martes, 7 de enero de 2020

Fósiles en Patagonia pueden arrojar luz sobre la extinción de los dinosaurios

¿Por qué algunas criaturas lograron sobrevivir a la era mesozoica y los dinosaurios prácticamente desaparecieron? El hallazgo en la Patagonia argentina de multitud de restos de animales y plantas promete ayudar a arrojar más luz sobre un misterio aún por desentrañar.

Fotografía fechada el 17 de diciembre de 2019 de (izq a der) Federico Agnolin, 
Sebastian Rozadilla, Julia D'Angelo, Mauro Aranciaga Rolando y Adriel Gentil, 
miembros del equipo que participó en el hallazgo en la Patagonia de restos de 
animales y plantas que promete ayudar a arrojar más luz sobre por qué 
algunas criaturas lograron sobrevivir a la era mesozoica. EFE
Normalmente, el descubrimiento de dos nuevas especies de dinosaurios durante una expedición ya adquiere gran relevancia por sí mismo, pero pasó a ser un asunto menor cuando a esos fósiles les siguieron otros de mamíferos, peces, anfibios e incluso polen de entre 65 y 70 millones de años de antigüedad, justo cuando se produjo la gran extinción. 

"Como paleontólogo uno suele descubrir grandes dinosaurios porque son los restos que mejor se ven y son más fáciles de encontrar, pero toda esta fauna minúscula en general no aparece", explica a Efe Federico Agnolin, investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) argentino y uno de los integrantes de la expedición.

El yacimiento en cuestión, situado en la provincia argentina de Santa Cruz (sur) y con vistas al famoso glaciar Perito Moreno, solo pudo ser explorado en dos breves ocasiones en 2019, y aún así ya permite a los científicos hacerse una mayor idea de cómo era la vida en la región millones de años atrás.

"Lo que nos permite este hallazgo no es tirar por la borda la extinción de los dinosaurios debido al meteorito. La teoría del meteorito parece ser la correcta, pero lo que nos permite saber es cómo hicieron para sobrevivir determinados animales y por qué otros se extinguieron. Eso nos puede enseñar muchísimo de cómo sobreviven las especies a un invierno nuclear de miles de años", afirma Agnolin.

UNA INVESTIGACIÓN QUE SE REMONTA A LOS AÑOS OCHENTA

El reciente descubrimiento tiene su origen en la década de 1980, cuando el geólogo Francisco Nulo visitó la zona y encontró restos de un dinosaurio de cuello largo y 20 metros de longitud al que ahora han bautizado como 'Nullotitan glacialis'.

Este año les surgió a investigadores que trabajan en Argentina la "intriga" de visitar el lugar varios años después para "redescubrir" a ese enorme animal herbívoro, y no solo completaron una parte importante de su esqueleto, sino que, para su sorpresa, hallaron múltiples piezas que ensamblan todo un ecosistema a su alrededor.

Realizaron dos expediciones en enero y marzo del año pasado en las que participaron el Conicet, el Museo Argentino de Ciencias Naturales y la Fundación Félix de Azara, y que resultaron ser tremendamente provechosas, pese a que la zona de investigación les limitaba por su difícil acceso -solo para llegar tenían que caminar unas seis horas con condiciones climáticas a menudo adversas-.

Además del titanosaurio, en la primera visita descubrieron otra especie herbívora, el 'Isasicursor santacrucensis', del que dedujeron que vivía en manada dado que encontraron varios ejemplares de todas las edades.

UN DESFILE DE FAUNA Y FLORA

No fue hasta la segunda expedición cuando los paleontólogos dieron con la parte más asombrosa de la investigación, que incluye, según Agnolin, "restos de pequeñas serpientes y de mamíferos que vieron nuestros más antiguos ancestros y convivieron a la sombra de los dinosaurios".

Esa búsqueda detallada también les condujo al hallazgo "inédito" de restos de caracoles terrestres, que el investigador del Conicet señala como los registros más antiguos de muchas familias de estos moluscos y que cree que van a dar "mucho que hablar" en el mundo científico.

A esta larga lista de restos también se suman fósiles de aves y anfibios, así como muestras de roca y de tronco de las cuales extrajeron granos de polen. Todos estos elementos ayudan a conformar un panorama de la región muy distinto al de hoy.

