that social media forgot, and is better off for it. Although it may appear on the surface that there’s not much in the way of tourist attractions, as you delve deeper into its hidden corners, an intriguing and eclectic landscape of history and culture reveals itself.

Just over the hill is one of cinema’s most well-known locations, where The Good, The Bad & The Ugly was filmed in 1966

Dinosaurs roamed this part of Spain, and hundreds of their footprints are visible near the town of Salas de los Infantes, which also boasts a dinosaur museum. Moving on a few miles, and a few million years, is the eerie Necrópolis de Cuyacabras, dating from the ninth to 11th centuries, where dozens of adult- and child-size tombs are carved from a slab of rock in the depth of a pine forest. Meandering through the villages, Roman bridges, abandoned monasteries and ruins of all eras – from medieval to mid-century – appear at every turn. For lovers of industrial archaeology (AKA clambering around abandoned buildings), an enticing disused railway runs through Salas, its crumbling stations and rusty tracks half hidden beneath tangles of vegetation.

The Territorio Artlanza is a full-scale reproduction of a medieval Castilian village,
 created by local artist Félix Yáñez. Photograph: Wirestock/Alamy
One town where the monastery remains in immaculate order is Santo Domingo de Silos (stay in the Hotel Tres Coronas de Silos, an 18th-century palace nearby; doubles from €95, room only). Its abbey, dating back to at least the 10th century, became world famous in 1994 when its monks scored a chart-topping album of Gregorian chants, and visitors can listen to the vespers being sung every evening.

Three miles over the hill from Silos, you’ll find yourself at an altogether different but equally revered site – Sad Hill cemetery, one of cinema’s most well-known locations, where the closing scene of The Good, The Bad & The Ugly was filmed in 1966. Twenty miles west, venturing deeper into fantasy land, is the Territorio Artlanza, which claims to be the largest sculpture in the world. A magical, full-scale reproduction of a medieval Castilian village, created by Félix Yáñez, a local artist, from materials salvaged from rubbish dumps, it includes porticoed squares, a perfectly equipped school, a carpentry shop, bakery, forge, canteen, wine cellars, an alchemist’s pharmacy and even a small chapel.

Empty patches on maps that elicit few Google search results are rare in these hyperconnected, overshared times. There is a timelessness to the Sierra de la Demanda that feels like innocence, and while other parts of Spain struggle with the pressures of over-tourism, these mountains are a lungful of fresh air. The charms of the Demanda are simple and unshowy, and ironically, make few demands on the visitor – except to breathe deeply and tread lightly.

theguardian.com

lunes, 7 de julio de 2025

El equipo de paleontólogos Garras busca un dinosaurio bípedo herbívoro en La Rioja

Y, ¿cómo ha llegado este coloso mesozoico hasta nosotros, más de 120 millones de años después? Al parecer se dieron todas las circunstancias para dotar a este dinosaurio de un billete a la eternidad

Excavaciones en Igea, imagen de archivo.
El equipo ‘Garras’ inicia una nueva excavación en Igea en busca de un gran dinosaurio ornitópodo del Cretácico. El equipo de paleontólogos ‘Garras’ inicia este sábado la campaña de excavaciones en Igea en busca de un gran ornitópodo, un dinosaurio bípedo herbívoro del que ya se han encontrado algunos indicios en el nuevo yacimiento de 'Las Cerradas'. Los ornitópodos son dinosaurios herbívoros bípedos, con capacidad para la moverse a cuatro patas de forma ocasional, de un tamaño considerable. En concreto, los estudios preliminares realizados en la zona apuntan a un ejemplar de más de 10 metros de longitud y un peso superior a 3 toneladas: “sería el ornitópodo de mayor tamaño hallado hasta ahora en la región”, afirman los responsables del equipo ‘Garras’.

