Un equipo científico llegó a nuevas conclusiones luego de reevaluar con metodología más precisa los afloramientos de la Formación Ischigualasto
Representación de un ecosistema de hace 230 millones de años en el noroeste
de Argentina. Ilustración: Jorge Gonzales.
CONICET/DICYT Un grupo de investigadoras e investigadores
del CONICET y de la Universidad de Utah (Estados Unidos) analizó numerosos
indicadores paleoclimáticos y las variaciones de riqueza y diversidad de la
flora y la fauna, con el fin de comprender mejor la relación entre el clima y
la diversidad biológica a fines del Triásico (251-201 Ma), un momento de gran
relevancia para la comprensión de los ecosistemas terrestres del Mesozoico. El
estudio se centra en el registro geológico y paleontológico de la Formación
Ischigualasto, cuyas rocas se encuentran expuestas en diversas localidades de
La Rioja y San Juan. Los resultados de la investigación fueron publicados en Frontiers in Earth Science.
El equipo de investigación realizó un estudio multi-proxy,
que incluyó varias líneas independientes de evidencia -sedimentología,
mineralogía de arcillas, geoquímica, cálculos de precipitación media anual y
temperatura media anual-, para mejorar las interpretaciones de las condiciones
climáticas y su evolución dentro de la Cuenca Ischigualasto-Villa Unión. En
conjunto con el análisis detallado de la biota registrada, que contiene plantas
y vertebrados, los científicos evaluaron hipótesis previas y propusieron otras
nuevas sobre cómo las variaciones climáticas a gran escala afectaron la
diversidad biológica.
Los resultados obtenidos muestran que en general no hay una
respuesta biótica asociada a cambios en el clima. Sin embargo, sí se observa
una relación entre las variaciones climáticas y el desarrollo de dos grupos de
reptiles, principalmente rincosaurios -reptiles herbívoros cercanamente
relacionados a los arcosaurios- y pseudosuquios -un grupo de arcosaurios del
linaje de los cocodrilos-. “Encontramos que la diversidad y abundancia de
ciertos grupos reflejan algún patrón en relación con el clima, una pequeña
extinción de arcosaurios de la línea de los cocodrilos y una disminución en la
abundancia de rincosaurios”, comenta Adriana Mancuso, investigadora del CONICET
en el Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales
(IANIGLA, CONICET-UNCUYO-Gob. Mza).
Además, el análisis de los cambios climáticos en la
Formación Ischigualasto mostró un claro cambio en dichas condiciones,
aproximadamente a la mitad de la Formación, que no se ve reflejado en los
eventos bióticos. “Lo que nosotros observamos es que las variaciones en la
abundancia, en los cambios de diversidad reflejados por las primeras y las
últimas apariciones de ciertos taxones se encuentran mejor explicados por los
sesgos tafonómicos y de colección que por los cambios en el clima”, dice
Mancuso.
Según el estudio, los cambios previamente registrados, y que
pudieron ser considerados asociados a alteraciones climáticas, mostraron una
dependencia con las condiciones de preservación y con un sesgo de muestreo
probablemente vinculado a las condiciones de exposición de los afloramientos.
“Lo que muestran los datos es que en realidad el muestreo,
cuánto se colectó de material a lo largo de toda la secuencia, y las
características que permiten mayor o menor preservación de los restos de
animales y plantas fueron factores significativos. Estos dos factores, el de
colecta y el de preservación, tienen más fuerza en ese aumento o disminución de
diversidad o apariciones y desapariciones de los distintos taxones que los
eventos climáticos registrados”, explica la investigadora.
Los investigadores destacan que si bien reconocieron algunos
cambios que no estarían ligados a problemas de muestreo o preservación, es
llamativa la ausencia de una correlación más fuerte entre los cambios climáticos
y los bióticos. En este sentido, podría haber varios factores involucrados que
permitirían explicar tales observaciones como que los cambios climáticos
registrados no fueran suficientemente importantes para dar lugar a grandes
modificaciones en los ecosistemas o que el grado de conocimiento actual sobre
los ecosistemas del Triásico no es suficiente para detectar interrelaciones
entre el clima y la biota.
Este es uno de los primeros trabajos enfocado al estudio de
ecosistemas muy antiguos que aplica metodologías de mayor resolución para la
evaluación de hipótesis sobre el vínculo entre los cambios climáticos y eventos
bióticos. “Además del aporte sobre la relación de los eventos bióticos y
climáticos en la Formación Ischigualasto, nuestro trabajo aporta una
metodología para evaluar la respuesta biótica a los cambios climáticos en
asociaciones muy antiguas y destaca dónde deberían concentrarse los esfuerzos
de exploración y muestreo para contar con datos suficientes que permitan poner
a prueba hipótesis de relación biota-clima. Al mismo tiempo, propone nuevas
predicciones que pueden ser evaluadas en trabajos futuros”, concluye la
investigadora.
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