"Hoy en día la Patagonia, el lugar de donde salieron estos restos, es prácticamente un desierto, así que imaginárselo como un gran bosque, con flora abundante, con fauna, peces, serpientes y dinosaurios es realmente algo muy distinto de lo que podemos ver", señala el paleontólogo argentino.

MÁS CERCA DE RESPUESTAS SOBRE LA EXTINCIÓN

Las tortugas no se vieron afectadas por la caída del meteorito y los dinosaurios prácticamente desaparecieron; determinadas lagartijas y serpientes sobrevivieron y otras no. Este misterio sigue huérfano de respuesta, pero la investigación en la Patagonia podría ayudar a despejar la ecuación.

Agnolin expone que los paleontólogos aún no se han puesto de acuerdo respecto al denominador común de las especies supervivientes y por ahora sostienen múltiples hipótesis que hacen referencia a cuestiones fisiológicas, largos períodos de hibernación -en el caso de las tortugas- o metabolismos extremadamente acelerados.

Del mismo modo, tampoco existe consenso sobre por qué los dinosaurios no pasaron el corte: "Eran muy diversos, tenías un animal carnívoro y un 'Nullotitan' gigantesco que comía plantas y no tienen nada que ver. Sin embargo, ninguno de los dos sobrevivió", relata el investigador.

El próximo marzo los investigadores volverán al lugar para llevar a cabo una expedición mucho más exhaustiva y con muchos más recursos, y esperan aumentar sus reservas con fósiles de nuevas especies, tanto de dinosaurios como de otros animales más pequeños, para estar un paso más cerca de conocer qué sucedió en la Tierra millones de años atrás.

sábado, 4 de enero de 2020

NÚMERO PREMIADO DINOCESTA NAVIDAD 2019/2020 DEL MUSEO DE DINOSAURIOS

Tras sorteo realizado en el Museo de Dinosaurios de Salas de los Infantes esta misma tarde de hoy, día 4 de enero de 2019, el NÚMERO PREMIADO de la Dinocesta ha sido el:


226



¡Enhorabuena al/la ganador/a!

viernes, 3 de enero de 2020

Los principales descubrimientos científicos de la década de 2010

Los 2019 fueron de grandes avances para la ciencia, pero el 2020 prometen ser una nueva década de descubrimientos sorprendentes.

Se terminan los años 2010 y con ello se va una década de grandes descubrimientos científicos que marcó una nueva edad de oro para la ciencia. Desde los miles de planetas fuera de nuestro sistema solar, pasando por las ondas gravitacionales hasta llegar a la primera foto de un agujero negro.

A continuación un repaso de los grandes hallazgos que supusieron un antes y un después en la vida de los científicos.

Ondas gravitacionales

Los cientificos le dieron la razón a Albert Einstein cuando predijo en 1925 las ondas gravitacionales en su teoria de la relatividad. En 2016 los astrónomos certificaron la creación de ondas gravitacionales cuando dos agujeros negros se fusionaron.

Este descubrimiento permitió que se dieran otras detecciones innovadoras en la materia dentro de la década.

La primera imagen de un agujero negro

Una red global de telescopios fue la utilizada por los científicos para ver y capturar la primera imagen de un agujero negro en abril de 2019. Un agujero negro supermasivo y su sombra fue el protagonista de la instantanea apareciendo en el centro de una galaxia conocida como M87.

Este hecho fue un gran logro para la ciencia ya que se trata de la primera evidencia visual directa de la existencia de los agujeros negros, de acuerdo con los investigadores. En la imagen una región oscura en el centro se ve encapsulada por un anillo de luz que se aprecia más brillante de un lado.

Los exoplanetas, nuestra compañía en el espacio

Cerca de 2.899 candidatos a exoplanetas y 2.681 exoplanetas confirmados fueron descubiertos por la misión Kepler lanzada por la Nasa en 2019 con el objetivo de revelear que nuestro sistema sola no es el único hogar de los cuerpos esféricos en órbita estelar.

Los astronomos descubrieron que del 20% al 50% de las estrellas que se observan en el cielo nocturno pueden contener planetas pequeños, rocosos, del tamaño de la Tierra dentro de sus zonas habitables lo que significa que el agua líquida podría acumularse en la superficie y la vida existiría en estos mundos.

