Desde su capital, esta provincia de Castilla y León propone una ruta entre vestigios, pueblos y maravillas de la naturaleza.
Visitar Burgos es hacer un viaje en el tiempo hasta los
orígenes de Castilla, el nacimiento de la lengua española y todavía más atrás.
En el punto de partida hacia esas comarcas, antes de cruzar el Ebro desde el
Burgos de los páramos, hemos visto surgir las dos estilizadas torres de la
célebre catedral, con las filigranas concebidas por Juan de Colonia. Son una
maravilla de riqueza y civilización que debieron impresionar también a los
peregrinos del Camino de Santiago en la época medieval, tras sus jornadas por
veredas, caminos, trochas y cañadas. Ya en el siglo XII, el geógrafo árabe
Al-Idrisi escribe sobre Burgos:
Es una gran ciudad, atravesada por un río y dividida en barrios rodeados de muros. Uno de estos barrios está habitado particularmente por judíos. La ciudad es fuerte y acondicionada para la defensa. Hay bazares, comercio y mucha población y riquezas.
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EL PUNTO DE PARTIDA PARA RECORRER BURGOS
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Este espacio supone todo un contraste a las exposiciones del
Centro de Arte Contemporáneo (CAB), alguna inquieta librería del centro, el
activo barrio de Gamonal –aquí vive la tercera parte de la población de Burgos–
o la agenda cultural de la ciudad, que contiene sorpresas muy contemporáneas.
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UNA GENERACIÓN QUE PASARÁ A LA HISTORIA
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Todavía encontraremos a algunos de estos mayores en la ruta
por los pueblos, esos burgaleses caracterizados como gente llana, austera,
digna, sin dobleces, servicial. Hablan con el castellano más claro y exacto, no
se diría musical, porque aquí hasta las palabras suenan despejadas como sus
páramos.
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LO ANTIGUO Y LO MODERNO
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Muchos más cráneos descubriremos en la visita al Museo de la
Evolución Humana, que expone fósiles originales hallados en la sierra de
Atapuerca. Los yacimientos de este enclave son el segundo de los tres bienes
burgaleses declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, junto con la
Catedral de Burgos y el Camino de Santiago Francés a su paso por la ciudad y la
provincia.
El edificio del Museo de la Evolución Humana tiene una arquitectura moderna espectacular, una caja de luz que en la planta inferior explica los hallazgos en las diferentes simas de Atapuerca y sus diferentes niveles de excavación, hasta restos de 1.300.000 años de antigüedad. La planta de entrada está dedicada a la teoría de la evolución de Charles Darwin y a diez impresionantes reproducciones de homínidos, a tamaño natural, que colocan al visitante frente a frente con ancestros como el Homo antecesor, el Homo neanderthalensis o el Homo heidelbergensis. Las plantas superiores están dedicadas a la evolución cultural, con diferentes modos de vida y utensilios, y a la evolución ambiental en diversos ecosistemas.
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EL IMPRESCINDIBLE: ATAPUERCA
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Desde entonces, en los yacimientos de Atapuerca se suceden los descubrimientos de restos de la especie Homo: huesos, piezas fabricadas en asta, marfil o cuarcita, y piezas cerámicas, algunas grabadas y decoradas. A partir de lo encontrado en la Sima del Elefante, en la Gran Dolina, en la Sima de los Huesos, en la Galería de las Estatuas y en otros lugares de excavación del yacimiento, es posible imaginar los animales que habitaban esas sierras burgalesas: el tigre de dientes de sable, la hiena manchada, el oso antecesor del oso de las cavernas, gamos, caballos, bóvidos, rinocerontes e incluso leones.
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DE PUEBLO EN PUEBLO
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La continuación hacia Salas de los Infantes, con su museo dedicado a los dinosaurios que habitaron la zona, nos sitúa en las
estribaciones de la Sierra de Demanda. Un buen centro para profundizar en ella
sería Quintanar de la Sierra, que permite excursiones a lugares impresionantes
como son Las Calderas de Palacios o las lagunas de Neila.
Pero también podemos ir hacia el norte, por pequeñas
carreteras entre los bosques de Pineda de Sierra, dar un pequeño rodeo hacia
Briviesca y visitar Poza de la Sal, el pueblo donde nació el naturalista Félix
Rodríguez de la Fuente, con su castillo y salinas centenarias. La ruta sigue a
través del páramo de Masa, un paisaje llano y duro, gris o amarillo trigo, que
acaba abruptamente para descender a una hondonada abierta hasta el río Ebro,
resguardada de los cierzos, con pendientes de pinares y valles plantados de
miles de cerezos y manzanos.
