martes, 8 de abril de 2025

Descubrimiento sin precedentes en Europa: hallan 131 huellas de dinosaurios en Escocia que revelan una convivencia ‘imposible’ hace 167 millones de años

Un hallazgo extraordinario en la isla de Skye revela que carnívoros y herbívoros prehistóricos compartieron pacíficamente una laguna hace 167 millones de años, ofreciendo una ventana única al comportamiento de los dinosaurios en el Jurásico Medio.

Encuentran en Escocia uno de los registros más completos del comportamiento de
dinosaurios  jamás hallados. Ilustración artística. Foto: ChatGPT-4o / Christian Pérez
Durante millones de años, las huellas permanecieron ocultas bajo las olas y la arena de la costa norte de Escocia. Solo el viento y la marea las acariciaban, hasta que un día, en una remota orilla de la isla de Skye, la historia pisada de dos mundos se dejó ver. Carnívoros y herbívoros, depredadores y presas, gigantes y cazadores más pequeños. Todos dejaron su rastro en un mismo lugar, como si el tiempo hubiera pulsado el botón de pausa en mitad del Jurásico Medio.

Un paisaje jurásico entre lagunas y volcanes

Hace unos 167 millones de años, el clima del norte de Escocia distaba mucho del frío húmedo que la caracteriza hoy. En lugar de brumas y gélidas corrientes atlánticas, la isla de Skye era una región cálida, salpicada por lagunas de agua dulce, bordeada por bosques tropicales y dominada por una red de ríos que desembocaban en un vasto estuario. En ese entorno, a medio camino entre lo terrestre y lo acuático, vivieron algunos de los dinosaurios más emblemáticos del Jurásico.

Una de esas lagunas, hoy conocida como Prince Charles’s Point, ha revelado recientemente un conjunto de 131 huellas fosilizadas en distintas capas de roca arenisca. Se trata de un descubrimiento excepcional no solo por su volumen, sino por el tipo de comportamiento que revela: animales muy distintos compartiendo un mismo punto de acceso al agua. Sin huir, sin acechar. Solo coexistiendo, aunque brevemente.

Un par de huellas de terópodo aún visibles en lo que fue una laguna
 de agua dulce en la isla escocesa de Skye. Foto: Paige E. dePolo
Las huellas más notables pertenecen a dos tipos de dinosaurios muy diferentes. Por un lado, los Megalosaurus, parientes lejanos del temido Tyrannosaurus rex, caminaban sobre tres dedos terminados en garras curvas. Estos depredadores bípedos, del tamaño de un todoterreno, podían desplazarse con agilidad y se presume que eran cazadores activos. Por otro lado, las huellas redondeadas, algunas del tamaño de neumáticos, corresponden a saurópodos, herbívoros colosales de cuello largo que se movían lentamente y se alimentaban de las copas de los árboles.

Lo sorprendente del hallazgo es que, aunque ambos tipos de dinosaurios dejaron sus huellas en el mismo espacio geográfico, no hay signos claros de persecución o confrontación. Los rastros no muestran signos de huidas abruptas, ni direcciones caóticas. Más bien parecen reflejar un uso común y pacífico —aunque seguramente breve— de una misma fuente de agua.

En algunos casos, incluso se ha documentado cómo un terópodo caminó exactamente sobre la huella dejada previamente por un saurópodo. Este tipo de superposición revela algo más que presencia: habla de una convivencia, aunque fuese fragmentaria, en el tiempo y el espacio. Los científicos lo comparan con los abrevaderos africanos actuales, donde herbívoros y carnívoros coinciden sin enfrentamientos, cada uno atento a su turno y su supervivencia.

Un oasis fósil del Jurásico Medio

El descubrimiento cobra aún más valor si se tiene en cuenta que las rocas del Jurásico Medio son extremadamente escasas en el registro fósil mundial. Mientras que el Cretácico y el Jurásico Superior han dejado abundantes esqueletos y yacimientos, el periodo intermedio —hace entre 174 y 164 millones de años— permanece como una de las etapas más misteriosas de la historia de los dinosaurios. Por eso, encontrar evidencias tan ricas y detalladas de su comportamiento, como estas huellas, es tan valioso como hallar huesos completos.

