El paleontólogo Steve Brusatte repasa en un libro lo que se
conoce sobre el auge y la caída de los dinosaurios y recuerda a los científicos
que buscaron ese conocimiento
Reconstrucción de un titanosaurio que vivió hace unos 80
millones de años.
ANDREW MCAFEE, CARNEGIE MUSEUM OF NATURAL HISTORY
|
Justo antes de los grandes cambios, lo que está a punto de
desaparecer para siempre puede parecer eterno. Hace 65 millones de años, los
dinosaurios dominaban el planeta con una infinidad de tamaños y formas, pero de
repente, en poco tiempo, la llegada de un gigantesco objeto desde el espacio
acabó con casi todos ellos para siempre. Aquel cataclismo acabó con los
Tyrannosaurus rex, los mayores carnívoros que han caminado sobre la Tierra, o
los saurópodos, unos animales tan grandes que cuando aparecieron sus primeros
fósiles se pensaba que solo podían pertenecer a ballenas. Las dimensiones de
estos seres despertaron desde el siglo XIX un interés intenso y su final
trágico y abrupto, conocido desde los 80, ha inspirado analogías sobre la
fragilidad de especies que aparentemente dominan el mundo.
La historia de aquellas bestias asombrosas, que muchas veces
se cuenta como algo conocido desde siempre, tiene detrás otro relato
fascinante: el de su reconstrucción. Steve Brusatte, un paleontólogo
estadounidense que trabaja en la Universidad de Edimburgo (Reino Unido), cuenta
en su libro Auge y caída de los dinosaurios: La nueva historia de un mundo
perdido, publicado recientemente en España, que durante mucho tiempo, las
estimaciones sobre el peso de estos animales que se podían leer en libros o
exposiciones museísticas (¡Brontosaurus pesaba cien toneladas y era mayor que
un avión!) eran meras invenciones. Sin embargo, el ingenio científico ha
permitido afinar en esos cálculos y en muchos otros que se refieren a estos
seres. Aplicando el principio de que los animales más pesados requieren que
unos huesos más fuertes para soportar su peso, se ha observado que existe una
correlación estadística que se puede aplicar a casi todos los animales vivos
entre el grosor del fémur o del fémur y el húmero y el peso de un animal. A
partir de ahí, es posible establecer una estimación razonable a partir de los
fósiles.
Un Tyrannosaurus podían crecer más de dos kilos al día durante la adolescencia
En el libro de Brusatte, que es una de las figuras
relevantes en la reconstrucción del pasado de la Tierra, se entreveran los
conocimientos acumulados sobre los dinosaurios y su tiempo con las historias de
quienes los reunieron. Muchos de los dinosaurios más famosos, como el carnívoro
Allosaurus, los Brontosaurus de cuellos alargados o los Stegosaurus, con sus
placas sobre el lomo y espinas en la cola, se han encontrado en un gran
depósito rocoso que se extiende por los estados occidentales de EE UU y se
conoce como formación Morrison. La riqueza de esta región era tal que allí se vivieron
enfrentamientos como el que protagonizaron entre 1877 y 1892 Edward Drinker
Cope y Othniel Charles Marsh en lo que se conoce como la Guerra de los Huesos.
Estos dos sofisticados académicos empleaban equipos de hombres armados y
técnicas que incluían el soborno, el robo o la destrucción de huesos con el fin
de desprestigiar a su rival. Los hallazgos, como el del Stegosaurus, fueron
inmensos, pero Cope y Marsh acabaron arruinados.
El estudio de los dinosaurios nos ha revelado un pasado con
dramas abundantes y en el que a veces las desgracias de unos son una bendición
para otros. Brusatte habla de la cantera Howe, en Wyoming (EE UU), una de las
excavaciones más productivas de la historia. Allí, en 1934, se encontraron más
de veinte esqueletos y cuatro mil huesos en total. La posición en la que se
encontraban, con sus cuerpos retorcidos, indicaban que aquellos animales
murieron en un suceso dramático, probablemente una inundación que les ahogó en
fango. La desgracia de los dinosaurios supuso, muchos millones de años después,
la felicidad de los paleontólogos.
Pero los dinosaurios, conocidos por su final abrupto,
también se han beneficiado de cataclismos que aniquilaron a otros grupos de
animales. Hace 250 millones de años, al final del periodo Pérmico, una serie de
gigantescas erupciones volcánicas provocó la mayor extinción que ha vivido la
Tierra. Esta catástrofe, como el asteroide de Yucatán sirvió para abrir un
espacio en el que los que los antepasados de los humanos pudieron prosperar,
hizo hueco para el surgimiento de los dinosaurios.
En el siglo XIX, dos académicos se enfrentaron en una guerra por encontrar fósiles que los acabó arruinando
Los animales que aparecieron después han sido algunos de los
más formidables que han existido. Según nos recuerda Brusatte, los
Tyrannosaurus llegaban a ganar dos kilos al día durante la adolescencia y,
asumiendo que, probablemente, tuviesen la sangre caliente, debían comer más de
110 kilos de carne al día. El paleontólogo compara lo inesperado de su final
con lo que le sucedió a otro referente en la ciencia de los dinosaurios, el
barón Ferenc Nopcsa, un noble nacido en 1877 en Transilvania, cuando aún era
parte del imperio Austrohúngaro. Nopcsa, uno de los mejores buscadores de
fósiles de la historia que combinó ese trabajo con el de espía, perdió todas
sus posesiones cuando su imperio se desintegró tras la Primera Guerra Mundial.
Su palacio, abandonado ahora, recuerda el poder de una familia que se había
mantenido durante generaciones y quizá en algún momento pareció eterno.
Estas historias son para el autor de Auge y caída de los
dinosaurios una especie de advertencia. “Los humanos llevamos ahora la corona
que una vez perteneció a los dinosaurios. Estamos seguros de nuestro lugar en
la naturaleza, incluso cuando nuestras acciones están cambiando rápidamente el
planeta que nos rodea”, recuerda mientras observa en las rocas cómo los huesos
de dinosaurios dejan paso de forma abrupta a los de mamíferos. Ni siquiera una
especie tan dominante como la humana está condenada a la eternidad.
1 comentario:
montre homme accurist
Riba
Publicar un comentario