Mauricio Antón. |
Los artistas no suelen visitar los museos donde se exponen
sus obras. Mauricio Antón lo hace con calma, sabiéndose anónimo. Pasea por las
silenciosas salas de uno de los museos más visitados de España observando los
cuadros –sus cuadros–, explicando detalles, rememorando anécdotas. A su
alrededor, los visitantes admiran las pinturas con fruición, pero ninguno
parece sospechar que tiene a su autor a escasos metros.
Solo la responsable de la tienda del museo parece
reconocerle.
—¡Ya no te vemos por aquí nunca! —le espeta con una sonrisa.
—Ya, es que ahora trabajo en el laboratorio —responde él,
azorado, las manos enterradas en los bolsillos, la sonrisa colgada del labio.
Antón busca inspiración en sitios extraños como laboratorios, excavaciones o la
sabana africana.
Tarbosaurus. Mauricio Antón. |
Los prefijos importan, así que deberíamos matizar que
Mauricio Antón no es simplemente artista; él es paleoartista. Se conoce con
este nombre al reducido gremio de ilustradores que recrean, basándose en
criterios científicos, especies de fauna y flora extintas hace millones de años.
Sus obras se exponen en los museos más importantes del
mundo, se reproducen en libros y documentales de audiencias planetarias. Sin
embargo, pocas veces se les pone nombre.
Mauricio Antón y Raúl Martín son quizá los paleoartistas más
reconocidos de España. Sus obras conviven en la sección de paleobiología del
Museo de Ciencias Naturales de Madrid, por el que hoy pasea el primero. Martín
está especializado en paleozoico y mesozoico; en dinosaurios, vaya. Antón se ha
ido decantando más por el terciario.
Enormes mamuts, curiosos neandertales y amenazantes tigres
de dientes de sable pueblan sus dibujos. Este último es su animal totémico, su
preferido. «Me encantan los dinosaurios, pero cada uno tiene una debilidad. La
mia es esta», dice mientras pasea por el museo.
Se detiene al llegar a uno de sus cuadros. El yacimiento de
Batallones, en Madrid, es uno de los más importantes del mundo por la gran
cantidad de restos de depredadores que en él se han encontrado.
Esto se representa fielmente en la ilustración de Antón,
donde se ven varios tipos de canes y felinos acechando entre la maleza. El
conjunto es equilibrado y evocador, una pradera salpicada de animales que
resultan familiares a la vez que extraños; un paisaje más propio de un safari
extraterrestre que de la campiña madrileña.
“Existen animales, ecosistemas, mundos enteros que son maravillosos y la gente no los conoce. Solo están en las mentes de unos cuantos científicos” MAURICIO ANTÓN. PALEOARTISTA
Puede tener una pátina artística, pero lo cierto es que no
hay nada arbitrario en esta pintura. Ni los animales, ni su color, ni su
postura. «Miro que el conjunto tenga una buena composiciòn», reconoce Antón,
«pero en la mayoría de detalles estoy muy atado por las investigaciones». Esta
yuxtaposición entre lo artístico y lo científico hace que el proceso de
creación de los cuadros sea, a veces, un trabajo de equipo.
Antón trabaja con los paleontólogos para comprender, a
partir de unos huesos, cómo podían ser estos animales prehistóricos. Insuflar
carne y vida a un montón de fósiles y plasmarlo en un dibujo. En el caso de
Batallones, la pintura se realizó en mes y medio, pero resume gráficamente 30
años de investigaciones y descubrimientos. «Ha sido mi mayor colaboración con
este museo, el ir dando forma a toda la información que se ha ido recopilando
en todos estos años», explica.
Antes de hacer el cuadro definitivo, el artista debe hacer
un estudio fisiológico de cada animal que aparecerá en él. Antón, por tanto, no
empieza haciendo un boceto, sino dibujando huesos. Después les añade músculos y
finalmente superpone una última capa de pelo y piel para hacerse una idea del
aspecto final de un animal. Estos estudios no aparecen en sus ilustraciones
finales, pero son necesarios para lograr una representación fiel del animal.