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CADERECHAS, EL 'HANAMI' DE CASTILLA Y LEÓN
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Si eres un desconocido, la actitud de los burgaleses con el visitante es adusta, formal y respetuosa, pero al poco se transforma en curiosidad y, al poco más, en familiaridad. Si caes bien, no es difícil que acabes con una bolsa de cerezas, de ciruelas, de manzanas reineta o de níscalos, según el tiempo, o probando el queso, la morcilla de arroz y un cacharro de chacolí, sentados en el poyo. La tarde pasa en charla, ahora andan preocupados, igual que en los valles de Las Merindades, por proyectos de grandes aerogeneradores en el borde del páramo, que cambiarían el paisaje y la vida del lugar. El tiempo es largo, las carreteras estrechas y tranquilas, ideales para recorrer en bicicleta, sin prisa.
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"VAS A ACABAR EN OÑA"
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La villa de referencia en la región es Oña, a medio camino
entre La Bureba y Las Merindades, que tuvo mucha relevancia en la formación de
Castilla. Su centro es el monasterio de San Salvador, antigua abadía
benedictina con un claustro gótico donde se representa cada agosto El Cronicón,
un espectáculo en el que los vecinos recrean el pasado medieval de la villa.
Fue hospital psiquiátrico y en su artístico Jardín Secreto se encuentra el
trampantojo de un antiguo portón, con una doble entrada para locos y cuerdos.
¿Cuál tomar? Una expresión burgalesa típica cuando haces algo raro es «¡vas a
acabar en Oña!».
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TIERRA DE CASTILLOS
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Es posible entrar también en Las Merindades visitando la ermita románica de San Pedro de Tejada –de propiedad privada, abre al público en verano–, cerca de Puente-Arenas. Junto a sus relieves de la Ascensión y de la Última Cena, sobresalen temas lúdicos y eróticos.
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LA ENTRADA A LAS MERINDADES
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Más adelante, en el municipio de Valdenoceda, diversas
pasarelas sobre el Ebro permiten caminar por el desfiladero de los Hocinos, una
ruta fácil bajo los riscos de la Sierra de Tesla dominados desde el aire por el
buitre leonado, el aguilucho pálido y el alimoche.
Los merinos eran las personas que administraban un
territorio en nombre del rey, valles fértiles que generaban abundantes diezmos
también para nobles y monasterios. Medina de Pomar, una de las poblaciones más
grandes de la comarca, conserva muchas muestras de esa riqueza, quizá la más
impresionante sea el Alcázar de los Condestables. También Espinosa de los
Monteros es señorial, lugar de descanso de la realeza, con sus casas de
soportales y galerías acristaladas; un bonito paseo por la ribera del río
Trueba conduce hasta la joya de la corona, la Torre de los Velasco.
Ambas villas pueden ser el centro para profundizar en las cuatro direcciones de Las Merindades: desde el este, en los límites con Álava, hasta el oeste, en las montañas pasiegas que limitan con Cantabria, y desde el sur, en el valle del Ebro y la Sierra de Tesla, hasta el norte, ya camino de Barakaldo o Bilbao.
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EL VALLE DEL ROMÁNICO
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En el camino a los valles pasiegos del oeste, hacia Lunada, Estacas de Trueba o el Castro Valnera, con sus típicas cabañas con tejados de lastra, se puede visitar Ojo Guareña, uno de los mayores complejos kársticos de la Península Ibérica y uno de los más extensos del mundo, con más de 100 km de galerías subterráneas y cuevas. Esta fuerza del agua sobre la roca caliza se hace también visible en Puentedey (puente de Dios), un ojo de roca atravesado por el río Nela, sobre el que se asienta un pueblo muy bello, coronado por la iglesia de San Pelayo y el Palacio de los Fernández de Brizuela (siglo XVI).
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LA HUELLA DEL AGUA
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En el Ebro más escondido, en el valle de Manzanedo, igual
que ocurre en los de Zamanzas o Valdivielso, existen lugares singulares poco
conocidos, como las ruinas del abandonado monasterio de Santa María del Río
Seco, escenario listo para una serie de batallas medievales, en un entorno
natural exuberante. Y unas curvas más adelante, antes de regresar a Burgos
capital, Orbaneja del Castillo es una encantadora aldea de apenas 50
habitantes, dentro del cañón del Ebro. En invierno, la cascada frente a las
casas se muestra espectacular.
En el viaje de vuelta mezclamos imágenes de páramos pardos y
verdes valles, de condes medievales y laboriosos agricultores. Para muchos de
nosotros Burgos es origen, está en rasgos de nuestro carácter, en la lengua que
hablamos y en la historia en la que convivimos. Quizá también sea destino: ese
lugar, hoy tan necesario, para disfrutar de una vida sencilla, digna, calmada y
en contacto con la naturaleza.
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