Cuernos, púas, colas como martillos o cuerpos acorazados son
algunos de los elementos que los dinosaurios herbívoros pudieron emplear para
salvar la vida ante el ataque de los carnívoros.
Estamos acostumbrados a percibir el mundo de los dinosaurios
dividido entre cazadores y presas. La divulgación acerca de estos seres
fascinantes ha dedicado mucha atención a la vertiente ofensiva: cómo atacaban
los dinosaurios, la potencia de bocado de Tyrannosaurus rex o las estrategias
que pudieron emplear los velocirraptores. Sin embargo, la naturaleza tiende a
equilibrar la balanza de la vida y es pertinente detenernos en el punto de
vista de las presas. ¿Qué hacían los dinosaurios herbívoros para no acabar
siendo la cena de un depredador? ¿Con qué elementos y maniobras contaban las
presas para combatir a sus cazadores?
Cuernos
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Recreación de Triceratops. All Visionn / iStock |
Una de las primeras escenas exitosas que representó a los
dinosaurios fue una pintura de una lucha entre un Tiranosaurio y un
Triceratops. El mural fue pintado por Charles R. Knight en 1942 para el Museo
Field de Historia Natural y mostraba uno de los usos más evidentes para los
cuernos de los dinosaurios: la defensa.
Triceratops no es más que uno de los géneros más famosos
entre los ceratópsidos, la familia que incluye a todos los dinosaurios con
cuernos. Eran animales herbívoros que vivieron al final de la era de los
dinosaurios y evolucionaron en diversos tamaños. Las marcas encontradas en
algunos fósiles de ceratópsidos demuestran que fueron atacados por dinosaurios
carnívoros. Para hacer frente a sus cazadores, contaban con cuernos de
distintas longitudes y grosores, que podían portar sobre el hocico, la frente y/o
alrededor del collar óseo que protegía el cuello, una zona del cuerpo delicada
y susceptible de recibir la mordedura letal de depredadores como T. rex.
Colas como martillos
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Dinosaurios como los anquilosaurios eran capaces de romper huesos con sus colas. All Visionn / iStock |
Otros herbívoros tenían la cola armada con pinchos o gruesas
placas óseas que podían utilizar como una lanza o un martillo contra sus
cazadores. Dinosaurios como anquilosaurio y Stegosaurios son los ejemplos más
conocidos, capaces de aplicar una fuerza descomunal al golpear con el extremo
de sus colas. Los depredadores podían sufrir graves lesiones y acabar
atravesado por una de estas protuberancias o con algún que otro hueso
fracturado a “martillazos”.
De hecho, la fuerza con la que podían golpear con sus colas
algunos dinosaurios fue suficiente incluso sin tener ningún “arma” equipada.
Los saurópodos, dinosaurios de cuello largo, podían propinar tal latigazo con
sus colas que eran capaces de barrer cualquier intento de ataque de los
carnívoros más poderosos.
Gigantes imposibles
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Recreación de saurópodos. Corey Ford / iStock |
Y ya que mencionamos a los pesos pesados, en el mundo de los
dinosaurios el tamaño sí importa. Saurópodos como los famosos Diplodocus y
Brachiosaurus no debieron ser presas fáciles de cazar sólo por la fuerza y
dimensiones a las que el depredador tenía que hacer frente. También forma parte
de esta familia de gigantes los titanosaurios, los dinosaurios más grandes que
caminaron sobre el planeta Tierra. Atacar a una bestia de 40 metros de largo y
80 toneladas no parece una buena idea.
Armadura
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Recreación de Amargasaurus y sus púas en el cuello. AVS Turner / iStock |
Los dinosaurios acorazados nos han dejado algunos de los
fósiles mejor conservados del mundo y es que su dura piel y estructura ósea, si
han sido capaces de resistir al implacable paso de millones de años, también
pudieron contra los feroces bocados de depredadores. Corazas, placas óseas,
caparazones, incluso pinchos en el cuello como Amargasaurus y cualquier otra
armadura dérmica hacían de estos dinosaurios tanques difíciles de abordar por
las garras y mandíbulas de sus depredadores.
Algunos casos ni siquiera necesitaban una coraza que le
cubriera todo el cuerpo. La familia de los paquicefalosaurios contaba con
protuberancias sobre unos cráneos muy gruesos y duros que podían servir, además
de para luchar entre ellos, para defenderse de posibles depredadores a
cabezazos.
Garras
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Recreación de Therizinosaurus. ABelov / Wikimedia |
Claro está que los depredadores no fueron los únicos
dinosaurios que portaban elementos ofensivos. Los tericinosáuridos reciben este
nombre que significa “lagartos guadaña”, y hacían referencias a las
descomunales garras que tenían en sus patas delanteras. En concreto,
Therizinosaurus es hasta ahora el dinosaurio con las garras más largas
conocidas, que podían llegar hasta los 50 centímetros de longitud.
Otras estrategias
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Recreación de Parasaurolophus. Warpaintcobra / iStock |
Una retirada a tiempo es una victoria y, claro está, la
primera intención que podría despertarse en un dinosaurio que se ve acechado es
huir. No todos los herbívoros contaron con “armas” en su cuerpo, muchos de
ellos eran maestros del camuflaje, sabían por dónde darían esquinazo a sus
perseguidores o, simplemente, aunque no levantaran un metro de altura desde el
suelo, eran tan veloces que resultaba imposible atraparlos si no era por
sorpresa.
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