Las primeras huellas de dinosaurios acorazados con la cola en forma de maza han sido descubiertas en las Rocosas canadienses, revelando la existencia de un tipo desconocido de anquilosaurio en América del Norte hace 100 millones de años.
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Hallan en Canadá las únicas huellas del primer anquilosaurio con cola maza. Ilustración artística. Foto: ChatGPT-4o/Christian Pérez |
Estas huellas no solo constituyen una rareza en el registro fósil, sino que también aportan nuevas piezas a un rompecabezas evolutivo que ha desconcertado a los científicos durante generaciones. El nuevo icnotaxón —una especie identificada únicamente por sus huellas— ha sido bautizado como Ruopodosaurus clava, un nombre que remite tanto al accidentado terreno en el que fue hallado como a la icónica arma natural que estos dinosaurios llevaban al final de su cola.
Un tipo de huella nunca antes visto
La mayoría de las huellas de anquilosaurios conocidas hasta la fecha en Norteamérica pertenecen al género Tetrapodosaurus borealis, caracterizado por dejar marcas de cuatro dedos en sus patas traseras. Sin embargo, las pisadas de Ruopodosaurus clava presentan solo tres dedos. Esta peculiaridad fue clave para distinguirlas de otros rastros similares y para vincularlas directamente con los anquilosaurios de cola maza, conocidos como anquilosaurios, que se diferenciaban de sus parientes nodosáuridos por esa singular adaptación defensiva.
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Las primeras huellas tridáctilas de Ruopodosaurus halladas en Tumbler Ridge, Columbia Británica. Fuente: V. Arbour/C. Helm, Journal of Vertebrate Paleontology (2025) |
El hallazgo tiene implicaciones que van mucho más allá del simple conteo de dedos. Hasta ahora, no se habían encontrado restos óseos de anquilosaurios en América del Norte correspondientes al intervalo comprendido entre los 100 y 84 millones de años atrás, un periodo del Cretácico medio que había quedado como una incógnita en la historia evolutiva de estos animales. Esta "laguna" temporal, conocida como el “hiato anquilosáurido”, había generado dudas sobre si este grupo había desaparecido momentáneamente del continente.
Gracias a las huellas de Ruopodosaurus, se confirma que no solo estaban presentes, sino que convivían con sus primos nodosáuridos en la misma región. Esto sugiere que ambos tipos de anquilosaurios lograron coexistir en un ecosistema compartido, posiblemente gracias a diferencias en su dieta, comportamiento o hábitat. El descubrimiento aporta así una nueva perspectiva sobre la biodiversidad de los dinosaurios acorazados en América del Norte durante una etapa poco conocida de su evolución.
Un entorno pantanoso lleno de vida
Las huellas fueron encontradas en formaciones geológicas de edad cenomaniense, lo que las sitúa en torno a los 100 a 94 millones de años atrás. El ambiente en el que se preservaron era una llanura deltaica con lagos someros, canales fluviales, barras de arena y áreas pantanosas cubiertas de vegetación. Este paisaje, parte del antiguo margen occidental del continente, ofrecía un entorno ideal para que estos pesados animales, que podían llegar a medir entre 5 y 6 metros y pesar varias toneladas, dejaran marcas profundas en el sedimento blando.
Las impresiones, preservadas en distintos niveles de relieve, han sido documentadas mediante moldes de silicona y modelos digitales en 3D. Algunas incluso conservan detalles excepcionales como impresiones de piel, lo que proporciona una visión más íntima y completa de cómo era la interacción de estos gigantes prehistóricos con su entorno.
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La paleontóloga Victoria Arbour, del Royal BC Museum, examina el ejemplar tipo de Ruopodosaurus en el yacimiento de Wolverine River (Alberta), agosto de 2023. Foto: Royal BC Museum |
Cabe destacar que algunas de las huellas fueron encontradas por exploradores aficionados o incluso por niños que recorrían la zona, lo que pone de relieve la importancia del acceso público a los espacios naturales y la educación científica temprana.
Aunque no se ha podido vincular directamente las huellas con una especie ya conocida por su esqueleto, los expertos sugieren que el animal que las dejó podría haber sido similar a Gobisaurus o Jinyunpelta, dos anquilosaurios descubiertos en China. Esto abre la puerta a posibles conexiones biogeográficas entre Asia y América del Norte durante el Cretácico, una idea respaldada por otros hallazgos recientes que indican flujos faunísticos entre ambos continentes en distintos momentos del Mesozoico.
Además, el estudio sugiere que algunas huellas tridáctilas atribuidas hasta ahora a otros tipos de dinosaurios, como ornitópodos o incluso terópodos, podrían ser reevaluadas a la luz de este descubrimiento. Es posible que Ruopodosaurus no sea un caso aislado, sino el primero de muchos rastros que habían pasado desapercibidos por su morfología poco común.
Tumbler Ridge: un tesoro paleontológico por explorar
Con este hallazgo, la región de Tumbler Ridge consolida su posición como uno de los puntos calientes para la paleontología en Canadá. Desde el año 2000, cuando se descubrieron las primeras huellas de anquilosaurios en la zona, el interés científico no ha dejado de crecer. El trabajo del museo local, junto con el estatus de Geoparque Mundial UNESCO, ha convertido este rincón de la Columbia Británica en un referente mundial para el estudio de huellas fósiles.
La historia de Ruopodosaurus clava es un recordatorio de que todavía hay mucho por descubrir bajo nuestros pies. Cada nueva huella, cada marca en la roca, puede ser una ventana al pasado remoto de la Tierra, capaz de cambiar lo que creíamos saber sobre los gigantes que una vez dominaron el planeta.
Referencias
Arbour, V. M., Lockley, M. G., Drysdale, E., Rule, R., & Helm, C. W. (2025). A new thyreophoran ichnotaxon from British Columbia, Canada confirms the presence of ankylosaurid dinosaurs in the mid Cretaceous of North America. Journal of Vertebrate Paleontology. DOI:10.1080/02724634.2025.2451319
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