El análisis de sus huesos da claves sobre la adaptabilidad a cambios a nivel global.
Réplica del fósiles originales (Tucson Rock and Gem Show) Cobalt 123 / Creative Commonsv |
El nuevo campo se conoce como paleobiología de la conservación y es muy útil en un momento en que los seres humanos podrían estar a punto de presenciar y hasta provocar una extinción masiva. Por ello, estudiar los registros fósiles, es particularmente útil para comprender cómo respondió la naturaleza al cambio climático y a las catástrofes naturales. En pocas palabras: cómo se adaptaron las especies.
Para analizar esto se han desarrollado nuevos métodos para recopilar información de huesos del pasado distante. Uno de ellos consiste en someter huesos de dinosaurios a un láser. Esto permite proyectar las muestras en un ordenador y aumentar su tamaño 50 veces para intentar encontrar materia orgánica fosilizada. Gracias a ello, los expertos han descubierto, por ejemplo, cuándo surgieron los animales de sangre caliente, un cambio que permitió que las especies tuvieran menos probabilidades de extinguirse, ya que podían regular su propia temperatura interna. Este cambio surgió en dos momentos de la historia, durante la extinción masiva del Pérmico-Triásico (la mayor de la historia) y a lo largo del Cretácico-Paleógeno (cuando se extinguieron los dinosaurios).
Muchos animales evolucionaron de forma independiente después de cada una de estas extinciones y el análisis de sus fósiles permite comprender cómo los animales se adaptan y encuentran resiliencia a medida que el planeta se calienta. Erin Saupe, profesora de paleobiología de la Universidad de Oxford, utiliza grandes conjuntos de datos para observar patrones de extinción en el registro fósil y ver qué rasgos hacen que las especies sean más vulnerables.
En un estudio publicado en Science, un equipo liderado por Saupe se preguntó si los rasgos intrínsecos, incluido el tamaño corporal y el área geográfica, eran más o menos importantes para predecir la extinción que los factores externos como el cambio climático. Uno de estos indicadores, el tamaño corporal, resulta ser importante como respuesta de adaptación. Por un lado, los animales más grandes suelen tener menos probabilidades de extinguirse en ambientes marinos, pero son más propensos a la extinción en tierra.
El tamaño corporal es un indicador clave de la capacidad de un animal para sobrevivir, ya que inmediatamente después de los eventos de extinción, los animales supervivientes tienden a volverse temporalmente mucho más pequeños. Pero de acuerdo con Saupe, el indicador más importante sería la distribución geográfica. Para llegar a esta conclusión analizaron 290.000 fósiles de invertebrados marinos de los últimos 485 millones de años y utilizaron modelos para reconstruir el clima durante ese período. Así, descubrieron que el tamaño del área de distribución geográfica sugiere que el animal también es bueno para moverse distancias mayores, y si una especie está ampliamente distribuida, un cambio climático regional en un área probablemente no afectaría a todas las poblaciones.
Cuando se trata de enfrentar una posible extinción futura de grado aún desconocido, el estudio señala que la Tierra tiene ventajas que no tenía antes. Por un lado, ya no vivimos en un supercontinente, lo que significa que el clima se regula mejor y evita que los interiores continentales se vuelvan tan cálidos y secos. Sin embargo, los recursos son limitados y los humanos tenemos un efecto desproporcionado sobre la biodiversidad.
“En el pasado, cuando se produjeron estos cambios climáticos importantes, aunque fueron devastadores para la biodiversidad... las especies tenían el tiempo y los recursos para recuperarse – concluye Saupe -. Hoy nos preocupa que esos cambios climáticos continúen, pero no hay espacio; hay recursos más limitados para que las especies puedan hacer frente a esos cambios”.
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