En marzo de 1781 el oscense Félix de Azara subió a un buque
portugués y partió desde Lisboa rumbo a Paraguay. El lugarteniente, natural de
Barbuñales, había recibido el encargo de viajar a Paraguay y Brasil como
comisionario para delimitar las fronteras que se estaban disputando España y
Portugal en Sudamérica. Aquel viaje, que iba a durar unos meses, se alargó a 20
años de soledad y aburrimiento en los que vivió rodeado de pájaros que nunca
antes había visto.
Durante todo ese tiempo, Félix de Azara se dedicó a observar
con detenimiento la fauna sudamericana y a tomar notas. También a coleccionar
infinidad de ejemplares. Describió más de 400 especies, siendo 200 aún
desconocidas. En sus escritos, comenzó a insinuar la teoría evolutiva que
Charles Darwin daría a conocer medio siglo después.
A los siete años de su llegada a América, Félix de Azara
envió a España más de 100 pájaros en aguardiente a través del conde de
Floridablanca, con sus correspondientes descripciones y algunas ilustraciones.
Puesto que como naturalista había sido autodidacta, en España no le tomaron muy
en serio. El Gabinete Real de Ciencias Naturales, hoy el Museo de Nacional de
Ciencias Naturales (MNCN), desestimó la relevancia de aquellos especímenes,
aunque sí valoró sus descripciones y, sobre todo, las ilustraciones que las
acompañaban. Algunos de sus manuscritos se conservan hoy en el MNCN.
Al parecer, lo que llevó a de Azara a desarrollar tal nivel
de observación fue el aburrimiento, la soledad y el aislamiento. Le sobraba
tiempo. Mónica Fernández Aceytuno escribió al respecto:
«El verse de pronto Félix de Azara alejado de todo contacto
con la civilización como si todo estuviera en una campana de cristal que sólo
pudiera atravesar quien fuera capaz de soportar de soportar la más cruel de las
soledades. Porque al igual que el aislamiento favorece la especiación, así diría
yo que también sólo al observador desvalido quisiera desvelar la Naturaleza sus
más recónditos secretos».
Varios historiadores han investigado la figura del militar y
coinciden en la creencia de que Darwin viajaba con un ejemplar de Viajes por la América Meridional que el oscense había publicado a principios del siglo XIX a
su regreso de América, tras dos décadas de observación. Todos ellos parten del
hecho de que Darwin citara infinidad de veces al aragonés en su obra,
especialmente en Diario de viaje de un naturalista alrededor del mundo.
Cuando Darwin estaba a punto de publicar El origen de las especies, Alfred Russel Wallace le envió una carta en la que solicitaba consejo
para ultimar los detalles de una investigación que, casualmente, le había llevado
a las mismas conclusiones. Desde entonces, ambos están considerados padres del
evolucionismo, pero antes que ellos, varios naturalistas y aficionados a la
historia natural compartían estas ideas.
Aunque Félix de Azara no fue el único que compartía las mismas
ideas sobre la evolución que cristalizaron en la teoría de la selección natural
de Darwin, dejó el material sobre la mesa. Antes de que Darwin y Wallace
explicaran y convencieran a la comunidad científica, de Azara escribió:
«Si nos fijamos en las semejanzas que se encuentran entre
las especies de ambos continentes, vemos que las mismas condiciones naturales
crean indistintamente animales agresivos y animales dulces, nueva prueba de que
estas disposiciones dependen más de un sentimiento interno que del clima o de
otra circunstancia local».
¿Qué provocaba que se dieran especies tan parecidas en
lugares tan distantes y aislados? Quizá fue a la hora de responder a esta
pregunta donde Darwin encontrara su mayor carencia. Mientras que Azara, que no
llegó a renegar del creacionismo, hablaba de creaciones simultáneas, Darwin
creía en pasillos intercontinentales a través de los cuales habrían podido
desplazarse varias especies.
De Félix de Azara se ha dicho que inspiró a Darwin e incluso
que este ‘copió’ sus planteamientos; un exceso teniendo en cuenta que varios
naturalistas de la época, incluido el abuelo de Darwin, compartían las mismas
ideas que el lugarteniente español a tal punto que Darwin y Wallace llegaron a
las mismas conclusiones a la vez. Quizá se trate de un exceso patriótico,
teniendo en cuenta que Azara sólo era un militar aficionado a la historia
natural.
Juan Pablo Martínez Rica escribió que «se ha llegado a decir
que sin la contribución de Azara, Darwin no habría podido enunciar su teoría de
la evolución, y con similar falta de fundamento se ha llegado a calificar a
Azara como ‘el Darwin español’». Sin quitarle mérito, Martínez Rica considera
que las ideas del oscense tienen «más valor como anticipo del desarrollo de la
ciencia biogeográfica o de la genética, que de la teoría evolutiva».
No obstante, el profesor de Biología y Geología Manuel Buil,
galardonado con el premio Félix de Azara en 2002, considera que además de haber
contribuido, sin pretensiones, «al desarrollo de la biogeografía y de la
biología evolutiva» sí habría influido en la teoría evolucionista «tanto por
sus observaciones directas y objetivas sobre el terreno, como por sus
deducciones, asombrosamente adelantadas, dado lo limitado de sus conocimientos
biológicos».
Durante 20 años recorriendo Sudamérica, Félix de Azara
destacó como etnógrafo, geógrafo, ingeniero, militar y naturalista. En 1815
regresó a Barbuñales, donde había nacido, y allí revisó y corrigió hasta su
muerte todo lo que había escrito en América.
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