La activación de una falla inversa ha ocasionado el catastrófico seísmo de magnitud 6,8 que ha desatado muerte y destrucción en la región de Marrakech-Safí, especialmente en el Alto Atlas. No podemos predecir ni parar estos fenómenos naturales, pero el desastre sí es una responsabilidad humana, ya que son nuestras construcciones las que causan los fallecidos al derrumbarse.
Un hombre observa la destrucción causada por el terremoto en Imi N'Tala, al sur de Marrakech. / EFE/Kiko Huesca |
Cada vez que ocurre un terremoto devastador recurrimos a los
mismos lugares comunes: el rozamiento de las placas tectónicas, la poca
profundidad del sismo, la escasa calidad de las construcciones. Son evidencias
ciertas pero quizás algo imprecisas sobre las que conviene profundizar para
entender lo que ha ocurrido.
El rozamiento de las placas tectónicas, la poca profundidad del sismo y la escasa calidad de las construcciones son evidencias, ciertas pero quizá algo imprecisas, a las que recurrimos cuando ocurre un terremoto
La tectónica de placas es la teoría científica que explica
el funcionamiento de nuestro planeta como sistema físico, es el paradigma sobre
el que se basa la geología moderna. Las placas litosféricas (o tectónicas) se
desplazan a velocidades lentas movidas por la fuerza de la gravedad. Este
desplazamiento genera deformaciones en las placas, especialmente a lo largo de
sus límites cuando se acercan o se separan, pero también en el interior de
estas.
En este caso, las placas de Nubia (África) y Eurasia
contactan a lo largo de miles de kilómetros, desde Turquía hasta las islas
Azores. A lo largo de estos 6000 km el movimiento relativo entre ambas va
cambiando, al tiempo que lo hace su tipo de contacto, desde las zonas de
subducción del Mediterráneo oriental donde convergen a alta velocidad, hasta la
dorsal medio-Atlántica cerca de las Azores.
Una zona de deformación
A la altura de la península ibérica este contacto es
convergente pero de baja velocidad entre el continente africano y el europeo
dando lugar a una zona de deformación difusa, ancha, que abarca desde el
Anti-Atlas, al sur de Marruecos, hasta las costas de Galicia en España.
La velocidad de deformación varía dentro de esta zona
difusa, siendo mayor en la costa norte de África, en el mar de Alborán y en el
sur de España. Es aquí donde se producen con mayor frecuencia los terremotos
que, a largo plazo y por deformación acumulada, generan los relieves que forman
la cordillera Bética y el Rif-Tell africano.
La falta de memoria sísmica en estas regiones, donde pueden producirse terremotos importantes cada miles de años, es uno de los principales problemas que aumenta el riesgo
La menor velocidad de deformación se produce en las zonas
más alejadas generando también relieves que denominamos orógenos intraplaca,
donde pueden producirse terremotos de importancia aunque con una frecuencia
mucho menor, teniendo lugar cada miles de años. Esto explica uno de los
principales problemas que aumenta el riesgo sísmico, la falta de memoria
sísmica en estas regiones.
El Alto Atlas es un sistema montañoso que pertenece a uno de
estos sistemas orogénicos intraplaca, de deformación lenta. En la actualidad su
velocidad de deformación está por debajo de 1 mm/año.
Activación de una falla inversa de alto ángulo
La activación de una de estas fallas inversas de alto ángulo
es la que, según apuntan los datos disponibles a día de hoy, ha dado lugar al
reciente terremoto catastrófico de magnitud 6,8.
Los datos de deformación superficial obtenidos con
interferometría de radar satelital (InSAR) por diversas agencias hacen pensar
en que la falla responsable no llegó a generar una rotura del terreno en
superficie, aunque este extremo deberá confirmarse mediante trabajo de campo
por geólogos expertos.
La falla responsable no llegó a generar una rotura del terreno en superficie, aunque lo tendrá que confirmar el trabajo de campo de los geólogos
Exceptuando las zonas de subducción, los terremotos
destructivos, con magnitudes por encima de 6, habitualmente generan roturas de
falla (discontinuidades en la corteza terrestre) que rompen los primeros 12 –
20 km de corteza, y por lo tanto siempre son superficiales y muy dañinos.
El terremoto ocurrido en el Atlas no es una excepción. Se
estima que la superficie de falla movilizada durante el evento ha sido de unos
30 km de longitud por unos 30 km de anchura, implicando en su deformación a la
mayor parte de la corteza superior, o corteza sismogénica como nos gusta
llamarla a los geólogos de terremotos.
La superficie de falla movilizada ha sido de unos 30 km de largo por 30 km de ancho
En la zona hay un buen número de fallas conocidas, entre
ellas la Falla de Tizi n’Test, generada probablemente hace cientos de millones
de años, pero que parece que aun hoy podría funcionar como una debilidad en la
corteza que absorba buena parte de la deformación en el alto Atlas.
