Salas de los Infantes destaca, no sólo por estar enclavada
en un paraje de gran belleza natural, sino por sus vestigios históricos / Cuna de
los Siete Infantes de Lara, Tierra de Dinosaurios y escenario cinematográfico
de ‘El bueno, el feo y el malo’
Vista general de Salas de los Infantes, al abrigo de la
Sierra de la Demanda. Por encima de las
viviendas se erige majestuosa la iglesia de Santa Cecilia. - ECB |
Sala de paleontología del Museo de Dinosaurios. |
Al abrigo de la Sierra de la Demanda y regada por las aguas
del río Arlanza, se sitúa la localidad de Salas de los Infantes. Una villa con
cientos de años de historia, famosa entre otras cosas por ser tierra de
dinosaurios, del que es testigo el yacimiento de huesos e icnitas que han
perdurado grabadas en la roca de su entorno natural a lo largo de los siglos.
Una realidad que cada año atrae a cientos de curiosos y a amantes de la
prehistoria y que se ha convertido en uno de los reclamos turísticos de la zona,
con cientos de visitantes a lo largo del año. Muchos han sido los hallazgos y
buena parte de ellos pueden contemplarse en una visita al Museo de Dinosaurios de Salas de los Infantes. El lugar cuenta con una de las colecciones más
completas de España tanto en géneros como en especies y a día de hoy es uno de
los mejores de Europa.
Pero Salas de los Infantes va más allá de la prehistoria y
cuenta entre sus calles con una vida cargada de memorias y de rincones que
visitar. En el año 974 García Fernández fundó la ciudad de Salas, que luego
tomaría el nombre de ‘de los Infantes’ en recuerdo a los Siete infantes de
Lara, famosos por un cantar de gesta y también por los romances populares. La
leyenda de Los Siete Infantes de Lara tiene, como todas, parte de ficción y
retazos de historia. Sus versos de amores, venganzas y traición han llegado
hasta nuestros días como un reflejo de épocas pasadas. La importancia histórica
de la villa le viene, eso sí, desde la época prerromana, con restos que se
conservan desde aquel momento en diferentes yacimientos, pero que tuvo en la
Edad Media su momento de máximo esplendor.
Por sus calles, los visitantes podrán observar grandes
piezas como la iglesia de Santa María, enclavada en el barrio del mismo nombre,
está construida en estilo gótico isabelino, con añadidos posteriores como la
portada, la airosa torre o el baptisterio y en la que destaca el retablo
plateresco de Diego Guillén. A ella se suma la iglesia de Santa Cecilia, un
perfecto ejemplo de la arquitectura gótica burgalesa y levantada sobre una
fábrica del XII de la que aún quedan algún restos visibles.
Para los amantes del senderismo, la localidad cuenta con
varias rutas para disfrutar del entorno y de los tesoros que esconde. Entre
ellas, la Ruta del Bueno, el Feo y el Malo, ideada por el Colectivo
Arqueológico y Paleontológico de Salas; la ruta del convento de Alveinte; o las
rutas del Castillo de Castrovido y de Las Calderas.
Aunque a lo largo del año la localidad celebra diversas
fiestas como la matanza o de Acción de Gracias, el momento álgido llega entre
el 14 y el 17 de agosto, con las fiestas patronales de Nuestra Señora y San
Roque. Verbenas, fuegos artificiales o el toro de fuego componen parte de la
lista de actividades.
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