Los mamíferos prehistóricos aumentaron de tamaño, en lugar de desarrollar cerebros más grandes, para consolidar sus posibilidades de supervivencia una vez que los dinosaurios se habían extinguido.
Cráneo de Claenodon ferox, un mamífero carnívoro que vivió durante el Paleoceno - THOMAS WILLIAMSON |
Sus conclusiones muestran que el tamaño del cerebro de los
mamíferos, en comparación con su peso corporal, disminuyó tras el catastrófico
impacto de un asteroide hace 66 millones de años que puso fin al reino de los
dinosaurios. Se creía que el tamaño relativo del cerebro de los mamíferos había
aumentado con el tiempo tras la desaparición de los dinosaurios.
Aunque se sabe mucho sobre la evolución del cerebro de los
mamíferos actuales, hasta ahora no estaba claro cómo se desarrolló en los
primeros millones de años posteriores a la extinción masiva.
Un equipo de la Universidad de Edimburgo (Reino Unido) ha
arrojado luz sobre este misterio al realizar tomografías computarizadas a
fósiles recién descubiertos del periodo de 10 millones de años posterior a la
extinción, llamado Paleoceno.
Sus hallazgos revelan que el tamaño relativo del cerebro de
los mamíferos disminuyó al principio porque el tamaño de su cuerpo aumentó a un
ritmo mucho más rápido. Los resultados de los escaneos también sugieren que los
animales dependían en gran medida de su sentido del olfato, y que su visión y
otros sentidos estaban menos desarrollados. Esto sugiere que al principio era
más importante ser grande que muy inteligente para sobrevivir en la era
posterior a los dinosaurios, afirma el equipo.
Unos 10 millones de años después, los primeros miembros de
los grupos de mamíferos modernos, como los primates, empezaron a desarrollar
cerebros más grandes y una gama más compleja de sentidos y habilidades motoras.
Esto habría mejorado sus posibilidades de supervivencia en una época en la que
la competencia por los recursos era mucho mayor, afirma el equipo.
El estudio ha contado con el apoyo de las acciones Marie
Sklodowska-Curie, el Consejo Europeo de Investigación, el Leverhulme Trust y la
National Science Foundation, y la participación del Museo de Historia Natural y
Ciencia de Nuevo México, en Estados Unidos, y de varias instituciones
internacionales.
La idea de que los cerebros grandes son siempre mejores para
invadir nuevos entornos o sobrevivir a las extinciones es engañosa, según el
equipo de investigación.
La investigadora principal, la doctora Ornella Bertrand, de
la Escuela de Geociencias de la Universidad de Edimburgo, afirma en un comunicado que "los cerebros grandes son caros de mantener y, si no son
necesarios para adquirir recursos, probablemente habrían sido perjudiciales
para la supervivencia de los primeros mamíferos placentarios en el caos y la
agitación posteriores al impacto del asteroide".
Dado que los mamíferos actuales son tan inteligentes, es
fácil suponer que los grandes cerebros ayudaron a nuestros antepasados a
sobrevivir a los dinosaurios y a la extinción, pero no fue así, afirma el
equipo.
El autor principal, el profesor Steve Brusatte, también de
la Universidad de Edimburgo, explica que "los mamíferos que usurparon a
los dinosaurios eran bastante poco inteligentes, y sólo millones de años
después muchos tipos de mamíferos desarrollaron cerebros más grandes al
competir entre sí para formar nuevos ecosistemas".
Las tierras baldías del noroeste de Nuevo México son uno de
los pocos lugares donde los científicos pueden encontrar cráneos y esqueletos
completos de los mamíferos que vivieron inmediatamente después de la extinción
masiva de los dinosaurios.
El doctor Thomas Williamson, conservador de paleontología
del Museo de Historia Natural y Ciencias de Nuevo México, ha señalado que
"la recopilación y el escaneo por TAC de muchos de los bellos cráneos
fósiles ha conducido a esta nueva comprensión de cómo eran estos extraños
animales y de la evolución del cerebro de los mamíferos".
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