Además, hay factores geológicos que han podido contribuir a
empeorar aún más el daño del terremoto: en las zonas bajas, en las cuencas de
los ríos, pueden producirse fenómenos de amplificación de la onda sísmica
debido a la baja rigidez de estos materiales sedimentarios. En las zonas
escarpadas de las montañas se producen efectos de amplificación y resonancia de
las ondas por efecto de la topografía. Y en la zona situada sobre el hipocentro
del terremoto se dan efectos de grandes aceleraciones por el propio
desplazamiento de la corteza hacia superficie en las fallas de tipo inverso.
Estos tres factores pueden haber funcionado en este terremoto, pero sin duda los dos últimos son los que han impactado en mayor medida en la amplificación de las aceleraciones en la zona epicentral.
Las
sucesivas réplicas
Respecto a las réplicas, estos terremotos producidos por la
deformación tectónica de la corteza, siempre desencadenan una serie sísmica
posterior con cientos o miles de eventos de menor magnitud.
Con el paso del tiempo la probabilidad de que ocurran grandes réplicas va disminuyendo, pero no puede descartarse alguna réplica mayor
Habitualmente, y de acuerdo con las observaciones de
terremotos pasados que plantea la llamada ley de Bath, la réplica de mayor
magnitud será en torno a 1 grado menor que el terremoto principal. Para el caso
de este de Marruecos podríamos esperar, en una serie sísmica normal, una
réplica máxima con magnitud 5,6 - 5,9.
A día de hoy la réplica de mayor magnitud ha sido de 4,9, y
aunque con el paso del tiempo la probabilidad de ocurrencia de grandes réplicas
va disminuyendo, aún no puede descartarse que ocurra alguna réplica mayor.
Mala calidad de las construcciones
Cuando estos terremotos destructivos además tienen lugar en
zonas donde la calidad constructiva no es la adecuada, por falta de recursos o
por el uso de técnicas constructivas tradicionales no sismorresistentes,
entonces las víctimas se disparan.
Las víctimas se disparan cuando estos terremotos destructivos tienen lugar en zonas donde la calidad constructiva no es la adecuada
Los terremotos, como todos los fenómenos complejos, no son
predecibles. Podemos estudiarlos, aprender cómo se comportan, cómo se generan,
qué fallas son las más peligrosas, qué terrenos pueden producir
amplificaciones.
Podemos generar modelos numéricos para tratar de pronosticar
la evolución de estos sistemas, aplicar la inteligencia artificial para
incrementar y mejorar nuestras interpretaciones y predicciones. Pero la
aproximación siempre va a estar cargada de inevitables incertidumbres, de
márgenes de error, de probabilidades.
Sin embargo, los terremotos no son fenómenos nuevos, incluso
en zonas relativamente tranquilas, como el Atlas, o como nuestra península
ibérica, hemos vivido desastres comparables a este reciente con anterioridad.
Aprender de otros casos históricos
En el Atlas en 1960 un terremoto de magnitud 5,7 dejó unas
12000 víctimas mortales, destruyendo tres cuartas partes de las edificaciones
de la ciudad de Agadir, cuya población no llegaba a los 20000 habitantes. La
historia no para de darnos ejemplos de los que deberíamos aprender simplemente
revisando el pasado.
No podemos parar los terremotos, no podemos predecirlos, son
fenómenos naturales. Pero el desastre sí es una responsabilidad humana, son
nuestras construcciones las que generan las muertes al derrumbarse.
No podemos parar ni predecir estos fenómenos naturales, pero el desastre es una responsabilidad humana porque son nuestras construcciones las que generan las muertes
Debemos esforzarnos en mejorar la capacidad sismorresistente
de las infraestructuras, de que las nuevas construcciones tengan un diseño
antisísmico adecuado y ponderado en función de la amenaza a la que se exponen.
Es fundamental conocer el potencial sismogénico de las fallas activas en cada
región, definiendo el máximo terremoto esperable y su recurrencia (que puede
llegar a ser de miles de años).
Por eso no podemos conformarnos con la excusa de que “esto
no había ocurrido nunca”: la historia y la geología nos dicen que esto no es
así. Los fenómenos naturales son recurrentes y podemos estudiarlos, llegar a
comprenderlos y cuantificarlos.
Es una responsabilidad compartida que va desde las
normativas de construcción y los planes de ordenación urbana, a las ejecuciones
en obra por parte de promotores y constructores; desde los proyectos de
investigación básica, a los sistemas de emergencias. En definitiva, por una
correcta gestión del riesgo sísmico por parte de todos los actores implicados.
José Antonio Álvarez Gómez, Juan Miguel Insua Arévalo y José Jesús Martínez Díaz son profesores del Departamento de Geodinámica, Estratigrafía y Paleontología de la Facultad de Ciencias Geológicas de la Universidad Complutense de Madrid (UCM).
Fuente: SINC
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