Un científico argentino localizó la huella más antigua de
dinosaurios tireóforos de Gondwana
Para Pablo Pazos este sitio en Neuquén “tenía olor a
dinosaurios”. El estudio geológico le permitió dar con el hallazgo: el
estegosaurio habitó el planeta hace más de 163 millones de años y podía
atravesar cursos de agua.
Pazos es geólogo (sedimentólogo) y en la actualidad dirige
el Instituto de Estudios Andinos (UBA-Conicet). Su investigación, publicada en
el Journal of South American Earth Sciences, patea el tablero porque quiebra
varios presupuestos que indicaban los estudios previos en el área neuquina. Sin
proponérselo, pero con buenas dosis de intuición y conocimiento, localizó la
huella de dinosaurios tireóforos más antigua de Gondwana, bloque continental
que, como todos saben, con el tiempo se desarmaría para dar origen a algunos
continentes actuales, entre los que se destaca una parte del nuestro:
Sudamérica. El descubrimiento se refiere al rastro dejado por un estegosaurio,
popularmente conocido por sus distintivas espinas en la cola y sus famosas
placas. Contra todos los pronósticos, la huella fue localizada en un plano
inclinado, con lo cual el trabajo requirió necesariamente de un abordaje
transdisciplinario. Aquí narra todos los detalles al respecto.
-¿Dónde halló la huella específicamente?
-En la Formación Lajas, una unidad geológica del período
Jurásico (200-145 millones de años) que corresponde a la Cuenca Neuquina, en
una localidad conocida como Arroyo Covunco (cerca de la ciudad de Zapala). Es
una zona que había recorrido en muchas oportunidades con becarios e
investigadores jóvenes con el simple propósito de contarles un poco cómo es la
sedimentología. Me atraía este lugar porque su geología se encuentra muy a la
vista y el subsuelo es reservorio de gas no convencional y petróleo. Desde la
primera vez, había rasgos en las rocas que me hacían sospechar que había olor a
huellas de dinosaurios. El problema era que todos los modelos paleoambientales
–reconstrucciones de las escenografías pasadas– indicaban que estábamos en
presencia de un sector marino.
-Es decir, toda la evidencia disponible señalaba que la zona
había estado por debajo del nivel de agua…
-Exacto, es por eso que nadie pensaba que podría haber
huellas de dinosaurios. Sin embargo, las irregularidades y las coloraciones que
observábamos en las rocas me hacían recordar a situaciones similares en las
que, contra todos los pronósticos, habíamos localizado huellas en lugares
insospechados. Entonces, en una de las últimas visitas que realizamos apareció
la huella y significó algo increíble, el corolario de algo que intuía, que lo
veía venir pero que no fui a buscar específicamente.
-¿Cómo advirtió que se trataba de un tireóforo?
-En general, las huellas de dinosaurios son bastante fáciles
de diferenciar entre sí. Cuando, además, se analiza desde una perspectiva
geológica, el estudio adquiere más complejidad y se enriquece. Por ejemplo, no
da lo mismo que el animal camine por arena o arcilla, con más o menos humedad,
que haya matas microbianas o no las haya. Los rastros que dejan los tireóforos
asumen algunas características concretas: tienen entre tres y cinco dedos
bastante parecidos (dependiendo si son estegosaurios o anquilosaurios) con una
morfología muy singular. Esta tiene tres dedos muy cortos y semejantes, con lo
cual, correspondería a un estegosaurio, pero nos costaba asegurar eso ya que
los registros óseos que se habían encontrado de posibles tireóforos eran mucho
más jóvenes. El único hallazgo pertenecía al doctor Salgado y sus colaboradores
sobre una unidad geológica un poco más antigua y ubicada bastante cerca.
-¿En base a qué criterio calculó la edad del hallazgo? ¿Por
qué 163 millones de años?
-La Formación Lajas, en la que fue hallada, está delimitada
por una discontinuidad geológica que funciona como frontera temporal. La edad
más vieja está signada por la unidad que está por debajo, corresponde al
Jurásico temprano y aproximadamente tiene una edad de 180 millones de años.
Entonces, revisamos la literatura disponible, vimos qué edad tenían las huellas
de los tireóforos en Gondwana y encontramos que todas las edades eran más
jóvenes. Comparamos, entonces, con todo lo conocido y supimos que era la huella
más antigua que alguna vez fue registrada en Gondwana.
-Lo curioso es que siempre se descubren muchas huellas que
evidencian una caminata. Aquí, por el contrario, solo se halló una. ¿Por qué?
-Los registros de huellas habitualmente están en planos
horizontales. En cambio, ésta fue localizada en la cara posterior de una duna,
generada por movimientos de arena debajo del agua. De este modo, al ser un
plano inclinado, encontrar otra huella se vuelve más difícil. ¿Cuáles eran
nuestras hipótesis? O bien había disminuido el nivel de agua y la superficie
quedó expuesta para cuando caminó el estegosaurio, o bien, el animal contaba
con la capacidad de desplazarse cuando todavía había un poco de agua en la superficie.
En este último caso, perfectamente, podíamos pensar en la posibilidad de una
caminata mucho más errática que un trayecto común y corriente.
-¿Y entonces con cuál se quedaron?
-Con la segunda. Teníamos la referencia de una investigación
de científicos ingleses que, en 2015, propusieron que los estegosaurios podían
cruzar pequeños cuerpos de agua sin problemas. No eran nadadores pero tenían
habilidad para atravesar barreras geográficas pequeñas. Estos colegas, además
de encontrar las huellas, advirtieron el arrastre de los dedos que quedó
"impreso" en las rocas. Es lo mismo que hacemos los humanos cuando
nos metemos a una pileta y, poco a poco, avanzamos hacia lo profundo y vamos
perdiendo estabilidad. Arrastramos nuestros dedos, vamos en puntitas de pies,
hasta que finalmente intentamos flotar.
-Si la huella fue cubierta por agua, ¿por qué no se borró?
-Por las matas microbianas: estructuras presentes en
ambientes sedimentarios desde tiempos primitivos Son las responsables de
generar la estabilización de los sedimentos. Para decirlo fácil: si uno de
nosotros camina sobre una mata observaremos cómo ésta se comporta como una
esponja que permite el desplazamiento, pero no corre de lugar el sedimento.
Soporta sin problemas la presión del peso ejercido por el cuerpo, como si fuera
un colchón.
-Resulta increíble el modo en que el estudio sedimentológico
contribuye a comprender un hallazgo paleontológico.
-Es que los geólogos, a lo largo de nuestras carreras,
tomamos cursos de estructuras biogénicas como un campo dentro de la
sedimentología. A través de la actividad orgánica somos capaces de entender
aspectos del medioambiente que no son biológicos. En este marco, desde sus
orígenes, la icnología –ciencia que explora el registro del comportamiento de
los seres vivos en el lugar donde se produjeron– estuvo en medio del tironeo
constante entre la paleontología y la geología. Hoy en día, como resultado, se
ubica como nexo perfecto y puente entre ambas. En definitiva, cuanto mejor se
lleven nuestras disciplinas mejores resultados de investigación alcanzaremos.
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