Marsh, en el centro de pie, con su equipo de buscadores de
fósiles de dinosaurio. |
Me lo he pasado en grande leyendo Dragon Teeth, la nueva
novela de Michael Crichton, en la que el autor de Parque Jurásico vuelve a los
dinosaurios, sí, aunque de otra manera. Soy consciente de que lo de “nueva
novela” suena raro hablando de un escritor que lleva lamentablemente muerto
desde 2008, pero así es: esta es otra de las obras que dejó en el cajón, como
Micro y Latitudes piratas, y la ha rescatado su viuda, Sherry. Qué grande,
Crichton –y no me refiero al tamaño, 2,06 metros, una vez que lo entrevisté
salí con dolor de cervicales-, capaz de seguir fabricando best sellers desde el
Más Allá: parece casi un argumento suyo.
Dragon teeth, que se publicará ahora en mayo en España
(Dientes de Dragón, Plaza & Janés) trata uno de mis temas favoritos que es
las Bone Wars, las Guerras de los Huesos, la rivalidad que sostuvieron en el
Far West a finales del XIX por conseguir más y mejores fósiles de dinosaurio,
usando todo tipo de argucias, trampas, trucos sucios y hasta enfrentándose a
tiros, los respetables (?) pioneros de la paleontología Othniel Charles Marsh y
Edwin Drinker Cope.
Marsh (izquierda) y Cope, los paleontólogos enfrentados
incluso a tiros.
|
Realmente, si hay algo mejor que una historia de dinosaurios
es una historia de dinosaurios con indios y cowboys. La mezcla de triceratops,
estegosaurios y allosaurus con Wyatt Earp, el Séptimo de Caballería, el
ferrocarril de la Union Pacific, Solo ante el peligro, Fort Laramie y los sioux
es una gozada: ¡a ver quién supera tener juntos al diplodocus y a Nube Roja!
La novela se centra en un joven disoluto de buena familia
del Este que se incorpora por una apuesta al equipo de Marsh, a punto de
marchar hacia los territorios indómitos de Wyoming, Montana y Dakota, a la
sazón en plenas guerras indias, para desenterrar huesos. Su equipamiento
incluye junto al preceptivo martillo de geólogo útiles tan poco propios de un
paleontólogo (incluso del Alan Grant que se las tuvo que ver con los
velocirraptores) como un revólver Smith & Wesson de seis tiros y un
cuchillo Bowie capaz de intimidar a un oso grizzly. El chico, que es luego
reclutado por la competencia (Cope), lo que nos permite intimar con los dos
grupos, muestra mucho valor pero a veces poca intuición como cuando afirma que
le ve poco futuro a ese invento de Bell, el teléfono, o al decir que se siente
seguro porque a territorio indio también va Custer.
Marsh con el jefe Nube Roja.
|
La excitante aventura se desarrolla a todo ritmo (¡qué bien
hacía eso Crichton!) e incluye traiciones, amores inocentes y de los otros,
peligros sin cuento, excavaciones y descubrimientos, claro, ataques a la
diligencia (cargada de fósiles en el pescante), duelos a revólver, el entierro
tres veces de un guía indio, y encuentros tan imprevistos como con el mencionado
Earp, el explorador Henry Stanley (que realmente pasaba por ahí entonces),
Robert Louis Stevenson (que también), el forajido Persimmons Bill y su banda de
indios renegados, y el general Crook. Hombre, no es Proust, desde luego, pero,
como Devoradores de cadáveres, Congo, Rescate en el tiempo y Latitudes piratas,
Dientes de dragón alegra un montón la existencia.
Crichton lleva la historia de la rivalidad de Marsh y Coe al
terreno de la ficción, la comprime de los diez años que duró a un verano y se
la arregla a conveniencia (recordando simpáticamente la frase de Oscar Wilde de
que “la biografía aporta a la muerte un nuevo terror”). Pero en líneas
generales Dragoonn Teeth es bastante fiel a los hechos. Es cierto, por ejemplo
que Cope se ganaba a los crows enseñándoles su dentadura postiza. Sale mejor
librado en la novela él, como persona y como científico, aunque Marsh descubrió
más especies de dinosaurios (cincuenta por ochenta). Los dos metieron la pata
de manera que provoca sonrojo –incluso colocando la cabeza de un dinosaurio en
su cola-, fueron deshonestos, descabellados y acabaron arruinados por su
rivalidad y sus ambiciones. Pero, ¡por Dios!, qué gran historia y cómo la
cuenta Crichton. ¡Te añoramos Michael! A ver qué más guardabas en ese cajón...
Allosaurus descubierto por Cope en Como Bluff en 1879.
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario