Los huesos densos del Spinosaurus ayudaron a controlar su flotabilidad y permitieron a este depredador sumergirse para atrapar a sus presas. Esta es la conclusión de un equipo internacional de paleontólogos que ha analizado y comparado las densidades de 380 huesos de una amplia gama de animales actuales y extintos.
Spinosaurus cazando bajo el agua un gran pez conocido como Onchopristis. Reconstrucción del ecosistema norteafricano de hace más de 90 millones de años. / Davide Bonadonna |
La evidencia muestra que el Spinosaurus y otros miembros de la familia de los espinosáuridos eran cazadores semiacuáticos
Para poner fin a la disputa, científicos de EE UU, España,
Argentina, Italia, Inglaterra y Marruecos compararon la densidad de los restos
óseos del dinosaurio carnívoro más grande hasta ahora descubierto con otros 380
huesos de 250 especies de animales extintos y no extintos. En una investigación
publicada hoy en la revista Nature, despejan las dudas: la evidencia muestra
que el Spinosaurus y otros miembros de la familia de los espinosáuridos eran
cazadores semiacuáticos.
El paleontólogo Ernst Stromer imaginó al Spinosaurus aegyptiacus como un animal parado sobre sus patas traseras, con un largo lomo erizado de espinas. / Biblioteca Linda Hall |
La historia de los fósiles encontrados y destruidos
Más antiguo y grande que el Tyrannosaurus rex y más largo
que un autobús escolar, el Spinosaurus es una de las criaturas más increíbles
hasta ahora descubiertas. Su historia está marcada por guerras, bombardeos,
olvidos, misterios y controversias.
El Spinosaurus es una de las criaturas más increíbles hasta ahora descubiertas. Su historia está marcada por guerras, bombardeos, olvidos, misterios y controversias
Entre 1910 y 1914, un paleontólogo y aristócrata bávaro
llamado Ernst Freiherr Stromer von Reichenbach organizó una serie de
expediciones en el Oasis de Bahariya, al oeste de Egipto, donde se hallaron
docenas de fósiles. Entre ellos, apareció el esqueleto parcial de un enorme
dinosaurio hasta entonces desconocido: un depredador de entre 15 y 18 metros de
largo con mandíbulas largas y delgadas como las fauces de un cocodrilo; dientes
cónicos y enormes espinas de hasta un metro de alto que se elevaban desde su
espalda y sugería haber sido una joroba o una vela.
Aquel animal era más grande incluso que otro dinosaurio
carnívoro que por aquella época acababa de ser descubierto en el oeste
estadounidense y atraía toda la atención de la prensa: el Tyrannosaurus rex.
Stromer lo llamó Spinosaurus aegyptiacus. El alemán lo
imaginó como un animal parado sobre sus patas traseras, con un largo lomo
erizado de espinas.
Hasta que casi al final de la Segunda Guerra Mundial, los
fósiles fueron destruidos la noche del 24 de abril de 1944 cuando aviones
británicos bombardearon el museo de Munich en el que se encontraban. Solo
quedaron notas, bocetos y registros fotográficos.
Durante el resto del siglo XX, este extraordinario animal
adquirió un estatus casi legendario. En las últimas décadas comenzaron a
emerger fósiles aislados de este animal que habría vivido hace entre 112 a 97
millones de años, es decir, cuando surgió el T. rex, el Spinosaurus llevaba
casi 30 millones de años extinto.
Los primeros restos del Spinosaurus hallados en Egipto en 1910 fueron destruidos en un bombardeo en Munich en 1944. Solo quedaron anotaciones. / Biblioteca Linda Hall |
¿Primer dinosaurio nadador?
Entre los grandes hallazgos que cambiaron y ampliaron recientemente la imagen que se tenía del Spinosaurus figuran los realizados por Nizar Ibrahim. Guiado por beduinos, este paleontólogo alemán-marroquí de la Universidad de Portsmouth dio en la última década con el esqueleto más completo de Spinosaurus en la frontera entre Marruecos y Argelia, un lugar llamado Kem Kem que hace 100 millones de años era un gran sistema fluvial.
