sábado, 15 de noviembre de 2025

Un huevo fosilizado le dice a la ciencia cómo eran los cocodrilos que cazaban saltando desde los árboles

La cáscara fue hallada en un yacimiento de Queensland. Según los primeros análisis, los cocodrilos mekosuquinos habrían mostrado un comportamiento cazador sorprendente

Fragmento de la cáscara de huevo fosilizada (Xavier Panadès)
Un análisis de cáscaras de huevos fósiles atribuidas a antiguos cocodrilos mekosuquinos ha revelado indicios de un comportamiento depredador inesperado: estos reptiles pudieron dejarse caer desde los árboles para sorprender a sus presas. El hallazgo procede de un yacimiento de Queensland y abre nuevas vías para comprender su reproducción y adaptación al entorno. La investigación, basada en técnicas microestructurales, ha sido publicada en la revista Journal of Vertebrate Paleontology

Los fragmentos fueron localizados en las cercanías de Murgon, un enclave excavado durante décadas por la Universidad de Nueva Gales del Sur. Allí surgieron evidencias de los denominados drop crocs, apodo que alude a su presunta habilidad para cazar desde las ramas. El paleontólogo Michael Archer explicó que algunos ejemplares, de hasta cinco metros, podían emboscar a sus presas desde alturas elevadas.

“Es una idea extraña, pero algunos de ellos parecen haber sido cazadores terrestres que se movían entre los árboles”, afirmó. Esta hipótesis rompe con la imagen convencional de los cocodrilos como depredadores exclusivamente acuáticos. Su posible agilidad arborícola sorprende incluso a los especialistas.

Un descubrimiento singular

La historia del yacimiento se remonta a 1983, cuando los investigadores pidieron permiso a los propietarios del terreno para excavar su jardín tras detectar formaciones prometedoras. Desde entonces, la zona ha proporcionado fósiles excepcionales que han permitido reconstruir ecosistemas antiguos. Es más, creen que todavía le queda mucho potencial.

El estudio ha sido dirigido por Xavier Panadès i Blas, del Institut Català de Paleontologia Miquel Crusafont. El investigador destacó que las cáscaras “conservan señales microestructurales y geoquímicas que indican qué animales las pusieron, dónde anidaban y cómo se reproducían”. 

Los mekosuquinos desaparecieron hace unos 3.000 años. Un proceso que, según los investigadores, pudo estar vinculado a la pérdida de hábitat y a la competencia con otros depredadores. El avance de zonas más secas redujo la fauna disponible en su entorno, lo que generó una presión ambiental que no pudieron soportar.

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