Angélica Torices, autora y jefa de la investigación. DB |
Acta Paleontológica Polonica. Detrás de este nombre, que
corresponde a un estudio publicado por Angélica Torices, autora y jefa de
investigación, José Ignacio Canudo, Xavier Pereda y Philip J. Currie, se
esconde un hecho muy desconocido pero que es de gran importancia para la zona
del Condado de Treviño, en concreto para la localidad de Laño. Y es que allí
vivieron hace decenas de millones de años varias especies de dinosaurios que
este proyecto investigador ha logrado identificar, en paralelo a otras zonas
investigadas de Huesca y Lleida.
Theropoda indet, Coelurosauria indet, Richardoestesia, Pyroraptor olympius y Paronychodon son
algunos de los nombres de estos seres, que han sido catalogados gracias al
estudio de los únicos restos de ellos que se conservan pasados eso millones de
años: sus dientes.
Torices explica que la investigación arrancó al iniciar ella
su tesis doctoral, y tras un largo proceso y el contacto con investigadores de
varias universidades (han participado la Complutense de Madrid, la Universidad
de Zaragoza, la Universidad del País Vasco y la Universidad de Alberta
-Canadá-) se ha llegado a unas conclusiones extraordinarias.
«Puede que en un principio los dientes no parezcan unos
restos muy espectaculares, pero en realidad lo son, y nos proporcionan una
información fundamental que de momento no podemos obtener de otra forma en esta
zona», detalla, recordando que allí no hay restos de esqueletos completos y los
postcraneales son muy escasos. «Sin embargo los dientes sí que se han
preservado en relativa abundancia, gracias a que el esmalte es un material muy
resistente y que estos dinosaurios estaban reemplazando constantemente su
dentadura», explica.
De Laño se han estudiado materiales recogidos en
excavaciones llevadas a cabo entre 1984 y 1997. «Es probablemente uno de los yacimientos
más ricos y diversos con miles de restos fósiles entre los que se han definido
nuevas especies como el saurópodo Liranosaurus o el mamífero Lainodon», comenta
la experta. Y el trabajo no ha sido fácil, ya que los dientes más grandes son
de unos 6 centímetros, pero los más pequeños no llegan al milímetro y medio, lo
que ha requerido mucho trabajo en su localización primero, y en su estudio
después.
Los datos que aportan los dientes han sido fundamentales, y
en todos los casos se trata de especies carnívoras. Así, se han podido
identificar seis taxones nuevos, que se añaden a dos ya conocidos con
anterioridad a este novedoso estudio.
Los dinosaurios que poblaban la zona eran variados. «Son
cinco dinosaurios carnívoros de pequeño tamaño y uno de gran tamaño, una
diversidad que abarcaría tamaños similares a los de una gallina, otros que
serían del tamaño de un perro grande y el mayor de todos que hubiera podido
alcanzar los 6 metros de longitud», ejemplifica Torices.
El estudio permite además conocer cómo era la zona hace
aproximadamente 75 millones de años, al final del Cretácico. «Podríamos
imaginarnos esta zona como un paisaje de clima húmedo y subtropical, dominado
por un río con múltiples canales rodeado de una vegetación exuberante de
helechos, pinos, cipreses y plantas con flores», detalla.
Pero todo ello tuvo un fin, y produjo la extinción de estas
y otras especies de dinosaurios. Y los restos encontrados también permiten
detallar cómo fue: «No hay una desaparición gradual de estos animales, sino que
desaparecieron muy rápido, geológicamente hablando, quizás debido a un evento
catastrófico».
El trabajo de Torices y el grupo de investigadores ha sido
elevado, pero queda mucho por hacer, ya que hay mucha información que se puede
sacar de los fósiles que se han extraído y que permitiría a los investigadores
ayudar a comprender mejor los ecosistemas del Cretácico y la evolución de los
animales que vivían en esa época.
Es Laño y su cercano yacimiento ‘hermano’ de Albaina uno de
los puntos importantes para la investigación paleontológica, ya que otros
estudios han permitido encontrar e investigar restos muy diversos de
vertebrados, con decenas e especies que incluyen tortugas, cocodrilos y
mamíferos.
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