Pocas instituciones están dispuestas a contratar a un
paleoartista para hacer una pieza original. Por eso, es muy probable que ya
hayas visto antes alguno de los trabajos de Mauricio Antón, pues sus
ilustraciones se replican con asiduidad en museos y publicaciones.
Pelecanimimus. Mauricio Antón. |
No pasa solo con su trabajo, las ilustraciones en este
género suelen repetirse en bucle, incluso para ilustrar periodos o zonas
distintas. «Y es una pena porque existen animales, ecosistemas, mundos enteros
que son maravillosos y la gente no los conoce. Solo están en las mentes de unos
cuantos científicos», lamenta el pintor.
Mauricio Antón sigue paseando por el museo, que poco a poco
se llena de visitantes. Dirige sus andares distraídos a esqueletos y
reconstrucciones «Este está mal montado», susurra en tono confidente.
Nos paramos ante otra de sus ilustraciones, mientras él va
explicándola profusamente. Es un simple cuadro, pero encierra más información
de la que puede parecer. «La ilustración es una forma de traducir los datos científicos
y que puedan ser asimilados por todo el mundo. Estas ilustraciones tienen el
potencial de llegar muy rápidamente a los niños», comenta el paleoartista.
"Nos dijeron que esto en España nunca se podría publicar porque no interesa, no va en nuestra cultura. Cinco años después llegó Parque Jurásico y empezó la fiebre de los dinosaurios" MAURICIO ANTÓN. PALEOARTISTA
A él, de hecho, su vocación le llegó de niño. «Tenía siete u
ocho añitos; vi dibujos de fauna prehistórica y me quedé fascinado», explica.
Asegura que esta profesión tiene una motivación emocional, «te atrae antes de
que lo puedas racionalizar mucho», reflexiona.
Mauricio Antón supo que quería ser paleoartista de niño y
mantuvo esa condición de adulto, aunque el término ni siquiera existía por
aquel entonces. Después de estudiar bellas artes en Venezuela volvió a la
España de los 80 con la maleta llena de pinturas y expectativas.
Homo ergaster. Mauricio Antón. |
Probó suerte como pintor surrealista, colando en sus cuadros
algún dinosaurio, algún tigre de dientes de sable… Pero la suerte se le
escurría. «Aquí las modas iban más por el expresionismo abstracto, era la época
de la movida… y yo no encajaba. Mis exposiciones tuvieron un éxito, digamos,
moderadito», comenta con sorna.
Los fracasos le fueron encaminando hacia su auténtica
vocación. Empezó a colaborar con un conocido suyo, José Luís Sanz, que está
considerado el mayor experto en dinosaurios de España. Su primer proyecto
conjunto fue un libro sobre estas bestias pretéritas que nunca vio la luz. «Nos
dijeron que esto en España nunca se podría publicar porque no interesa, no va
en nuestra cultura. Cinco años después llegó Parque Jurásico y empezó la fiebre
de los dinosaurios».
Puede que aquel proyecto no prosperara, pero la colaboración
continuó, como bien muestran los paneles del museo en el que nos encontramos.
Después vendría la BBC, con la que trabajó en la serie Caminando entre bestias;
National Geographic, para el que realizó ilustraciones de varios homínidos; o
la Universidad de Columbia, con la que ha publicado diversos libros.
El museo empieza a llenarse y los niños se agolpan ante los
esqueletos y las ilustraciones. Podemos ver de primera mano esa fascinación
infantil por la fauna pretérita de la que Mauricio Antón habla a menudo, un
embrujo misterioso que él asegura haber acabado descifrando.
«Con el tiempo te das cuenta de que esa fascinación reside
en la mezcla entre imaginación y realidad, los niños se dan cuenta de que esto
no está inventado. Tiene todo ese misterio y esa invitación a la fantasía, pero
proviene de los datos científicos. Esto es real».
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