Esta tecnología ha permitido observar el interior de huevos fosilizados sin tocarlos o reconstruir la dieta de los neandertales
Uno de los huevos analizados con luz de sincrotón hallados en Tailandia. Phu Phok |
En una llanura inundada de la región de Sao Khua, en el
noroeste de Tailandia, un equipo de paleontólogos liderado por el doctor
Varavudh Suteethorn halló un pequeño tesoro que llevaba 125 millones de años
esperando ser encontrado. Eran unos
huevos diminutos, del tamaño de los de un gorrión, con una cáscara
significativamente gruesa. Su superficie, calcárea e irregular, lucía unos
colores terrosos.
Basándose en la estructura del huevo y los huesos que
yacían a su alrededor, los investigadores pensaban que podía tratarse del
embrión de un pequeño dinosaurio carnívoro o de los restos de una ave
primitiva; pero esa teoría no pasó de una hipótesis sin comprobar; era una
reliquia del cretacio, demasiado valiosa como para poner en riesgo su
integridad con cualquier técnica de investigación invasiva. Aquello sucedió en
2003 y el misterio de los huevos de Tailandia quedó sin resolver durante más de
10 años, hasta ahora.
En la Instalación europea de radiación sincrotrón de
Grenoble, en Francia (ESRF, por sus siglas en inglés) han conseguido ver el
interior de los restos sin abrirlos y reconstruir un modelo 3D. Y el resultado
ha sido un descubrimiento muy revelador para la paleontología: en los
misteriosos huevos de Tailandia reposaban los restos de lagarto más antiguos
hallados hasta ahora.
La técnica usada fue la luz sincrotrón; se consigue en un
acelerador de electrones que obtiene un haz de luz del tamaño de un cabello
humano, híper brillante y casi un billón de veces más potente que los rayos X
convencionales. Permite analizar al mínimo detalle cualquier tipo de objeto de
una manera nada invasiva, por lo cual se está convirtiendo en una de las
herramientas estrella en la paleontología.
"Este descubrimiento no es sólo apasionante porque
por fin se haya resuelto el misterio de los huevos de Tailandia, sino porque
plantea nuevas líneas de investigación que hasta ahora no estaban sobre la
mesa", explica a Big Vang el paleontólogo Josep Fortuny, del Institut
Català de Paleonotologia (ICP) Miquel Crusafont, en Sabadell, que no ha
participado en este estudio. Como los embriones se encontraban en un punto de
desarrollo muy avanzado, desde Grenoble se pudo hacer un mapa óseo muy
detallado que determinó que pertenecían a la especie de lagartos conocida como
anguimorfos.
Inicialmente se trabajó con la hipótesis de dinosaurios o
aves porque no es frecuente encontrar lagartos en este tipo de huevos, con la
cáscara tan dura, a excepción de los geckos, que están considerados una
anomalía evolutiva. "Esto nos lleva a trabajar con la posibilidad de
nuevos linajes fósiles que ni habíamos planteado", afirma el paleontólogo,
ya que todas las cáscaras de huevos de lagartos halladas con unas
características similares fueron relacionadas a este espécimen. "Es muy
interesante lo que puede suceder a partir de ahora, y la luz sincrotrón será de
gran ayuda", confía Fortuny.
Este descubrimiento, es sólo uno de los centenares que se
realizan cada año gracias a esta técnica que se ha convertido en una
herramienta imprescindible para muchas disciplinas. "En paleontología es
muy útil porque nuestro trabajo se basa en reconstruir la historia a partir de
unas pocas piezas y no nos podemos permitir el lujo de manipularlas para
estudiarlas. La luz sincrotrón es nuestra joya de la corona", afirma
Fortuny.
En aceleradores de electrones como el de Grenoble se
arroja luz sobre enigmas que parecían destinados a quedar en la oscuridad como
la dieta de los neandertales -a partir del estudio de dientes- o la unión de
diversos huesos para formar un único esqueleto. Pero la paleontología no es el
único campo que se beneficia de esta técnica: el mundo del arte también está
siendo iluminado poco a poco.
Arrojando luz sobre el arte
Otro misterio que obtuvo respuesta gracias a la luz
sincrotrón fue el del cambio de color de las flores en los cuadros de Van Gogh.
Durante años se había observado que el amarillo sufría procesos de degradación
más rápidos que el resto de tonalidades, lo que convertía un ramo de brillantes
girasoles o crisantemos en una nube con toques anaranjados mate. El responsable
de esa evolución cromática fue una capa de barniz aplicada en algunos lienzos
después de la muerte del pintor.
"Al analizar el cuadro con luz de una baja longitud
de onda se vio que esa capa superior generó una reacción química con los
componentes del amarillo usado por Van Gogh que provocó una oxidación",
explica Salvador Ferrer, científico adjunto a la dirección del Sincrotrón Alba,
el centro de acelerador de electrones situado en Cerdanyola del Vallès. Aquel
descubrimiento, hecho en 2012 también en Grenoble es una muestra de
"arqueología de la pintura", según Ferrer.
De esta manera, se puede saber mucho no sólo de la obra
analizada sino también de su proceso de elaboración, así como del contexto
social y artístico en el que fue creada. Un ejemplo son las investigaciones
llevadas a cabo en Alba sobre las vidrieras tintadas del arte árabe presentes
en Egipto o Siria. "Analizando los componentes usados para dar color vemos
que las mismas técnicas se repetían en lugares como Granada. Así se puede
estudiar cómo y hasta qué momento duró esta la influencia en la
Península", explica el científico.
Se trata de algunos ejemplos de la utilidad de la luz
sincrotrón, de la que se han beneficiado innumerables campos. "Ha sido
como encender un interruptor. Muchos descubrimientos no hubieran sido posibles
de no tener una técnica no invasiva como esta", afirma Ferrer. Hubiera
sido impensable perforar los huevos de Tailandia o desgarrar un cuadro de Van
Gogh, pero gracias a esta técnica "estamos convirtiendo investigaciones
muy exóticas en el pan nuestro de cada día. Cada vez los retos son más
apasionantes porque cualquier cosa que quieras mirar, la verás mucho más clara
con la luz sincrotrón", asegura el científico.
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