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Greenbelt – Hace unos 110 millones de años, en el pantano que,
mucho tiempo después, se convertiría en los suburbios de Washington, un
nodosaurio caminaba a lo largo de la orilla del río, dejando una reveladora
huella en el barro. Otros dinosaurios estaban alrededor. Varios terópodos,
primos más pequeños del temible T-rex, podrían haber perseguido a pequeñas
criaturas parecidas a roedores que saltaban de un lado a otro.
En cuestión de días, una inundación cubrió las numerosas
huellas impregnadas en las rocas, lo que hizo factible su conservación. Pasaron
los milenios, un asteroide golpeó la masa terrestre, los continentes cambiaron,
los niveles del mar cayeron, los mamíferos se desarrollaron y los humanos
descendieron de los árboles. Un día de verano de 2012, un cazador de fósiles
autodidacta llamado Ray Stanford, mientras conducía fuera de un estacionamiento
en lo que ahora es el Goddard Space Flight Center de la NASA en Greenbelt, se
fijó la forma inconfundible de la pisada del nodosaur.
Después de varios años de análisis se dieron a conocer los
contornos de ese grabado fósil además de otros más que estaban en una losa de
piedra arenisca de 3 metros de largo. Es el conjunto más grande y diverso de la
era de los dinosaurios que se encuentra en la región del Atlántico Medio, y se
encuentra entre los mejores senderos fósiles del mundo.
"Me gusta llamarlo la Piedra Rosetta", dice Martin
Lockley, un experto en huellas de dinosaurios de la Universidad de Colorado en
Denver que participó en la investigación. Él dijo que las pruebas halladas en
la superficie de la losa revelan la ecología de su antigüedad con exquisito
detalle.
"Uno podría, literalmente, hacer una película sobre
todo lo que sucede en esta losa", señala Stanford.
El jubilado no tenía idea de la magnitud de su
descubrimiento cuando tropezó con la huella del nodosaur hace seis años. Él
había ido a almorzar con su esposa, una especialista en información de la NASA.
Se dirigía a su casa cuando decidió echar otro vistazo a un trozo interesante
de arenisca manchada de un color rojo brillante debido a las grandes cantidades
de hierro oxidado. Precisamente ese tipo de rocas son ideales para preservar
las huellas.
La impresión de un pie de cuatro dedos de un nodosaur validó
su corazonada, y un paleontólogo de la Universidad Johns Hopkins confirmó el
hallazgo.
Pero la NASA estaba a punto de comenzar la construcción de
un nuevo edificio en ese mismo lugar. Ansiosa por sacar el fósil del camino, la
agencia pidió a Compton Tucker, un científico climatológico con experiencia en
el uso del radar de penetración en el suelo, que inspeccionara el área y
determinara la extensión de la arenisca. Luego, durante dos fríos fines de
semana de invierno, un grupo de voluntarios de Goddard desenterró todo el trozo
de roca.
En poco más de un cuarto de siglo de búsqueda, se ha
triplicado la cantidad de dinosaurios y reptiles alados que han sido
identificados en Maryland.
Pero nada de eso, sostiene Stanford, de 79 años, puede
compararse con su hallazgo de Goddard: "Es más de lo que esperaba".
La losa excavada pesaba más de cuatro toneladas, por lo que
el centro de vuelo espacial dispuso que el paleontólogo Stephen Godfrey hiciera
un yeso de fibra de vidrio para facilitar su estudio. El modelo se instaló en
el sótano de Stanford en otoño de 2015, donde analizaría meticulosamente los
granos finos obtenidos del molde para revelar las impresiones. Luego vendrían
largas horas de observación para intentar adivinar lo que sucedió hace 110
millones de años a partir de las débiles impresiones en su superficie.
"No pude dormir. Fue un momento de un gran
descubrimiento", contó recientemente.
"Cada vez que bajas, lo miras y pones la luz en un
ángulo diferente, ves algo nuevo", agregó su esposa, Sheila, quien a
menudo le ayudaba a examinar la losa. Al igual que su esposo, ella no tiene
mucho conocimiento en paleontología pero vio algunas de las características más
interesantes de la losa, incluida la impresión de un pterosaurio alado que
hundía su mandíbula puntiaguda en la tierra en busca de alimento y luego salía
del suelo para emprender el vuelo.
En total, la losa contiene unas 70 huellas de al menos ocho
tipos de animales, según informan Stanford y sus compañeros en un artículo
publicado recientemente en la revista Scientific Reports. Solo otro descubrimiento
de la era Mesozoica (el lapso de 200 millones de años durante el cual los
dinosaurios recorrieron la Tierra) muestran tantas huellas de mamíferos.
El informe destaca rarezas adicionales: un bulto oscuro y
bulboso llamado "coprolito", también conocido como caca de dinosaurio
fosilizado, y una estructura tubular que probablemente era el cuerpo de algún
gusano prehistórico.
Dos días antes de que se anunciara el hallazgo, Stanford
realizó una visita a la instalación de fibra de vidrio que el centro de Goddard
instaló en una pared del edificio de Ciencias de la Tierra (la losa de piedra
arenisca real se encuentra en un almacén de Maryland). Pasando la mano por su
superficie rugosa, señaló un conjunto de impresiones de mamíferos.
"Nuestros antepasados", dijo. Y luego, "mira
qué tan cerca están sus pasos". Esa proximidad sugiere que el mamífero
estaba sentado en cuclillas para buscar comida, del mismo modo que una ardilla
podría posar derecha mientras mordisquea una nuez.
"Están buscando comida", dijo Stanford..
"Pero alguien más está alimentándose de ellos", agregó al respecto
mientras señalaba las huellas de terópodos carnívoros que estaban cerca.
Tucker indicó cómo el tamaño, la forma y el espacio de las
pistas de los terópodos parecía casi sincronizado. "Creemos que podrían
estar cazando mamíferos en grupo. Eso muestra algún tipo de comportamiento
social", relata.
Aunque la cuestión de la caza entre los dinosaurios todavía
se debate en la comunidad paleontológica, los recientes descubrimientos en Utah
y China dan credibilidad a la teoría.
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