El billete de este dinosaurio hacia la eternidad

Y, ¿cómo ha llegado este coloso mesozoico hasta nosotros, más de 120 millones de años después? Los paleontólogos explican que, para que un dinosaurio logre fosilizarse y pueda ser descubierto hoy, es necesario un proceso muy específico: que el animal muriera en un entorno propicio, fuera enterrado rápidamente bajo sedimentos adecuados (preferiblemente en condiciones anóxicas, es decir, sin oxígeno) y que sus restos se mantuvieran estables e inalterados durante millones de años. Y en este caso, explica el investigador Centro de Interpretación Paleontológica de La Rioja, Patxi Sáez-Benito, las condiciones se dieron de forma excepcional. “El cuerpo del dinosaurio cayó al fondo de un antiguo lago y fue cubierto por capas de sedimento. Allí, sobre el fondo limoso del lago comenzó el proceso de descomposición del animal y ese fue el punto de partida de una reacción química silenciosa pero efectiva que garantizó a este dinosaurio un billete hacia la eternidad”.

Los trabajos, codirigidos por el investigador de la Universidad de La Rioja Adrián Páramo, se desarrollarán hasta el próximo 12 de julio y podrán ser visitados. La campaña está financiada por la Dirección General de Cultura del Gobierno de La Rioja, en colaboración con el Ayuntamiento de Igea.

Junto a Adrián Páramo, del Instituto de Investigación en Computación Científica de la UR (SCRIUR), codirigen las excavaciones los investigadores de la Universidad del País Vasco (EHU) Xabier Pereda-Suberbiola y Erik Isasmendi, y Patxi Sáez-Benito, del Centro de Interpretación Paleontológica de La Rioja. Los ornitópodos son dinosaurios herbívoros bípedos, con capacidad para la moverse a cuatro patas de forma ocasional, de un tamaño considerable. En concreto, los estudios preliminares realizados en la zona apuntan a un ejemplar de más de 10 metros de longitud y un peso superior a 3 toneladas: “sería el ornitópodo de mayor tamaño hallado hasta ahora en la región”, afirman los responsables del equipo ‘Garras’.

El yacimiento de ‘Las Cerradas’, en el término municipal de Igea, se sitúa en sedimentos de la ‘Formación Enciso’, correspondientes al Cretácico Inferior (hace entre 120 y 125 millones de años). “Este enclave promete ser uno de los más relevantes de los últimos años”, explican los paleontólogos.

Como novedad en la campaña de excavación de este año, el Centro de Interpretación Paleontológica de La Rioja ofrece visitas guiadas a este yacimiento mientras se desarrollan los trabajos científicos de excavación y extracción. Las reservas han de realizarse a través del propio Centro, que coordinará las visitas en grupos reducidos, adaptadas al ritmo de los trabajos en curso. Los participantes tendrán la oportunidad de conocer de primera mano y en directo la meticulosa labor que realiza el equipo ‘Garras’ sobre el terreno.

La excavación contará con la participación de paleontólogos, restauradores, estudiantes y aficionados a la paleontología. Forma parte de un proyecto de investigación continua que busca estrechar la relación entre la comunidad científica, el entorno rural y su población local.

Esta pequeña localidad del valle del Linares es ya un referente en el estudio y la conservación del patrimonio paleontológico riojano. Hace 40 años se iniciaron aquí las primeras excavaciones, en el yacimiento de ‘Monte Quemado’, donde se extrajeron los restos óseos de un dinosaurio ornitópodo Hypsilophodon. Aquel pequeño herbívoro del Cretácico marcó el comienzo de una intensa actividad paleontológica, que aun continua.

Para celebrar este aniversario, el viernes 11 de julio, a las 20 horas, está prevista la conferencia ‘40 años de excavaciones paleontológicas en Igea con los integrantes del grupo Garras’, impartida por los miembros del equipo. Forma parte del ciclo ‘Café con el Dinosaurio’, organizado por el Proyecto PaleoComp en colaboración con la Universidad de La Rioja y Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología - Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades. Tendrá lugar en el Centro de Interpretación Paleontológica de La Rioja, con entrada libre, y será retransmitida online.