Un mundo acuático entre el tamaño de la Tierra y Neptuno fueron encontrados por la nave espacial, así como gigantes gaseosos e infernales, planetas rocosos, planetas que orbitan estrellas binarias, planetas del tamaño de la Tierra, planetas dos veces el tamaño de la Tierra, la extraña estrella parpadeante de Tabby y un sistema de ocho planetas.

Los astrónomos también descubrieron siete planetas del tamaño de la Tierra orbitando una tenue estrella enana M a 40 años luz de distancia en el sistema Trappist-1, así como Proxima b, un planeta potencialmente habitable que orbita una estrella a solo 4,2 años luz de nuestro solar sistema.

Mundos acuáticos

En 2017 fueron anunciadas nuevas pruebas de la Nasa para encontrar vida en la luna Europa de Júpiter o la luna Encelado de Saturno. Se descubrió que los mundos oceánicos activos y helados enviaban columnas de material al espacio.

La misión Cassini terminó con un resplandor de gloria esta década y permitió una gran cantidad de descubrimientos sobre Saturno y su luna, así como nuevos datos sobre Encelado. Cassini proporcionó una mirada cercana de Titán, la única luna en nuestro sistema solar que tiene una atmósfera. Titán también poseé cuerpos líquidos similares a la Tierra en su superficie y material orgánico intrigante.

En 2026, Nasa lanzará la misión Dragonfly para explorar Titán y, de manera similar, en 2025 la misión Europa Clipper explorará las columnas de material que se liberan del océano subsuperficial de la luna.

Partículas fantasmas

En 2018, los científicos rastrearon el orígen de una partícula subatómica fantasmal que viajó 3.700 millones de años luz a la Tierra. Esta pequeña partícula cósmica de alta energía se llama neutrino, y fue encontrada por sensores profundos en el hielo antártico con el detector IceCube.

Los observatorios de todo el mundo pudieron rastrear el neutrino hasta una galaxia con un agujero negro supermasivo que gira en su centro, conocido como blazar. A la izquierda del hombro de Orión en su constelación se encuentra la galaxia y está a unos 4.000 millones de años luz de la Tierra.

Los dinosaurios si existieron

Los nuevos descubrimientos sobre los dinosaurios cambiaron drásticamente la visión de las criaturas que nunca conocimos. Se pudo conocer que los dinosaurios arrullaban en lugar de rugir, cómo reemplazaron sus dientes, la evolución del vuelo, la complicada relación evolutiva con los pájaros, además del descubrimiento de una gran cantidad de dinosaurios previamente desconocidos.

Aunque existen dos puntos clave que dan una mirada sin precedentes a los dinosaurios.

En 2016, una cola de dinosaurio emplumada de 99 millones de años fue descubierta atrapada en ámbar, un hecho que fue denominado como "descubrimiento único en la vida". Los detalles de las plumas y el esqueleto preservado nunca antes habían sido conocidos.

Luego, en 2017, el fósil sorprendentemente realista de un dinosaurio blindado reveló el nodosaurio, un gigante dormido de 110 millones de años con piel fosilizada y armadura intacta.

Humanos en el espacio

Tras pasar 340 días a bordo de la Estación Espacial Internacional entre 2015 y 2016 el cuerpo del astronauta Scott Kelly sufrió cambios drásticos desde su peso hasta sus genes, según los resultados del Estudio de Gemelos de la Nasa.

Daños en el ADN, cambios en la expresión génica, un engrosamiento en la retina, engrosamiento de la arteria carótida, cambios en los microbios intestinales, habilidades cognitivas reducidas y un cambio estructural en los extremos de los cromosomas llamados telómeros fueron las alteraciones conseguidas en Kelly cuando se comparó con su cuerpo con el de su hermano gemelo Mark. Pero no hubo alteración ni mutación en el ADN.

La ‘partícula de Dios’

En 2012 los científicos anunciaron el descubrimiento de una partícula que coincide con la descripción del bosón de Higgs, la partícula más buscada en el mundo de la física. Este monumental hallazgo se dio en el Gran Colisionador de Hadrones en Suiza.

Durante mucho tiempo se pensó que esta partícula subatómica era un componente fundamental del universo. Se cree que el bosón de Higgs es la razón por la cual todo en el universo, desde los humanos hasta los planetas y las galaxias, tiene masa.  Esta teoría fue propuesta por primera vez en la década de 1960.

