jueves, 5 de diciembre de 2019

Descubren algo extraordinario en la mandíbula de un dinosaurio

La boca del hadrosaurio está coronada por un pulgón atrapado en ámbar de hace 75 millones de años

Emma Jones /Universidad de Alberta
Encontrar un fósil de dinosaurio es una fortuna. Encontrar un insecto antiquísimo atrapado en ámbar también. Pero encontrar las dos cosas a la vez es como ganar la lotería. En 2010, los paleontólogos que trabajaban en un famoso yacimiento de Alberta en Canadá descubrieron la mandíbula de un hadrosaurio de pico de pato de hace 75 millones de años. El fósil estaba coronado por una gota de ámbar «inusualmente grande» -7 centímetros de ancho-, que contenía un pulgón y restos de ramas. Ahora, un estudio publicado en «Scientific Reports» explica la increíble cadena de eventos que tuvieron que ocurrir para que el doble fósil llegara así hasta nuestros días.

Los paleontólogos creen que después de que el hadrosaurio Prosaurolophus de 9 metros de largo muriera y su carne se pudriera, el animal se hundió en un río. Allí, casualmente, también cayó una gota de resina pegajosa de lo que parece ser una secoya. Según los autores, la gota, que contiene un pulgón Cretamyzidae, una familia del Cretáceo que devoraba la corteza de coníferas, quedó presionada contra el hueso por el flujo de agua. Después, los sedimentos cubrieron este fósil dos por uno durante decenas de millones de años, tiempo durante el cual la resina se endureció en ámbar, como explican en la web de «Science».

El hallazgo no es solo una curiosidad, ya que proporciona un buen número de secretos sobre el entorno en el que vivía el dinosaurio. Aunque los fósiles de dinosaurios y resinas son abundantes en el Cretácico tardío del oeste de Canadá, rara vez se asocian, porque las condiciones para su preservación difieren. Por lo tanto, los registros de hueso y ámbar representan fuentes de información en gran medida independientes, aunque complementarias, sobre diferentes aspectos de los ecosistemas antiguos. En el nuevo fósil, las huellas de plantas e insectos en el interior del ámbar confirman que algunos hadrosaurios se alimentaron de coníferas cerca de las llanuras de inundación costeras.

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