Estos animales vivieron hace entre 247 millones y 208 millones de años y aún persisten las dudas al respecto de si puede definírselos como dinosaurios
En azul, una parte de los elementos óseos de los nuevos silesáuridos hallados. Imagen: Gabriel Mestriner. |
AGENCIA FAPESP/DICYT – Un conjunto de fósiles rescatados en
el estado de Rio Grande do Sul, en el extremo sur de Brasil, le imprime una
nueva capa de complejidad al estudio de la historia evolutiva de los
silesáuridos, un linaje de animales dinosauromorfos (los dinosaurios y sus
parientes cercanos) que vivieron hace aproximadamente entre 247 millones y 208
millones de años, durante el período Triásico.
En un estudio publicado en el Journal of Vertebrate Paleontology, científicos de Brasil y de Estados Unidos muestran que, aun con
los nuevos fósiles, sigue haciéndose difícil determinar en dónde se encuadran
dichos animales en la línea evolutiva de los dinosaurios.
Los referidos restos fósiles fueron hallados en el año 2014
en un yacimiento llamado Waldsanga, en Río Grande do Sul, que forma parte de la
formación Santa Maria, uno de los cuerpos rocosos más ricos en fósiles de
Brasil. Los huesos corresponden a más de un ejemplar, lo que suscita una cierta
incertidumbre acerca de si habrían pertenecido a una sola especie, aunque las
evidencias así lo indican. Antes que nada, estos restos fósiles constituyen un
importante registro referente a los animales que vivieron en ese lugar durante
el período Triásico.
Se trata de la cuarta especie de silesáuridos hallada en
Brasil, y la segunda de la edad Carniense, hace entre 237 millones y 227
millones de años. Y se la conoce por las siglas UFSM 11579, toda vez que el
material óseo se encuentra depositado en el Laboratorio de Estratigrafía y
Paleobiología de la Universidad Federal de Santa Maria (UFSM).
“Al insertar las características del espécimen en diversas
filogenias [historias evolutivas] del grupo, se mantuvo como una cuestión
abierta si los silesáuridos eran dinosaurios o sus parientes cercanos. De todas
maneras, las evidencias anatómicas y filogenéticas validan los nuevos hallazgos
como pertenecientes al linaje de los silesáuridos, aunque no clasificados como
una nueva especie” comenta Gabriel Mestriner, primer autor del estudio,
realizado como parte de su doctorado en la Facultad de Filosofía, Ciencias y
Letras de Ribeirão Preto de la Universidad de São Paulo (FFCLRP-USP) con beca
de la FAPESP.
“Por tratarse de un material desarticulado, y teniendo en
cuenta lo inestable contexto evolutivo del grupo, arribamos a la conclusión de
que, en ese caso, el agregado de una especie más no haría sino agravar una
problemática ya existente en lugar de aportar soluciones”, añade.
Los silesáuridos eran animales mayoritariamente cuadrúpedos
que medían entre uno y tres metros de longitud. Tenían largas patas traseras,
mientras que sus patas delanteras eran delgadas. Existen registros de su
existencia en los territorios que actualmente constituyen América del Sur,
América del Norte, África y Europa. La primera especie, Silesaurus opolensis,
fue descrita en 2003 con base en fósiles desenterrados en Silesia, Polonia. De
allí el nombre de la especie que le dio origen al grupo.
“Esa primera especie descrita es la que posee el esqueleto
más completo, aparte que son varios ejemplares los que sirven de referencia.
Desde ese entonces, las otras alrededor de diez especies se describieron con
base en un material más fragmentado”, comenta Júlio Marsola, coautor del
estudio, quien llevó a cabo una parte de su posdoctorado en la FFCLRP-USP con
beca de la FAPESP. Marsola es en la actualidad docente de la Universidad
Tecnológica Federal de Paraná (UTFPR), en la misma región sur de Brasil, en la
ciudad de Dois Vizinhos.
El referido trabajo integra el proyecto intitulado
“Exploración de la diversidad de los dinosaurios del Cretácico Sudamericano y sus faunas asociadas”, apoyado por la FAPESP y coordinado por Max Langer,
docente de la FFCLRP-USP y director del estudio publicado ahora.
“Si bien muchas especies han sido descritas con base en
pocos huesos, el problema mayor de este grupo no es la falta de material. Eran
animales con una anatomía ambigua, con partes de sus esqueletos similares a las
de los dinosaurios y otras no tanto. Por eso se hace difícil definir su
parentesco”, explica Langer.
Con dientes distintos
En otro estudio, publicado en 2021, los investigadores
ahondaron en la compresión de una característica que suministró nuevas
evidencias sobre el parentesco de los silesáuridos. Al analizar los dientes de
cuatro especies, incluso de especímenes del fósil ahora descrito, el grupo
observó que en general la implantación dentaria de los silesáuridos estaba
fusionada en el hueso. Por ende, no había una capa de ligamento (un tejido
blando) entre el hueso alveolar y los dientes, tal como en los dinosaurios y en
los actuales cocodrilos.
“Pero al mismo tiempo, algunos de los dientes analizados
exhibieron una configuración más cercana a la de los dinosaurios y los
cocodrilos, como si los silesáuridos estuviesen yendo evolutivamente en esa
dirección y representando así un estadio intermedio entre la condición
ancestral [dientes fusionados] y la condición derivada [dientes sostenidos por
ligamentos]”, explica Mestriner, quien realizó este trabajo durante su maestría
en la FFCLRP-USP, con una pasantía en el Virginia Tech (Estados Unidos) y en la
Universidad de Alberta (Canadá).
La nueva configuración puede verse en los dientes de los
mamíferos, incluso en los propios humanos, y se la considera como una
importante ventaja evolutiva con relación a nuestros ancestros no mamíferos,
toda vez que el complejo de ligamentos funciona como un sistema de
amortiguación que ayuda a reducir el impacto mecánico que se produce al morder
un alimento duro, por ejemplo.
Con todo, la información de la implantación dentaria no fue
suficiente como para diferenciar a los silesáuridos con relación otros
dinosauromorfos. Pero los aleja un poco más de los dinosaurios, lo cual vuelve
más probable que constituyan un linaje de animales muy cercano, sin ser
estrictamente dinosaurios.
Para Langer, quien coordinó los estudios, más importante que
seguir nombrando nuevas especies es entender la historia evolutiva de los
grupos. Esto puede hacerse con base en los datos existentes, tales como los
fósiles depositados en los museos.
“Necesitamos estudios filogenéticos con un mayor nivel de
detalles. Investigadores que se aboquen a estudiar las colecciones, que
estudien todos los fósiles de aquel grupo y que encuentren características que
indiquen parentescos dentro del grupo o entre grupos. Los bancos de datos
existentes actualmente están elaborados con base en esos estudios, que
escasean. Es un trabajo duro, pero, si no, no es posible avanzar”, culmina
diciendo el investigador.
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