“El bosón de Higgs es la última pieza que falta en nuestra comprensión actual de la naturaleza más fundamental del universo”, explicó Martin Archer, físico del Imperial College de Londres.

Dos visitantes interestelares

Dos objetos interestelares fueron vistos en nuestro sistema solar en los últimos dos años, y según los astrónomos eso es solo el comienzo.

El primer objeto observado durante algunas semanas en octubre de 2017 fue "Oumuama". Los astronomos siguen debatiendo si era un asteroide o cometa interestelar.

El segundo objeto, 2I / Borisov, es un cometa interestelar que se observó a fines de agosto de 2019. Recientemente fue nombrado por el Centro de Planetas Menores de la Unión Astronómica Internacional por el astrónomo aficionado que lo observó por primera vez, Gennady Borisov. Durante al menos un año los astrónomos podrán observar 2I / Borisov para aprender más sobre el objeto.

¿Lo que se espera en la siguiente década?

Los 2019 fueron de grandes avances para la ciencia, pero el 2020 prometen ser una nueva década de descubrimientos sorprendentes. Las misiones que se lanzaron al final de esta década, como la Sonda Polar Parker y la misión Tess de cazadores de planetas, ya realizaron hallazgos impresionantes sobre el Sol y nuevos exoplanetas, respectivamente.

Además, se espera que inicien nuevas misiones como el telescopio espacial James Webb, que podría observar las atmósferas de los exoplanetas y determinar su composición.

Y por último, pero no menos importante, la Nasa tiene el objetivo de llevar a la primera mujer y al próximo hombre a la Luna como parte de la misión Artemis que inicia en 2024.

Cómo los dinosaurios lograron regular su temperatura

El tamaño fue clave en el paso evolutivo de vertebrados de “sangre fría” a “sangre caliente”

Los dinosaurios desarrollaron un metabolismo mayor a medida que 
disminuyeron en tamaño para dar lugar a aves de sangre caliente 
(Mauricio Álvarez)
La capacidad de autorregular la temperatura corporal en aves y mamíferos se considera una de las transiciones más importantes en la evolución de los vertebrados y fue fundamental para su supervivencia en diferentes ambientes. Pero el cómo y el porqué del desarrollo de la endotermia sigue siendo controvertido.

Según un nuevo estudio publicado en Science Advances, la reducción del tamaño de los dinosaurios a medida que evolucionaron hacia las aves actuales correspondió con un aumento en su metabolismo que, gradualmente, permitió a los organismos regular su propia temperatura corporal.

Los investigadores estimaron el tamaño de terópodos, un grupo de dinosaurios 
con tres dedos (Userb4093267_225 / Getty Images/iStockphoto)
Los resultados podrían explicar la evolución de la endotermia o los comúnmente conocidos como animales de sangre caliente. Esta forma de generar calor implica medios metabólicos y, por tanto, conlleva costos de energía mucho más altos que en la ectotermia -los animales de sangre fría- donde la temperatura corporal está determinada por el ambiente y regulada mediante comportamientos como tomar el sol o mantenerse a la sombra.

Aunque energéticamente costosa, “la sangre caliente” tiene muchos beneficios, como permitir vivir en un rango geográfico más amplio y así posibilitar una mayor movilidad, resistencia y tolerancia a condiciones más duras. Sin embargo, dado que la evolución de la endotermia ha dejado pocas huellas en el registro fósil, es complicado para los científicos comprender sus orígenes.

“Para entender cómo, cuándo y por qué surgió la endotermia durante la evolución de las aves y mamíferos, se deben considerar dos preguntas fundamentales: cuáles son los costos y beneficios de esta estrategia en comparación con la ectotermia y, en qué condiciones se favorecerá la transición hacia la endotermia”, apuntan los autores en el artículo.

Para responder a ambas cuestiones, Enrico Rezende, profesor de Ecología Funcional y Evolutiva en la Pontificia Universidad Católica de Chile, y sus colegas reconstruyeron la evolución de las tasas metabólicas a lo largo del linaje de dinosaurios que dio lugar a las aves.

Ilustración de los distintos gastos energéticos en función del tamaño 
(Mauricio Alvarez)
Los investigadores combinaron un modelo de transferencia de calor en función de la temperatura corporal y la del ambiente con estimaciones del tamaño de terópodos, un tipo de dinosaurios de tres dedos, entre los que se encuentra el conocido Tyrannosaurus rex. Así conocerían el gasto metabólico de los ancestros de las aves.