También el 11 de julio, a partir de las 16 horas, se podrá participar en una visita guiada al yacimiento y centro paleontológico, titulada ‘Un viaje al pasado lleno de ciencia’. Está organizada por el Gobierno regional, dentro del programa de educación ambiental ‘Pasea La Rioja’. La actividad es gratuita, con reserva previa.

eldiario.es

domingo, 6 de julio de 2025

Cáncer en un dinosaurio: un hallazgo fósil que podría transformar la comprensión de la enfermedad

Un tumor benigno en el Telmatosaurus transsylvanicus, que vivió hace 66 millones de años, brindó claves biológicas sobre el cáncer en especies extintas y su relación con los seres vivos modernos, según científicos británicos

El hallazgo de un tumor en Telmatosaurus transsylvanicus sugiere que el
cáncer no es una enfermedad moderna sino un fenómeno recurrente
 en especies extintas. (MDPI)

El reciente descubrimiento de un tumor en un fósil de Telmatosaurus transsylvanicus, un dinosaurio herbívoro que habitó lo que hoy es Rumanía hace más de 66 millones de años, abre nuevas perspectivas en la evolución del cáncer y cómo las especies extintas pudieron haber lidiado con enfermedades similares.

Este hallazgo no solo es relevante para los estudios paleontológicos, sino que también ofrece una ventana única hacia la biología evolutiva del cáncer, un fenómeno que podría haber acompañado a los seres vivos desde tiempos remotos.

El tumor identificado en los restos de este dinosaurio corresponde a un ameloblastoma, un tipo de tumor benigno en la mandíbula que también afecta a los humanos, según describen los investigadores en la revista Multidisciplinary Digital Publishing Institute. Este hallazgo fue realizado por un equipo de investigadores del Imperial College de Londres y la Universidad Anglia Ruskin (ARU), quienes, además de estudiar las características del fósil, buscaron posibles paralelismos entre los tumores en dinosaurios y los de los seres humanos.

Técnicas avanzadas de paleoproteómica permiten estudiar tumores antiguos
 en fósiles, abriendo nuevas posibilidades en la investigación sobre
 el cáncer evolutivo. (MDPI)
Según Biancastella Cereser, coautora del estudio, “queríamos ver si este tumor en el dinosaurio podría darnos alguna información sobre algún paralelismo con los cánceres humanos”. El descubrimiento resalta que el cáncer no es una afección exclusiva de los humanos, sino que es un fenómeno biológico recurrente que también afectó a especies extintas como los dinosaurios.

Este descubrimiento también subraya una realidad sorprendente: los dinosaurios, a pesar de ser conocidos por su fuerza y su indomable imagen en la cultura popular, no eran inmunes a enfermedades graves como el cáncer.

A lo largo de los años, los paleontólogos han descubierto tumores en los fósiles de varios dinosaurios, pero el caso del Telmatosaurus transsylvanicus es particularmente significativo debido a la naturaleza del tumor encontrado. Aunque la identificación de tumores en fósiles de dinosaurios no es común, los avances científicos y las nuevas técnicas de análisis han permitido que los investigadores obtengan información crucial para entender las enfermedades que podrían haber afectado a estas criaturas prehistóricas.

El descubrimiento de un ameloblastoma en el Telmatosaurus transsylvanicus ofrece
claves para comprender cómo las especies extintas lidiaban con el cáncer. (MDPI)
Uno de los aspectos más innovadores de este hallazgo es el uso de técnicas avanzadas de paleoproteómica, que permiten a los científicos analizar restos de tejidos blandos fosilizados. Estos tejidos, aunque raros, pueden preservarse en condiciones geológicas especiales, brindando información biológica valiosa que antes parecía irrecuperable. Las proteínas, más estables que el ADN, tienen la capacidad de resistir el paso del tiempo durante millones de años, lo que hace posible que los investigadores estudien la biología molecular de especies extintas, como los dinosaurios, para comprender mejor cómo evolucionaron y cómo manejaron problemas de salud similares a los que enfrentamos hoy.

Los investigadores que han trabajado en este hallazgo, como Justin Stebbing, de la Universidad Anglia Ruskin, explican que “la investigación, que utiliza métodos relativamente poco utilizados, invita a una mayor exploración que podría ser la clave para futuros descubrimientos que podrían beneficiar a la humanidad”. Los avances en el análisis de proteínas fósiles han permitido que el estudio de enfermedades prehistóricas, como el cáncer, se convierta en una nueva disciplina científica: la paleooncología comparada.

