El hallazgo de unos 100 huevos, algunos embriones y otros 80 fósiles de un antecesor de los saurópodos en la Patagonia argentina respalda la teoría de que vivieron en grupos, lo que habría sido crucial para el éxito de su predominio durante millones de años
Unos 100 huevos de saurópodomorfo fueron hallados en varios nidos en el sur de la Patagonia argentina, en lo que parecía ser un asentamiento grupal. / DIEGO POL |
Ese esfuerzo ha tenido sus frutos: los huevos con embriones
en su interior son un descubrimiento excepcional sobre un período que duró unos
50 millones de años. “Por primera vez tenemos evidencia robusta del
comportamiento gregario por edades y de fidelidad sobre esta especie de
dinosaurios”, destaca Adriana Mancuso, segunda autora de la publicación, en un
alto en su tarea de campo que se prolonga hasta la noche.
Forzando una analogía con los seres humanos, podría decirse que los dinosaurios vivían algo así como en familia y entre amigos. Aunque lo correcto es nombrarlo como cohesión entre pares, como lo hace el Diego Pol, paleontólogo y primer autor de la investigación. “A los individuos jóvenes, que tenían uno o dos años, nunca los encontramos solos sino asociados entre varios de la misma edad. Eso está hablando de cohesión entre pares, algo habitual en algunos animales actuales entre los que es común ver juntas a crías de camadas anteriores, como los cachorros”. Eso se debe a que tienen necesidades compartidas. “Se mueven a la misma velocidad, tienen el mismo patrón de actividad, probablemente comen a la misma hora o el mismo tipo de alimento. Entonces hay mucha coordinación de actividades que se hacen más fáciles con pares de su edad, de su tamaño”, explica Pol. La gran brecha entre los más pequeños y los adultos era un obstáculo importante a sortear en el cuidado. Los Mussaurus patagonicus –la especie a la que pertenecen los fósiles hallados– nacían con el tamaño de un pollito y crecían hasta medir como una jirafa, solo que de 1.500 kilos (la media de los camélidos actuales ronda los mil kilos). Por esa razón, la asociación entre pares de la misma edad era una alianza muy conveniente. “Cuando tienes tanta divergencia en tamaños, combinar las actividades y caminar al mismo ritmo se vuelve crítico para el cuidado y la supervivencia”, subraya el investigador argentino.
Los sauropodomorfos vivían en comunidad y cuidaban de los huevos entre todos. Ilustración: Jorge González. |
El estudio de las piezas y la escena en la provincia
argentina de Santa Cruz refuerza además la idea de que los dinosaurios se
parecían más a las aves (por su locomoción y comportamiento) que a los reptiles
tal como se los ha presentado en el cine y en ilustraciones con fines de
divulgación. El hecho de que los huevos fueran encontrados en una zona, los
fósiles de los jóvenes en otra y los de los adultos solos o en parejas podría
significar que los mayores iban en busca de alimento para las crías que
aguardaban indefensas en sus nidos, sin posibilidades de sobrevivir por sí
solas. “Una de las claves es que los pichones [animales jóvenes] que hemos
encontrado cerca de los nidos tienen un tamaño bastante más grande que los
huevos. Esto quiere decir que, después de nacer, permanecían ahí un tiempo
considerable”.
Este reciente hallazgo abona, según Pol, la idea de que el
vínculo entre los dinosaurios y las aves es mucho más estrecho del que se
conoce. “En otros dinosaurios se han encontrado indicios de que empollaban sus
huevos. Cada vez más estamos viendo que las aves no solo descienden de los
dinosaurios sino que muchos de los comportamientos que hoy vemos en ellas se
remontan a un origen dinosauriano. Es más, yo creo que si tuviera la máquina
del tiempo y pudiera viajar al pasado, vería muchas más cosas avianas en el
modo de vida y en la biología de los dinosaurios”.
La variedad de etapas de maduración representadas en este hallazgo permite conocer mejor el proceso de crecimiento de esta especie. En ese punto asoma un dato singular: una variación en la forma de caminar a lo largo de la vida. “Parece que hay un cambio en la locomoción, algo que es muy inusual. Los pichones eran cuadrúpedos, pero los adultos, bípedos”.
Diego Pol y Vincent Fernandez, coautor del trabajo, en el laboratorio del European Synchrotron Radiation Facility, Francia, donde hicieron las pruebas técnicas a los fósiles. / ESRF |
La riqueza del material encontrado posibilita continuar
develando misterios sobre la forma en la que vivieron estos herbívoros gigantes
y sus parientes evolutivos. “Me da mucha curiosidad reconstruir el resto de la
fauna que se desarrollaba en este lugar y los otros organismos que vivían allí
porque no puede ser el único animal que viviera en la zona”, explica con
fascinación Mancuso. Ella cree que las conclusiones que seguirán
desprendiéndose de este hallazgo en el futuro, son aún inimaginadas.
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