Consideraron 10.000 tamaños de cuerpo que abarcaban desde los 10 gramos hasta los 100.000 kilogramos, el rango de los pesos observados dentro de la filogenia de los terópodos. El resultado final fue la distribución en función del tamaño del aumento en el metabolismo requerido para expandir la temperatura del ambiente en la que poder habitar en 1°C.

Los investigadores encontraron que las tasas metabólicas aumentaron constantemente durante la mayor parte de entre los periodos del Jurásico Temprano y Medio (hace aproximadamente entre 180 y 170 millones de años).

Sus modelos indican que un dinosaurio de sangre caliente necesitaría reducir su tamaño 8,55 veces para alcanzar los mismos requerimientos de energía que un ectotermo del mismo tamaño original, lo que significa que un pájaro de 43,3 kilogramos tendría los mismos requerimientos de energía que su ancestro dinosaurio de 370 kilogramos.

Los datos mostraron un gradiente de niveles metabólicos en la filogenia terópoda. Mientras que los terópodos más antiguos exhibirían menores tasas metabólicas, los linajes más recientes probablemente fueron decentes reguladores de su temperatura corporal con un metabolismo elevado.

Para Rezende y sus colegas los resultados sugieren que una reducción en el tamaño permitió la regulación interna de la temperatura corporal al evitar tanto gasto energético, maximizando la expansión del nicho térmico -la horquilla de temperaturas en las que pueden vivir- al tiempo que evitaba los costos de los elevados requisitos de energía.

“Las hipótesis detalladas derivadas de nuestro modelo, con respecto a la variación en los niveles metabólicos a través de los linajes de terópodos, pueden ser fácilmente puestas a prueba y deben estar sujetas a un escrutinio adicional”, dijeron los investigadores en un comunicado.

Para los autores, estos análisis proporcionan una secuencia temporal tentativa de las transiciones clave en la evolución que resultaron en la aparición de pequeños dinosaurios voladores, endotérmicos y con plumas.

Así era el dinosaurio carnívoro más antiguo del mundo (y fue el T-rex de su tiempo)

Vivió en Latinoamérica millones de años antes de la aparición del T-rex y compartía varias características con este último. Los dos, carnívoros, dominaban la pirámide alimentaria

Cráneo del Gnathovorax. (Peer J)
En esta última década, al 'Tyrannosaurus rex' le ha salido un competidor en lo que a fiereza se refiere. El pasado noviembre, un equipo de arqueólogos desenterró en Brasil un esqueleto casi completo de un 'Gnathovorax cabreirai', el carnívoro más antiguo jamás encontrado; un saurio que podía llegar a medir tres metros de altura y que vivió durante el periodo Triásico, hace unos 233 millones de años.

A pesar de que no coincidió en el tiempo con el T-rex, los expertos aseguran que compartía varias características con este último: estaba en lo alto de la cadena alimentaria, era carnívoro y muy feroz, tenía garras y dientes afilados, caminaba sobre dos patas y fue el dinosaurio más grande de su tiempo.

Ya en 2014, los arqueólogos descubrieron otro esqueleto del 'Gnathovorax' —el más completo y mejor conservado que existe—, que reveló que esta criatura pesaba entre 70 y 80 kilos, quizá la única característica que pueda envidiarle al 'rey' de los dinosaurios, que habitó América del Norte hace unos 70 millones de años, al final del periodo Cretácico, cuando el primero ya se había extinguido. El T-rex podía superar las 13 toneladas de peso.

Así era el Gnathovorax cabreirai. (Peer J)
A pesar de las coincidencias morfológicas entre ambos ejemplares, los expertos recalcan que ambos no pertenecían a la misma rama. Y el menor tamaño de los saurios era habitual en el Triásico que en periodos posteriores.

"En el ecosistema del Triásico, (el 'Gnathovorax cabreirai', que significa 'mandíbulas voraces') ocupaba un lugar similar al que tienen los leones hoy en día", aseguró Rodrigo Temp Muller a la agencia AFP. Y de haberse conocido —expresan los estudiosos— queda claro que estos dos 'reyes de la pirámide alimentaria' se habrían enfrentado entre sí.

