Estamos acostumbrados a verlos sin restos de roca alrededor
y expuestos en vitrinas perfectamente acomodados, pero el proceso de extracción
y limpieza de los restos fósiles es muy duro y tedioso. Te explicamos cómo lo
hacen los investigadores.
La mayoría de los restos fósiles se encuentran por
casualidad, normalmente en la construcción de carreteras y edificios, aunque
existen algunas zonas donde los investigadores saben que es más probable
encontrar restos. Una vez se encuentra el fósil, en el mismo lugar donde se
halla, se elimina la capa superior de roca y piedras que lo recubre intentando
delimitar el tamaño de la pieza. Posteriormente se cavan varias zanjas
alrededor, a una distancia prudencial del mismo, para conseguir extraer la
pieza entera.
Como nos explicaba Felipe Malavet, uno de los especialistas
de Centro de Investigaciones Paleontológicas de la Villa de Leyva, en Colombia,
durante la Ruta BBVA 2015, “si intentamos sacar el fósil directamente sin una
capa de roca que lo recubra podríamos dañarlo, sería peligroso”.
Tras la extracción se cubre toda la pieza con yeso, igual
que el que se utiliza en los hospitales para inmovilizar huesos rotos. De esta
manera se pretende evitar que cualquier golpe pueda dañar el fósil, pues aunque
son “rocas”, se trata de restos realmente delicados.
Una vez transportado al laboratorio se quita la capa
superior del yeso y comienza la
preparación mecánica del fósil. Para limpiar al máximo la pieza los
paleontólogos utilizan un aparato similar a las fresas que usan los odontólogos
que, gracias a una pequeña vibración y aire, consigue separar los trozos de
roca sobrante que recubren la pieza. “Para evitar dañarla se acercan a unos 3-4
milímetros del borde fósil”, nos explica Malavet.
Una vez finalizada la preparación mecánica los
investigadores deben limpiarla todavía más para
conseguir dejar completamente limpio el resto paleontológico. Para ello lo primero que hacen es aplicar un
químico protector (el B 72) a la parte que está expuesta para evitar el deterioro
que les pudieran causar los ácidos. Posteriormente se sumerge la pieza en
soluciones químicas específicas y controladas para conseguir eliminar esa
pequeña costra de tierra y roca de no más de 5 milímetros.
Una vez limpia, los
científicos estudian a fondo el material identificando tanto la especie a la
que pertenecieron dichos restos, como las distintas partes del mismo, su
tamaño, etcétera.
Todo este proceso es un laborioso trabajo manual que puede
llevar a los científicos de semanas hasta meses o incluso años dependiendo del
tamaño de la pieza. Y es además una tarea importantísima en la investigación y
la conservación de los restos fósiles.
Fotografía: Ruta BBVA
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