Este campo emergente no solo estudia la evolución de enfermedades en especies extintas, sino que también podría ofrecer pistas valiosas sobre cómo evolucionaron mecanismos biológicos de supresión tumoral en especies antiguas, lo que podría abrir nuevas posibilidades para la medicina moderna.

El cáncer, como fenómeno biológico, no es un problema reciente, sino que parece haber sido una amenaza persistente a lo largo de la evolución de especies grandes y longevas, como los dinosaurios.

La preservación de fósiles con tejidos blandos puede revelar
secretos biológicos ocultos, fundamentales para estudiar
 la evolución del cáncer en especies prehistóricas. (MDPI)
Este descubrimiento genera la hipótesis de que los dinosaurios podrían haber desarrollado mecanismos evolutivos para manejar la susceptibilidad al cáncer, similar a lo que ocurre en los animales modernos de gran tamaño, como los elefantes o las ballenas. Estos animales, debido a su tamaño y longevidad, enfrentan un dilema evolutivo similar al de los dinosaurios: cómo controlar una enfermedad que prospera en cuerpos grandes y con muchas células.

Por ejemplo, los elefantes tienen múltiples copias del gen supresor de tumores TP53, lo que les permite prevenir el desarrollo de tumores. De manera similar, las ballenas boreales han desarrollado mecanismos avanzados de reparación del ADN, lo que les permite sobrevivir a un mayor número de células y posibles mutaciones. Los científicos se preguntan si los dinosaurios poseían sistemas similares, o si, por el contrario, desarrollaron mecanismos únicos que podrían ahora ser redescubiertos a través de los fósiles.

Este hallazgo, además de sus implicaciones biológicas, plantea una reflexión crucial sobre la conservación paleontológica. La preservación de fósiles con tejidos blandos se convierte en una prioridad para la ciencia moderna, ya que estos restos pueden proporcionar datos esenciales sobre las enfermedades y mecanismos biológicos que existieron en el pasado.

“Es crucial que los esfuerzos de conservación de fósiles a largo plazo se coordinen para garantizar que los futuros investigadores tengan acceso a especímenes adecuados para investigaciones moleculares de vanguardia”, destacó Stebbing. La conservación de estos fósiles no solo nos conecta con el pasado, sino que abre puertas a descubrimientos que pueden tener un impacto directo en la salud y la medicina actuales.

Los dinosaurios, como el Telmatosaurus, compartieron desafíos evolutivos
 relacionados con el cáncer, similar a los problemas enfrentados por especies
 modernas como los elefantes. (MDPI)
El Telmatosaurus transsylvanicus, un dinosaurio herbívoro que vivió en el Cretácico Superior, se presenta como un ejemplo de cómo las especies antiguas compartían problemas biológicos con las que aún existen hoy.

Este dinosaurio, cuyo fósil fue hallado en la cuenca de Hateg en Rumanía, no solo representa un hallazgo paleontológico importante, sino también una oportunidad para estudiar los mecanismos evolutivos que podrían haberse utilizado para lidiar con el cáncer. El hecho de que el ameloblastoma, un tumor benigno, haya afectado a este dinosaurio sugiere que el cáncer podría haber sido una constante en los ecosistemas prehistóricos, un fenómeno que no solo afecta a los humanos, sino a toda una variedad de especies, grandes y pequeñas.

Este descubrimiento también tiene implicaciones filosóficas y científicas. Al entender cómo las especies extintas manejaron el cáncer, los investigadores pueden arrojar nueva luz sobre cómo las especies modernas, incluida la humana, podrían enfrentar desafíos similares en el futuro. Este estudio de los dinosaurios permite ver el cáncer no solo como una anomalía moderna, sino como un desafío evolutivo recurrente que ha acompañado a los seres vivos durante millones de años.