Estos dinosaurios depredadores eran en realidad T. rex adolescentes

Un análisis detallado de los huesos fosilizados de las patas sugiere que este dinosaurio icónico contaba con una estrategia de supervivencia intrigante cuando escaseaban los alimentos.

Los fósiles que podrían pertenecer a un Tyrannosaurus rex joven sugieren 
que estos gigantes quebrantahuesos eran depredadores elegantes y 
veloces con dientes afilados como cuchillas durante la adolescencia.
FOTOGRAFÍA DE JULIUS T. CSOTONYI
Hace 60 millones de años, el suelo del oeste de Norteamérica temblaba bajo las pisadas de un tirano: el Tyrannosaurus rex. Pero pese a la gran cantidad de restos de T. rex extraídos en las rocas del Cretácico de la región, hasta ahora los científicos contaban con pocas pruebas del crecimiento de esta celebridad entre los dinosaurios desde una cría hasta un depredador monstruoso.

En un estudio publicado en Science Advances, los investigadores han revelado un análisis detalladísimo de secciones transversales de huesos de tiranosaurios jóvenes. Los resultados sugieren que las tasas de crecimiento del T. rex variaban con la edad y que estos dinosaurios depredadores podían ralentizar su crecimiento cuando escaseaba la comida, lo que podría haberles proporcionado una ventaja evolutiva.

Esta investigación también arroja dudas sobre la existencia del Nanotyrannus, un polémico tiranosaurio «enano» que habría vivido paralelamente al T. rex. En los años 80, los paleontólogos que examinaban un conjunto de carnívoros pequeños y esbeltos concluyeron que los fósiles del Cretácico pertenecían a una especie de tiranosaurio distinta. Sin embargo, estudios subsiguientes han llevado a la mayoría de expertos a acordar que los fósiles asignados al Nanotyrannus eran probablemente ejemplares juveniles de T. rex.

El nuevo estudio aporta los primeros datos sólidos de la estructura a pequeña escala de algunos supuestos huesos de Nanotyrannus, lo que confirma que dos fósiles candidatos son ejemplares juveniles. Por consiguiente, o bien no se ha hallado todavía un ejemplar adulto de Nanotyrannus o el Nanotyrannus es en realidad un T. rex adolescente. En este último caso, los fósiles ofrecen una imagen poco común de una etapa del desarrollo importante en la vida de este dinosaurio icónico.

«Todavía queda mucho que aprender sobre los dinosaurios, incluso de un dinosaurio tan famoso como el Tyrannosaurus rex. Aún sabemos muy poco sobre su historia vital: cómo una cría recién salida del huevo se convertía en una bestia de 9000 kilogramos», afirma Holly Woodward, autora principal del estudio y paleontóloga del Centro de Ciencias de la Salud de la Universidad del Estado de Oklahoma.

«Un unicornio fosilizado»

Estudios anteriores de T. rex adultos habían demostrado que el dinosaurio alcanzaba un tamaño colosal cuando llegaba a mediados de la veintena. En dos trabajos de 2004 muy influyentes, se sugería que atravesaba una etapa de crecimiento acelerado en su adolescencia y que ganaba una media de 2,3 kilogramos al día. Pero el análisis de T. rex adultos no aporta la historia completa. Conforme los huesos crecen, se reconstruyen constantemente, lo que elimina de forma gradual las capas de hueso establecidas en la infancia.

«Sabemos que [el T. rex] tenía que desarrollarse rápidamente, pasando de una cría que probablemente no era mucho más grande que una paloma hasta un adulto más grande que un autobús, pero no contamos con mucha información sobre cómo crecía durante la adolescencia», explica por email Steve Brusatte, paleontólogo de la Universidad de Edimburgo que revisó el estudio.

Aquí entra Woodward, cuya fascinación infantil con la microscopía la llevó a estudiar las estructuras diminutas preservadas en los huesos de dinosaurio. Para este estudio, Woodward y su equipo se centraron en dos especímenes de dinosaurios hallados en Montana y almacenados en el Museo Burpee de Historia Natural, en Illinois. Uno de ellos, llamado Jane, es un fósil de tiranosaurio casi completo que mide unos 6,4 metros de largo. El otro, sin nombre, está menos completo, pero es probable que fuera más grande que Jane.

