Nuestros Científicos. Ligia Pérez Cruz es investigadora del
Instituto de Geología de la UNAM, donde ha llevado a cabo investigaciones del
cráter de Chicxulub, sitio donde cayó el asteroide que acabó con los
dinosaurios y la mayor parte de las especies biológicas hace 65 millones de
años. La científica fue una de las selectas personas que incursionaron en la
más reciente expedición marina internacional del sitio.
Ligia Pérez Cruz es especialista en paleoceanografía y
participó activamente en
la más reciente expedición marina al cráter de
Chicxulub.
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Hace poco más de una década, Ligia Pérez Cruz llegó al
Instituto de Geología de la UNAM para hacer investigación; sin embargo, dentro
del edificio en Ciudad Universitaria no había espacio para su oficina…, por lo
cual, en un inicio se instaló en el lugar donde se guardaba el archivo muerto
de la administración.
Poco después le ofrecieron instalarse en un espacio aledaño
al laboratorio de paleomagnetismo del instituto, el cual se encuentra a un
costado de la Facultad de Veterinaria. Ahí construyeron un repositorio de los
núcleos extraídos de perforaciones realizadas en el cráter de Chicxulub,
Yucatán, huella y epicentro de la extinción de los dinosaurios hace 65 millones
de años.
Ligia Pérez es especialista en oceanografía geológica y
realiza investigación en paleoceanografía, bioclimas y análisis de sedimentos
marinos “recientes” (de hace alrededor de 150 mil años), pero para entonces no
tenía vínculo directo con las investigaciones realizadas en el cráter, aunque
en su oficina estaba rodeada de esos núcleos —cilindros de roca de alrededor de
un metro— resguardados en sus cajas.
Hace algunos años, Jaime Urrutia, principal investigador
mexicano del Chicxulub y colega del instituto, la invitó a realizar la
propuesta de perforación para la más reciente exploración marina en el cráter,
la cual se hizo a inicios de 2016 desde una plataforma similar a las utilizadas
para la extracción de petróleo. Para entonces, estar rodeada de todos esos
núcleos del cráter adquirió mayor significado; actualmente, la mayor parte de
su investigación en el instituto está enfocada en el Chicxulub.
A bordo de buques de la UNAM, la científica se encargó de
llevar a cabo la campaña donde se seleccionaron los puntos susceptibles para
hacer las perforaciones. En la expedición realizada recientemente por un grupo
internacional de científicos, Pérez Cruz fue uno de los pocos científicos que
incursionaron en la plataforma, lo que demandó un trabajo muy intenso y
estresante, relata en entrevista. “Teníamos que habituarnos a trabajar en
pequeños lugares cerrados, convivir todos los días con las mismas personas,
romper el bioritmo y, finalizado el trabajo, realizar los reportes. Fue muy
cansado, pero también muy emocionante y sorprendente al ver qué información
surgía con la extracción de cada núcleo”.
Pero ir al sitio, perforar, y formar parte de la expedición,
es también una aventura, fue explorar fronteras del conocimiento y rincones de
la Tierra que muy pocos seres humanos han realizado. Para Ligia Pérez, la
experiencia fue muy enriquecedora desde varios puntos de vista, entre ellos la
sensibilización y contacto que tuvo con la naturaleza.
En la plataforma, los científicos estuvieron expuestos a
diversos riesgos, vinculados principalmente con el mal tiempo, no obstante, ver
esos atardeceres en mar, llover sobre ese azul azabache o incluso presenciar un
“norte” desde la plataforma, fue algo muy impresionante para la científica. “Es
cuando uno alcanza a ver su justa dimensión en este Universo”.
Se sintió afortunada, olvidó el mareo y el esfuerzo físico
del trabajo, se concentró en lo emotivo y satisfactorio que fue, incluso
después de estar en la plataforma: su equipo logró publicar en muy poco tiempo
un artículo en la prestigiosa revista Science, donde detallaron los primeros
descubrimientos de la expedición.
LO EXTRAORDINARIO. La científica estuvo ahí desde el primer
momento y extrajo algunos de los secretos que guarda la Tierra y la naturaleza,
que son muchos. Para ella, esta es una sensación máxime. Lo que implica el
proyecto, desde el punto de vista biológico y de la evolución de la vida en el
planeta, es algo extraordinario, añade.
“El impacto del asteroide marcó un cambio abrupto en la vida
y las especies que evolucionarían. Cuando los dinosaurios se extinguieron
dejaron nichos, muchos ecosistemas quedaron vacíos; ya había mamíferos
pequeños, roedores, que eran de pequeñas tallas antes del impacto, pero después
de millones de años se convirtieron en una fauna enorme, con especies con
toneladas de peso”.
El hecho de pensar que un evento de esa naturaleza pudo
cambiar la vida del planeta de esa forma nos hace pensar que en cualquier
momento puede venir otro de similar magnitud, el cual cambiaría toda la vida el
planeta, apunta, y donde quizá la especie humana no sobreviviría. “Entonces,
cuando estamos conscientes de lo que implicó ese evento desde el aspecto de la
vida y se le puede decir a las personas que se tiene la evidencia que lo
produjo, del colapso de ese asteroide, es muy emocionante. Les podemos decir
que tenemos esas rocas fragmentadas, esa huella de iridio, que no es común en
la Tierra, pero sí cuerpos extraterrestres, y que fue así como se extinguieron
los dinosaurios”.
Esto también puede ayudar a sensibilizar a las personas y
entender que no somos una especie única, que tuvimos suerte de que los
dinosaurios se extinguieran. “Eso es lo que está más cercano a nosotros y es lo
que nos puede estremecer, porque puede ocurrir de nuevo. Los seres humanos nos
podemos ir y la Tierra seguirá con otras especies, con otra dinámica climática.
Es muy importante concientizar esto y así asumir nuestro justo valor en este
planeta”.
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