En términos prácticos, este hallazgo abre la puerta a nuevas investigaciones sobre cómo las especies han desarrollado mecanismos para controlar el cáncer a lo largo de la historia evolutiva. La paleooncología comparada, como nueva disciplina, tiene el potencial de desentrañar secretos biológicos ocultos en los fósiles, lo que podría ayudar a mejorar la comprensión y el tratamiento del cáncer en la actualidad.

El descubrimiento del tumor en el fósil de Telmatosaurus transsylvanicus es un paso significativo en la ciencia del cáncer, al demostrar que esta enfermedad no es exclusiva de los humanos, sino que ha acompañado a los seres vivos durante su evolución.

infobae.com

sábado, 5 de julio de 2025

¿Podía nadar el Tiranosaurio Rex? Los paleontólogos han estado equivocados durante toda la historia

Las pruebas sugieren que no eran habilidosos en el agua, pero huellas en yacimientos fósiles han obligado a plantear nuevas hipótesis.

Getty
Cuando Michael Crichton publicó la novela Jurassic Park en 1990, incluyó una aterradora persecución a través de uno de los estanques del parque. El paleontólogo ficticio Alan Grant, que cuida de los niños Lex y Tim, intenta escabullirse de un Tyrannosaurus rex que dormita y cruzar un lago en una lancha para alejarse. El T. rex los sigue, nadando tras ellos como «el cocodrilo más grande del mundo». La escena destacó tanto que ha sido renovada para la nueva película Jurassic World: Rebirth. Pero, mientras los tiranosaurios nadan en las películas y los libros, ¿qué sucedía en la vida real?

No se suele considerar que los dinosaurios carnívoros fueran buenos nadadores. De hecho, durante gran parte del siglo XX, los paleontólogos asumieron erróneamente que los dinosaurios herbívoros se adentraban en ríos y lagos para escapar de las fauces del T. rex, el Allosaurus y otros depredadores. Nadie había encontrado pruebas directas de que estos carnívoros pudieran nadar.

El curioso estilo de nado del tiranosaurio 

Sin embargo, el descubrimiento de huellas de dinosaurios nadando en yacimientos fósiles de todo el mundo ha indicado que los dinosaurios terópodos —el grupo al que pertenecen el T. rex, las aves y sus parientes— eran más hábiles en el agua de lo que se pensaba y que incluso podrían haber nadado al "estilo perrito".

Foto: Evolutionnumber9 (CC). "Sue", un espécimen de tiranosaurio conservado
en el Museo Field de Historia Natural de Chicago, es uno de los esqueletos
 de T-Rex más completos que se han encontrado.
En un yacimiento fósil de 200 millones de años de antigüedad en el sur de Utah, los paleontólogos han encontrado más de 2.500 arañazos y huellas dejados por pequeños dinosaurios carnívoros que nadaban en un lago jurásico.

Hace más de 120 millones de años, un terópodo de mayor tamaño nadaba en las aguas poco profundas de lo que hoy es La Rioja, en España. Otro yacimiento fósil encontrado allí ha permitido incluso a los paleontólogos empezar a distinguir entre los diferentes tipos de huellas. Por cómo chapoteaban en el agua, nadar no era algo inusual para los dinosaurios emplumados y de dientes afilados.

Hasta la fecha, nadie ha encontrado huellas de natación de un tiranosaurio. Sí algunas huellas raras, pero no hay pruebas directas de que nadaran. Aun así, el paleontólogo Cassius Morrison, de la University College London, señala que, en la actualidad, «la mayoría de los animales pueden nadar» incluso sin adaptaciones acuáticas específicas, y los fósiles de otros terópodos nadadores sugieren que los grandes tiranosaurios también podían hacerlo. La pregunta es cómo lo hacían.

¿Cómo nadaban los tiranosaurios?

Los T. rex adultos eran animales muy grandes. Algunos alcanzaban más de 12 metros de longitud y pesaban más de nueve toneladas, una cantidad relativamente poca para sus dimensiones. El secreto es que los tiranosaurios, como muchos otros, tenían un complejo sistema de sacos aéreos que se ramificaban desde su sistema respiratorio y se infiltraban en los huesos, al igual que en las aves actuales. Los sacos de aire les permitían ser un poco más ligeros sin sacrificar fuerza. Además, respiraba de forma más eficiente y, en el agua, flotaba con mayor facilidad.