Con los restos del Spinosaurus más completo, un estudio llegó a la asombrosa conclusión de haber dado con el primer dinosaurio nadador, pero esto polarizó a la comunidad paleontológica
El descubrimiento de dientes rectos y cónicos –en lugar de curvos y afilados como en otros dinosaurios carnívoros– adecuados para la captura de peces; pequeñas fosas nasales ubicadas en el medio del cráneo; huesos particularmente densos; una enorme ‘vela’ dorsal; extremidades traseras acortadas; pies fuertes de garras largas y planas; y una increíble cola en forma de aleta que habría ondulado de un lado a otro para impulsar al animal, condujeron a Ibrahim y a su colega Paul Sereno a la asombrosa conclusión de haber dado con el primer dinosaurio nadador.
El estudio polarizó a la comunidad paleontológica, en especial porque desafiaba la antigua hipótesis de que los dinosaurios no aviarios, es decir, aquellos que no sobrevivieron la extinción hace 66 millones de años ni evolucionaron hasta convertirse en las aves modernas, estaban restringidos a entornos terrestres.
Por ejemplo, paleontólogos como David W.E. Hone y Thomas R.
Holtz defienden las hipótesis de que la cola del Spinosaurus habría sido más
bien una estructura de exhibición para atraer a las hembras. Y sobre todo
sostienen que este depredador acechaba a lo largo de la costa, es decir,
vadeaba como una garza en aguas poco profundas para atrapar presas en lugar de
nadar activamente en búsqueda de peces del tamaño de automóviles.
De una manera u otra, con la evidencia disponible, había que
resolver la disputa. Al paleontólogo Matteo Fabbri se le ocurrió una ambiciosa
manera de hacerlo.
El enigma de los dinosaurios acuáticos
Durante millones de años, algunos mamíferos han evolucionado
hacia formas adaptadas al agua, como ballenas, focas y leones marinos. Nutrias,
tapires e hipopótamos, por su parte, son semiacuáticos. Las aves tienen pingüinos
y cormoranes; los reptiles tienen caimanes, cocodrilos, iguanas marinas y
serpientes marinas.
Uno de los principales problemas a los que se enfrenta un animal al adaptarse al medio acuático es ser capaz de moverse en el agua sin esfuerzo. / Guillermo Navalón, Universidad de Cambridge
“Los dinosaurios no aviarios representan una notoria
excepción a este patrón”, explica a SINC el paleontólogo español Guillermo
Navalón. “Este hecho ha representado un enigma en la paleobiología de
dinosaurios, ya que a priori, no parece haber ninguna razón por la que los
dinosaurios no hayan ‘podido’ evolucionar formas acuáticas”.
La dificultad que entraña establecer conexiones directas
entre las características morfológicas de un animal extinto y su relación con
la ecología de ese organismo llevó a los científicos a buscar otras
pistas.
“Todos los organismos en este planeta tienen que obedecer a
una serie de leyes físicas”, agrega este investigador de la Universidad de
Cambridge. “Uno de los principales problemas a los que se enfrenta un animal al
adaptarse al medio acuático es ser capaz de moverse en el agua sin esfuerzo. El
mecanismo más sencillo para conseguir esto es modificar la densidad media del
cuerpo. La literatura está plagada de observaciones en las que se vincula una
mayor densidad ósea con un estilo de vida acuático o semiacuático”.
El paleontólogo Nizar Ibrahim. / TED |
Un secreto escondido en los huesos
Sin embargo, hasta ahora nadie había cuantificado esta relación en detalle usando todos los vertebrados terrestres. “Así que nos pusimos a ello”, recuerda Navalón.