Ilustración artística que recrea a los terópodos carnívoros y a los saurópodos
herbívoros que dejaron sus huellas en el mismo yacimiento escocés.
 Fuente: Tone Blakesley/Scott Reid
Además, el estudio de las huellas permite ir más allá del simple reconocimiento de especies. Los investigadores han podido estimar las velocidades de desplazamiento, la altura de la cadera de los animales y el tipo de pisada en función de la profundidad y orientación de las marcas. Algunos Megalosaurus se desplazaban a unos cinco kilómetros por hora, mientras que los saurópodos apenas superaban los dos. Esto refuerza la idea de que ambos tipos de dinosaurios no coincidían en carrera, sino en tránsito tranquilo.

Las huellas también muestran un detalle revelador: todas ellas evitan una zona del terreno, una dirección concreta. Ningún dinosaurio avanzó hacia el sureste. ¿Qué había en esa dirección? ¿Un terreno peligroso? ¿Un área inundada? ¿Un espacio dominado por otro grupo de animales? La geografía fósil aún guarda secretos que el tiempo no ha desvelado.

Para captar cada detalle del yacimiento, el equipo científico empleó drones equipados con cámaras de alta resolución. Miles de imágenes fueron tomadas desde distintas alturas y ángulos para generar modelos tridimensionales precisos del terreno. Estas reconstrucciones permiten observar las huellas con un nivel de detalle imposible de conseguir a simple vista y facilitan el análisis comparativo con otros yacimientos.

Pero la tecnología no lo es todo. El trabajo de campo en la costa escocesa requiere paciencia, intuición y cierta sensibilidad arqueológica. Muchas de las huellas estaban cubiertas de algas, erosionadas por el oleaje o confundidas con formaciones geológicas comunes. De hecho, algunas de las marcas atribuidas durante décadas a simples madrigueras de peces resultaron ser huellas de saurópodos, lo que sugiere que otros en diferentes partes del mundo podrían ser en realidad pisadas de dinosaurios esperando su momento de revelación.

Historia sobre historia: los dinosaurios y Bonnie Prince Charlie

Prince Charles’s Point no solo es un yacimiento paleontológico, sino también un lugar cargado de historia humana. En 1746, tras su derrota en la batalla de Culloden, el joven pretendiente al trono británico, Carlos Eduardo Estuardo, más conocido como Bonnie Prince Charlie, se refugió en esta misma costa mientras huía de las tropas inglesas.

Los investigadores documentaron 131 huellas de dinosaurios en la isla de Skye,
Escocia. En la imagen B se observan pisadas superpuestas, mientras que la
imagen C muestra una marca deteriorada por la erosión actual.
Fuente: Blakesley, Tone et al., PLOS One (2025)
La coincidencia es poética: el príncipe rebelde, caminando sin saberlo sobre las huellas de unos titanes prehistóricos. Él no conocía el término "dinosaurio", pues no se acuñaría hasta casi un siglo más tarde. Pero quizás se detuvo un instante a mirar esas marcas en la piedra, y se preguntó qué criatura habría dejado semejantes rastros. Lo que entonces fue misterio, hoy se revela como una de las ventanas más emocionantes al mundo perdido del Jurásico europeo.

Este descubrimiento no solo enriquece la historia natural de Escocia, sino que convierte a la isla de Skye en uno de los enclaves más importantes para entender el comportamiento de los dinosaurios en el Jurásico Medio. Las huellas registradas no son solo marcas en la piedra: son páginas de un libro que nos cuentan cómo vivían, se movían y compartían espacio aquellos seres gigantescos que un día dominaron la Tierra.

Y aún hay más por encontrar. Los investigadores siguen regresando a Skye, porque bajo la arena y las rocas, el pasado aún late. En cada huella, una historia. En cada pisada, una señal de vida. Y en cada descubrimiento, un recordatorio de que el tiempo no borra, solo esconde.

Referencias

Blakesley T, dePolo PE, Wade TJ, Ross DA, Brusatte SL (2025) A new Middle Jurassic lagoon margin assemblage of theropod and sauropod dinosaur trackways from the Isle of Skye, Scotland. PLoS ONE 20(4): e0319862. doi:10.1371/journal.pone.0319862

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