En primer lugar, el equipo cortó rodajas finas de los huesos de las patas de ambos individuos e insertó las rodajas en resina plástica. A continuación, cortaron rodajas aún más finas y las redujeron hasta el grosor de un pelo humano, lo bastante delgadas para que la luz atravesara el hueso fosilizado. Woodward examinó estas astillas translúcidas en busca de detalles ocultos. Los canales de vasos sanguíneos preservados revelan la cantidad de sangre que nutría el hueso, un indicador de la tasa de crecimiento del hueso. La organización estructural del hueso también albergaba pistas: cuanto menos organizados fueran los minerales, más rápido se había dispuesto el hueso.

Al igual que los anillos de los árboles, los huesos conservan los cambios anuales. En las épocas prósperas en meses más cálidos, los animales tienden a crecer más rápido. En las épocas de vacas flacas del invierno, el crecimiento se estancaba entre tres y seis meses, dejando a su paso anillos reveladores.

Las fibras óseas de ambos individuos estaban desorganizadas y plagadas de vasos sanguíneos, lo que sugiere que el hueso estaba creciendo rápidamente cuando los animales murieron. Es más, los huesos carecían de las líneas superpuestas propias de los huesos adultos, lo que confirma que ambos fósiles pertenecían a ejemplares juveniles. Para el equipo, esto se suma a las pruebas de que los restos son casi seguro de T. rex.

«Este estudio es otro clavo en el ataúd del Nanotyrannus. Creo que ya es hora de enterrar ese ataúd», afirma Brusatte. «Aunque mantengo la esperanza de que se descubra un Nanotyrannus adulto, ahora mismo diría que es tan probable como encontrar un unicornio fosilizado en las mismas rocas».

El botón de pausa del crecimiento

Basándose en la cantidad de anillos de crecimiento, el equipo de Woodward estima que los dos individuos tenían entre 13 y 15 años en el momento de su muerte. Asimismo, el equipo descubrió que la tasa de crecimiento de cada individuo había oscilado de forma considerable de un año al siguiente, probablemente ante la mayor o menor disponibilidad de comida.

«Sugiere que, en lugar de pasar hambre y morir un año porque careces de recursos abundantes, simplemente no creces», explica Woodward. Añade que no se han hallado muchos más carnívoros medianos o grandes en las mismas rocas que conservan fósiles de T. rex, lo que apunta a que otros depredadores podrían no haber estado tan bien preparados para sobrevivir en este ecosistema. «Quizá esta estrategia le funcionaba muy bien al [T. rex]».

En adelante, Woodward añadirá estos datos a un estudio aún mayor del crecimiento de los tiranosaurios para determinar si es posible crear un modelo de los patrones de crecimiento de los dinosaurios basándose en el registro fósil fragmentario. También le interesaría en particular llevar a cabo más análisis de los restos de tiranosaurios del Museo Burpee.

Por ejemplo, su labor apunta a que uno de los dos especímenes podría haber preservado hueso medular, un tipo de hueso que solo poseerían las hembras que ovulan. Para confirmar este descubrimiento se necesitarán análisis químicos.

«Creo que es fantástico que aún quede tanto por descubrir», afirma. «Recuerdo que de niña leía un montón de libros sobre dinosaurios y pensaba: “Tengo muchas ganas de estudiar dinosaurios, pero para cuando me haga mayor ya no habrá nada por estudiar”. Me alegro mucho de haberme equivocado».

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

Así era el pez que conquistó la tierra firme

Una investigación sobre peces fosilizados del período devónico tardío, hace 375 millones de años, ha revelado la evolución de las aletas a extremidades aptas para caminar sobre tierra firme.  

Tiktaalik roseae - FLICK FORD
El nuevo estudio realizado por paleontólogos de la Universidad de Chicago, y publicado esta semana en 'Proceedings of the National Academy of Sciences', ha utilizado tomografía computarizada para examinar la forma y estructura de los rayos de las aletas fósiles mientras aún están encerradas en la roca circundante.

Las herramientas de imagen permitieron a los investigadores construir modelos digitales en 3D de toda la aleta del fisópodo 'Tiktaalik roseae' y sus parientes en el registro fósil por primera vez. Luego podrían usar estos modelos para inferir cómo funcionaban y cambiaban las aletas a medida que evolucionaban en extremidades.