Los efectos en su capacidad para nadar han sido puestos de relieve por los huesos de otro carnívoro gigante y antiguo alumno de Jurassic Park: el Spinosaurus, con hocico de cocodrilo y lomo en forma de vela. Mientras los investigadores debaten cuánto tiempo pasaba en el agua este dinosaurio de cola de remo, los fósiles sugieren que tenía huesos muy densos. Esta característica evitaba que flotara demasiado, de modo que podía utilizar más fácil su fuerza muscular para moverse por el agua en lugar de esforzarse activamente por mantenerse sumergido, como hacemos los humanos cuando nos sumergimos con los pulmones llenos de aire.

El Spinosaurus tenía un esqueleto adaptado para lidiar con la flotabilidad de los sacos, pero otros dinosaurios sin huesos tan densos solo habrían sido capaces de nadar de forma más inestable, como los perros. Los dinosaurios gigantes de cuello largo, por ejemplo, han sido descritos como «borrachos» porque eran relativamente inestables en el agua y podían impulsarse desde el fondo, pero no nadar como lo hace un cocodrilo.

Por la misma razón, es probable que el T. rex no pudiera desaparecer por completo bajo la superficie de un lago y salir con la boca abierta, como en las películas. Y aunque los brazos del dinosaurio eran demasiado pequeños y carecían del rango de movimiento necesario para nadar, lo mismo ocurre con muchos otros carnívoros que dejaron huellas de natación.

La conclusión que se perfila es que el T. rex era probablemente un nadador fuerte, aunque inestable. Las pruebas disponibles sugieren que flotaría cerca de la superficie de una masa de agua, utilizando sus poderosas patas para impulsarse y cruzar.

¿Acechaba el T. rex a sus presas en el agua?

Las habilidades natatorias del T. rexhabrían influido inevitablemente en su estrategia de caza. En 2023, el paleontólogo de la Universidad de la República del Uruguay R. Ernesto Blanco modeló la rapidez con la que el T. rex podía moverse en el agua. Propuso que el lagarto habría sido demasiado lento para atrapar presas como el pico de pato Edmontosaurus y el avestruz Struthiomimus en tierra firme, pero que podía moverse más rápido mientras vadeaba o nadaba en aguas poco profundas.

«Dependiendo de la profundidad del agua, el T. rex habría tenido diferentes formas de propulsión», dice Blanco. En aguas lo suficientemente profundas, el T. rex podría haber nadado con la mayor parte del cuerpo bajo la superficie, pero lo más probable es que el dinosaurio se «empujase» con el fondo, como indican las huellas de otros terópodos. Blanco sugirió que tal vez el T. rex prefería cazar a lo largo de las costas, donde los herbívoros que intentaban escapar al agua se veían ralentizados y eran más vulnerables.

Otros expertos aún no están convencidos. La mayor parte de las pruebas hasta ahora apuntan a que los reptiles emboscaban a sus presas en tierra y rompían los cadáveres que encontraban en pedazos con la impresionante fuerza de sus mandíbulas. El hallazgo de huellas de natación, excrementos de tiranosaurios con restos de animales acuáticos u otras pruebas fósiles podrían ayudar a contrastar esta hipótesis.

No obstante, chapotear en el agua parece estar dentro de las posibilidades del T. rex durante el Cretácico. Nadar, aunque fuera de forma torpe, era una habilidad útil en los antiguos hábitats de las tierras bajas, que probablemente se parecían a los humedales y pantanos que hoy bordean la costa del golfo de México.

Ser capaz de cruzar esos cursos de agua y hábitats habría sido una ventaja para los grandes tiranosaurios. «Con las pruebas de que disponemos actualmente», afirma Morrison, «yo diría que nadar podría haber sido una forma del Tyrannosaurus de desplazarse por su entorno».

En otras palabras, la respuesta a por qué T. rex cruzó el lago podría ser que el almuerzo estaba al otro lado.

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