14 de enero de 1986. |
Los ictiosaurios eran reptiles marinos, o “peces lagartos”,
que se asemejaban a las marsopas de hoy en día. Nadaron en los océanos entre
250 y 90 millones de años atrás, casi al mismo tiempo que los dinosaurios caminaban
por los suelos y los pterosaurios se elevaban en el aire. Estas criaturas están
ahora extintas, pero sus fósiles continúan informando a los científicos sobre
la especie y cómo evolucionaron.
17 de enero de 2022. |
2010. |
El par de imágenes satelitales en la parte superior de esta
página muestran el borde del glaciar el 14 de enero de 1986 y el 17 de enero de
2022. Las imágenes fueron adquiridas por el Cartógrafo temático a bordo del
satélite Landsat 5, y por el Generador operacional de imágenes de tierra (OLI,
por sus siglas en inglés) a bordo del satélite Landsat 8, respectivamente. El
color añadido permite emparejar mejor el color entre las dos imágenes recogidas
por diferentes sensores.
Fiona ya habría estado expuesta al momento de estas
imágenes. Pero según Dean Lomax, paleontólogo de la Universidad de Manchester:
“Estoy seguro de que muchos de los especímenes estaban bajo el glaciar en la
imagen de 1986”. Eso incluye un cráneo completo bien conservado, previamente
descubierto por Lomax, quien formó parte de la reciente expedición para excavar
a Fiona.
7 de abril de 2022. |
En 2004, cuando Pardo-Pérez comenzó a explorar esta área,
los científicos estimaban que el sitio fósil abarcaba unos 5 kilómetros
cuadrados. Pero a medida que el borde del hielo retrocedía y el paisaje
cambiaba, y a medida que las expediciones posteriores localizaban más fósiles,
el sitio se ha expandido a unos 15 kilómetros cuadrados (casi seis millas
cuadradas), o casi toda el área de roca expuesta visible en esta imagen. La
roca es parte de la Formación Zapata, que contiene rocas sedimentarias y
fósiles que datan desde finales del período Jurásico hasta principios del
Cretácico.
La fosilización ocurrió millones de años antes de que
apareciera el glaciar, cuando la zona estaba cubierta de agua de mar. Los
científicos piensan que algunos de los ictiosaurios murieron por causas
naturales. Otros probablemente perecieron en eventos de mortalidad masiva
causados por el rápido flujo de agua en pendiente descendente, conocido como
una corriente de turbidez. “En estos casos”, dijo Pardo-Pérez, “los
ictiosaurios podrían haber quedado atrapados por la corriente de turbidez y
haber sido arrojados al abismo, ahogados, desorientados y enterrados casi
instantáneamente en un entorno anóxico que evitó la descomposición bacteriana y
mantuvo articulados sus esqueletos”.
El hielo glacial que finalmente cubrió los fósiles no ha
ayudado a preservarlos. Por el contrario, Rada señaló que antes de que el hielo
se derritiera, había estado “fluyendo” durante mucho tiempo. Este flujo de
hielo transporta rocas y tierra en su base, que Rada compara con una pesada
hoja de papel de lija, que muele la roca madre y los fósiles dentro de ella.
En la Patagonia, las tasas de erosión varían de 1 a 100
milímetros (0.04 a 4 pulgadas) por año, y probablemente están en el extremo
inferior de ese rango en el lado del glaciar Tyndall. “Pero incluso con tasas
de erosión de unos pocos mililitros a un centímetro al año”, dijo Rada, “Fiona
se habría convertido en polvo si hubiera permanecido cubierta por el glaciar
unas cuantas décadas más”.
Sin embargo, la pérdida del hielo plantea otros problemas.
Los fósiles han quedado vulnerables a la fractura por los ciclos de congelación
y deshielo y a la erosión por el viento y el agua. “Es importante encontrar
formas de proteger estos valiosos registros del pasado”, dijo Rada.
Es probable que cerca de otros glaciares hayan quedado
expuestos fósiles, ya que todo el campo de hielo de la Patagonia Austral se
está derritiendo. Pero hasta que los paleontólogos realicen más expediciones de
prospección, el sitio cerca del glaciar Tyndall sigue siendo un hallazgo
paleontológico único. “Hasta donde sabemos, no hay otro sitio en el mundo donde
tantos fósiles excepcionales estén quedando expuestos debido a un glaciar en
retroceso”, dijo Lomax.
El sitio está protegido por la Corporación Nacional Forestal
de Chile (CONAF), y sus fósiles están protegidos por la ley chilena que prohíbe
la extracción o excavación sin permiso. “Este lugar es un ecosistema frágil,
ubicado en una zona periglacial dentro del Parque Nacional Torres del Paine”,
dijo el gerente de la CONAF, Gonzalo Cisternas. La zona está cerrada al turismo
y a las actividades recreativas, y solo pueden visitarla científicos
autorizados.
Imágenes del Observatorio de la Tierra de la NASA por Joshua
Stevens, utilizando datos de Landsat del Servicio Geológico de Estados Unidos.
Fotografía por Alejandra Zúñiga/Servicio Nacional del Patrimonio Cultural.
Reportaje por Kathryn Hansen.
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