Gran parte de la investigación sobre las aletas durante esta etapa de transición clave se centra en los huesos grandes y en los cartílagos que corresponden a los de la parte superior del brazo, el antebrazo, la muñeca y los dedos. Conocido como el endoesqueleto, los investigadores rastrean cómo estos huesos cambiaron para convertirse en brazos, piernas y dedos reconocibles en tetrápodos o criaturas de cuatro patas.

Los delicados rayos y espinas de las aletas de un pez forman un segundo esqueleto "dérmico" no menos importante, que también experimentó cambios evolutivos en este período.   

Estas piezas a menudo se pasan por alto porque pueden desmoronarse cuando los animales son fosilizados o porque los preparadores fósiles los quitan intencionalmente para revelar los huesos más grandes del endoesqueleto.

Los rayos dérmicos forman la mayor parte del área superficial de muchas aletas de peces, pero se perdieron por completo en las primeras criaturas con extremidades.

"Estamos tratando de comprender las tendencias generales y la evolución del esqueleto dérmico antes de que ocurrieran todos esos otros cambios y evolucionen las extremidades --explica Thomas Stewart, investigador postdoctoral que dirigió el nuevo estudio--. Si quieres entender cómo evolucionaron los animales para usar sus aletas en esta parte de la historia, este es un conjunto de datos importante".

Stewart y sus colegas trabajaron con tres peces devonianos tardíos con rasgos primitivos de tetrápodos: 'Sauripterus taylori', 'Eusthenopteron foordi' y 'Tiktaalik roseae', que fue descubierto en 2006 por un equipo dirigido por el paleontólogo de la Universidad de Chicago, Neil Shubin, autor principal del nuevo estudio.

Se creía que el 'Sauripterus' y el 'Eusthenopteron' eran completamente acuáticos y usaban sus aletas pectorales para nadar, aunque pudieron haberse apoyado en el fondo de lagos y arroyos. El 'Tiktaalik' pudo haber soportado la mayor parte de su peso con sus aletas y quizás incluso las utilizó para aventurarse fuera del agua para viajes cortos a través de aguas poco profundas y marismas.

"Al ver toda la aleta de 'Tiktaalik' obtenemos una imagen más clara de cómo se apoyó y se movió. La aleta tenía una especie de palma que podía estar al ras contra los fondos fangosos de ríos y arroyos", señala Shubin.

Stewart y Shubin trabajaron con el estudiante universitario Ihna Yoo y Justin Lemberg, otro investigador en el laboratorio de Shubin, para escanear especímenes de estos fósiles mientras aún estaban encerrados en roca. Mediante el uso de software de imágenes, reconstruyeron modelos 3D que les permitieron mover, rotar y visualizar el esqueleto dérmico como si se hubiera extraído completamente del material circundante.

Los modelos mostraron que los rayos de las aletas de estos animales se simplificaron y que el tamaño total de la red de aletas era más pequeño que el de sus predecesores más pesqueros.   

Sorprendentemente, también vieron que la parte superior e inferior de las aletas se estaban volviendo asimétricas. Las rayas de las aletas en realidad están formados por pares de huesos. En el 'Eusthenopteron', por ejemplo, la raya de aleta dorsal o superior era ligeramente más grande y más largo que el ventral o inferior.

Los rayos dorsales del 'Tiktaalik' eran varias veces más grandes que sus rayos ventrales, lo que sugiere que tenía músculos que se extendían en la parte inferior de sus aletas, como la base carnosa de la palma, para ayudar a soportar su peso.

"Esto proporciona más información que nos permite comprender cómo un animal como el 'Tiktaalik' estaba usando sus aletas en esta transición --señala Stewart en un comunicado--. Los animales pasaron de nadar libremente y usar sus aletas para controlar el flujo de agua a su alrededor, para adaptarse a empujar contra la superficie en el fondo del agua".

Stewart y sus colegas también compararon los esqueletos dérmicos de peces vivos como el esturión y el pez pulmonado para comprender los patrones que estaban viendo en los fósiles. Vieron algunas de las mismas diferencias asimétricas entre la parte superior e inferior de las aletas, lo que sugiere que esos cambios jugaron un papel más importante en la evolución de los peces.

"Eso nos da más confianza y otro conjunto de datos para decir que estos patrones son reales, generalizados e importantes para los peces, no solo en el registro fósil en lo que respecta a la transición de aleta a extremidad, sino a la función de las aletas en general", concluye.