Coordinados por Fabbri, 18 paleontólogos de 13 instituciones
científicas en EE UU, España, Argentina, Marruecos, Italia e Inglaterra
compararon los huesos de Spinosaurus y otros espinosáuridos con fémur y
costillas de diversas especies de dinosaurios de diferentes tamaños, reptiles
marinos extintos, como mosasaurios y plesiosaurios, focas, ballenas, elefantes,
pingüinos, caimanes, hipopótamos, hasta ratones y colibríes.
Los animales que se sumergen bajo el agua para encontrar comida tienen huesos que son casi completamente sólidos
Esta colección de animales reveló un vínculo claro entre la
densidad ósea y el comportamiento de alimentación acuática: los animales que se
sumergen bajo el agua para encontrar comida tienen huesos que son casi
completamente sólidos.
Así, el equipo concluyó que hay evidencias sólidas para
pensar que los huesos densos del Spinosaurus y de su pariente cercano Baryonyx
probablemente les permitieron sumergirse durante mucho tiempo bajo el agua para
cazar presas, como lo hacen los cocodrilos.
En cambio, los resultados apuntan a que otro espinosáurido
más antiguo llamado Suchomimus –que vivió hace entre 125 y 112 millones de años
en lo que ahora es Níger– tenía huesos más livianos que le habrían dificultado
nadar, por lo que probablemente vadeaba o pasaba más tiempo en tierra como
otros dinosaurios.
“Creo que estamos subestimando la diversidad ecológica en el
registro fósil”, reconoce Fabbri. “Se creía que todos los espinosáuridos tenían
ecologías similares en función de su anatomía esquelética similar. Ahora
sabemos que incluso especies que a primera vista son similares, como Baryonyx y
Suchomimus, en realidad son ecológicamente diferentes”.
La vida acuática del gran depredador
El paleontólogo Diego Pol contribuyó a la base de datos con el
análisis de fósiles y huesos de animales vivientes de Argentina. “Este estudio
es importante porque nos permite predecir con mucha certeza los hábitos de vida
terrestres o acuáticos de un organismo que ha desaparecido hace millones de
años”, indica el investigador argentino del Museo Paleontológico Egidio
Feruglio.
Este trabajo colectivo proporciona un abrumador apoyo a la hipótesis de que el Spinosaurus desarrolló adaptaciones acuáticas durante los millones de años de su evolución
“Ahora contamos con un método estadístico que nos permite
predecir si un animal era acuático o terrestre con más del 90 % de certeza y
eso se podrá aplicar a cualquier especie que descubramos en el futuro”,
continúa.
Para su colega Nizar Ibrahim, este trabajo colectivo proporciona
un abrumador apoyo a la hipótesis de que el Spinosaurus desarrolló adaptaciones
acuáticas durante los millones de años de su evolución. “Refuerza aún más la
idea de que los dinosaurios invadieron el mundo acuático, contrariamente al
dogma sostenido anteriormente”, señala. “El estudio nos recuerda que los
dinosaurios eran más adaptables de lo que a menudo les damos crédito”, añade el
experto.
Pero para los investigadores, la biología de estos animales
sigue siendo misteriosa e intrigante. Este estudio les permitirá comprender más
cabalmente la evolución de los vertebrados terrestres y entender cuándo, cómo y
por qué han modificado sus cuerpos para adaptarse a la vida acuática. El
Spinosaurus, presumen los científicos, no habría sido el único dinosaurio en
transitar estos caminos evolutivos hacia el agua.
“Ahora que sabemos que algunas de estas especies nadaban
bajo el agua, el siguiente paso obvio es averiguar cómo lo hacían. Solo los
hallazgos y estudios futuros responderán a estas preguntas”, concluye Fabbri.
Referencia:
Matteo Fabbri et al. “Subaqueous foraging among carnivorous
dinosaurs”. Nature. DOI: 10.1038/s41586-022-04528-0
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