Un análisis detallado de los huesos fosilizados de las patas
sugiere que este dinosaurio icónico contaba con una estrategia de supervivencia
intrigante cuando escaseaban los alimentos.
Hace 60 millones de años, el suelo del oeste de Norteamérica
temblaba bajo las pisadas de un tirano: el Tyrannosaurus rex. Pero pese a la
gran cantidad de restos de T. rex extraídos en las rocas del Cretácico de la
región, hasta ahora los científicos contaban con pocas pruebas del crecimiento
de esta celebridad entre los dinosaurios desde una cría hasta un depredador
monstruoso.
En un estudio publicado en Science Advances, los
investigadores han revelado un análisis detalladísimo de secciones
transversales de huesos de tiranosaurios jóvenes. Los resultados sugieren que
las tasas de crecimiento del T. rex variaban con la edad y que estos
dinosaurios depredadores podían ralentizar su crecimiento cuando escaseaba la
comida, lo que podría haberles proporcionado una ventaja evolutiva.
Esta investigación también arroja dudas sobre la existencia
del Nanotyrannus, un polémico tiranosaurio «enano» que habría vivido
paralelamente al T. rex. En los años 80, los paleontólogos que examinaban un
conjunto de carnívoros pequeños y esbeltos concluyeron que los fósiles del
Cretácico pertenecían a una especie de tiranosaurio distinta. Sin embargo,
estudios subsiguientes han llevado a la mayoría de expertos a acordar que los
fósiles asignados al Nanotyrannus eran probablemente ejemplares juveniles de T.
rex.
El nuevo estudio aporta los primeros datos sólidos de la
estructura a pequeña escala de algunos supuestos huesos de Nanotyrannus, lo que
confirma que dos fósiles candidatos son ejemplares juveniles. Por consiguiente,
o bien no se ha hallado todavía un ejemplar adulto de Nanotyrannus o el
Nanotyrannus es en realidad un T. rex adolescente. En este último caso, los
fósiles ofrecen una imagen poco común de una etapa del desarrollo importante en
la vida de este dinosaurio icónico.
«Todavía queda mucho que aprender sobre los dinosaurios,
incluso de un dinosaurio tan famoso como el Tyrannosaurus rex. Aún sabemos muy
poco sobre su historia vital: cómo una cría recién salida del huevo se
convertía en una bestia de 9000 kilogramos», afirma Holly Woodward, autora
principal del estudio y paleontóloga del Centro de Ciencias de la Salud de la
Universidad del Estado de Oklahoma.
«Un unicornio fosilizado»
Estudios anteriores de T. rex adultos habían demostrado que
el dinosaurio alcanzaba un tamaño colosal cuando llegaba a mediados de la
veintena. En dos trabajos de 2004 muy influyentes, se sugería que atravesaba
una etapa de crecimiento acelerado en su adolescencia y que ganaba una media de
2,3 kilogramos al día. Pero el análisis de T. rex adultos no aporta la historia
completa. Conforme los huesos crecen, se reconstruyen constantemente, lo que
elimina de forma gradual las capas de hueso establecidas en la infancia.
«Sabemos que [el T. rex] tenía que desarrollarse
rápidamente, pasando de una cría que probablemente no era mucho más grande que
una paloma hasta un adulto más grande que un autobús, pero no contamos con
mucha información sobre cómo crecía durante la adolescencia», explica por email
Steve Brusatte, paleontólogo de la Universidad de Edimburgo que revisó el
estudio.
Aquí entra Woodward, cuya fascinación infantil con la
microscopía la llevó a estudiar las estructuras diminutas preservadas en los
huesos de dinosaurio. Para este estudio, Woodward y su equipo se centraron en
dos especímenes de dinosaurios hallados en Montana y almacenados en el Museo
Burpee de Historia Natural, en Illinois. Uno de ellos, llamado Jane, es un
fósil de tiranosaurio casi completo que mide unos 6,4 metros de largo. El otro,
sin nombre, está menos completo, pero es probable que fuera más grande que
Jane.
En primer lugar, el equipo cortó rodajas finas de los huesos
de las patas de ambos individuos e insertó las rodajas en resina plástica. A
continuación, cortaron rodajas aún más finas y las redujeron hasta el grosor de
un pelo humano, lo bastante delgadas para que la luz atravesara el hueso
fosilizado. Woodward examinó estas astillas translúcidas en busca de detalles
ocultos. Los canales de vasos sanguíneos preservados revelan la cantidad de
sangre que nutría el hueso, un indicador de la tasa de crecimiento del hueso.
La organización estructural del hueso también albergaba pistas: cuanto menos
organizados fueran los minerales, más rápido se había dispuesto el hueso.
Al igual que los anillos de los árboles, los huesos
conservan los cambios anuales. En las épocas prósperas en meses más cálidos,
los animales tienden a crecer más rápido. En las épocas de vacas flacas del
invierno, el crecimiento se estancaba entre tres y seis meses, dejando a su
paso anillos reveladores.
Las fibras óseas de ambos individuos estaban desorganizadas
y plagadas de vasos sanguíneos, lo que sugiere que el hueso estaba creciendo
rápidamente cuando los animales murieron. Es más, los huesos carecían de las
líneas superpuestas propias de los huesos adultos, lo que confirma que ambos
fósiles pertenecían a ejemplares juveniles. Para el equipo, esto se suma a las
pruebas de que los restos son casi seguro de T. rex.
«Este estudio es otro clavo en el ataúd del Nanotyrannus.
Creo que ya es hora de enterrar ese ataúd», afirma Brusatte. «Aunque mantengo
la esperanza de que se descubra un Nanotyrannus adulto, ahora mismo diría que
es tan probable como encontrar un unicornio fosilizado en las mismas rocas».
El botón de pausa del crecimiento
Basándose en la cantidad de anillos de crecimiento, el
equipo de Woodward estima que los dos individuos tenían entre 13 y 15 años en
el momento de su muerte. Asimismo, el equipo descubrió que la tasa de
crecimiento de cada individuo había oscilado de forma considerable de un año al
siguiente, probablemente ante la mayor o menor disponibilidad de comida.
«Sugiere que, en lugar de pasar hambre y morir un año porque
careces de recursos abundantes, simplemente no creces», explica Woodward. Añade
que no se han hallado muchos más carnívoros medianos o grandes en las mismas
rocas que conservan fósiles de T. rex, lo que apunta a que otros depredadores
podrían no haber estado tan bien preparados para sobrevivir en este ecosistema.
«Quizá esta estrategia le funcionaba muy bien al [T. rex]».
En adelante, Woodward añadirá estos datos a un estudio aún
mayor del crecimiento de los tiranosaurios para determinar si es posible crear
un modelo de los patrones de crecimiento de los dinosaurios basándose en el
registro fósil fragmentario. También le interesaría en particular llevar a cabo
más análisis de los restos de tiranosaurios del Museo Burpee.
Por ejemplo, su labor apunta a que uno de los dos
especímenes podría haber preservado hueso medular, un tipo de hueso que solo
poseerían las hembras que ovulan. Para confirmar este descubrimiento se
necesitarán análisis químicos.
«Creo que es fantástico que aún quede tanto por descubrir»,
afirma. «Recuerdo que de niña leía un montón de libros sobre dinosaurios y
pensaba: “Tengo muchas ganas de estudiar dinosaurios, pero para cuando me haga
mayor ya no habrá nada por estudiar”. Me alegro mucho de haberme equivocado».
Este artículo se publicó originalmente en inglés en
nationalgeographic.com.
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