Esta semana ha sido bautizada en
Berlín una nueva era geológica, el
Antropoceno. "El término antropoceno pretende expresar que hemos dejado atrás la relativamente estable era
del Holoceno y que a partir aproximadamente de 1800 ha dado comienzo una nueva
etapa en la que el hombre se ha convertido en el principal agente geológico,
en el factor dominante de la geología", explica Reinhold Leinfelder, geólogo y palenontólogo que ha
dirigido durante años el Museo de Ciencias Naturales de Berlín y que
actualmente investiga para las universidades de Libre de Berlín y Universidad
de Múnich.
"Mas del 90% de todo el crecimiento de plantas, por ejemplo, tiene
actualmente lugar en sistemas dirigidos o fuertemente influenciados por la
acción humana. El 90% de toda la biomasa, de todos los seres vivos, es
originada por el hombre o por sus animales domésticos. Y más de tres cuartas
partes de la superficie terrestre libre de hielo ya no están en su estado
original, sino en forma de paisajes originados directa o indirectamente por el
hombre", continúa Leinfelder, que asiste en la Casa de las Culturas de
Berlín a un intento científico de acercarse a este fenómeno geológico global y
tratar de entenderlo desde la perspectiva humanista.
"La novedad en todo esto es
que por primera vez estamos entendiendo hasta qué punto somos parte inseparable
del sistema. Ya no sirven los viejos parámetros de oposición entre la
naturaleza pura y buena por un lado y la acción destructiva del hombre por
otra, ese planteamiento está trasnochado. Lo que buscamos es definir conceptos
y un proceso de comprensión que supere ese dualismo y que a su vez nos permita
reformular soluciones a los problemas que nos encontremos", resume durante
las jornadas que comparte con filósofos, investigadores, músicos y cineastas.
El arquitecto Rem Koolhaas, que
pronuncia una conferencia sobre "La Naturaleza es pasado", no tiene
reparos en admitir que el viejo concepto de naturaleza prístina ha quedado
obsoleto, e insiste en que las líneas de actuación y gobernabilidad han de
tender, no a preservar una forma de naturaleza que ya no existe por sí misma,
sino a lograr un nuevo equilibrio planetario y una más eficiente gestión
energética, para lo que es necesario desarrollar una cultura global que por
primera vez ahora permiten las nuevas tecnologías.
"Nuestra perspectiva hasta
ahora nos ha permitido solamente encontrar soluciones de fontanería a problemas
monocausales y lo que necesitamos es una comprensión de nuestra simbiosis con
el sistema geológico que aporte soluciones globales y coordinadas. Esas
soluciones, siempre tecnocráticas y a menudo bien intencionadas no son pensadas
desde la perspectiva sistémica, me refiero a asuntos como los biocombustibles,
con todos sus efectos secundarios. Lo que necesitamos es algo así como una
configuración general de un jardín que nos permita una comprensión global del
sistema en toda su complejidad", dice Leinfelder.
Y es en este punto en el que la
Ciencia pide ayuda a gritos a las Humanidades. "Por supuesto estamos lejos
de saberlo todo y para lograr ese entendimiento total es necesario que se
entrelacen más la Ciencia y las Humanidades. No hablo solamente de la geología,
sino también de la técnica en general. La Ciencia no puede por sí sola dar
respuestas, necesitamos más participación a todos los niveles. El Consejo
Científico Asesor sobre Cambio Global (WBGU), al que pertenezco, ha propuesto
un contrato social para una gran transformación porque, si de verdad queremos
un cambio, las fuerzas sociales deben participar desde el principio. Y hay que
establecer vías de trabajo interdisciplinar y de cooperación".
Traducido a ejemplos prácticos,
lo que este conglomerado de expertos de las más diversas materias está tratando
de articular sería un esquema de trabajo que permita unir esfuerzos a técnicos
creadores de nuevas baterías, equipos científicos que garanticen su validez con
perspectiva global desde los cinco continentes y equipos de redes que se
encarguen de promover su aceptación social, una tarea que supera no solamente
a, por ejemplo, los gobiernos nacionales, sino también a las organizaciones
internacionales.
"El cambio llevará tiempo
porque debe producirse desde abajo", avanza Leinfelder, "en las
escuelas tendemos a enseñar en áreas sectoriales que nos llevan a un
pensamiento sectorial: química, física, biología, informática... Y sobre todo
necesitamos una reflexión crítica de la existencia humana y su relación con el
planeta, además de un nuevo espíritu de optimismo porque la rapidez de la red,
las grandes bases de datos a disposición de cualquiera, señalan que ha llegado
el momento de hacer posible este nuevo pensamiento".
Fuente: El Mundo
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